Por Tony López R (*), Resumen Latinoamericano, 19 de diciembre de 2021.
Se realizan las elecciones presidenciales en Chile, en un escenario político y jurídico complejo, porque al mismo tiempo se está desarrollando la histórica Convención Constituyente, que es estratégicamente el centro político que debe defender el pueblo chileno, para eliminar las ataduras a una actual Carta Magna, pinochetista y elitista, que por cierto es la que defiende el actual candidato de la extrema derecha José Antonio Kast.
Hoy el debate a la grave crisis política que vive Chile, gobernada por una derecha pinochetista, que la puso de manifiesto el gobierno de Sebastián Piñera, con la masacre y represión contra las manifestaciones populares del pasado mes de octubre del año 2019.
Hoy, a dos años de aquella luctuosa y criminal acción del “democrático” gobierno de Piñera, pareciera que se ha echado en el olvido, la sangre vertida por cientos de chilenos entre nuestros y heridos y la ceguera ocasionada a cerca de 300 jóvenes, no se tuvo en cuenta para que el candidato de esa derecha criminal sea el candidato que más voto obtuvo con un 28 por ciento y le permita hoy ir a segunda vuelta, frente a su oponente, cuyo programa está anunciado con elementos de corte progresista y de justicia social y que para descalificarlo lo acusan de comunista y la nueva consigna del derecha de que este responde al castrochavismo.
Así lo proclama públicamente en Talca, el ciudadano de origen cubano, el contrarrevolucionario Julio Gandarilla, quien, unido a la chilena Paula Daza, según sus propias declaraciones, publicadas en Facebook, se pronuncian por apoyar la continuidad del pinochetismo, apoyando a Kast y evitando que el Castrochavismo se apodere de Chile, tal como ya yo había precisado en mi anterior artículo.
Es evidente que no solo estos sectores de gusanos cubanos y venezolanos residentes en Chile, intervienen en los asuntos internos de la política chilena, no, ellos no están solos, de detrás de ellos está la mano y el dinero de las agencias estadounidenses que los dirigen, que son los mayores interesados en evitar que se cambie el rumbo económico, político y social actual de Chile, y de esa forma, Estados Unidos no aparece apoyando al nazi fascista Kast.
Hago hincapié en el tema de la Convención Constituyente, porque de ganar Kast, con la prerrogativa que tiene al asumir en marzo del 2022 la presidencia, puede influir para evitar formulaciones y artículos dentro de la Constitución, que no favorezcan a la actual elite dominante en Chile o simplemente que, con la prerrogativa presidencial, puede decidir no convocar al plebiscito y continuar con la Constitución pinochetista actual.
Tener en cuenta que, por las posiciones de Kast, su gobierno será un gobierno de restauración de lo que fue la dictadura de Augusto Pinochet, afirmación que confirma, qué, ante un eventual triunfo de Kast, lo hará con la vigencia de la Constitución pinochetista, y cuyas facultades le permitirá determinar si procede o no convocar a un plebiscito para la aprobación de lo que proponga la Convención Constituyente. Y lo podrá hacer precisamente apegado a los instrumentos jurídicos que le da la constitución vigente. He ahí uno de los grandes peligros del triunfo del candidato de la extrema derecha chilena.
Y ese instrumento jurídico constitucional pinochetista, también lo puede usar, si la Convención en uno de sus artículos condiciona el periodo que duraran en sus cargos las respectivas autoridades del país, lo que no les resulta de interés a las elites de poder esa limitante, pues incluso ello determinara el periodo de permanencia en el poder, tanto del ejecutivo como el legislativo, o sea, que limitaría la reelección. Por cierto, es uno de los temas en discusión en la Convención actualmente.
Por eso hago hincapié en señalar que lo estratégico a la hora de votar, no solo por el presidente, sino por la continuidad de una Convención Constituyente que cumpla su cometido y sea aprobada por el pueblo chileno y eso solo puede lograrse teniendo conciencia a la hora de votar, si por un Chile democrático o por Kast que es la continuidad de una dictadura pinochetista sin Pinochet.
Y no estoy afirmando nada falso, porque hay que reconocer que no se esconde y públicamente Kast, lo ha confesado en declaraciones por ejemplo al periodista chileno Ramón Ulloa en el debate de ARCHI el pasado 10 de diciembre, cuando este le peguntó sobre un nuevo estado de excepción y las facultades que tiene el mandatario, que contempla detener a personas en sus casas o en otros lugares distinto a los penales. Kast respondió que sí que eso era efectivo.
La ampliación a su respuesta al periodista Ulloa, fue la siguiente “Puede ser que los legisladores estimen que eso es excesivo para el presidente, pero dadas las circunstancias que nos ha tocado vivir con temas del terrorismo, violencia extrema, con temas de destrucción de bienes públicos y privados masivos, a nuestro juicio es necesario poder tener una efectividad en la respuesta mucho mayor de la que se tiene hoy día.”
Todo está muy claro, de ser elegido presidente el señor José Antonio Kast, los chilenos volverán a vivir, bajo una fuerte represión, aún más fuerte que la vivida durante la dictadura de Pinochet, pero no se expresará solamente en el uso de una policía política similar a la tristemente célebre DINA o CNI, no, será según él, mayor o sea una mayor represión. Pero, además, no se apartará del modelo neoliberal privatizador y dependiente, estará en contra de la política de género, del cambio climático, del feminismo y del aborto, entre otras políticas en el que será sumido el pueblo sí, él es elegido presidente.
De acuerdo a lo expresado por él, sin decirlo de esta manera, pero para él la Convención constituyente es un estorbo, claro que lo es, porque si se logra una real y verdadera Carta Magna, que contemple la justicia social y que borre las injusticias que justifica hoy la Constitución pinochetista y que privilegia a las elites de poder, esa no es la que le conviene a las clases dominantes.
Por eso lo peligroso de que Kast sea elegido Presidente, porque las normas que se tiene una vez concluida la labor de la Convención, es el Presidente él debe llamar a un plebiscito para que el soberano apruebe. Y en el caso que no lo haga, no hay ningún instrumento institucional efectivo de obligarlo hacerlo, incluso ni el Parlamento podría obligarlo. Por tanto, se continuaría con la Constitución que les legó el criminal dictador Augusto Pinochet.
Este, amigo lector, es el dilema al que se enfrenta el próximo domingo el pueblo chileno. O votan por un joven presidente que sí se ha comprometido con apoyar la Convención Constituyente y modificar el escenario de desigualdad e injusticia, que desde hace mucho años vive el pueblo chileno y que se expresa en la miseria en la que viven hoy más un millón de cesantes, 600 mil jóvenes que no estudian ni trabajan y casi 81 mil familias que viven en 969 campamentos carente de servicios básicos, como el agua potable y alcantarillado, 600 mil jóvenes no estudian ni trabajan, mientras que la droga alcanza todas las esferas de la sociedad y dominan territorios poblacionales incluyendo autoridades municipales, policías y judiciales y la exclusión de los pueblos originarios y especialmente las masacres contra los Mapuche.
Esperemos que reine la conciencia y que ese querido pueblo vaya a las urnas con el propósito de terminar con la pesadilla y los horrores pinochetistas.
(*) Periodista, politólogo y analista internacional.