Argentina. Cien años

Argen­ti­na. Cien años

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Por Este­ban Bayer, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de diciem­bre de 2021.

“El mili­tar reci­bió al his­to­ria­dor con mucho agra­do, has­ta con eufo­ria. El señor coro­nel esta­ba cie­go. Con­ver­só duran­te toda la entre­vis­ta él solo, con­si­go mis­mo. Ima­gi­nó figu­ras, situa­cio­nes increí­bles. Repe­tía la mis­ma his­to­ria, como para poder creér­se­la él mis­mo. Repi­tió y repi­tió que en la estan­cia La Ani­ta habían ocu­rri­do ver­da­de­ros com­ba­tes. Y que en esos com­ba­tes el ejér­ci­to había ven­ci­do a las peo­na­das. “¿Sabe por qué? Por­que noso­tros nos ponía­mos a favor del vien­to y éste lle­va­ba nues­tras balas más veloz­men­te. A ellos, el vien­to en con­tra les des­via­ba las balas. Y gana­mos“, decía con voz triun­fa­lis­ta. Y, para dar­se más segu­ri­dad, esta­lla­ba en una car­ca­ja­da. El his­to­ria­dor le pre­gun­ta­ba por qué no había nin­gún tes­ti­mo­nio de nadie sobre tal com­ba­te. Y el coro­nel cie­go repe­tía, una vez y otra, has­ta creer­se el mis­mo: se lo estoy dicien­do yo, que era el jefe mili­tar de esa zona“.

A veces, la his­to­ria la hace el jefe.”

Cita de un escri­to de Osval­do Bayer sobre su entre­vis­ta con el coro­nel Viñas Iba­rra, el autor mate­rial de los fusi­la­mien­tos en estan­cia La Anita.

Osval­do Bayer (Gen­ti­le­za Pepepugni)

Pero la his­to­ria no la escri­ben los jefes, la va escri­bien­do la verdad.

Cien años.

Cien años de reben­ca­zos, de esta­quea­das, de sablazos.

Des­de hace cien años ata­dos a los alam­bra­dos, de estar cavan­do sus pro­pias tum­bas. Y palean y palean. Con los bido­nes de que­ro­sen al lado. Y palean, pero la fosa no se hace profunda.

Cien años con estan­cie­ros y patro­nes que van mar­can­do, con el dedo denun­cia­dor del due­ño de la vida y de la muerte.

Cien años de fusi­les que apun­tan y matan, una y otra vez. Una des­car­ga, y otra. Y otra.

Y la san­gre que no cesa de ensu­ciar­se con la tie­rra, con las piedras.

Pero el igno­mi­nio­so tenien­te coro­nel ya hace rato que dejó de mar­car con sus cua­tro dedos la muer­te que sem­bra­ba. La ter­mi­nó cose­chan­do, de manos del paci­fis­ta y anar­quis­ta ale­mán Kurt Gus­tav Wilkens.

Y de pron­to el soni­do del repi­que­teo no era el del Mau­ser fusi­la­dor, era el tac tac tac de una máqui­na de escri­bir. Un gol­pe­teo ince­san­te de alguien que se atre­vió a pre­gun­tar, a cues­tio­nar la his­to­ria ofi­cial man­te­ni­da por el silen­cio abso­lu­to y el ocul­ta­mien­to de la san­grien­ta repre­sión. Y empe­zó a lle­nar pági­nas y más pági­nas. Y esas pági­nas se con­vir­tie­ron en cua­tro libros sobre la Pata­go­nia Rebel­de e hizo el guión de la pelí­cu­la del mis­mo nom­bre, sin saber en ese momen­to la dimen­sión que iba a tener su obra. Con ella empe­zó a reco­rrer los cami­nos de San­ta Cruz, sem­bran­do semi­llas de la verdad.

¿Y qué pasó?

Pasó que los hue­sos de los 1500 vili­pen­dia­dos se empe­za­ron a mover, las caras mar­ca­das por el vien­to, el olor de lana esqui­la­da, de humos de fogo­nes com­par­ti­dos recu­pe­ra­ron sus ojos. Ojos negros de tie­rras ances­tra­les, marro­nes del otro lado de la cor­di­lle­ra y de pam­pas de más al nor­te de nues­tro país, ojos azu­les que bus­ca­ban el paraí­so y de ojos ver­des encen­di­dos por las ideas que per­mi­tían creer en un mun­do sin humillados.

Los pio­jo­sos y los sin nada, las valien­tes y las soña­do­ras, los lucha­do­res y las rebel­des se levan­ta­ron des­pués de tan­tos años de silen­cio y polvo.

Vol­vie­ron a ensi­llar sus caba­lla­das, recu­pe­ra­ron las asam­bleas soli­da­rias, en las ciu­da­des pusie­ron en movi­mien­to las impren­tas para alzar las con­sig­nas de ayer que son las de hoy, mien­tras las cin­co cora­ju­das de San Julián siguen dan­do esco­ba­zos de dig­ni­dad hacien­do retro­ce­der a los uni­for­ma­dos. Esas cin­co que nos pre­gun­tan todos los dias, ¿dón­de está vues­tro cora­je cívi­co? Todos los días. ¿Hace­mos lo que hicie­ron ellas? Todos los días.

Son los que hoy nos empu­jan, las que nos exi­gen levan­tar sus ban­de­ras de soli­da­ri­dad y dig­ni­dad. Por­que no son his­to­ria. Nos advier­ten a no clau­di­car, lo hacen des­de la memo­ria que hoy man­tie­nen viva las mesas y comi­sio­nes de huel­gas de San­ta Cruz, en la cor­di­lle­ra, en la mese­ta y la cos­ta, de sur a norte,

Des­de San Julián, Puer­to Desea­do y Jara­mi­llo has­ta El Cala­fa­te, des­de Rio Tur­bio a Pie­dra Bue­na y Puer­to San­ta Cruz, des­de Rio Galle­gos has­ta Gober­na­dor Gre­go­res. Des­de Cale­ta Oli­via y has­ta Pun­ta Arenas.

Con sus home­na­jes en todas las ciu­da­des, el cam­bio de nom­bre de calles, la colo­ca­ción de monu­men­tos y pla­zo­le­tas. Y de museos recién inau­gu­ra­dos, como el que abrie­ron en la anti­gua esta­ción de ferro­ca­rril de Jara­mi­llo, allí cer­qui­ta de don­de Vare­la hizo ase­si­nar a José Font, “Facón Gran­de“. Está dedi­ca­do a las huel­gas, a Font y sus com­pa­ñe­ros de lucha y a Osval­do Bayer.

Tam­bién des­de obras de tea­tro, la músi­ca de can­ta­tas fol­cló­ri­cas, tan­go y rock, los ballets del vien­to, poe­mas y cuen­tos, el arte, ins­ta­la­cio­nes audio­vi­sua­les, escul­tu­ras y cua­dros que evo­can y con­vo­can a la rebe­lión. Y en la calle, pelean­do las luchas de hoy.

Y están pre­sen­tes en pro­yec­tos de ley, como el que se aca­ba de pre­sen­tar en el Sena­do de la Nación, para que el Con­gre­so por fin sal­de la deu­da que tie­ne hacia la socie­dad ente­ra y decla­re los fusi­la­mien­tos como deli­tos de lesa huma­ni­dad. Ade­más se pide que una comi­sión bica­me­ral e inte­gra­da por his­to­ria­do­res, acti­vis­tas de dere­chos huma­nos y de las comi­sio­nes de memo­ria de las huel­gas esta­blez­ca las res­pon­sa­bi­li­da­des del Esta­do Nacio­nal en aquel cri­men sin igual: la repre­sión por par­te del Esta­do y de sus ins­ti­tu­cio­nes de una huel­ga gene­ral orga­ni­za­da sin­di­cal­men­te que para­li­zó la pro­vin­cia ente­ra. Fue­ron esca­sos los sin­di­ca­tos que recor­da­ron en estos días aque­lla lucha obrera.

Y oja­lá pron­to con una Jus­ti­cia que deje de hacer­se la dis­traí­da y haga lo que nun­ca hizo, denun­ciar y enjui­ciar a los res­pon­sa­bles de los crí­me­nes, empe­zan­do con tra­tar rapi­da­men­te la que­re­lla que días atrás pre­sen­tó ante la jus­ti­cia fede­ral el gobierno de San­ta Cruz, para que se deter­mi­ne a los res­pon­sa­bles de los crí­me­nes. Se tra­ta de inves­ti­gar la deman­da de los nie­tos de Ale­jo López, fusi­la­do en diciem­bre hace cien años en las inme­dia­cio­nes de Jaramillo.

Cien años de impu­ni­dad. Impu­ni­dad por el cri­men de 1.500 per­so­nas, habi­tan­tes de una San­ta Cruz que según el cen­so de aquel enton­ces tenía una pobla­ción de unos 17.600 habi­tan­tes. La alian­za de mili­ta­res y socie­dad rural mató al 8 por cien­to de las per­so­nas que vivían en el territorio.

A pará­me­tros de la pobla­ción actual, hoy serían 30.000 los des­apa­re­ci­dos y ase­si­na­dos. No en todo el país, sólo en San­ta Cruz.

Cien años, y los que lla­ma­ron a los fusi­la­do­res ‑los due­ños de la tie­rra- nun­ca asu­mie­ron sus cul­pas, tam­po­co los que man­da­ron a los fusi­la­do­res ‑el gobierno nacio­nal y su cri­men de Estado.

Cien años en los que la jus­ti­cia no hizo justicia.

Cien años en los que el Con­gre­so nacio­nal nun­ca inves­ti­gó lo que tuvo que investigar.

Cien años en los que que se man­tu­vo el pac­to de silen­cio de los que se cre­ye­ron los due­ños de las verdad.

Pero en esos cien años los rebel­des pata­gó­ni­cos dije­ron bas­ta, y a tra­vés del his­to­ria­dor se recu­pe­ró la ver­dad, hoy hace­mos memo­ria, y vamos a seguir exi­gien­do que se haga justicia.

Los 1.500 fusi­la­dos, siem­pre pre­sen­tes. Para siem­pre entre nosotros.

Itu­rria /​Fuen­te

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