Resumen Latinoamericano, 7 de diciembre de 2021.
«Si aprendiéramos a mirar en vez de comer moscas,
veríamos el horror en el corazón de la farsa;
si simplemente actuáramos en lugar de hablar tanto,
no acabaríamos, una y otra vez, yendo de culo.
¡Hombres no celebréis todavía la derrota
de lo que nos dominaba hace poco!
Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo,
la perra que lo parió está otra vez en celo».
Bertolt Brecht: La resistible ascensión de Arturo Ui
Durante el proceso de ascensión del nacionalsocialismo y con posterioridad a su derrota, Brecht se dedicó a denunciar aquellas voces que se escandalizaban ante el ascenso y horrores del nazismo, sin hacer mención al sistema capitalista que lo había engendrado y no tenía empachos en llamar hipócritas a quienes condenaban a Hitler y su movimiento político-militar, pero que no hacían nada por denunciar y terminar con el capitalismo.
En las últimas semanas hemos visto a personas honestas dejarse arrastrar por la histeria antifascista. También hemos visto a declarados revolucionarios golpearse el pecho y expresar, con una sentida y profunda convicción, que no podemos permitir que el fascismo gane las próximas elecciones, apelando a un deber histórico, republicano, casi patriótico, de no dejar que la cara visible de este fascismo criollo alcance la primera magistratura de la República; en resumidas cuentas, no quieren que este estado liberal, capitalista, colonial, eurocéntrico, salvaje y depredador, enemigo de los pueblos, genocida y ecocida, tenga como su representante máximo, su cara más visible, su “primer ciudadano”, a un convencido fascista como José Antonio Kast y llaman a detener esta atrocidad que ruboriza las sensibles conciencias democráticas. Nuestra historia cívica, nuestro orgullo nacional, no puede permitir semejante desvarío y es preferible, acá hay ciertos matices, que un oportunista de tomo y lomo, como Gabriel Boric, ocupe tan importante puesto en nuestra sociedad y decimos que hay matices, porque mientras algunos apoyan a este tránsfuga, con cierto reparo púdico, aunque el sonrojo no exime de culpa ni de complicidad, otros se han arrojado a darle su apoyo con una sorprendente incondicionalidad, olvidando que hace solo dos años pedíamos la cabeza de todos estos facinerosos, desde los ultraderechistas más recalcitrantes, hasta sus compinches socialdemócratas y reformistas, sin hacer diferencias entre ellos, porque en realidad no las hay ni nunca las ha habido.
Se aterran ante la posibilidad de que el fascista Kast le gane al oportunista Boric, como si en el fondo hubiera divergencias entre ellos y apelan a la fragilidad de la memoria al obviar el hecho de que Boric firmó el documento de Acuerdo por la Paz y la Reconciliación, del 15 de noviembre del 2019, redactado de puño y letra por la fascista, con linaje directo al nazismo alemán, Ena Von Baer, porque en ese momento había que reconciliarse también con los fascistas, había que hacer lo que fuese necesario para detener a la insolente turba patipelada que se había alzado y los otrora supuestos adversarios se daban la mano y se abrazaban, evidenciando que nunca hubo verdaderas discrepancias entre ellos y que jamás las habría. ¿En qué parte de este tortuoso devenir histórico, manipulado magistralmente por los medios de adoctrinamiento masivo del capital y por el eficaz y malintencionado uso de las redes sociales y la tecnología, la memoria dejó atrapados en el camino estos hechos, envolviéndolos en el olvido de los velos de la ilusión de esa entelequia que los dueños del poder y sus lacayos llaman democracia?
Y este vapuleado pueblo, hostigado hasta la saciedad por la propaganda del sistema de dominación, bombardeado inmisericordemente por el discurso oficial, replicado eficientemente por los funcionarios de las burocracias partidarias, engañado impúdicamente por las encuestas manipuladas, perseguido y acosado por las siniestras maquinarias de manipulación de masas, que asaltan las conciencias y las mentes de las personas, se encuentra ante la falsa disyuntiva de tener que elegir entre fascismo y democracia, como si esta democracia cartucha no hubiese cobijado el fascismo desde hace rato; como si no hubiese sido fascista y racista la aplicación de la ley antiterrorista contra nuestros hermanos mapuche durante los gobiernos democráticos; como si no hubiese sido, a lo menos violento y autoritario, la mantención y perfeccionamiento del neoliberalismo; como si los aparatos de inteligencia de la democracia no hubieran sido asesorados y supervisados por los agentes de los servicios secretos de la dictadura; como si los grupos fascistas sobrevivientes de la dictadura no hubieran gozado de la permisividad de los sucesivos gobiernos democráticos, manteniendo toda su capacidad operativa; como si los asesores políticos y los empresarios sostenedores del fascismo pinochetista y sus continuadores no gozaran de impunidad y tribuna para seguir actuando y enriqueciéndose en esta coexistencia democrática; como si el fascismo no fuese el hijo radicalizado del capitalismo. El fascismo es un engendro, a veces ocultado, a veces reconocido, pero siempre latente como recurso, del capitalismo y decir que se lucha contra el fascismo, sin proponerse primero y ante todo, eliminar su origen que es el capitalismo es, cuando menos, hipócrita. Hay que abrir los ojos y mirar nuestra historia reciente, este pseudo antifascismo de última hora no puede ni quiere erradicar el fascismo, porque todos, desde el decadente y corrupto reformismo institucionalizado, hasta la supuesta derecha democrática, han cohabitado con el fascismo y se han ido a la cama con él cuando ha sido necesario.
El sistema, los dueños del poder capitalista, saben que sin legitimidad sus cabezas corren peligro permanente y su obsesión es legitimar toda su maquinaria de sometimiento y opresión. Por eso sus desvelos y su uso obsceno de recursos para someter las mentes y las voluntades de las personas. La historia reciente nos muestra que no son los años los que otorgan legitimidad. La misma constitución del 80 jamás pudo ser legitimada y a pesar de los esfuerzos, no solo de los ideólogos del fascismo pinochetista, sino de los teóricos concertacionistas y de la extrema derecha, durante cuarenta años el pueblo nunca la aceptó y al no aceptarla, rechazaba todo el modelo de dominación que había detrás de ella. La Revuelta fue la señal de alarma que los aterrorizó, sino legitimaban su modelo, podían caer en cualquier momento, entonces
inventaron un engendro constitucional para tener una nueva constitución neoliberal, esta vez legitimada por una mascarada que denominaron Convención. Pero no bastaba con tener una nueva constitución neoliberal, había que legitimar la institucionalidad que debía seguir administrando el modelo e inventaron esta falsa disyuntiva; o fascismo o democracia. Y el bombardeo mediático y los mecanismos de manipulación puestos en marcha han sido cruentos, inmisericordes, todas las burocracias partidarias, todos los medios de manipulación de masas, todos los funcionarios del sistema, todos los agentes de la casta política enquistados en las organizaciones populares, incluso toda la tecnología, se pusieron detrás del objetivo de legitimar esta democracia liberal que parecía agonizar y en un grotesco, pero al parecer efectivo, acto de prestidigitación, escondieron la raíz del conflicto, para que prestáramos atención a un nuevo escenario, apagando las luces y cerrando la puerta al otro campo de batalla, el que ocultan tras bambalinas, donde todavía está en juego la verdadera contradicción que aún no se resuelve; o capitalismo o supervivencia; o reproducción colonialista del capital o reproducción comunitaria de la vida.
Las revolucionarias y los revolucionarios tenemos el deber ineludible, irrenunciable, no solo ante la historia, sino ante nuestro pueblo, de parar esta histeria pseudo antifascista y develar, en todos los espacios, esta repulsiva campaña de manipulación que lo único que pretende es legitimar una institucionalidad por la cual, hace no muchos meses, nadie daba un peso. No tenemos espacio para vacilar o para dejarnos someter por la manipulación de las emociones y las conciencias que los servidores del poder colonial tratan de imponer. Es el momento de mostrar nuestro temple y asumir que, no solo somos personas honestas, decentes, de buena voluntad, sino que tenemos la capacidad de reflexión, que estamos por sobre la burda manipulación de las consciencias y que cuando asumimos el camino de la transformación revolucionaria de la sociedad, nos hicimos cargo de la responsabilidad histórica que esa decisión acarreaba. También debemos aceptar que seremos atacados por los confundidos, por los adoctrinados, por nuestros enemigos y por quienes hace poco se decían nuestros amigos, pero no podemos, bajo ninguna circunstancia, dejar de ser la voz de alerta y a lo mejor la única, pero necesaria, consciencia crítica de este momento.
Ante el bombardeo mediático despiadado que sufre nuestro pueblo, lo menos que se espera de quienes mantienen viva la llama revolucionaria es que aporten con la denuncia, con la develación de los mecanismos de sometimiento y con la claridad para exponer que lo que en realidad está en juego, en esta supuesta contradicción entre fascismo o democracia, enarbolada por los pseudo fascistas de última hora, no es más que el esfuerzo desesperado por arrastrarnos hacia la legitimación de un modelo de dominación que debe ser erradicado, de lo contrario desaparecerá, no solo la especie humana, sino toda la vida sobre el planeta.
Cuando sintamos que no hay claridad, cuando surjan dudas del momento histórico, debemos preguntarnos si alguna de las opciones que están en la mesa, realmente contribuye a nuestro objetivo superior de terminar con el capitalismo o si, por el contrario, nos alejan de él. Recurrir al “cui prodest”, que recomendaba Lenin, es decir, analizar a quién beneficia. Los mecanismos y los recursos de manipulación, de engaño y de adoctrinamiento del poder capitalista son abrumadores, a veces sutiles, a veces convenientemente burdos, generalmente nos exponen una realidad que se comporta como la cinta de moebius, en la cual no podemos distinguir entre el plano visible del plano oculto, pero nosotros tenemos un recurso que no puede ser abatido: nuestra experiencia de lucha y la sabiduría necesaria, adquirida durante años enfrentando al monstruo de las mil cabezas y contra eso los manipuladores, los vacilantes, los adoctrinados, los oportunistas, no tienen las suficientes armas para hacernos desistir del camino asumido. Lo único que podría derrotarnos es el sometimiento de nuestra propia consciencia y esa no tiene enemigos dignos.
Diciembre de 2021