Pensamiento Crítico. Entrevista a Goran Therborn, sobre la izquierda y el Estado

Pen­sa­mien­to Crí­ti­co. Entre­vis­ta a Goran Ther­born, sobre la izquier­da y el Estado

Por Gua­da­lu­pe Baraho­na /​Rebelión/​Resumen Lati­no­ame­ri­cano, 27 de diciem­bre de 2021.

“Lenin tenía razón sobre la nece­si­dad de trans­for­mar radi­cal­men­te el apa­ra­to esta­tal, pero des­es­ti­mó la impor­tan­cia de la demo­cra­cia revolucionaria”

Fuen­tes: Rebe­lión

“La espe­ci­fi­ci­dad de la tra­di­ción comu­nis­ta den­tro del movi­mien­to obre­ro no es el esta­tis­mo, sino un com­pro­mi­so con una trans­for­ma­ción radi­cal del Estado”

Goran Ther­born es uno de los cien­tí­fi­cos socia­les más impor­tan­tes de la actua­li­dad. Este cate­drá­ti­co de Socio­lo­gía, naci­do en Sue­cia en 1941 y pro­fe­sor en las más pres­ti­gio­sas uni­ver­si­da­des, es autor de más de trein­ta libros y nume­ro­sos artícu­los, que lo con­vier­ten en una refe­ren­cia impres­cin­di­ble de las cien­cias socia­les. Su obra abar­ca un amplio espec­tro de temas, que van des­de la His­to­ria del mar­xis­mo y el pen­sa­mien­to crí­ti­co moderno, a las cla­ses socia­les, las polí­ti­cas públi­cas, la mun­dia­li­za­ción, la des­igual­dad, las ciu­da­des capi­ta­les, o la familia.

Esta entre­vis­ta gira en torno a “Cómo domi­na la case domi­nan­te”, una obra escri­ta en 1978, que con­ser­va ple­na vigen­cia. En este libro, Goran Ther­born ana­li­za las tec­no­lo­gías orga­ni­za­ti­vas del Esta­do capi­ta­lis­ta, los for­ma­tos bur­gue­ses de repre­sen­ta­ción y los pro­ce­sos de media­ción en el ejer­ci­cio del poder de los apa­ra­tos del Esta­do. Ther­born se hace pre­gun­tas fun­da­men­ta­les, por ejem­plo: ¿Cómo ha logra­do una peque­ña frac­ción de la mino­ría bur­gue­sa gober­nar con for­mas demo­crá­ti­cas, liber­tad for­mal y sufra­gio uni­ver­sal?, ¿Cómo debe­ría orga­ni­zar­se un Esta­do socia­lis­ta en Occi­den­te para repro­du­cir la domi­na­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra y sus estra­tos alia­dos, impul­san­do el desa­rro­llo de la socie­dad sin clases?

Ther­born ana­li­za el sis­te­ma de apa­ra­tos del Esta­do y las tec­no­lo­gías orga­ni­za­ti­vas median­te las que ope­ra el poder esta­tal par­tien­do de una pre­mi­sa: “Si quie­res cam­biar algo de ver­dad y en una direc­ción defi­ni­ti­va, tie­nes que saber cómo fun­cio­na”. Esta pre­mi­sa se reve­la como una nece­si­dad urgen­te cuan­do se apli­ca a las expe­rien­cias de gobierno de la izquier­da, inclu­yen­do las más recien­tes en Amé­ri­ca Lati­na y en Europa.https://www.youtube.com/embed/VKTJvygvqio?feature=oembed

Gua­da­lu­pe Baraho­na: Esta entre­vis­ta es espe­cial­men­te impor­tan­te, por­que no sólo se tra­ta de refle­xio­nar con usted sobre las expe­rien­cias pasa­das, sino tam­bién sobre la posi­bi­li­dad de que la izquier­da lle­gue a un gobierno, como el de Colom­bia, por ejem­plo. La posi­bi­li­dad y los lími­tes del cam­bio, de poner en mar­cha algu­nas polí­ti­cas que real­men­te pue­dan parar la fábri­ca de des­igual­dad que es ese país. Y es sólo un ejem­plo. Ese es el tras­fon­do de mis preguntas.

Goran Ther­born: Ya veo. Sí, Colom­bia es un país muy impor­tan­te en Sura­mé­ri­ca. Lo que ocu­rre allí es muy sig­ni­fi­ca­ti­vo para toda la región.

GB: La pri­me­ra pre­gun­ta que me gus­ta­ría hacer­le tie­ne que ver con esa ten­sión que creo que sue­le dar­se cuan­do la izquier­da lle­ga al poder, o al Gobierno debe­ría decir, y tra­ta de cam­biar la polí­ti­ca y la for­ma de hacer polí­ti­ca. En Vene­zue­la esta­ba muy cla­ro, y leí que tam­bién fue el caso en la revo­lu­ción sovié­ti­ca, que había un doble poder; había una ten­sión entre las vie­jas estruc­tu­ras, las vie­jas ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do y las nue­vas ins­ti­tu­cio­nes que esta­ban nacien­do como resul­ta­do del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio en la socie­dad. Me gus­ta­ría pre­gun­tar­le si cree que este doble poder o estas ten­sio­nes entre lo nue­vo y lo vie­jo es algo carac­te­rís­ti­co de una tran­si­ción socialista.

GT: Sí, tie­ne razón. Un doble poder es, por así decir­lo, una par­te nor­mal de un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, pero no es algo nece­sa­rio, por­que, a veces, un régi­men pue­de des­mo­ro­nar­se muy rápi­da­men­te sin nin­gún doble poder, como en Afga­nis­tán el pasa­do agos­to. Por otro lado, tam­bién debe­mos tener en cuen­ta que es una eta­pa tran­si­to­ria. Es decir, el doble poder no es una meta, no es un ideal, es una par­te impor­tan­te de un pro­ce­so de cam­bio. Y las misio­nes cha­vis­tas de diver­sa índo­le fue­ron un ejem­plo muy intere­san­te y crea­ti­vo de doble poder. Por otro lado, no estu­vo exen­to de pro­ble­mas. Un médi­co mexi­cano, ami­go mío, que tra­ba­jó en Vene­zue­la duran­te un tiem­po como con­sul­tor en polí­ti­ca sani­ta­ria, me seña­ló las difi­cul­ta­des de los ser­vi­cios socia­les para­le­los des­coor­di­na­dos, por lo que siem­pre es uno de los muchos dile­mas a los que se enfren­tan los revo­lu­cio­na­rios en un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio: ¿Cómo orga­ni­zar­se? ¿Cómo man­te­ner un doble poder, pero tam­bién cómo pre­pa­rar­se para un poder polí­ti­co trans­for­ma­dor coordinado?

GB: En su libro «¿Cómo domi­na la cla­se domi­nan­te?», usted men­cio­na que, en el pre­fa­cio del Mani­fies­to Comu­nis­ta de 1872, Marx y Engels escri­bie­ron: «La Comu­na de París demos­tró espe­cial­men­te una cosa: que la cla­se obre­ra no pue­de sim­ple­men­te apo­de­rar­se de la maqui­na­ria esta­tal ya hecha y mane­jar­la para sus pro­pios fines». Así, la cla­se obre­ra, ade­más de un pro­gra­ma eco­nó­mi­co y de ser­vi­cios socia­les nece­si­ta un pro­gra­ma polí­ti­co de cam­bios en la orga­ni­za­ción del Esta­do. Apar­te del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio vene­zo­lano que aca­ba­mos de men­cio­nar, ¿hay algún otro ejem­plo de lle­ga­da de la izquier­da al gobierno con un pro­gra­ma de trans­for­ma­ción polí­ti­ca de la maqui­na­ria del Estado?

GT: Creo que la prin­ci­pal lec­ción de la revo­lu­ción rusa es que el pro­ce­so demo­crá­ti­co está abier­to y que for­ma par­te de la trans­for­ma­ción del Esta­do bur­gués. Lenin tenía razón al preo­cu­par­se por la buro­cra­ti­za­ción y la nece­si­dad de trans­for­mar radi­cal­men­te el apa­ra­to esta­tal, pero no encon­tró nin­gu­na solu­ción bue­na para ello, debi­do a que des­es­ti­mó la impor­tan­cia de la demo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria. Tuvo una idea que lla­mó «la ins­pec­ción obre­ra y cam­pe­si­na», como una espe­cie de con­trol de la buro­cra­cia admi­nis­tra­ti­va, pero que nun­ca lle­gó a fun­cio­nar. Creo que el pro­ble­ma cen­tral aquí es la cues­tión que plan­tea en la siguien­te pre­gun­ta sobre las rela­cio­nes entre los movi­mien­tos socia­les y el régi­men polí­ti­co, un régi­men polí­ti­co con un com­pro­mi­so con el cam­bio social.

GB: Enton­ces, hablan­do de la demo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria, como usted la deno­mi­na, una de las cosas que pude obser­var vivien­do en Vene­zue­la, pero que tam­bién suce­de cuan­do la izquier­da está en el poder en Espa­ña por ejem­plo, es que es muy difí­cil ejer­cer un pen­sa­mien­to crí­ti­co o un apo­yo crí­ti­co. O estás con el gobierno, o estás con los enemi­gos del gobierno, con la pro­pa­gan­da con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria y toda esta diná­mi­ca, don­de es impo­si­ble crear un espa­cio deli­be­ra­ti­vo den­tro de la izquier­da, en el que poda­mos nom­brar los pro­ble­mas, don­de tam­bién poda­mos reco­no­cer qué cosas no van bien y qué hay que cam­biar. Esto es total­men­te impo­si­ble cuan­do la pola­ri­za­ción de los argu­men­tos no deja espa­cio para el pen­sa­mien­to crí­ti­co. En ese sen­ti­do, me gus­ta­ría pre­gun­tar­le si cree que la opi­nión públi­ca o una opi­nión públi­ca infor­ma­da es un mito bur­gués o es un ingre­dien­te de lo que usted lla­ma demo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria. ¿Es posi­ble rom­per esta diná­mi­ca de adhesión?

GT: Sí, es una cues­tión real­men­te cru­cial. Y tam­bién es un dile­ma de los gobier­nos de trans­for­ma­ción social. La nece­si­dad de tener bue­nos cua­dros al fren­te del apa­ra­to esta­tal para cam­biar­lo. Pero, por otro lado, si dejas que los movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios se atro­fien, pier­des el impul­so social y pier­des el arrai­go popu­lar. Y, como usted pudo expe­ri­men­tar en Vene­zue­la, esto suce­de, y es algo que se regis­tra en otros luga­res, como Boli­via y Sudá­fri­ca. No es sólo una cues­tión de coop­ta­ción. Siem­pre está la ten­ta­ción de la corrup­ción, y la bús­que­da de pri­vi­le­gios de quie­nes ocu­pan pues­tos de gobierno, que es un pro­ble­ma muy gran­de tan­to en la ANC suda­fri­ca­na como en el MAS boliviano.

Exis­te la idea de una esfe­ra públi­ca. Sobre lo que Haber­mas escri­bió fue más amplio y pro­fun­do que una opi­nión públi­ca. Haber­mas habla­ba de una esfe­ra públi­ca, que qui­zás sea la mejor tra­duc­ción al inglés. Habló de la esfe­ra públi­ca bur­gue­sa que se desa­rro­lló en el trans­cur­so de los siglos XVIII y XIX en Euro­pa. Pero tam­bién exis­te una esfe­ra públi­ca radi­cal, socia­lis­ta y revo­lu­cio­na­ria. Y lo vemos muy cla­ra­men­te en los movi­mien­tos socia­les con­tem­po­rá­neos. Movi­mien­tos de deba­te abier­to y de par­ti­ci­pa­ción de masas en la toma de decisiones.

Pero el dile­ma es que el Esta­do no pue­de ser gober­na­do a tra­vés de con­ti­nuas reunio­nes de masas. Tie­ne que haber lide­raz­go, tie­ne que haber com­pe­ten­cia, tie­ne que haber toma de deci­sio­nes estra­té­gi­cas vin­cu­lan­tes. Pero para man­te­ner la direc­ción trans­for­ma­do­ra, es cru­cial que las fuer­zas del movi­mien­to que fue­ron las que crea­ron la posi­bi­li­dad del cam­bio social en pri­mer lugar, no sean mar­gi­na­das o des­le­gi­ti­ma­das, como usted dice que lo fue­ron algu­nas corrien­tes crí­ti­cas en Vene­zue­la, ni reprimidas.

La estruc­tu­ra mediá­ti­ca que hay que desa­rro­llar tie­ne que incluir un ser­vi­cio públi­co autó­no­mo de tele­vi­sión y radio que no esté diri­gi­do por un Minis­te­rio de Infor­ma­ción guber­na­men­tal. Y hay que tener liber­tad para los medios de comu­ni­ca­ción no cor­po­ra­ti­vos, inclui­dos los opo­si­to­res. Estoy con­ven­ci­do de que la demo­cra­cia socia­lis­ta es cier­ta­men­te posi­ble y debe­ría ser el obje­ti­vo de todos los socialistas.

Creo que aho­ra, en las últi­mas déca­das, hemos vis­to que los movi­mien­tos radi­ca­les de nues­tro tiem­po no han sido par­ti­dos bol­che­vi­ques dis­ci­pli­na­dos o movi­mien­tos gue­rri­lle­ros, sino movi­mien­tos de masas con demo­cra­cia de masas. Ese es real­men­te el tipo de esfe­ra públi­ca que pue­de sos­te­ner un pro­ce­so de trans­for­ma­ción social.

GB: A menu­do, des­de la izquier­da, ten­de­mos a hablar del Esta­do como algo opues­to al mer­ca­do e inclu­so al capi­tal. Leyen­do su obra, que­da cla­ro que el Esta­do tie­ne su pro­pia lógi­ca, es una orga­ni­za­ción for­mal, y es la expre­sión de las rela­cio­nes de domi­na­ción en una socie­dad. ¿Cuán­do dejó la izquier­da de hablar de Esta­do socia­lis­ta, es decir, de un tipo de Esta­do dife­ren­te al capi­ta­lis­ta, y empe­zó a hablar de «Esta­do social»? Para mí, eso des­di­bu­ja la pro­pia natu­ra­le­za del Esta­do bur­gués y está con­fun­dien­do todo el esce­na­rio en el que tene­mos que actuar…

GT: Bueno, la expre­sión «Esta­do social» se remon­ta al siglo XIX y a los con­ser­va­do­res socia­les ale­ma­nes y for­ma­ba par­te de un dis­cur­so en los círcu­los aca­dé­mi­cos, una corrien­te que que­ría com­bi­nar las polí­ti­cas socia­les, es decir, el segu­ro social, la segu­ri­dad labo­ral y la vivien­da de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, por ejem­plo, con la base del Esta­do ale­mán exis­ten­te. Ese era un tipo de con­cep­ción ale­ma­na muy par­ti­cu­lar, que se exten­dió polí­ti­ca­men­te des­pués de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, jun­to con la noción de «Esta­do del Bien­es­tar,» que es una inven­ción bri­tá­ni­ca duran­te la Segun­da Gue­rra Mun­dial y que ini­cial­men­te se enten­día como lo con­tra­rio del Esta­do de Gue­rra nazi.

Aho­ra bien, la cues­tión gene­ral del Esta­do y el Mer­ca­do tam­bién tie­ne que ver con una idea del Esta­do, como ha indi­ca­do. Debe­mos recor­dar que, en un momen­to dado, el Esta­do es una con­den­sa­ción de las rela­cio­nes de poder social. Y, en la his­to­ria moder­na, la cla­se obre­ra, el movi­mien­to obre­ro, el movi­mien­to femi­nis­ta y otros movi­mien­tos socia­les se han hecho lo sufi­cien­te­men­te fuer­tes como para tener un impac­to en muchos esta­dos capi­ta­lis­tas. Por ejem­plo, des­de apro­xi­ma­da­men­te 1970, la mayor par­te del gas­to del Esta­do en los paí­ses capi­ta­lis­tas desa­rro­lla­dos se des­ti­na a la Edu­ca­ción, la Sani­dad, las pen­sio­nes y otros dere­chos socia­les, y esta muta­ción de los Esta­dos, que siguen com­pro­me­ti­dos con la repro­duc­ción del capi­ta­lis­mo, pero la muta­ción de los Esta­dos capi­ta­lis­tas pue­de muy bien cali­fi­car­se de «Esta­do social». No soy par­ti­cu­lar­men­te hos­til a ello, y tene­mos que reco­no­cer la posi­bi­li­dad de que las regu­la­cio­nes y los gas­tos del Esta­do pue­dan tener un efec­to en el mer­ca­do labo­ral capi­ta­lis­ta y en la situa­ción de los ciu­da­da­nos y las cla­ses en la socie­dad capitalista.

En esta con­tra­po­si­ción de Esta­do y Mer­ca­do, el mer­ca­do sue­le ser en reali­dad un eufe­mis­mo para el capi­ta­lis­mo y las rela­cio­nes capi­ta­lis­tas. Pero noso­tros, como ana­lis­tas crí­ti­cos, tene­mos que ser cons­cien­tes de que el Esta­do, inclu­so el capi­ta­lis­ta, no es inmu­ta­ble. Lo que esta­mos vivien­do aho­ra, por ejem­plo, a tra­vés de la pan­de­mia, es el fin de la hege­mo­nía neo­li­be­ral, por­que los pode­res exis­ten­tes se dan cuen­ta de que los mer­ca­dos por sí solos y los capi­ta­lis­tas por sí solos no pue­den hacer fren­te a gran­des cri­sis como éstas, como la pan­de­mia y la cri­sis cli­má­ti­ca. Así pues, en Esta­dos Uni­dos, por ejem­plo, que es en reali­dad la van­guar­dia de esta muta­ción, se ha dado un apo­yo públi­co, un gas­to públi­co des­ti­na­do no sólo a las empre­sas, sino tam­bién a los ciu­da­da­nos de a pie, que han reci­bi­do un che­que por correo de 600 dóla­res y más tar­de de 1.200 dóla­res. En total, este tipo de gas­to públi­co del Esta­do esta­dou­ni­den­se ascen­dió a una cuar­ta par­te del PIB de Esta­dos Uni­dos, y eso sig­ni­fi­ca una nue­va rela­ción entre el Esta­do y el capi­ta­lis­mo. Tenien­do en cuen­ta que el Esta­do exis­ten­te en los paí­ses capi­ta­lis­tas es siem­pre un Esta­do capi­ta­lis­ta, pue­de adop­tar varias for­mas, y pue­de ser más o menos reac­cio­na­rio y cruel, y este final de la varian­te par­ti­cu­lar­men­te cruel del capi­ta­lis­mo que ha dado en lla­mar­se neo­li­be­ra­lis­mo es una muta­ción interesante.

GB: Aún así, me pre­gun­to mien­tras le escu­cho, dón­de está la cla­ve… por­que si el fin del neo­li­be­ra­lis­mo es la vuel­ta a Key­nes en un sen­ti­do, las teo­rías del key­ne­sia­nis­mo o neo-key­ne­sia­nis­mo pare­cen estar de moda tam­bién para los fun­cio­na­rios del Ban­co Mun­dial y del Fon­do Mone­ta­rio Mun­dial. Pero eso no sig­ni­fi­ca que el capi­ta­lis­mo no sea una fábri­ca de des­igual­da­des y una fábri­ca de pobre­za si mira­mos el mun­do en su conjunto.

GT: Sí, por supuesto

GB: Enton­ces, si toda­vía se quie­re trans­for­mar el Esta­do capi­ta­lis­ta en un Esta­do socia­lis­ta, o como que­ra­mos lla­mar­lo, en otro tipo de Esta­do que dis­tri­bu­ya la rique­za y no cree des­igual­dad y pobre­za, ¿qué hay que cam­biar? No se tra­ta sólo del gas­to social, la edu­ca­ción y la sani­dad. En su libro ‑y se me olvi­dó pre­gun­tar­le antes- usted ana­li­zó las dife­ren­cias entre el Esta­do sovié­ti­co, los Esta­dos capi­ta­lis­tas y los Esta­dos feu­da­les de la Edad Media. En el caso de la revo­lu­ción sovié­ti­ca, fue­ron bas­tan­te lejos en cuan­to a cam­biar la com­po­si­ción de los fun­cio­na­rios, por ejem­plo, la extrac­ción de cla­se de los fun­cio­na­rios del Esta­do o de los emplea­dos públi­cos. Eso es sólo un ejem­plo. Lo que quie­ro pre­gun­tar­le real­men­te es: apar­te del gas­to social, apar­te del Esta­do del bien­es­tar ‑en dife­ren­tes gra­dos, por­que el gra­do del esta­do del bien­es­tar que hemos podi­do dis­fru­tar no es el mis­mo en el nor­te de Euro­pa o en el sur- ¿Qué hay que cam­biar para pasar del Esta­do capi­ta­lis­ta a otra cosa?

GT: Sí, no, no. Como dije, sigue sien­do un Esta­do capi­ta­lis­ta, que está com­pro­me­ti­do con el man­te­ni­mien­to y la repro­duc­ción del capi­ta­lis­mo. Eso está cla­ro. Pero tene­mos que dar­nos cuen­ta de que el Esta­do bur­gués de hoy en día no es igual que, por ejem­plo, el Esta­do bur­gués del siglo XIX, cuan­do los dere­chos socia­les, la edu­ca­ción y la sani­dad públi­ca casi no preo­cu­pa­ban al Esta­do. Y la razón del cam­bio es, por supues­to, que la cla­se tra­ba­ja­do­ra y el movi­mien­to obre­ro son aho­ra mucho más fuer­tes que en el siglo XIX. Pero segui­mos enfren­tán­do­nos al capitalismo.

GB: ¿Pue­do vol­ver a esa pre­gun­ta y pre­gun­tar­le cuá­les son ‑si es que hay algu­na- las lec­cio­nes que hay que extraer de la revo­lu­ción sovié­ti­ca del siglo pasa­do? ¿Has­ta dón­de fue­ron capa­ces de lle­gar en la tran­si­ción del Esta­do capi­ta­lis­ta a algo diferente?

GT: La prin­ci­pal lec­ción que hay que apren­der de la revo­lu­ción rusa es la nece­si­dad de man­te­ner la demo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria y de man­te­ner abier­tos los cana­les y movi­mien­tos demo­crá­ti­cos. Por­que si empie­zas a mar­gi­nar, a des­car­tar y, final­men­te, a repri­mir, cor­tas tus raí­ces con el pue­blo, lo que ocu­rrió con el Esta­do sovié­ti­co. Esa, creo, es la prin­ci­pal lec­ción. Lenin tenía razón al lla­mar la aten­ción sobre el hecho de que una trans­for­ma­ción socia­lis­ta impli­ca una trans­for­ma­ción del Esta­do, pero una par­te de ese cam­bio del Esta­do es la cen­tra­li­dad de la demo­cra­cia revo­lu­cio­na­ria que final­men­te fra­ca­só en la Unión Sovié­ti­ca. Eso tuvo mucho que ver con la gue­rra civil y otra can­ti­dad de fac­to­res en los que no pre­ten­de­mos entrar aquí, pero hay un dile­ma en el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, del que todos debe­ría­mos ser conscientes.

Cuan­do Lenin argu­men­ta­ba sobre la nece­si­dad de cam­biar el esta­do bur­gués exis­ten­te, solía refe­rir­se a la Comu­na de París, que era un buen ejem­plo. Pero las lec­cio­nes de la Comu­na de París son un poco com­ple­jas. La Comu­na de París fue una for­ma de gobierno de un movi­mien­to social. No era un Esta­do de par­ti­dos y tam­po­co era un Esta­do par­la­men­ta­rio. Era una for­ma de gobierno, una uni­dad polí­ti­ca, impul­sa­da por un movi­mien­to social revo­lu­cio­na­rio. Eso le daba sus carac­te­rís­ti­cas. Por otro lado, no sobre­vi­vió, y para que hubie­ra sobre­vi­vi­do, habría teni­do que mutar, tro­pe­zan­do con su carác­ter de masa como movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio. Así que ese es un dile­ma y una de las difi­cul­ta­des cru­cia­les del pro­ce­so revolucionario.

GB: Otra cosa o dife­ren­cia que usted men­cio­na en su libro de 1978, cuan­do se refie­re a las carac­te­rís­ti­cas del Esta­do sovié­ti­co, es la dife­ren­cia entre un tec­nó­cra­ta y un cua­dro. ¿Sigue sien­do rele­van­te for­mar cua­dros para sus­ti­tuir a los tec­nó­cra­tas en el Esta­do? ¿Cam­bia­ría eso la cali­dad de la natu­ra­le­za del Estado?

GT: Sí, creo que sí. Es decir, hay pro­ble­mas con la admi­nis­tra­ción de cua­dros. Pero para man­te­ner el carác­ter trans­for­ma­dor del Esta­do, hay que tener un lide­raz­go polí­ti­co, y eso es lo que es un cua­dro: un líder polí­ti­co, a dife­ren­tes nive­les. Así que, sí, creo que eso sigue sien­do váli­do. Pero es, de nue­vo, un dile­ma, por­que el Esta­do con­tem­po­rá­neo, el gobierno con­tem­po­rá­neo, es una máqui­na muy com­pli­ca­da, y nece­si­tas tener com­pe­ten­cia téc­ni­ca para diri­gir­la. Los tali­ba­nes se están empe­zan­do a per­ca­tar de ello en el Afga­nis­tán actual. Así que, de nue­vo, tene­mos que ver esto como un dile­ma inevi­ta­ble en un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. Pero un cam­bio radi­cal, una revo­lu­ción social, una revo­lu­ción eman­ci­pa­do­ra no pue­de ser rea­li­za­da por tec­nó­cra­tas. Tie­ne que hacer­se por el pro­pio pue­blo y por los cua­dros de los movi­mien­tos socia­les, los acti­vis­tas de los movi­mien­tos sociales.

GB: Vamos a la últi­ma pre­gun­ta, si le pare­ce. Me intere­sa mucho saber qué refle­xio­nes le gus­ta­ría hacer al hilo de esta lec­ción de cien­cia polí­ti­ca que Pablo Igle­sias impar­tió hace poco, en sep­tiem­bre, en el cen­te­na­rio del Par­ti­do Comu­nis­ta de España.

La pri­me­ra ver­sión, la ver­sión más pura del mar­xis­mo decía que el Esta­do es un con­jun­to de dis­po­si­ti­vos admi­nis­tra­ti­vos de la cla­se eco­nó­mi­ca­men­te domi­nan­te para ser tam­bién la cla­se polí­ti­ca­men­te domi­nan­te. Esto tie­ne una par­te de ver­dad. Pero no es menos cier­to que el Esta­do tam­bién es un terreno de com­ba­te y de expre­sión de la pro­pia lucha de cla­ses. El Esta­do y el Dere­cho. ¿Qué es el Dere­cho del Tra­ba­jo, sino la expre­sión de una corre­la­ción de fuer­zas entre tra­ba­ja­do­res y empre­sa­rios, la expre­sión jurí­di­ca de la lucha de cla­ses? ¿No es el Esta­do el últi­mo recur­so del que dis­po­nen aque­llos que no tie­nen pro­pie­da­des o recur­sos sufi­cien­tes para pagar­se sus pro­pios médi­cos, su pro­pia edu­ca­ción o sus pro­pios ser­vi­cios públi­cos? El Esta­do tam­bién es una expre­sión de cómo cris­ta­li­zan las luchas popu­la­res en la arqui­tec­tu­ra ins­ti­tu­cio­nal que da sen­ti­do al orden jurí­di­co de un país, e inclu­so al orden jurí­di­co inter­na­cio­nal. Y la dife­ren­cia comu­nis­ta, lo que dife­ren­cia a la tra­di­ción comu­nis­ta del res­to de tra­di­cio­nes deri­va­das de las expe­rien­cias polí­ti­cas del movi­mien­to obre­ro, es una volun­tad de Esta­do ine­quí­vo­ca. Ine­quí­vo­ca. Y eso es tam­bién lo que hace enten­der lo que sig­ni­fi­ca el anti­co­mu­nis­mo. En Espa­ña los comu­nis­tas madu­ran tam­bién. Los comu­nis­tas que el 14 de abril de 1931 dicen: “¡Aba­jo la repú­bli­ca bur­gue­sa!”, a par­tir de 1936 se con­vier­ten en el gran Par­ti­do de Esta­do, dis­pues­to a cons­truir el Esta­do repu­bli­cano como úni­ca vía para parar a la reac­ción y a los fas­cis­tas y para ase­gu­rar que en Espa­ña pudie­ra haber demo­cra­cia. Y eso no es una par­ti­cu­la­ri­dad de Espa­ña. Que el Par­ti­do Comu­nis­ta de Espa­ña fue­ra el par­ti­do más temi­do por los enemi­gos de la demo­cra­cia no tenía que ver con sus ideas, ni con su pro­yec­to de socie­dad socia­lis­ta, que podía com­par­tir a gran­des ras­gos con los socia­lis­tas o con los anar­quis­tas. Tenía que ver con su volun­tad de Esta­do, con su con­cien­cia de que era nece­sa­rio tener un ejér­ci­to popu­lar pro­fe­sio­nal, con su con­cien­cia de que era nece­sa­rio tener admi­nis­tra­cio­nes efi­ca­ces, con su con­cien­cia de que era nece­sa­rio tener una poli­cía efi­caz y una polí­ti­ca exte­rior prag­má­ti­ca. Volun­tad de Esta­do. La capa­ci­dad de demos­trar que el Esta­do no es un terreno que sola­men­te pue­dan mane­jar los repre­sen­tan­tes de la cla­se polí­ti­ca burguesa”

(Inter­ven­ción de Pablo Igle­sias en la mesa redon­da “Gober­nar o tener el poder”, cele­bra­da el 25 de sep­tiem­bre de 2021 en el mar­co de la Fies­ta del Cen­te­na­rio del PCE).

GT: Bueno, en mi opi­nión, Pablo Igle­sias ha sido un acti­vo popu­lar pro­gre­sis­ta en la polí­ti­ca espa­ño­la. Pero la cita suya que usted da me pare­ce muy extra­ña. Es decir, que “la volun­tad de Esta­do sea la dife­ren­cia espe­cí­fi­ca de la tra­di­ción comu­nis­ta”, creo que eso es his­tó­ri­ca­men­te fal­so. La volun­tad de Esta­do fue la idea carac­te­rís­ti­ca de los con­ser­va­do­res socia­les ale­ma­nes del siglo XIX, y tam­bién de una corrien­te par­ti­cu­lar del pri­mer movi­mien­to obre­ro en Ale­ma­nia, lide­ra­da por Fer­di­nand Las­sa­lle, que pen­sa­ba que el cam­bio social debía venir en una espe­cie de alian­za entre el movi­mien­to obre­ro y el Esta­do pru­siano. Marx y los mar­xis­tas ale­ma­nes com­ba­tie­ron y derro­ta­ron a esa corrien­te argu­men­tan­do siem­pre que la eman­ci­pa­ción de la cla­se obre­ra sólo pue­de ser tarea y tra­ba­jo de la pro­pia cla­se obre­ra, y no a tra­vés de nin­gún tipo de alian­za con los esta­dos o regí­me­nes existentes.

Es cier­to que hay otra divi­sión sobre el Esta­do en la his­to­ria del movi­mien­to obre­ro, por supues­to, sig­ni­fi­ca­ti­va en Espa­ña con su fuer­te his­to­ria anar­co­sin­di­ca­lis­ta. La tra­di­ción anar­quis­ta es anti­es­ta­tal, has­ta el pun­to de que­rer eli­mi­nar el Esta­do por com­ple­to. En con­tras­te con la tra­di­ción mar­xis­ta, tan­to refor­mis­ta como revo­lu­cio­na­ria, que siem­pre ha sos­te­ni­do al Esta­do como una ins­ti­tu­ción nece­sa­ria para la trans­for­ma­ción social.

Y den­tro de los mar­xis­tas, lo que dife­ren­cia a la tra­di­ción comu­nis­ta, es el énfa­sis en la nece­si­dad de crear un nue­vo tipo de Esta­do para una trans­for­ma­ción socia­lis­ta de la socie­dad. Eso es lo que hizo Lenin con su tra­ba­jo sobre la Comu­na de París. Así que, asu­mien­do que usted ha cita­do correc­ta­men­te a Pablo Igle­sias, me pare­ce una for­mu­la­ción muy extra­ña, que “la espe­ci­fi­ci­dad de la tra­di­ción comu­nis­ta den­tro del movi­mien­to obre­ro sea el esta­tis­mo”. Es, más bien, el com­pro­mi­so con una trans­for­ma­ción radi­cal del Estado.

fuen­te Rebelión

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