Uruguay. El botín de la Operación Morgan.

Uru­guay. El botín de la Ope­ra­ción Morgan.

Por Car­la Oli­ve­ra, Javier Reve­tria, Lean­dro Fer­nán­dez. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 15 de diciem­bre de 2021. 

El ope­ra­ti­vo de la dic­ta­du­ra con­tra las finan­zas del Par­ti­do Comu­nis­ta.

La Ope­ra­ción Mor­gan fue uno de los prin­ci­pa­les boti­nes de los repre­so­res, que saca­ron pro­ve­cho eco­nó­mi­co de casas, mue­bles y vehículos.

Este artícu­lo es el segun­do de una serie que se publi­ca­rá a lo lar­go de diciem­bre sobre los deli­tos eco­nó­mi­cos come­ti­dos por la dic­ta­du­ra. El pri­me­ro se publi­có el sába­do 11. Tie­nen como base una inves­ti­ga­ción que apor­ta infor­ma­ción iné­di­ta sobre los méto­dos de finan­cia­mien­to y los prin­ci­pa­les boti­nes de la represión.

En la madru­ga­da del 21 de octu­bre de 1975 se dio comien­zo a la lla­ma­da “Ope­ra­ción Mor­gan”, que mar­có la deba­cle de la estruc­tu­ra del Par­ti­do Comu­nis­ta del Uru­guay (PCU). ¿El obje­ti­vo? Des­man­te­lar los apa­ra­tos de pro­pa­gan­da y, por supues­to, el financiero.

Los orga­nis­mos de inte­li­gen­cia del Esta­do des­de hacía años acu­mu­la­ban infor­ma­ción res­pec­to al PCU. Bas­ta con revi­sar los lega­jos del “fiche­ro ideo­ló­gi­co” de la Direc­ción Nacio­nal de Infor­ma­ción (DNI), algu­nos de ellos encon­tra­dos en el Archi­vo Cru­zar, don­de cons­ta infor­ma­ción de acti­vi­da­des des­de al menos comien­zos de la déca­da del 50. Este orga­nis­mo de inte­li­gen­cia de la Poli­cía se espe­cia­li­zó en las acti­vi­da­des de la mili­tan­cia comu­nis­ta, infor­ma­ción que sería vital para que el Órgano Coor­di­na­dor de Ope­ra­cio­nes Anti­sub­ver­si­vas (OCOA) logra­ra lle­var ade­lan­te las suce­si­vas pur­gas al PCU a par­tir de 1975.

El PCU con­ta­ba con uno de los apa­ra­tos mili­tan­tes más fuer­tes y mejor estruc­tu­ra­dos en Uru­guay, con influen­cias en los cen­tros estu­dian­ti­les, las gran­des indus­trias y orga­nis­mos esta­ta­les. Inclu­so lle­ga­ron a tener par­ti­ci­pan­tes en las reunio­nes de las cáma­ras de Indus­tria y de Comer­cio. Uno de los prin­ci­pa­les refe­ren­tes de este apa­ra­to finan­cie­ro fue Eduar­do Bleier, miem­bro del Comi­té Cen­tral y secre­ta­rio nacio­nal de finan­zas, quien jun­to al empre­sa­rio indus­trial Ber­nar­do Jof­fe “impor­ta­rían” el mode­lo de finan­cia­mien­to de los par­ti­dos comu­nis­tas de Ita­lia y Fran­cia y que lue­go fue imi­ta­do, con mati­ces, por los comu­nis­tas del Cono Sur.

Una de las fra­ses de Bleier era “no pue­de que­dar nada sin hacer­se por fal­ta de recur­sos”. Eso lle­vó a que se abo­ca­ran a la tarea de gene­rar una estruc­tu­ra de empre­sas y gran­des apor­tan­tes, la mayo­ría indus­tria­les, que gene­ra­sen ingre­sos al par­ti­do. Impren­tas, una dis­co­grá­fi­ca, impor­ta­do­ras, tex­ti­les. Algu­nos empre­sa­rios afi­nes al par­ti­do ini­cia­ron su nego­cio gra­cias a su apor­te y, por ende, debían ceder un por­cen­ta­je de las ganan­cias; otras empre­sas depen­dían direc­ta­men­te del PCU y eran mane­ja­das a tra­vés de apoderados.

Este mode­lo fue apli­ca­do con gran éxi­to por el Par­ti­do Comu­nis­ta Chi­leno (PCCh) y tam­bién sería obje­ti­vo de los orga­nis­mos de inte­li­gen­cia de ese país, con la Direc­ción de Inte­li­gen­cia Nacio­nal (DINA) a la cabe­za. El gran gol­pe de la DINA fue el 29 de mayo de 1977, cuan­do cap­tu­ró en Bue­nos Aires a Jaco­bo Stoul­man, el finan­cis­ta del PCCh, y puso fin a su prin­ci­pal fuen­te de recur­sos. La DINA logró acce­der a las cuen­tas ban­ca­rias de Stoul­man en Sui­za, apo­de­rán­do­se de una for­tu­na. Inves­ti­ga­cio­nes perio­dís­ti­cas pos­te­rio­res afir­ma­ron que ese dine­ro se vol­có al orga­nis­mo de inte­li­gen­cia bajo la empre­sa pan­ta­lla “Socie­dad Pedro Diet Lobos”, inte­gra­da, entre otros, por el hijo del pro­pio Pino­chet. Los res­tos de Stoul­man y su espo­sa fue­ron iden­ti­fi­ca­dos lue­go de ser halla­dos en una fosa común de Chi­le en 2015, lo que con­fir­mó el inter­cam­bio de pre­sos entre la DINA y la SIDE argentina.

En Uru­guay, en cam­bio, el gran gol­pe sería entre octu­bre y diciem­bre de 1975, cuan­do cae toda la pla­na mayor del PCU. Bleier fue dete­ni­do el 29 de octu­bre y, según diver­sos tes­ti­mo­nios, fue casi nula la infor­ma­ción que se pudo obte­ner de él. Final­men­te fue ase­si­na­do y sus res­tos des­apa­re­ci­dos has­ta octu­bre de 2019, cuan­do fue­ron encon­tra­dos en el pre­dio del Bata­llón N°13 de Infantería.

Eso no impi­dió que siguie­ran cayen­do más inte­gran­tes de finan­zas. El aca­bo­se se dio lue­go de que caye­ra la escri­ba­nía a car­go de Anto­nio Bon­fi­glio, quien fue­ra el escri­bano del PCU. Allí los mili­ta­res logra­ron cap­tu­rar docu­men­ta­ción que les per­mi­tió ubi­car inmue­bles y empre­sas en la órbi­ta del par­ti­do. Aun así, cues­ta supo­ner que esta fue­ra la cau­sa pri­ma­ria de las pos­te­rio­res deten­cio­nes. El OCOA ya con­ta­ba con infor­ma­ción por­me­no­ri­za­da de la estruc­tu­ra par­ti­da­ria y sus integrantes.

Al estar el par­ti­do ile­ga­li­za­do, impli­ca­ba que cual­quie­ra de sus inte­gran­tes par­ti­ci­pa­ban, a los ojos de la Jus­ti­cia Mili­tar, de la “sedi­ción” y, por tan­to, se podía acu­sar al dete­ni­do de uti­li­zar sus bie­nes como “obje­tos del deli­to”. Un inmue­ble don­de se rea­li­za­ran reunio­nes o se encon­tra­ra mate­rial de pro­pa­gan­da, así como un auto­mo­tor uti­li­za­do para tras­la­dos, podían ser cata­lo­ga­dos con esa eti­que­ta y dis­po­ner­se su embar­go. Dece­nas de inmue­bles pasa­ron a la órbi­ta de las Fuer­zas Arma­das o la DNI de for­ma tran­si­to­ria (con el fin de colo­car rato­ne­ras) o de for­ma defi­ni­ti­va, aun­que la mayo­ría de los bie­nes ana­li­za­dos por esta inves­ti­ga­ción fue­ron devuel­tos en el mar­co de la Ley de Amnis­tía. En el caso de los auto­mó­vi­les, la mayo­ría pasa­ron a ser mate­rial de los orga­nis­mos de repre­sión que los uti­li­za­ban has­ta lle­gar a un dete­rio­ro total y ser final­men­te rema­ta­dos en favor de la uni­dad que lo usu­fruc­tua­ba. Fue­ron pocos los casos en que el vehícu­lo fue devuel­to a su pro­pie­ta­rio o se efec­tuó una com­pen­sa­ción eco­nó­mi­ca acor­de al valor de mercado.

Los boti­nes

De casi todos los dete­ni­dos se sacó algún tipo de pro­ve­cho eco­nó­mi­co. No es algo que se pue­da afir­mar sola­men­te por rela­tos. Si se ana­li­zan los par­tes de infor­ma­ción de los ope­ra­ti­vos, se pue­de obte­ner infor­ma­ción de lo incau­ta­do. Uno de los archi­vos que apor­tan más infor­ma­ción al res­pec­to es el Archi­vo Judi­cial Pro­ce­den­te de la Jus­ti­cia Mili­tar (AJPROJUMI), don­de se res­guar­dan las cau­sas a los dete­ni­dos en el perío­do dictatorial.

Uno de los expe­dien­tes más cono­ci­dos tan­to por dete­ni­dos como mili­ta­res es un expe­dien­te de más de 8.000 pági­nas don­de están los pro­ce­sa­mien­tos a casi 150 dete­ni­dos en el mar­co del Mor­gan. El 6 de febre­ro se dis­pu­so el embar­go gené­ri­co a todos los inte­gran­tes de la lis­ta y dece­nas de inmue­bles y auto­mó­vi­les pasa­ron a la órbi­ta de la Jus­ti­cia Militar.

Ber­nar­do Jof­fe, quien inte­gra el expe­dien­te, recuer­da que lo fue­ron a bus­car a su fábri­ca. “A mí me habían avi­sa­do que me tenía que borrar. De hecho me dije­ron que fue­ra direc­to al aero­puer­to y toma­ra el pri­mer avión a Bue­nos Aires. Yo no qui­se, pri­me­ro tenía que ir a la fábri­ca a arre­glar algu­nas cosas. Lle­gué, estu­ve unos minu­tos y cuan­do salí de mi ofi­ci­na ya esta­ba [José Nino] Gavaz­zo con su gru­po. En los días pos­te­rio­res se dedi­ca­ron a revi­sar toda la con­ta­bi­li­dad. Gavaz­zo decía que se iban a que­dar con la fábri­ca. Y no pudie­ron, yo siem­pre tuve todo en regla”, comentó.

Aun así, uno de los bie­nes incau­ta­dos y que cons­ta en el expe­dien­te es su auto­mó­vil, un Mer­ce­des Benz azul, úni­co en el país, que adqui­rió a la Emba­ja­da de Espa­ña. “Yo com­pré ese auto por 28.000 dóla­res de la épo­ca. Era úni­co en Uru­guay, no había otro igual de ese mode­lo ni ese color. […] Des­pués me ente­ré de que lo usa­ba un gene­ral. Cuan­do esta­ba pre­so en Liber­tad lo vi varias veces lle­gar, era inconfundible”.

Si bien en los expe­dien­tes judi­cia­les figu­ra el embar­go del bien, en el Regis­tro Auto­mo­tor no apa­re­ce más infor­ma­ción que la com­pra­ven­ta a la emba­ja­da en 1974. Final­men­te Jof­fe fue “resar­ci­do” con N$ 30.000 (unos US$ 300) en 1985, aun­que solo le serían entre­ga­dos N$ 15.000. “La otra mitad me la des­con­ta­ron por los gas­tos del hotel cin­co estre­llas de Liber­tad”, bromeó.

Otro de los inmue­bles embar­ga­dos es el domi­ci­lio del Dr. León Leib­ner, quien fue dete­ni­do por sus vin­cu­la­cio­nes con el PCU y pos­te­rior­men­te obli­ga­do al exi­lio en Israel, don­de murió en 1982. En su ausen­cia, su domi­ci­lio de Moli­nos de Raf­fo esqui­na Cas­tro fue incau­ta­do pro­vi­so­ria­men­te por la Jus­ti­cia Mili­tar y adju­di­ca­do a la Divi­sión de Ejér­ci­to 1, que lo uti­li­zó como depen­den­cia mili­tar. Por un cor­to tiem­po fue uti­li­za­do por el OCOA como cen­tro clan­des­tino de deten­ción. En 1988 su des­cen­den­cia recla­mó el inmue­ble a tra­vés de la Jus­ti­cia ordi­na­ria, des­ta­can­do el hecho de que la fin­ca se encon­tra­ba reple­ta de bie­nes per­so­na­les, los cua­les nun­ca fue­ron devueltos.

Tris­te­men­te céle­bre por su uso duran­te la dic­ta­du­ra fue la fin­ca incau­ta­da a Nor­ma Cedrés. El amplio terreno ubi­ca­do pró­xi­mo a Meli­lla y, por lo tan­to, a La Tabla­da Nacio­nal, tenía fren­te con Av. Lezi­ca y la calle Medio Día, lo que la hacía pro­pi­cia para las ope­ra­cio­nes de los orga­nis­mos de repre­sión. El inmue­ble fue adqui­ri­do por Cedrés en 1973, a pedi­do de la orgá­ni­ca del PCU con escri­tu­ra de Anto­nio Bon­fi­glio, y se cons­tru­yó una vivien­da con un berre­tín sub­te­rrá­neo. El lugar fue toma­do por las Fuer­zas Con­jun­tas el 22 de octu­bre de 1975, la mis­ma noche de comien­zo de la Ope­ra­ción Mor­gan. Cedrés falle­ce­ría el 16 de enero de 1978 lue­go de per­ma­ne­cer un mes en coma en el Hos­pi­tal Militar.

En su domi­ci­lio se ins­ta­ló la base Lima Zulú, que depen­día del depar­ta­men­to N° 6 de la DNI al man­do de Hugo Cam­pos Her­mi­da y que estu­vo a dis­po­si­ción del OCOA para sus ope­ra­ti­vos a par­tir de 1977. Allí fun­cio­nó un cen­tro clan­des­tino de reclu­sión don­de se efec­tua­ron tor­tu­ras a dete­ni­dos. El régi­men de incau­ta­ción pro­vi­so­ria en el que se man­tu­vo la fin­ca hizo que en los hechos, una vez falle­ci­da Nor­ma Cedrés, fue­ra su fami­lia la pro­pie­ta­ria, por lo que no hay datos en el Regis­tro de Inmue­bles entre 1973 y su devo­lu­ción en 1990.

Otro caso den­tro de la Ope­ra­ción Mor­gan que invo­lu­cró la expro­pia­ción de un inmue­ble es el de Este­ban Dumas Lorier, her­mano del exse­na­dor del PCU Eduar­do Lorier. En el año 1975, Este­ban com­pró una casa a nom­bre del PCU ubi­ca­da en la calle San­ta Lucía 4002, en Mon­te­vi­deo, por un mon­to de N$ 39.000. Sin embar­go, la pro­pie­dad no duró mucho tiem­po en sus manos, por­que cayó pre­so el 22 de abril de 1976.

Se tra­bó el clá­si­co embar­go gené­ri­co sobre sus bie­nes y se dis­pu­so la reten­ción y entre­ga de su dine­ro a la Jus­ti­cia Mili­tar. En lo que res­pec­ta al inmue­ble de la calle San­ta Lucía, tan­tas fue­ron las ganas de los repre­so­res por con­fis­car­lo que lo hicie­ron dos veces. De acuer­do a un pedi­do de infor­mes al Minis­te­rio de Defen­sa, la pro­pie­dad tam­bién esta­ba aso­cia­da a la cau­sa de Ernes­to Antú­nez Ocho­te­co, otro mili­tan­te del PCU que uti­li­zó la casa como vivien­da. En un infor­me para el jefe de OCOA en 1984 que reali­zó el ase­sor letra­do de la DE1, Mario Aba­die Fosat­ti, se reco­no­ció que este era un “caso de doble con­fis­ca­ción del mis­mo inmue­ble, lo que no tie­ne sen­ti­do”. Más allá de la tor­pe­za de la doble con­fis­ca­ción, la pro­pie­dad pasó a ser uti­li­za­da por el OCOA como “solu­ción habi­ta­cio­nal para per­so­nal del Ejército”.

Lorier no ter­mi­nó de pagar el inmue­ble debi­do a que le fal­tó una cuo­ta al momen­to de su deten­ción. En con­se­cuen­cia, los ante­rio­res due­ños recla­ma­ron que se lo devol­vie­ran, sin embar­go, el Ejér­ci­to se ampa­ró en el artícu­lo 5 de la Ley 14.373 y no acce­dió a devol­ver­les el bien.

Inclu­so, el 30 de mar­zo de 1981, el Coman­do Gene­ral del Ejér­ci­to “con­si­de­ró con­ve­nien­te” la adju­di­ca­ción del inmue­ble en su favor de for­ma defi­ni­ti­va. En diciem­bre del mis­mo año los anti­guos pro­pie­ta­rios vol­vie­ron a recla­mar por el inmue­ble, pero nue­va­men­te se recha­zó su pedi­do. Años más tar­de, en 1985, Lorier fue libe­ra­do en el mar­co de la Ley de Amnis­tía y el caso pasó a la Supre­ma Cor­te de Jus­ti­cia, aun­que al año siguien­te los anti­guos pro­pie­ta­rios hicie­ron el recla­mo del bien por pri­me­ra vez en democracia.

Final­men­te, se dis­pu­so la devo­lu­ción del inmue­ble a los pro­pie­ta­rios ori­gi­na­les el 21 de diciem­bre de 1986, pero el pro­ce­so con­tó con toda la resis­ten­cia posi­ble de par­te del Minis­te­rio de Defen­sa de la época.

En octu­bre de 1984, con la aper­tu­ra demo­crá­ti­ca en cier­nes, la DE1 bus­có des­lin­dar­se de los inmue­bles que aún tenía bajo cus­to­dia. El úni­co en el cual toda­vía se man­te­nía inte­rés era el de Moli­nos de Raffo.

En el expe­dien­te del Minis­te­rio de Defen­sa Nacio­nal N° 8410398 – 5 de 1984 se efec­túan las con­sul­tas corres­pon­dien­tes a los efec­tos de defi­nir el des­tino final de los inmue­bles. Un infor­me de Ase­so­ría Jurí­di­ca del MDN ale­gó que los bie­nes podían ser defi­ni­ti­va­men­te ena­je­na­dos en favor de la car­te­ra, ampa­ra­dos en las leyes 13.835 (Ren­di­ción de Cuen­tas de 1968) y 14.373, y se sugie­re con­sul­tar a los coman­dos de la Arma­da y la Fuer­za Aérea si tie­nen inte­rés en alguno de ellos.

Allí se inclu­ye una nómi­na de inmue­bles que se encon­tra­ban en esa situa­ción a noviem­bre de 1984 en don­de, ade­más de bie­nes incau­ta­dos a mili­tan­tes del PCU, se encuen­tra el apar­ta­men­to de Ramón Mas­si­ni esqui­na Liber­tad que per­te­ne­ció a Ele­na Quin­te­ros y que aún es pro­pie­dad del Minis­te­rio de Defen­sa y uti­li­za­do como vivien­da de ser­vi­cio, denun­cia­do en una inves­ti­ga­ción del sema­na­rio Bre­cha en 2016.

En esta nómi­na figu­ra otro inmue­ble en la calle San­ta Lucía 3952, a esca­sos metros del inmue­ble adqui­ri­do por Lorier, que fue incau­ta­do a Eduar­do Day Con­tre­ras, mili­tan­te del PCU dete­ni­do en Suá­rez en 1975. Según datos del archi­vo de AJPROJUMI, el inmue­ble pasó a la DE1 y a 1990, últi­mo año del que se tie­ne regis­tro, la casa se encon­tra­ba ocu­pa­da por intru­sos. En la Direc­ción Gene­ral de Regis­tros no lucen más datos que la com­pra­ven­ta del inmue­ble por par­te de Day en 1975, por lo que legal­men­te sigue sien­do titu­lar del inmueble.

Con­sul­ta­do al res­pec­to, Day comen­tó que el caso se encuen­tra des­de hace al menos tres años en manos de una abo­ga­da y que quie­re regu­la­ri­zar la situa­ción del inmue­ble, ya sea recu­pe­rar­lo o des­lin­dar­se. “No sé quién es la per­so­na que hace usu­fruc­to del bien, pero pare­cie­ra que pue­den ser mili­ta­res, como en el caso de Ele­na Quin­te­ros”. Al día de hoy la vivien­da se encuen­tra ocu­pa­da y conec­ta­da a los ser­vi­cios públicos.

En la ficha apa­re­ce tam­bién el inmue­ble de la calle Loren­zo Pérez 3070. Allí el docu­men­to está fir­ma­do por Julio César Gon­zá­lez Arron­do, segun­do coman­dan­te de la DE1 y jefe del OCOA. Arron­do emi­tió una car­ta al juez mili­tar de Ins­truc­ción de pri­mer turno con la orden de cap­tu­ra del titu­lar de la fin­ca e incau­ta­ron todos sus bienes.

Mien­tras estu­vo rete­ni­da, la fin­ca que­dó en cus­to­dia del sar­gen­to Daniel Car­ba­llo y lue­go de Car­los E. Acos­ta, ofi­cial dele­ga­do del OCOA. Los mili­ta­res no pudie­ron que­dar­se con la vivien­da ya que la due­ña de la casa era la espo­sa del pró­fu­go, quien años antes de com­prar la vivien­da había tra­mi­ta­do la sepa­ra­ción de bie­nes, por lo que el inmue­ble fue devuel­to en 1985 lue­go de suce­si­vos reclamos.

Por otra par­te, Bur­gues 3701 fue el lugar don­de fun­cio­nó la impren­ta don­de se impri­mía Car­ta Popu­lar, una publi­ca­ción clan­des­ti­na del PCU. El inmue­ble fue adqui­ri­do por orden de Juan Ormae­chea, inte­gran­te de la Comi­sión de Recur­sos y Finan­zas del PCU. Fue devuel­to en demo­cra­cia al Par­ti­do Comu­nis­ta gra­cias a un acuer­do entre Rod­ney Aris­men­di y Julio María San­gui­net­ti, en el que devol­vió ade­más la anti­gua sede del PCU en Fer­nán­dez Cres­po 1720 y la Sec­cio­nal 20 en Av. Agra­cia­da 3715.

Una his­to­ria como muchas

En la noche del 31 de octu­bre de 1975 comen­zó un cal­va­rio que Char­na Fur­man vivió por más de cua­tro años y que la mar­có de por vida. Tres extra­ños, ves­ti­dos de par­ti­cu­la­res, irrum­pie­ron en su hogar y la sepa­ra­ron de su familia.

Des­de estu­dian­te era una mili­tan­te acti­va, par­ti­ci­pa­ba en las acti­vi­da­des del Cen­tro de Estu­dian­tes de Arqui­tec­tu­ra (CEDA) y en la Fede­ra­ción de Estu­dian­tes Uni­ver­si­ta­rios del Uru­guay (FEUU). Tra­ba­ja­ba como docen­te en el Ser­vi­cio de Cli­ma­to­lo­gía de ese ins­ti­tu­to has­ta 1974, cuan­do fue des­pe­di­da por negar­se a fir­mar la fe demo­crá­ti­ca, un docu­men­to en que los fun­cio­na­rios públi­cos debían reafir­mar sus “valo­res repu­bli­ca­nos y demo­crá­ti­cos”, pero a la vez demos­trar su leal­tad al nue­vo gobierno de fac­to. Ade­más, era inte­gran­te de la Unión de Juven­tu­des Comunistas.

Lue­go del des­pi­do y para poder man­te­ner a su fami­lia, ella y su mari­do abrie­ron un local de deco­ra­ción de inte­rio­res. Ven­dían arte­sa­nías y valio­sos tapi­ces impor­ta­dos. El local se ubi­ca­ba en la Gale­ría Cos­ta, en 18 de Julio y Tacua­rem­bó, don­de había otros loca­les cuyos due­ños tam­bién eran mili­tan­tes de izquier­da. Ya a media­dos de octu­bre se veía un movi­mien­to extra­ño en los alre­de­do­res del local y varios comer­cian­tes habían sido detenidos.

“Ellos fue­ron has­ta allí, no encon­tra­ron a nadie, pero pre­gun­ta­ron a un bar vecino y él les dijo dón­de vivían mis padres. Cuan­do estoy dicien­do ‘ellos’ estoy hablan­do de tipos del OCOA. Nun­ca tuve cla­ro quié­nes me fue­ron a bus­car con nom­bre y ape­lli­do, pero sé que eran del OCOA” comen­tó Charna.

“Fue­ron has­ta la casa de mis padres, allí esta­ba mi madre con una emplea­da. Mi padre no esta­ba. Mi madre, según me expli­có des­pués, los lle­vó has­ta don­de yo esta­ba por­que tenía mie­do de con quién se que­da­rían mis hijos. Ellos en reali­dad no sabían en dón­de vivía por­que me había muda­do recién. Pero bueno, así pen­só mi madre”, lamentó.

La pare­ja y sus hijos hacía pocos meses que se habían muda­do a un apar­ta­men­to en el com­ple­jo Par­que Posa­das. Era de noche, pasa­das las 20 horas, ella esta­ba con sus dos hijos peque­ños, de cua­tro y dos años y medio, y con su emplea­da domés­ti­ca cuan­do su mari­do regre­só del tra­ba­jo. Aba­jo lo espe­ra­ba una camio­ne­ta con varios des­co­no­ci­dos, ves­ti­dos de par­ti­cu­lar, que le pre­gun­ta­ron por su espo­sa y lo hicie­ron con­du­cir­los a su casa.

Ingre­sa­ron con vio­len­cia al inmue­ble. Char­na no enten­día la situa­ción. Sus niños llo­ra­ban y esos extra­ños comen­za­ron a revol­ver toda la casa. Bus­ca­ban algo, no se sabía qué. Se lle­va­ron a toda la fami­lia. Baja­ron y en la calle los espe­ra­ba una camio­ne­ta Volks­wa­gen, tipo Com­bi, don­de iban sen­ta­das su madre y la emplea­da. Los niños fue­ron entre­ga­dos a su abue­la y los lle­va­ron nue­va­men­te a la casa de ella. A la pare­ja, sin embar­go, les ven­da­ron los ojos y los tira­ron en la par­te de atrás de la camio­ne­ta. Char­na recuer­da que el camino por el cual los lle­va­ron era ancho, tipo ave­ni­da, y veía luces. Reco­no­cía ese camino, posi­ble­men­te José Batlle y Ordó­ñez. Lue­go se ente­ró de que los lle­va­ron a la casa de Pun­ta Gor­da, el lla­ma­do Infierno Chico.

A su mari­do lo tuvie­ron rete­ni­do sola­men­te cin­co días. Si bien tam­bién era mili­tan­te, al pare­cer ellos no lo sabían. Sin embar­go, ella estu­vo rete­ni­da cua­tro años, tres meses y dos días. Has­ta febre­ro de 1976 estu­vo com­ple­ta­men­te inco­mu­ni­ca­da, vis­tien­do la mis­ma ropa del día del secues­tro y había adel­ga­za­do mucho. Mien­tras esta­ba en cau­ti­ve­rio se encon­tró con dos de las emplea­das con las que tra­ba­ja­ba en el local de decoración.

En este local ellas reci­bían y entre­ga­ban pro­pa­gan­da y matri­ces para impri­mir­la; es este el moti­vo por el cual se pre­su­me que las tres fue­ron secues­tra­das. Final­men­te fue­ron embos­ca­das al ingre­sar a su jor­na­da labo­ral por un gru­po del OCOA. Estos habían toma­do la lla­ve del comer­cio de Char­na cuan­do la fue­ron a bus­car a ella.

“Una noche, estan­do en el 300 Car­los yo oía una voz, alguien que habla­ba y yo decía ‘yo debo estar deli­ran­do’. Me pare­cía que era el admi­nis­tra­dor de la gale­ría. Lle­gó el momen­to y era él. Enton­ces ahí empe­cé a dar­me cuen­ta de que no era solo yo”. Char­na se ter­mi­na­ría encon­tran­do con varios comer­cian­tes de la gale­ría en su reclusión.

Recién cuan­do se encon­tra­ba en el cuar­tel es cuan­do ella se pre­gun­tó qué había pasa­do con su casa, su local y sus per­te­nen­cias. La mer­ca­de­ría que tenía en el local ron­da­ba los 25.000 dóla­res, que en ese momen­to era mucho dine­ro. Ade­más, jus­to se había stoc­kea­do de mer­ca­de­ría por­que se acer­ca­ba fin de año y era la épo­ca en que más se ven­den los artícu­los de decoración.

“De mi casa no recuer­do haber recu­pe­ra­do nada. Hacía cin­co años que con el que era mi mari­do había­mos ido al via­je de arqui­tec­tu­ra y todo lo que tra­ji­mos voló. Inclu­si­ve me acuer­do aho­ra de apa­ra­tos, pro­yec­to­res de dia­po­si­ti­vas, cáma­ra de fotos. Esas cosas sí des­apa­re­cie­ron todas. Y tam­bién tenía­mos libros que había­mos traí­do de Euro­pa. Eso se fue. Y eran cosas que, al lado de lo que se roba­ron de la mer­ca­de­ría, que era mucha pla­ta, era per­der los obje­tos en sí, el valor”.

Cuan­do su madre vol­vió al apar­ta­men­to de Par­que Posa­das, al poco tiem­po de que ella y su mari­do fue­ron dete­ni­dos, el inmue­ble esta­ba com­ple­ta­men­te vacío. Sólo que­dó un cale­fón aban­do­na­do en medio del palier del edificio.

Meses des­pués de la deten­ción, su mari­do devol­vió el apar­ta­men­to al Ban­co Hipo­te­ca­rio del Uru­guay (BHU) y por lo menos pudo con­tar con el dine­ro del depó­si­to para sobre­vi­vir, ya que le habían vacia­do su casa y su lugar de trabajo.

Char­na recu­pe­ró su liber­tad en febre­ro de 1980 y de a poco pudo comen­zar a recons­truir su vida, a pesar del des­po­jo total lue­go del infierno que le tocó vivir.

Itu­rria /​Fuen­te

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