Perú. Juan sin Miedo

Perú. Juan sin Miedo

Por Gus­ta­vo Espi­no­za M., Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 de diciem­bre de 2021.

Juan Sin Mie­do es un suge­ren­te cuen­to para infan­tes escri­to por los her­ma­nos Grimm, que narra las aven­tu­ras de un joven vale­ro­so en la vie­ja Europa. 

Noso­tros, los perua­nos, tuvi­mos –sin que fue­ra de leyen­da- otro Juan Sin Mie­do, de quien, este 24 de diciem­bre se cum­plie­ran 44 años de su par­ti­da. Juan Velas­co, fue figu­ra emble­má­ti­ca del Ejér­ci­to Peruano, y uno de los hom­bres más des­co­llan­tes del Perú del Siglo XX.

Se fue un día como hoy, en la vís­pe­ra de la fies­ta navi­de­ña, y sin nin­gu­na con­vo­ca­to­ria pre­via, cen­te­na­res de miles de hom­bres y muje­res se vol­ca­ron a calles y ave­ni­das de la capi­tal, para acom­pa­ñar has­ta su últi­ma mora­da a este vale­ro­so sol­da­do que supo dar lec­cio­nes de cora­je y con­se­cuen­cia en los duros años del pasado. 

No podría igno­rar­se una fecha como esta. Ni per­der­se la oca­sión de ren­dir home­na­je a una figu­ra que supo encar­nar los retos del momen­to y alzar la dig­ni­dad al tope ponien­do en las manos de millo­nes de perua­nos las más altas res­pon­sa­bi­li­da­des de su tiempo. 

Y hay que hacer­lo, a des­pe­cho de quie­nes vie­ron afec­ta­dos sus mez­qui­nos intere­ses, o de los que can­tan, en tono lúgu­bre, demo­nia­cas ame­na­zas con­tra el pueblo.

Unos y otros cla­ma­rán dolien­tes por la “demo­cra­cia rota”, como si fue­ra ente­ra la que tuvi­mos antes, y que aso­ma reci­cla­da en nues­tro tiem­po; siem­pre al ser­vi­cio de vie­jas cama­ri­llas defen­so­ras de un pasa­do de ham­bre y de mise­ria, de ser­vi­lis­mo y obsecuencia.

Hoy se repi­ten las mis­mas mon­ser­gas de antes. Se lle­nan la boca hablan­do obs­ce­ni­da­des en pro­cu­ra de deni­grar una figu­ra que luce enhies­ta en el cora­zón de todos los que algu­na vez soña­ron con un por­ve­nir mejor para la patria. 

El odio acu­mu­la­do por los espec­tros del pasa­do; no podrá nun­ca afec­tar la ima­gen, ni la figu­ra, de quien aho­ra es sim­ple­men­te un hom­bre de leyen­da por­que vive son­rien­te en la cum­bre de la historia.

César Cal­vo, una de las voces más cali­fi­ca­das de nues­tra poe­sía, alu­dió en su momen­to, y con cre­cien­te adhe­sión y cari­ño, a “los ojos de Juan”, y los com­pa­ró con los de Pacha­ku­tek “cuan­do alzó for­ta­le­zas más altas que los cie­los”con los de Tupac Ama­ru “cuan­do eli­gió ser muer­to, antes que ser silen­cio”;  con los de Bolí­var, cuan­do mira­ba “deba­jo de la som­bra”; con los de Leon­cio Pra­do, Atus­pa­ria y Mariano Mel­gar, el can­tor y gue­rre­ro “que afi­la toda­vía sus ojos en el viento”.

Pre­mo­ni­to­ria­men­te, el poe­ta, ase­gu­ró con fuer­za. “No han de apa­gar­se nun­ca tus ojos, com­pa­ñe­ro /​En los ojos de todos, han de seguir abier­tos /​Han de seguir por siem­pre soñan­do, combatiendo” 

Y vale recor­dar­lo por­que final­men­te, resul­tó cier­to. Hoy, cuan­do la luz se apa­ga y caen las lágri­mas del pobre; cuan­do nos ata­ca la silen­te mira­da de los niños con ham­bre; cuan­do aso­ma cada maña­na una espe­ran­za, y cae por la tar­de; ago­bia­da por el peso de la frus­tra­ción, o de la incon­cien­cia; los ojos de Juan alum­bran un camino

Y recor­da­mos con ellos la his­to­ria ya vivi­da. El ros­tro cur­ti­do del obre­ro, las manos aja­das de quie­nes cul­ti­van la tie­rra, la risa esplen­do­ro­sa de la mucha­cha andi­na; la lán­gui­da canoa que sur­ca los ríos de la sel­va; el mar azul que baña nues­tras costas.

En cada expre­sión de gran­de­za, en cada gri­to de bata­lla, en cada ges­to de espe­ran­za, los ojos de Juan renue­van el com­pro­mi­so que muchos cono­ci­mos, y que valo­ra­mos, aun en nues­tro tiempo.

El Perú comen­zó a ser dis­tin­to des­de el ini­cio de su ges­tión, el 3 de octu­bre de 1968; pero se bañó en dig­ni­dad y en fir­me­za pocos días más tar­de, cuan­do las tro­pas de la Pri­me­ra Región Mili­tar con sede en Piu­ra, ocu­pa­ron las ins­ta­la­cio­nes de la empre­sa impe­ria­lis­ta y recu­pe­ra­ron para el Perú los yaci­mien­tos de Talara 

Aun­que en nues­tra his­to­ria se repi­tie­ron retro­ce­sos, sig­na­dos por el accio­nar de deplo­ra­bles y corrup­tos gobier­nos, no vol­vi­mos ‑como país- a ser el mis­mo de antes. Hoy, es posi­ble constatarlo.

Que­dó atrás el lati­fun­dio, y las for­mas de explo­ta­ción ini­cua en nues­tra serra­nía. Tam­bién ese modo frí­vo­lo y aris­to­crá­ti­co de mirar a los perua­nos como espec­tros de un pasa­do lace­ran­te y vasallo. 

Hoy el Perú es otro, a des­pe­cho de los pode­ro­sos, por­que tie­ne un pue­blo que pien­sa y que com­ba­te; por­que vive otras expre­sio­nes de su his­to­ria; por­que sien­te por sus venas el pal­pi­tar de vie­jos luchadores. 

Y por­que enca­ra una nue­va opción. Asu­mi­mos ple­na­men­te lo que dije­ra este excep­cio­nal Juan Sin Mie­do: “Nues­tra pri­me­ra Inde­pen­den­cia fue por eso una gran con­quis­ta his­tó­ri­ca incon­clu­sa por­que fun­da­men­tal­men­te las con­di­cio­nes reales de vida de la inmen­sa mayo­ría de perua­nos per­ma­ne­cie­ron, en esen­cia inalteradas”

En el pasa­do recien­te, nues­tro pue­blo logró con titá­ni­co esfuer­zo ins­ta­lar en la cúpu­la del Poder al expo­nen­te de un Pro­yec­to Nacio­nal que tie­ne vigen­cia ple­na, y que pue­de con­cre­tar­se, si es capaz de supe­rar sus limi­ta­cio­nes y erro­res; y avan­zar por la ruta tra­za­da hace 200 años por los Liber­ta­do­res de América. 

Y es que los ojos de nues­tro Juan Sin Mie­do, siguen miran­do; y las ideas del Amau­ta, siguen sien­do un hilo fecun­do y crea­dor en nues­tro tiempo. 

Itu­rria /​Fuen­te

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