Feminismos. Fotorreportaje: Mujeres guaraníes combaten la sequía con huertos comunales

Femi­nis­mos. Foto­rre­por­ta­je: Muje­res gua­ra­níes com­ba­ten la sequía con huer­tos comunales

Por Sara Alia­ga Tico­na, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2021. 

Al menos unas 50 muje­res de las comu­ni­da­des gua­ra­níes de Yagua­cua, Tim­boy Tigua­sú y Pozo del Anta —del muni­ci­pio tari­je­ño de Yacui­ba, ubi­ca­do al sur de Boli­via— se con­vir­tie­ron en guar­dia­nas de su terri­to­rio ante los impac­tos de la cri­sis cli­má­ti­ca. Des­de 2019, lide­ran una bata­lla con­tra la poca varie­dad de ali­men­tos y la deser­ti­fi­ca­ción de esta región. Lo hacen a tra­vés de huer­tos comu­na­les, peque­ños oasis que traen espe­ran­za a fami­lias indígenas.

“Es impor­tan­te cui­dar la tie­rra para ali­men­tar­se ade­cua­da­men­te, cui­dar el mon­te y la poca agua que tene­mos, por­que si no nos que­da­re­mos cada vez sin cose­cha, sin nada y eso es preo­cu­pan­te”, expli­ca la exM­bu­ru­vi­cha (capi­ta­na gran­de) Hil­da Valle­jos Coímbra.

Ella y otras muje­res de las tres comu­ni­da­des que for­man par­te del Terri­to­rio Indí­ge­na Yaku-igüa, per­te­ne­cien­te a la Asam­blea del Pue­blo Gua­ra­ní (APG), diver­si­fi­ca­ron la pro­duc­ción con hor­ta­li­zas y vege­ta­les, para ali­men­tar­se mejor duran­te la cri­sis sani­ta­ria por Covid-19. A par­tir de ello toma­ron con­cien­cia de la impor­tan­cia de pro­te­ger la segu­ri­dad alimentaria.

Ante el abrup­to cam­bio del cli­ma, las fami­lias de Yagua­cua y otras comu­ni­da­des del sec­tor se vie­ron afec­ta­das por sequías y hela­das, que se die­ron con más fuer­za en los recien­tes cin­co años. 

En ese con­tex­to, las muje­res de este lugar, de Tim­boy Tia­gu­sú y Pozo del Anta, toma­ron las rien­das del mane­jo de las huer­tas comu­ni­ta­rias, debi­do a la cone­xión que tie­nen aún con su terri­to­rio. Algu­nas asu­mie­ron como Mbu­ru­vi­chas (nom­bre en gua­ra­ní que tam­bién se da a la capi­ta­na gran­de o pri­me­ra auto­ri­dad de la comu­ni­dad) de los huer­tos comu­na­les, don­de lide­ran el proceso.

Las muje­res de la comu­ni­dad Tim­boy Tigua­sú se reúnen en el huer­to comu­nal, don­de siem­bran colec­ti­va­men­te hor­ta­li­zas y vege­ta­les. Esta labor la hacen des­de que comen­zó la pan­de­mia de Covid-19. En aquel momen­to, se die­ron cuen­ta que nece­si­ta­ban ali­men­tos más nutri­ti­vos y deci­die­ron diver­si­fi­car su dieta. 

Las muje­res de la comu­ni­dad Yagua­cua siem­bran hor­ta­li­zas duran­te los meses de agos­to y sep­tiem­bre. Esta acción per­mi­te intro­du­cir nutrien­tes al sue­lo y gene­rar espa­cios húme­dos. La imple­men­ta­ción de los huer­tos comu­na­les es fun­da­men­tal para ami­no­rar la extre­ma sequía y la desertificación. 

Las huer­tas comu­na­les de las tres comu­ni­da­des son un apor­te para res­guar­dar la segu­ri­dad ali­men­ta­ria de unas 700 per­so­nas. Todos los miem­bros de cada comu­ni­dad se hacen car­go de mane­ra colec­ti­va de la acti­vi­dad, pero hay una mayor pre­sen­cia de mujeres.

En la huer­ta comu­ni­ta­ria de Yagua­cua comen­za­ron a plan­tar lechu­ga, nabo, acel­ga, cebo­lla y remo­la­cha para hume­de­cer la tie­rra. Ade­más, estos cul­ti­vos se com­bi­nan con la siem­bra de árbo­les de limón, pome­lo y naran­ja, con el fin de tener som­bra para la plan­ta­ción de hor­ta­li­zas y, así, gene­rar micro­cli­mas que ayu­den a poten­ciar la producción. 

El inge­nie­ro fores­tal del Cen­tro de Estu­dios Regio­na­les para el Desa­rro­llo de Tari­ja (Cer­det), Samuel Flo­res, recuer­da que entre las cau­sas de la cri­sis cli­má­ti­ca están la defo­res­ta­ción y el avan­ce de la fron­te­ra agrí­co­la y gana­de­ra. “Es un pro­ce­so pro­vo­ca­do por la acción huma­na (lo que suce­de acá)”, acota. 

Esta es una de las reali­da­des que afec­ta a las comu­ni­da­des del Cha­co, pues la fron­te­ra agrí­co­la de soja se amplía cada vez más e inclu­so bor­dean las zonas indígenas.

Gran­des áreas fue­ron defo­res­ta­das debi­do a la acti­vi­dad agrí­co­la en la fron­te­ra de Pozo del Anta, don­de pro­du­cen de for­ma meca­ni­za­da maíz y soja. Las que lide­ran esta acti­vi­dad son las colo­nias meno­ni­tas, según Flores.

Debi­do a la defo­res­ta­ción de la zona, muchos ria­chue­los que sumi­nis­tran agua a las comu­ni­da­des indí­ge­nas se ven cada vez más secos y con poca afluen­cia. En el lugar se defo­res­ta, ade­más, para abrir cami­nos con el fin de sacar pro­duc­ción agrí­co­la indus­trial hacia San­ta Cruz. 

A la Mbu­ru­vi­cha de la comu­ni­dad Yagua­cua, Mari Isa­bel Cór­do­va, le preo­cu­pa la sequía que ame­na­za a su terri­to­rio, que reper­cu­te en el aban­dono de las comu­ni­da­des de par­te de los más jóve­nes que migran por las pocas posi­bi­li­da­des de sobre­vi­vir a cor­to y lar­go plazo.

Una comu­na­ria de Yagua­cua rie­ga manual­men­te un sec­tor de la huer­ta. Este es un tra­ba­jo que deben hacer perió­di­ca­men­te para evi­tar que lo recién sem­bra­do se pier­da debi­do a los 30°C del lugar.

Los bal­des de plás­ti­co son la com­pa­ñía per­ma­nen­te de las comu­na­rias, quie­nes las lle­van casi a todos lados para reci­bir agua y apro­ve­char el bom­beo, que fun­cio­na pocas veces a la sema­na. Esta tarea depen­de, ade­más, de que haya gaso­li­na para el motor que la activa.

Si bien esta zona del Cha­co se carac­te­ri­za por ser seca y con tie­rras ári­das, los impac­tos del ace­le­ra­do cam­bio cli­má­ti­co gol­pean aún más a esta región. Por eso, las gua­ra­níes de estas comu­ni­da­des apren­den, tam­bién, a imple­men­tar otros sis­te­mas de reco­lec­ción de agua, como la cose­cha de la poca llu­via que a veces cae por allí y el alma­ce­na­mien­to de este recurso.

A par­tir de 2019, la comu­ni­dad de Tim­boy Tigua­sú usa la “bol­sa tan­que”, que es un reci­pien­te de lona en el que se reco­lec­ta de los pozos y relle­na cada sema­na, apro­xi­ma­da­men­te, 5.000 litros de agua. Esta bol­sa fue faci­li­ta­da por el Cer­det y el Foro Inter­na­cio­nal de Muje­res Indí­ge­nas (FIMI). 

La diná­mi­ca del cui­da­do de los huer­tos depen­de de todas las inte­gran­tes, quie­nes tie­nen tareas espe­cí­fi­cas indi­vi­dua­les, pero tam­bién labo­res con­jun­tas cada semana.

Rosa­bel Villal­ba Soto, de 33 años, es una de las encar­ga­das del cui­da­do de las huer­tas comu­ni­ta­rias de Tim­boy Tigua­sú, don­de tam­bién se pro­du­cen cala­ba­zas. Este es uno de los pro­duc­tos que tra­di­cio­nal­men­te sem­bra­ban las comu­ni­da­des tan­to para el auto­con­su­mo como para la ven­ta a peque­ña escala.

Muchas muje­res de la comu­ni­dad Tim­boy Tigua­sú están a car­go del cui­da­do de las huer­tas comu­ni­ta­rias y colo­can unos peque­ños car­te­les para dejar una repre­sen­ta­ción de que son par­te de este pro­yec­to. El tra­ba­jo comu­nal en las comu­ni­da­des indí­ge­nas es vital en la cul­tu­ra guaraní.

El maíz es un ali­men­to muy impor­tan­te para las comu­ni­da­des Yaku-igüa: no sólo los repre­sen­ta cul­tu­ral­men­te, sino que es uno de los prin­ci­pa­les pro­duc­tos de con­su­mo ali­men­ti­cio para las fami­lias guaraníes.

Por ello, a la par de la siem­bra de hor­ta­li­zas, con­ti­núan con la pro­duc­ción de maíz nati­vo y se resis­ten a la incor­po­ra­ción de semi­llas trans­gé­ni­cas de este pro­duc­to, que en los últi­mos años ingre­só, de mane­ra ile­gal, al Cha­co boliviano.

Rosa Bal­di­vie­zo (36 años), de la comu­ni­dad Tim­boy Tigua­sú, posa con su peque­ña hija de dos años, en su huer­ta fami­liar. Ante la imple­men­ta­ción del huer­to comu­nal, muchas fami­lias men­cio­nan que toma­ron con­cien­cia en torno a la cali­dad y diver­si­dad de su ali­men­ta­ción, por eso comen­za­ron a sem­brar en los patios de sus casas.

Reco­lec­tar agua es una de sus labo­res dia­rias de Hil­da Valle­jos Coím­bra (39 años), agri­cul­to­ra y exca­pi­ta­na de la comu­ni­dad Pozo del Anta. Lo hace muchas veces en varios reci­pien­tes peque­ños de plás­ti­co en las horas pun­tua­les en las que se bom­bea agua duran­te la semana. 

El sue­ño y la meta de las muje­res de estas comu­ni­da­des gua­ra­níes del Cha­co boli­viano es seguir apren­dien­do nue­vas y mejo­res for­mas de ali­men­tar a sus fami­lias, refor­zan­do la unión de su pue­blo a tra­vés del tra­ba­jo colec­ti­vo, y así tam­bién evi­tar que se que­den vacíos por la migra­ción, y cui­dar su terri­to­rio fren­te el avan­ce de la fron­te­ra agrícola.

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