Colom­bia. Coman­dan­te Pablo Bel­trán, del ELN: «Voy a impul­sar el pro­ce­so de paz, pero no me voy a dejar matar» (2da. parte)

Por Cal­mi­lo Alza­te Gon­zá­lez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de diciem­bre de 2021.

En la segun­da par­te de la entre­vis­ta de Colombia+20 con el coman­dan­te del Ejér­ci­to de Libe­ra­ción Nacio­nal (Eln) y líder de la dele­ga­ción nego­cia­do­ra de esa gue­rri­lla que per­ma­ne­ce en Cuba, dice que la renun­cia de Gabino “fue un terre­mo­to” para ese gru­po arma­do y que no hay vaci­la­cio­nes en aco­ger el camino de la paz.

Una lec­tu­ra de los acuer­dos con las Farc es que habría una aper­tu­ra polí­ti­ca para la ciu­da­da­nía y los movi­mien­tos socia­les. Eso impli­ca­ba el desar­me y des­mo­vi­li­za­ción de la prin­ci­pal gue­rri­lla del país. ¿No cree que el Eln se está con­vir­tien­do en obs­tácu­lo para esos movi­mien­tos sociales?

Es difí­cil entrar en un balan­ce de estos cin­co años del acuer­do, pero si usted me pide uno yo diría que las Farc cum­plie­ron y el régi­men no. ¿A la socie­dad colom­bia­na que le que­da? Una lla­ma de espe­ran­za, por ahí es el camino. Hay un tor­ci­do que no cum­ple, pero por ahí es el camino, esa es la gran lec­ción apren­di­da de la solu­ción polí­ti­ca y noso­tros la compartimos.

¿Todo el Eln?

Sí, todo. La paz es una ban­de­ra, ya no la tie­ne el san­tis­mo. Esa ban­de­ra está más allá de los par­ti­dos polí­ti­cos y eso se debe al pro­ce­so. Usted se ima­gi­na que si las Farc hubie­ran des­ata­do un pro­ce­so de par­ti­ci­pa­ción alre­de­dor de la nego­cia­ción, ¿cómo sería de tumul­tuo­sa la defen­sa de esos acuer­dos? Por­que la gen­te defien­de lo que ayu­da a hacer. Aún sien­do el Acuer­do de La Haba­na un acuer­do que se hizo entre cúpu­las, la gen­te defien­de ese acuer­do en el que no par­ti­ci­pó y en el que un tor­ci­do no cum­ple. Esa lec­ción es muy gran­de, por ahí es el camino. Para cerrar el balan­ce noso­tros con­si­de­ra­mos que más que un pro­ce­so de paz fue de pacificación.

Las comu­ni­da­des aplau­den esa pacificación…

Eso no está mal. Noso­tros con San­tos diji­mos que ter­mi­ná­ba­mos el con­flic­to arma­do, pero pro­pi­ciá­ba­mos unas trans­for­ma­cio­nes con par­ti­ci­pa­ción de la gen­te. Cla­ro que sí se nece­si­ta poner­le fin al con­flic­to arma­do, en eso esta­mos de acuer­do. Pero le digo un sub­tí­tu­lo del pun­to cin­co de nues­tra agen­da: vamos a sacar la vio­len­cia de la polí­ti­ca. Esos son los míni­mos, no es sola­men­te entre­gar los fusi­les del Eln. Ese es el pro­ble­ma, hay que sacar la vio­len­cia de la política.

Car­los Velan­dia, quien fue­ra tam­bién nego­cia­dor del Eln y pre­so polí­ti­co, le dijo al Dia­rio Públi­co de Espa­ña que la gue­rra colom­bia­na se encuen­tra en su “fase final” ¿Com­par­te esa postura?

En gene­ral los pro­ce­sos de gue­rra se impul­san por­que se lucran de ellos. Quie­nes más impul­san la gue­rra lo hacen por­que se enri­que­cen. Un famo­so pri­mer minis­tro fran­cés lo dijo al ter­mi­nar la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial: “el petró­leo vie­ne al mun­do cho­rrean­do san­gre”. Si vamos a esa máxi­ma y si la huma­ni­dad está dan­do pasos para aca­bar con los com­bus­ti­bles fósi­les se le está cor­tan­do el tron­co a la gue­rra, con todo lo que eso sig­ni­fi­ca a nivel geo­po­lí­ti­co: no sólo se está pre­ser­van­do el pla­ne­ta para las nue­vas gene­ra­cio­nes, sino que se le está qui­tan­do la razón de ser a la gue­rra. El impe­rio del petró­leo lle­va 150 años. Esta­dos Uni­dos tuvo que acep­tar que no pue­de derro­car a los revo­lu­cio­na­rios vene­zo­la­nos, y lle­van cin­co años metién­do­le car­bón a esa cal­de­ra. ¿Qué dije­ron los gene­ra­les grin­gos? Que no esta­ban de acuer­do con una inva­sión, eso sí es un cam­bio. Si ellos pro­fun­di­zan ese tipo de cam­bios, el con­ti­nen­te va a tener más paz. Solo haga la cuen­ta de los gol­pes de Esta­do. Yo mis­mo me pre­gun­to, ¿qué tal que gane Petro? ¿Lo van a dejar ganar? ¿Va a haber frau­de? ¿Lo van a matar o a derro­car? La fuen­te de gue­rra no vie­ne de noso­tros, noso­tros lo que hace­mos es defen­der­nos. Que se aca­be la gue­rra depen­de de muchos fac­to­res, pero el prin­ci­pal fac­tor es una socie­dad colom­bia­na empo­de­ra­da en un camino de solu­ción polí­ti­ca, que pre­sio­na a las fuer­zas que se lucran de la guerra.

Eso es lo que se vio en el paro nacional

Total­men­te de acuer­do, pero mire la res­pues­ta al paro: ochen­ta y tan­tos muer­tos. Han mata­do más líde­res socia­les que gue­rri­lle­ros. Esa es la gue­rra actual y por eso hay que parar­la. Al líder social que va a una mar­cha, allá lo matan, y si es de la pri­me­ra línea mire cómo les están hacien­do la cace­ría. El fin de la gue­rra va en un buen camino por­que hay una lec­ción apren­di­da de la socie­dad colom­bia­na. Eso es lo que hace via­ble al país y eso está por enci­ma de las fuer­zas polí­ti­cas. Si encon­tra­mos otra mane­ra de tra­tar el asun­to de las dro­gas, otra mane­ra de rela­cio­nar­nos con los veci­nos, y encon­tra­mos una vía de solu­ción polí­ti­ca al con­flic­to interno, obvio que la gue­rra mue­re, a eso es que tene­mos que apun­tar­le. Den­tro de ese torren­te vamos meti­dos noso­tros, es la solu­ción del país y en esa solu­ción está la nues­tra.

¿Qué opi­na de las ini­cia­ti­vas de paz terri­to­rial? Por ejem­plo, Acuer­do Huma­ni­ta­rio Ya! del Cho­có, don­de las comu­ni­da­des piden que no ins­ta­len minas, que no reclu­ten meno­res, que no copen los case­ríos con armas y uniformes

Hay dos mane­ras de hacer acuer­dos: una, como se hace a nivel regio­nal como en Cho­có o Nor­te de San­tan­der. Allá todo el mun­do esta­ba de acuer­do, menos el Gobierno. Tra­ba­ja­mos en asun­tos de orden huma­ni­ta­rio para que inclu­so si el Gobierno no está de acuer­do no se opon­ga. Nos intere­sa que se reabra la mesa. La otra mane­ra es escu­char a las regio­nes y crear meca­nis­mos des­de la comu­ni­dad inter­na­cio­nal y de la Igle­sia… pro­ce­sos huma­ni­ta­rios que sean efec­ti­vos en las regio­nes y que por lo menos el Gobierno no los obs­ta­cu­li­ce. Nos intere­sa que esos meca­nis­mos funcionen.

¿La enfer­me­dad y renun­cia de Gabino a la coman­dan­cia gene­ró una divi­sión al inte­rior del Eln entre usted y Anto­nio García?

Al país se le infor­mó lo que era. Hay una situa­ción de salud y es nece­sa­rio que el coman­dan­te se atien­da. Des­de la épo­ca de San­tos se le soli­ci­tó a Cuba que ayu­da­ra. En razón a eso pues se dan dos limi­tan­tes: uno, que Gabino está fue­ra de Colom­bia y dos, que tie­ne un pro­ble­ma de salud. Enton­ces él dijo que daba un paso al lado. Cla­ro, eso para noso­tros es un terre­mo­to, por­que des­de que murió el coman­dan­te Manuel en 1998 él ha sido el jefe. Las jefa­tu­ras acá son de déca­das. Sig­ni­fi­ca un cam­bio, pero tam­bién hay una con­ti­nui­dad por­que los con­gre­sos del Eln esta­ble­cen un orden jerár­qui­co de suce­sión. En cuan­to a las polí­ti­cas no pue­de haber un cam­bio por esto: si hay algo que se dis­cu­ta en el Eln son las líneas polí­ti­cas grue­sas, por ejem­plo, lo que se dijo de la paz en el con­gre­so de 2006: hay que bus­car la solu­ción polí­ti­ca con volun­tad así la con­tra­par­te no la ten­ga. Esas son cosas que tie­nen mucho deba­te al inte­rior nues­tro, pero des­pués que se tra­ce una línea nin­gún coman­dan­te se va a poner a cambiarlas.

En los terri­to­rios se ve otra cosa, el Fren­te de Gue­rra Occi­den­tal mos­tra­ba un recha­zo muy fuer­te a los diá­lo­gos, lo mis­mo el Fren­te Orien­tal en Arauca

A mí me nom­bra­ron jefe de esta dele­ga­ción de diá­lo­gos en 2015. En el Eln pri­ma­ban las dudas fren­te al rum­bo de todo este pro­ce­so. Nacían de obser­var todas las difi­cul­ta­des del pro­ce­so con las Farc. Lue­go lle­gó la agen­da, la fase públi­ca, el cese bila­te­ral, todo eso fue dan­do una con­fian­za de la ruta que está­ba­mos toman­do. Si había muchas dudas, pero se fue­ron des­pe­jan­do. Cuan­do comen­za­mos la fase con­fi­den­cial de diá­lo­gos en 2015, todos en Colom­bia, izquier­da, cen­tro, dere­cha, nos decían “hagan como las Farc”. Tres años des­pués nos decían “no hagan como las Farc”. Todo eso ha pasa­do en estos seis años.

¿Cómo ve el rol de la Igle­sia cató­li­ca en un futu­ro diá­lo­go? ¿Cómo está la rela­ción ellos?

Siem­pre hemos teni­do una bue­na rela­ción con la Con­fe­ren­cia Epis­co­pal y hemos hecho muchas cosas jun­tos. Dele­ga­dos de la Con­fe­ren­cia Epis­co­pal nos acom­pa­ña­ron en las ges­tio­nes de los años noven­ta. Aho­ra lo más rele­van­te es que el Vati­cano tam­bién está empu­jan­do. Con la visi­ta de su San­ti­dad el Papa Fran­cis­co en 2017, él se echó al hom­bro todo el pro­ce­so de paz de Colom­bia y ha segui­do ani­man­do de mane­ra muy per­sis­ten­te En este momen­to, la Igle­sia está toman­do más car­tas en el asun­to en muchas cosas huma­ni­ta­rias, y tra­ta­mos de tener un tra­ba­jo coor­di­na­do con ellos en eso. Como no hay una mesa de nego­cia­cio­nes, ese cam­po huma­ni­ta­rio es muy amplio y la Igle­sia está muy comprometida.

Car­los Velan­dia ase­gu­ra que la paz impli­ca “cos­tos huma­nos”: los ex com­ba­tien­tes que lue­go ase­si­nan. ¿Acep­ta­ría eso para lograr la paz en Colombia?

Si se fir­ma un acuer­do, yo voy a ser el pri­me­ro en impul­sar­lo. ¿Cuá­les serán los ries­gos? Los mis­mos de aho­ra, ¿Cómo correr esos ries­gos? Si a mí no me matan, yo no me mue­ro. Voy a impul­sar el pro­ce­so de paz, pero no me voy a dejar matar.

¿Eso qué sig­ni­fi­ca? ¿Vol­ve­ría a las armas?

No nece­sa­ria­men­te. Quie­re decir que tene­mos una res­pon­sa­bi­li­dad por la con­ti­nui­dad de este pro­yec­to como una fuer­za que quie­re seguir apor­tán­do­le al país. Si se des­ca­be­za la diri­gen­cia ese pro­yec­to tie­ne una ame­na­za. Si yo ten­go esa ame­na­za, me ten­go que cui­dar. Tene­mos que pre­ver eso para que no ocu­rra. No es sólo la vida de uno, sino lo que uno repre­sen­ta para dar­le con­ti­nui­dad a este pro­yec­to que es his­tó­ri­co. Vamos a cum­plir seis déca­das de haber sido fun­da­dos. Es nues­tro deber dar­le con­ti­nui­dad a este esfuerzo.

¿Harían la paz aún si eso les cues­ta la vida?

Por supues­to. Le resu­mo todo lo que le he dicho en dos cosas: uno, vamos como país y como pue­blo para la paz y dos, den­tro de ese torren­te va el Eln. Si fir­ma­mos, toda la direc­ción del Eln ten­drá que impul­sar los acuer­dos para cum­plir­los. Noso­tros no somos tor­ci­dos. Y si en ese cum­plir uno pier­de la vida pues en eso es que esta­mos. Cuan­do uno se mete a gue­rre­ro esco­ge des­de el prin­ci­pio cómo va a morir, ese tipo de muer­te no le es ajena.

fuen­te: El Espectador

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