La matanza de Riotinto (febrero de 1888): Represión e impunidad

La matan­za de Rio­tin­to (febre­ro de 1888): Repre­sión e impunidad

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Las dos déca­das fina­les del siglo XIX fue­ron tiem­po de revuel­tas en el cam­po anda­luz, y el poder usó con­tra ellas todas sus armas. La men­ti­ra y la mani­pu­la­ción, por ejem­plo, como en los suce­sos de la Mano Negra, tras la ham­bru­na de 1881 y 1882, pero sobre todo la repre­sión pura y dura, que se cebó en el movi­mien­to anar­quis­ta que despuntaba.

Fue el caso de los exce­sos tras la suble­va­ción de Jerez en 1892, y tam­bién el de la matan­za de Rio­tin­to en 1888, el que se dio en lla­mar “el año de los tiros”.

En esta últi­ma loca­li­dad de la pro­vin­cia de Huel­va tuvo lugar en febre­ro de este año una pro­tes­ta pací­fi­ca y fes­ti­va con­tra los abu­sos que sufrían los tra­ba­ja­do­res de las minas y el dete­rio­ro ambien­tal que éstas pro­vo­ca­ban. La movi­li­za­ción tuvo el méri­to ade­más de aunar las voces de mine­ros y agri­cul­to­res. La his­to­ria­do­ra María Dolo­res Ferre­ro Blan­co ha estu­dia­do aque­llos hechos en obras como: Los con­flic­tos de febre­ro de 1888 en Rio­tin­to: dis­tin­tas ver­sio­nes de los hechos (1988), y Capi­ta­lis­mo mine­ro y resis­ten­cia rural en el sur­oes­te anda­luz: Rio­tin­to, 1873 – 1900 (1999). Estos tra­ba­jos des­cu­bren los deta­lles de una his­to­ria de con­cien­cia y lucha que mere­ce ser recordada.

De tele­ras y humos insalubres

Tras la ven­ta de las mile­na­rias minas al capi­tal inglés en 1873, el sis­te­ma de explo­ta­ción esco­gi­do por los nue­vos due­ños para las piri­tas “pobres”, con menos del 3% de cobre y que no era ren­ta­ble trans­por­tar para su tra­ta­mien­to, fue el de la cal­ci­na­ción in situ al aire libre. Para rea­li­zar ésta, se api­la­ba el mine­ral en bru­to en gran­des mon­to­nes, deno­mi­na­dos tele­ras, sobre rama­jes secos a los que se pren­día fue­go. Des­pués, se deja­ba todo arder duran­te meses, con lo que los humos gene­ra­dos, ricos en dió­xi­do de azu­fre y adhe­ri­dos fre­cuen­te­men­te al terreno como una “man­ta”, cau­sa­ban moles­tias y enfer­me­da­des, al tiem­po que difi­cul­ta­ban las labo­res agrícolas.

Los veci­nos de los pue­blos per­ju­di­ca­dos no tar­da­ron en movi­li­zar­se en una “Liga Anti­hu­mis­ta”, en la que desem­pe­ña­ban un papel des­ta­ca­do los terra­te­nien­tes de la región. Las pro­tes­tas logra­ron la prohi­bi­ción de las tele­ras por par­te de diver­sos ayun­ta­mien­tos, pero no por el de Rio­tin­to, cuyos con­ce­ja­les tra­ba­ja­ban mayo­ri­ta­ria­men­te para los ingle­ses; el alcal­de, sin ir más lejos, fun­gía de capa­taz en una de las minas. Como los mine­ros tam­bién esta­ban enfren­ta­dos con los due­ños de éstas, por las con­di­cio­nes labo­ra­les que sufrían, no fue difí­cil coor­di­nar los dos movi­mien­tos y así se deci­dió que todos jun­tos acu­di­rían en mani­fes­ta­ción al pue­blo para deman­dar la pros­crip­ción de las teleras.

Al fren­te de los mine­ros se encon­tra­ba un anar­quis­ta, Maxi­mi­liano Tor­net, naci­do en Cuba en 1855 y expul­sa­do de la isla por su acti­vi­dad revo­lu­cio­na­ria. Lle­gó a Rio­tin­to en 1883 y allí se ocu­pó de la con­cien­cia­ción de los obre­ros, lo que lo lle­vó a la cár­cel duran­te unos meses en 1887. Tras su libe­ra­ción, tuvo un papel des­ta­ca­do en los hechos reseñados.

Una fecha para el recuerdo

El día esco­gi­do para la con­cen­tra­ción fue el 4 de febre­ro de 1888. María Dolo­res Ferre­ro reco­pi­la en sus tra­ba­jos los datos apor­ta­dos por las fuen­tes heme­ro­grá­fi­cas dis­po­ni­bles, una labor difí­cil pues los rela­tos son muy dis­pa­res. No obs­tan­te, el aná­li­sis y con­tras­te de las infor­ma­cio­nes per­mi­te dibu­jar un retra­to vero­sí­mil de lo sucedido.

Aquel día, dos mani­fes­ta­cio­nes con­ver­gen a la entra­da de Rio­tin­to, una de agri­cul­to­res, pro­ce­den­te de Zala­mea la Real y capi­ta­nea­da por su alcal­de y un pro­pie­ta­rio de este pue­blo, Loren­zo Serrano, y otra de mine­ros, que había par­ti­do de maña­na de Ner­va y lle­va a Maxi­mi­liano Tor­net a la cabe­za. A medio­día, una mul­ti­tud de varios miles de per­so­nas ocu­pa la pla­za del ayun­ta­mien­to, en cuyo salón de ple­nos la cor­po­ra­ción muni­ci­pal se encuen­tra reu­ni­da, y ele­va sus gri­tos por el fin de las odia­das tele­ras, mien­tras una ban­da de músi­ca que había veni­do con los agri­cul­to­res da un tono fes­ti­vo a la con­cen­tra­ción. Nada per­mi­te adi­vi­nar la tra­ge­dia que se va a des­en­ca­de­nar en breve.

A pri­me­ra hora de la tar­de lle­ga a la loca­li­dad el gober­na­dor civil de la pro­vin­cia, Agus­tín Bra­vo y Joven, con dos com­pa­ñías del regi­mien­to de Pavía, acan­to­na­do a la sazón en Huel­va para repri­mir posi­bles dis­tur­bios. La tro­pa vie­ne al man­do del tenien­te coro­nel Ulpiano Sán­chez. El gober­na­dor, acom­pa­ña­do del tenien­te coro­nel, acce­de al ayun­ta­mien­to y tras amo­nes­tar a alcal­de y con­ce­ja­les sobre la impo­si­bi­li­dad de deci­dir nada con­tra las tele­ras, se aso­ma al bal­cón y con malos modos orde­na a los con­gre­ga­dos que se dis­per­sen. En ese momen­to y casi sin tiem­po para saber qué está ocu­rrien­do, la tro­pa for­ma cua­dro y dis­pa­ra, duran­te más de un minu­to según los rela­tos dis­po­ni­bles. ¿Quién dio la orden de fue­go? Nadie ha podi­do acla­rar este pun­to, pero resul­ta indu­da­ble que la res­pon­sa­bi­li­dad de lo ocu­rri­do recae sobre el mili­tar al mando.

Cuan­do la pla­za que­da libre, un cuar­to de hora des­pués, el espec­tácu­lo es dan­tes­co, con muer­tos y heri­dos por el sue­lo, entre ellos niños y muje­res, y los ban­cos de hie­rro for­ja­do arran­ca­dos o rotos por el tro­pel de la hui­da. El núme­ro total de víc­ti­mas fue mini­mi­za­do por los medios afi­nes a la Rio­tin­to Com­pany, pero la tra­di­ción oral reco­gi­da en la región apun­ta a varios cen­te­na­res. Hay que tener en cuen­ta, en este sen­ti­do, que algu­nos heri­dos falle­cie­ron en sus domi­ci­lios al no reci­bir asis­ten­cia médi­ca, y fue­ron ente­rra­dos en secre­to para evi­tar repre­sa­lias de la empre­sa. Tras esta jor­na­da san­grien­ta, el regi­mien­to de Pavía aún ocu­pó el pue­blo duran­te más de un año, ante la muda cons­ter­na­ción de sus víctimas.

No hay cons­tan­cia de que se toma­ra nin­gu­na medi­da con­tra el tenien­te coro­nel Ulpiano Sán­chez. El gober­na­dor civil, Agus­tín Bra­vo y Joven, fue rele­va­do en su car­go, y se incoó un volu­mi­no­so suma­rio sobre su actua­ción, con cua­tro volú­me­nes y más de dos mil folios, pero toda esta docu­men­ta­ción des­apa­re­ció sin dejar ras­tro, y no exis­te nin­gu­na evi­den­cia de que lle­ga­ra a cele­brar­se jui­cio oral. Lo más pro­ba­ble es que la cau­sa fue­ra sobre­seí­da a ins­tan­cias de la supe­rio­ri­dad. Sí sufrie­ron pro­ce­sos, sin embar­go, has­ta sus últi­mas con­se­cuen­cias, perio­dis­tas como José Noga­les, José Her­nán­dez de los Reyes o Sebas­tián Alon­so Gómez, que se atre­vie­ron a dar a cono­cer lo ocu­rri­do en la pren­sa nacio­nal. Sus penas fue­ron de arres­to mayor en algu­nos casos.

El asun­to tras­cen­dió a las Cor­tes y has­ta lle­ga­ron a prohi­bir­se las tele­ras a fina­les de ese mis­mo mes de febre­ro, pero el chan­ta­je de la empre­sa hizo que vol­vie­ran a arder en 1900. Sólo des­apa­re­cie­ron defi­ni­ti­va­men­te en 1907, con el desa­rro­llo de nove­do­sos méto­dos de oxi­da­ción y fil­tra­do suce­si­vo de los mine­ra­les, mucho más ren­ta­bles y salu­bres, y que pre­sen­tan la ven­ta­ja, ade­más, de pre­ser­var el azu­fre, con­ver­ti­do antes en humo en las tele­ras, para la fabri­ca­ción de áci­do sulfúrico.

El día 4 de Febre­ro, des­pués de los dis­pa­ros, se vio a Maxi­mi­liano Tor­net mon­tar su caba­llo y huir. En la actua­li­dad diver­sas fuen­tes indi­can que huyó a Argen­ti­na y allí falle­ció en 1904.

Secue­las lite­ra­rias y cinematográficas

El perio­dis­ta onu­ben­se Rafael Moreno es autor de una nove­la: 1888, el año de los tiros, que des­de su pri­me­ra edi­ción en 1998 ha sido reedi­ta­da en varias oca­sio­nes, la últi­ma en 2018 por CGT Anda­lu­cía con ilus­tra­cio­nes de Jai­me Pan­de­let e intro­duc­ción de Anto­nio Miguel Ber­nal. Por su par­te, Juan Cobos Wil­kins se acer­có a los hechos en 2001 con El cora­zón de la tie­rra, nove­la que fue lle­va­da al cine en 2007 por el direc­tor Anto­nio Cua­dri con el mis­mo títu­lo. Esta recrea­ción cine­ma­to­grá­fi­ca trans­mi­te toda la cru­de­za de la esci­sión social ins­tau­ra­da en la tie­rra onu­ben­se a fina­les del siglo XIX, así como el terror de la repre­sión y sus secue­las. La pelí­cu­la pue­de visua­li­zar­se a tra­vés de la red.

Por Jesus Aller.

La entra­da La matan­za de Rio­tin­to (febre­ro de 1888): Repre­sión e impu­ni­dad se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

Itu­rria /​Fuen­te

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