Por Colombia Informa, Resumen latinoamericano, 30 de noviembre de 2021.
Hace poco, la Corte Constitucional ratificó en su Sentencia T‑289/21 que las denuncias por violencia de género en redes sociales deben considerarse contenido de interés público y político. Antes, en su Sentencia T‑275/21 , había señalado la importante labor del “ciberactivismo feminista” para combatir los actos de discriminación, visibilizar las violencias y responder activamente “ante la insuficiencia o ineficacia de los mecanismos institucionales de denuncia”.
Más allá de los debates feministas sobre la legitimidad del “escrache”, estas sentencias son un importante respaldo para quienes denuncian, pues muchas mujeres y disidencias de género han utilizado internet como herramienta para la organización y la resistencia a las violencias machistas, ¿pero a qué costo?
Internet es una tecnología patriarcal, desarrollada principalmente por hombres al servicio de intereses militares y del mercado, y también es una tecnología abierta que toma forma en el uso que hacemos de ella. Por eso es un territorio en disputa. A medida que internet se ha popularizado (porque es cada vez más barato acceder tanto a los equipos como a las conexiones), las violencias patriarcales se han trasladado y se han adaptado allí.
Pero si antes era difícil denunciar y acceder a justicia, el problema con las violencias en los entornos digitales es que ni siquiera se consideran “reales”. Sin embargo, aunque muchas violencias machistas ocurren en los espacios privados y son ocultas o sutiles, tienen enormes efectos sobre nuestros cuerpos y nuestras existencias. Cualquier acción institucional que proteja la visibilización de las violencias es un paso más hacia su eliminación. Identificar esas violencias nos permite, como usuarias de internet, prevenir, responder y, sobre todo, tomar decisiones sobre cómo queremos usar y habitar la red.
Hasta el día de hoy, las normas con que funciona internet han servido mucho más para reproducir las violencias machistas que para neutralizarlas: denunciar puede significar someterse a un proceso judicial por atentar contra “la honra y el buen nombre” del agresor, pero el simple hecho de estar en redes sociales implicar someterse al acoso por parte de conocidos y desconocidos. Además, las personas, colectivas y medios de comunicación feministas deben vivir con el riesgo constante de que sus contenidos sean bajados y sus perfiles bloqueados. Y en las relaciones de pareja es muy común la vigilancia de publicaciones en redes y de conversaciones privadas en las apps de mensajería.
Estas son solo algunas formas de violencia digital que se dirigen específicamente o que afectan mucho más a las mujeres. Ahora que las manifestaciones ocurren no solo en las calles sino también en las redes, compartimos algunas recomendaciones y recursos útiles para protegernos de la violencia digital y para detectarla y actuar cuando está ocurriendo. Aunque en cualquier caso, lo más importante es buscar redes de apoyo feminista y no culpar a quien está enfrentando violencia.
Acoso
El acoso, el seguimiento, las amenazas y la extorsión suelen venir de perfiles desconocidos o con una identidad que intuimos pero no podemos confirmar. Entonces, es común querer identificar de dónde vienen los mensajes, pero esa información está restringida por las plataformas de acuerdo a leyes de protección de datos, así que es mejor no gastar energías en eso.
Ante la incertidumbre y el miedo, es común cerrar perfiles, borrar contenidos, tratar de desaparecer. Pero es importante dimensionar la situación, por ejemplo con ayuda de una compañera o acompañamiento profesional. Siempre es importante tener evidencia de los mensajes que se estén recibiendo, hacer pantallazos y hacer una especie de bitácora, mejor si es con ayuda de otra persona. Estas situaciones pueden generar mucha ansiedad, para eso se puede acudir una línea de ayuda, por ejemplo Vita Activa (que funciona en Whatsapp, Signal y Telgram).
También es muy común que se compartan ‑o se amenace con compartir- imágenes íntimas. No importa el motivo ni el contexto en que eso ocurre, es algo que afecta toda la vida social de las personas violentadas, y afecta sobre todo a niñas, niñes y adolescentes. Sextear es una actividad placentera, una forma más de vivir la sexualidad en la distancia y, ante el riesgo de que imágenes y videos. puedan divulgarse sin consentimiento, es posible tomar precauciones.
Acoso.Online es una página y un bot de Telegram con información útil sobre qué hacer ante la “pornografía no consentida”, donde hay información sobre cómo reportar en distintas plataformas. Facebook, Messenger e Instagram cuentan con su propio centro de seguridad para mujeres, desde donde se pueden reportar este tipo de contenidos una vez que han sido publicados en las plataformas, o cuando existe el riesgo de que se publiquen.
Censura
Sin duda, las redes sociales son canales de difusión para los movimientos feministas, pero allí constantemente se están bloqueando contenidos y perfiles (por ejemplo, los relativos a derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, personas trans y no binarias, entre muchos otros). Normalmente esto ocurre porque los grupos antiderechos se organizan para reportar contenidos masivamente ante las plataformas.
Si bien las plataformas han ido mejorando sus mecanismos internos para evitar este tipo de abusos y proteger la expresión de las luchas feministas, lo cierto es que son espacios privados que funcionan bajo las reglas de las empresas propietarias. La existencia de un marco legal que proteja la libertad de expresión feminista permite apelar decisiones injustas por parte de las plataformas, pero este proceso puede ser largo y tedioso. Para evitar el bloqueo y el silenciamiento, es útil tener más de un canal de expresión.
Facebook, Intagram y Whatsapp son un mismo canal, pero dependiendo de lo que se quiera hacer en las redes, están también Twitter, TikTok, Youtube, Telegram, entre otras. ¿Para qué es útil un canal de difusión de información, o de interacción con otras personas? ¿Cuánto trabajo requiere mantener estos canales? ¿Es realmente necesario y útil mantenerlos? Son algunas de las preguntas que servirían para identificar si vale la pena mantener uno o varios perfiles en redes. Y en cualquier caso, ¿hay algún lugar que permanezca si esas redes, por algún motivo no funcionan, por ejemplo un sitio web?
Otra forma de censura que suelen enfrentar las personas y colectivas con cierta visibilidad pública (periodistas, intelectuales, lideresas sociales, medios de comunicación, organizaciones) son los ataques de odio en redes y canales privados de comunicación. Mensajes misóginos, transfóbicos y racistas son el pan de cada día cada vez que una mujer se nombra feminista en internet.
Hay quienes logran divertirse leyendo semejantes estupideces y voltean la situación ridiculizando a quienes atacan. Alerta Machitroll puede ser un ejemplo de este tipo de respuestas. Pero aunque parezca irrelevante, la exposición permanente a este tipo de ataques puede tener serios efectos en la estabilidad emocional y psicológica, por eso plataformas como Twitter e Instagram cuentan con configuraciones de privacidad para bloquear perfiles (esto también funciona en las apps de mensajería) o términos específicos. Y en ocasiones es útil tomarse un descanso.
Además, existen plataformas de redes sociales que no pertenecen a monopolios y que no están para enriquecer los intereses de quienes las sostienen. Mastodon es un ejemplo, una plataforma similar a Twitter que cada día es utilizada por más personas. Al final, la utilidad de las redes sociales digitales es que estén allí las personas con quienes queremos comunicarnos, y lo importante es ser conscientes de por qué y para qué utilizamos nuestras redes.