Por Ricardo Jiménez, Resumen Latinoamericano, 25 de noviembre de 2021.
El 4 de noviembre se han celebrado 241 años de la rebelión de Tupac Amaru II. Mucho y muy bien se ha escrito sobre la ocasión. Sin embargo, resulta necesario enfatizar su dimensión continental, primero porque es componente fundamental de su lucha y, segundo, porque es uno de los más olvidados, al punto incluso de caer en el grave error, por desconocimiento o ligereza, de querer hacer de él un símbolo chovinista, de falso patrioterismo “peruano”. Más importante aún, cuando en los mismos días de celebración del levantamiento tupacamarista, sectores “progresistas” en el gobierno peruano, coinciden con el fujimorismo y los sanguinarios Duque de Colombia y Piñera de Chile para, siguiendo vergonzantes dictados norteamericanos, atacar al pueblo sandinista de Nicaragua en la OEA, al mismo tiempo que guardan silencio cómplice del gobierno derechista de Paraguay que asesina y desaparece a niñas.
Combinando su ascendiente de “curaca” de tres pueblos, con sus fueros de “noble” inca en la estructura española – alrededor de dos mil curacas y curaquezas, a los/as que el sistema colonial español reconocía con privilegios económicos y políticos, a fin de que sostuvieran la dominación -, José Gabriel Condorcanqui – que asumió el nombre del último inca resistente en Vilcabamba, asesinado 200 años antes, Felipe Tupac Amaru I – desarrolló, aprovechando su labor comercial en toda la región continental, una trama de articulaciones conspirativas, tanto con los diversos líderes indígenas de otras zonas como con sectores mestizos y criollos descontentos. Recogía así, y daba continuidad, al acumulado de al menos, más de 500 rebeliones diversas de las que se tiene registro, contra el dominio español en toda América y el Caribe, el portugués en Brasil, el francés en Haití, el inglés y holandés en las Antillas.
CICLO DE LA SERPIENTE
Los cuadros de la rebelión serán proporcionados por una élite indígena, curacas y curaquezas, ricos por el comercio y la agricultura, enfrentados a la dominación y saqueo de España, vía la déspota y cruel administración limeña. Acompañada de una más amplia capa de indígenas y mestizos, formados políticamente en las cantinas de los tambos comerciales y mineros, verdaderas escuelas de cuadros, donde convergían los descontentos continentales, así como los insumos ideológicos del pensamiento ancestral y las nuevas doctrinas revolucionarias emergentes. En el Alto Perú, actual Bolivia, Julián Apaza, aymara, cambia su apellido al de Katari y su nombre al de Tupac, como el líder quechua peruano Tupac Amaru, al que reconoce como Rey. Nace, así como Tupac Katari, el aymara que, a diferencia de Tupac Amaru, no poseía ningún linaje de curaca, pero fue nombrado virrey y capitán en el Alto Perú del movimiento. Naciendo también la alianza quechua aymara, el núcleo estratégico de la confederación pluriétnica de la insurrección. No menos de cincuenta mil combatientes, hombres y mujeres, una centena de batallas, en 1500 kilómetros, a lo largo de dos años. Quechuas, Aymaras, Tobas, Chancas, Matacos, Mocovíes, Pampas, Chiriguanos, mestizos, negros, mulatos, criollos, y, según algunas fuentes, hasta algunos europeos, aliados tácticos contra España, el enemigo común. La tormenta perfecta tupacamarista.
Amaru y Katari, significan exactamente lo mismo en quechua y aymara, respectivamente, “la serpiente”, que mordiéndose la cola – metafóricamente – simboliza el ciclo infinito cósmico e histórico. No eran los nombres de nacimiento de José Gabriel Condorcanqui y Julián Apaza, los dos principales Tupacs (señores, grandes líderes, “resplandecientes”) que comandaron la más fuerte y amplía rebelión anticolonial en Nuestra América. Porque Amaru y Katari son expresiones de un solo y mismo liderazgo telúrico y espiritual panandino, guiando la lucha, una y otra vez, hasta la victoria. Más que una persona, se trata de una función, un pueblo, un movimiento del universo. Derrotado el Katari, al igual que el Amaru, por una mezcla de errores, azares y traición, tendrá similar tormento final. “Volveré y seré millones”, profetizó Tupac Katari a sus verdugos. Y no es solo una frase retórica, sino una verdad material, observable en la actual Bolivia, su teatro de operaciones durante la insurrección, en las permanentes resistencias de los siglos XIX y XX, el primer gobierno indígena y la derrota de los golpistas anti populares y racistas, en el siglo XXI. En muchas ocasiones, se atribuye su frase profética al Condorcanqui Tupac Amaru peruano, pero esto más que una imprecisión acaso sea en realidad la sabiduría popular que intuye que el Amaru y el Katari son uno y el mismo, libertario y permanente.
TUPAC AMARU EN AMÉRICA
En la actual Argentina, se combatió en Jujuy, bajo el mando rebelde del mestizo José Quiroga, el indígena Antonio Umacata, el criollo Gregorio Juárez. También en Salta, y en Rioja. Hasta la misma Córdoba y Buenos Aires llegó a los indígenas “el mal ejemplo de sus semejantes de la infame voz: ya tenemos Rey-Inca”, como informó Fray Pedro de Parras al Virrey Vértiz en 1781. Incluso a las mismas milicias realistas criollas: “La capital de Buenos Aires y sus costas de norte a sur… no tiene otro recurso para su defensa que este cuerpo de milicias disgustadas y vacilante su obediencia por imitar a las gentes del Perú”, como informaba, ese mismo año, el Virrey Juan de Vértiz en Carta al Ministro de Indias. El criollo Miguel Tovar y Ugarte, en el actual Ecuador, es sorprendido conspirando, a través del envío de cartas en las suelas de los zapatos a Tupac Amaru, y condenado a prisión donde murió. En la actual Colombia, dirigen la guerra de los comuneros de Nueva Granada los mestizos José Antonio Galán, quien, siguiendo el ejemplo de Tupac Amaru, proclamó la libertad de los esclavos en las minas de Malpaso, Tolima. Manuela Beltrán, quien, ante la muchedumbre en Villa del Socorro, cuna de la insurrección, rompió el edicto español que imponía el impuesto, causa del levantamiento. Y los caciques Ambrosio Pisco y Zape Zipa, quienes proclaman a Tupac Amaru “Inca de América”. En los llanos de Casanare, actual Venezuela, se levanta en armas el criollo Javier de Mendoza, declarado “capitán general de los llanos” al mando de 3000 indígenas, a quienes hace jurar a Tupac Amaru como “rey de América”. Lo secundan los también criollos, hermanos Eugenio y Gregorio Bohórquez. Antes de ser derrotada, la rebelión llega hasta LaguniIlas, donde los/as alzados/as tomaron el pueblo dando gritos de “¡Viva el Rey del Cuzco!” y Mérida, ocupada bajo el mando de los criollos Vicente de Aguilar y Juan García. En las capitales coloniales de todo el continente aparecieron pasquines (panfletos y afiches) y manifestaciones callejeras apoyando la revolución tupacamarista. En Italia, el jesuita y precursor peruano de la revolución independentista, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, expulsado junto a su orden por las autoridades españolas en 1767, realiza gestiones infructuosas ante el cónsul inglés para conseguir del gobierno británico ayuda a los rebeldes. Francisco Miranda, futuro precursor de la definitiva lucha de independencia anticolonial, reconoce, en carta de 1792, que el levantamiento tupacamarista, siendo él oficial del ejército español en Europa, fue antecedente preliminar de su propia concepción revolucionaria.
Tupac Amaru llegó a declarar la total independencia, con un claro proyecto continental. Así lo testimonia su “bando de proclamación”, que comenzaba: “Don José I, por la gracia de Dios, Inca, Rey del Perú, Santafé, Quito, Chile, Buenos Aires y continente, de los mares del sur, Duque de la Superlativa, señor de los Césares y Amazonas, con dominio en el gran Paitití… que los Reyes de Castilla me han tenido usurpada la corona y dominio de mis gentes, cerca de tres siglos…” (Bando de Proclamación. 1781). Por lo que es considerado el “primer grito de independencia” y así se lo reconocieron los más notables líderes/as patriotas, como Manuela Sáenz, Juana Azurduy, Francisco Miranda y Simón Bolívar. Estudios franceses de la revolución haitiana, que declaró la primera independencia latinoamericana y el primer estado moderno que abolió la esclavitud en 1804, señalan que los combatientes de Jean-Jacques Dessalines, líder de la revolución, se hacían llamar “incas” por influencia de la rebelión de Tupac Amaru II (“Mito y Utopía”. Héctor Béjar. 2012), que había abolido – el primero de todos en hacerlo – la esclavitud. Al zarpar la expedición libertadora del Perú desde Chile, en 1820, en sendos “Manifiesto” y “Proclama” a los peruanos, escritos por José de San Martín con el chileno Bernardo O’Higgins, llaman a “los hijos de Manco Capac… a sellar la fraternidad americana sobre la tumba de Tupac Amaru”. Los documentos son escritos en “dos lenguas”, la versión quechua empezaba así: “Llapamanta acclasca José de San Martín sutiyocc”.
EL ÚLTIMO AMARU
Casi cuatro décadas después de la gran rebelión, el estado revolucionario independentista del Río de la Plata (actual Argentina) le otorga a Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor y último sobreviviente de la gran insurrección libertaria, una pensión como veterano combatiente independentista. Recibió también el encargo de publicar sus memorias. Antes, el Congreso Revolucionario de Tucumán, en 1816, que declara la independencia en español y quechua, propone el proyecto de “Incanato unido de Sudamérica”. Aunque Juan Bautista estaba en las cárceles españolas en África hasta 1822 – como lo registra en sus memorias -, se ha extendido la idea de que los/as impulsores de la propuesta pensaban en él para la regencia de esa monarquía constitucional independentista de 1816 (“Juan Bautista de América: el rey inca de Manuel Belgrano”. Eduardo Astesano. 1979).
Desde Argentina, en 1825, con 86 años de edad, el último de los Amarus rebeldes escribió a Simón Bolívar. Sus palabras en ese documento, que representa un excepcional tesoro histórico, plantean la inapelable coincidencia y continuidad fundamental del proyecto tupacamarista y bolivariano, irrenunciablemente continental: “Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas… felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mí me obliga un doble motivo a manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo… a ella propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad… mis desgracias y trabajos incalculables, que tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro”. (En: “La rebelión de Tupac Amaru”. Carlos Daniel Valcárcel. 1973).
VELASCO
Durante el gobierno revolucionario del general Juan Velasco Alvarado, la recuperación de la memoria del Amaru como insumo ideológico e identitario fundamental es una política pública. Consecuente, Velasco desarrolló una vigorosa política anti imperialista y de unión continental, abrió relaciones con Cuba revolucionaria, rompiendo los insoberanos mandatos norteamericanos; fue amigo personal del presidente y mártir revolucionario de Chile, Salvador Allende; e influyó en la formación y compromiso revolucionario del entonces joven oficial venezolano, Hugo Chávez. Círculos de la memoria permanente que se cierran y signos del destino que ha de realizarse. En este año del bicentenario de la independencia del Perú, el Amaru Katari y los/as Libertadores/as, siguen cabalgando, contra todo y contra todos, cada vez más fuerte y cada vez más cerca, del presente.
Fuente: El Puka