Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 19 de diciembre de 2021.
Las mujeres, los hombres y hasta los niños y niñas de la provincia patagónica de Chubut están protagonizando una verdadera pueblada. Es una rebelión contra el autoritarismo de los políticos y las instituciones provinciales y estatales que siempre le dan la espalda y no ponen el oido ante las reivindicaciones populares. En este caso se enfrentan las políticas extractivistas que dando luz verde a la megaminería a cielo abierto y utilizando venenos peligrosísimos pretenden seguir llenando los bolsillos de las multinacionales que las llevan a cabo. Eso sí, con la complicidad abierta de gobernantes, como el mandamás represor chubutense, Mariano Arcioni, pero también con la anuencia y el impulso del presidente Alberto Fernández, que en innumerables ocasiones ha apoyado este tipo de iniciativas destructoras de la tierra y el ecosistema.
Si la megaminería avanza, Chubut y sus aledaños se quedarán sin agua. Ya está pasando en varias poblaciones, y eso es lo que se demanda revertir en las calles. Sobre todo, respondiendo a la traición de 14 legisladores que entre gallos y medianoche sacaron adelante una ley que avala la “zonificación minera”. En la provincia de Mendoza ocurrió lo mismo tiempo atrás, y el pueblo con su movilización masiva dio vuelta una ley que pretendía lo mismo que ahora ocurre en Chubut.
“El agua vale más que el oro”, dicen las pancartas en las calles, y el pueblo de Chubut sigue demostrando que cuando la clase política, los gobiernos y las instituciones pretenden imponer propuestas o iniciativas reaccionarias, la paciencia se desborda y aflora la resistencia, el ponerse codo con codo y marchar, protestar, sacar hacia afuera la bronca de años de soportar malos gobernantes. Por eso volvió a escucharse en toda la comarca el «que se vayan todos», por eso también se une el deseo de que renuncie el gobernador Arcioni, para que también el eco de la protesta llegue a Buenos Aires y cuestione la idea del gobierno nacional de impulsar proyectos que destruyen la tierra, hacen desaparecer el agua y generan todo tipo de consecuencias (como las enfermedades por los venenos utilizados) a la población. Todo ello se justifica desde el poder, para “abrir la puerta a las inversiones que ayuden a paliar la crisis económica”. Lo que no explican, obviamente, es que estas multinacionales contaminan y matan la flora y la fauna, y encima se llevan el grueso de la torta de las regalías.
Frente a tanto saqueo, justamente en estos días que se recuerda el 20 aniversario del Argentinazo del 2001, miles de chubutenses proclaman a los siete vientos que se acabó eso de que los pueblos aceptan mansamente todo lo que desde el poder le imponen. Ni la brutal represion policial de estos dias, ni las continuas provocaciones de Arcioni, diciendo que no piensa derogar la fatídica ley, va hacer retroceder a quienes tienen claro que en las calles se juega su futuro.
Por eso, cada día que pasa hay más y más manifestantes. Los gobiernos (el local y nacional) deberían tomar nota de que este Chubutazo, también incluye la protesta contra el ajuste y el sometimiento al FMI, que a la sazón es el que determina el camino que recorren los gobernantes. Todo es parte de lo mismo.
«No es no» dicen las consignas y si no lo entienden, habrá más gente protestando y dando el ejemplo al país para que otros y otras que tienen estas mismas reivindicaciones se decidan a levantarse y pelear contra estas excrecencias del capitalismo, que vaya paradoja, impulsan al unísono los gobiernos de derecha y los que se dicen «progresistas».
Solo el pueblo salvará al pueblo, escribió una chica en la puerta de la incendiada Casa de Gobierno de Rawson, y otro agregó: «Váyanse ya, ladrones vendepatria, todavía están a tiempo». Más claro, agua.