Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 7 de enero de 2022.
El internacionalismo es una de las expresiones más altas de la solidaridad. Ser internacionalista es una decisión no menor, ya que quienes a lo largo de la historia nuestramericana han emprendido ese camino lo han hecho imbuidos de una alta dosis de ternura y amor por los que más sufren las consecuencias del capitalismo o del avance destructor del imperialismo sobre los pueblos. Hay varios y conocidos íconos en ese sentido: desde libertadores como Bolívar y Juana Azurduy, hasta ese heroico Quijote que fue el Che, máximos ejemplos de entrega incondicional para reconquistar territorios ultrajados o libertades conculcadas. Tampoco se quedan atrás en ese mismo sentido figuras emblemáticas como Tania, la guerrillera que sucumbió bajo las balas de los «rangers» bolivianos, auspiciados por la CIA, o esa enorme legión de médicos y médicas, alfabetizadores y alfabetizadoras de Cuba socialista que aún hoy, en las peores circunstancias derivadas de la pandemia, ejercen el internacionalismo solidario en diversos confines del planeta.
Si al rol de ser luchador internacionalista se le suma la apuesta por ejercer la comunicación popular, contrainformativa y al servicio de los que no tienen voz, dibujaremos el perfil de quien hoy queremos visibilizar y reivindicar. Nos referimos a Facundo Molares, actualmente preso político en su país de origen, Argentina, adonde llegó a fines del 2020 muy enfermo, después de un periplo digno de ser recordado cuando se escriba la historia de las y los que luchan por la independencia en el continente.
Antes que nada, decir que Facundo es un comunista convencido, de esos que combinan teoría y práctica y la traducen en acción cada vez que sea necesario para bien de las mayorías. Un militante de la vida, no un superhéroe, sino un ser despojado de cualquier tipo de falsas medallas o egolatrías acumuladas, como a veces suele verse en algunos ámbitos de izquierda. De su historial pueden darse muchos datos: que fue parte de la juventud comunista (la Fede) en Argentina,que luego marchó a insertarse en las FARC en Colombia, que luchó durante años hasta que se acogió, como tantos otros y otras, a los acuerdos de paz. Esos que fueron firmados en La Habana y a los que el uribismo y la burguesía colombiana convirtieron en papel mojado y en un inagotable cementerio de nuevas víctimas. De allí, Molares decidió viajar a Bolivia, para ejercer su rol de corresponsal de la revista argentina de izquierda «Centenario», con tal mala fortuna que, mientras cubría informativamente los sucesos del golpe de estado fascista contra el gobierno plurinacional, fue detenido,herido y torturado por la policía boliviana. A consecuencia del mal trato recibido estuvo 23 días en coma. A esto se sumaron otros 25 días en terapia intensiva ya que para detenerlo, los esbirros policiales lo balearon, incrustándole tres municiones de plomo en el cuerpo. Incluso, en la actualidad, aún tiene una bala alojada en el cráneo y una esquirla que le provoca dificultades en un ojo.
Poco después de recuperar el conocimiento en el hospital, y de impedir que su padre, llegado desde Argentina, pueda visitarlo, lo trasladaron a la cárcel de Palmasola en Santa Cruz de la Sierra, donde llegó en un estado deplorable de salud. A pocos días de estar allí lo ve un médico, quien aconseja un urgente tratamiento para intentar reestablecerlo, pero este intento se frustra porque la dictadura boliviana, empeñada en machacar al preso político hasta llevarlo al borde de la muerte, decide trasladarlo al penal de Chochocoro, ubicado a casi 4000 metros de altura, en el Alto, La Paz. Allí estuvo incomunicado, sufriendo hipertensión arterial,y con un pulmón funcionando al 50% de su estado normal.
En ese marco, y durante toda su detención, la solidaridad militante en Argentina y en otros países del continente pusieron bien alto su nombre en las calles, ya que los medios hegemónicos no solo no hablaban de su caso, sino que cuando lo hacían lo tipificaban como un «terrorista». De esas luchas y de la recuperación victoriosa del gobierno por parte del pueblo boliviano, llegó el ansiado día de la libertad para Facundo. Así, tras casi un año de prisión en Bolivia, viajó a Argentina en un avión fletado por la Cancillería y desde su llegada se dedicó, por una parte a atender su deteriorado estado de salud, y por el otro a militar en el Movimiento de Rebelión Popular.
Pero el imperialismo y sus cómplices no cejan nunca en perseguir a quienes lo enfrentan de mil maneras. Así fue como en noviembre pasado, mientras Facundo visitaba a su padre en el sur del país fue detenido nuevamente, esta vez por la policía del gobierno de Alberto Fernández. Para ello se utilizó la lamentable excusa de que el régimen fascista colombiano lanzó una orden de captura internacional y pedido de extradición, aceptada rápidamente por la Cancillería argentina. Como consecuencia de ello se puso en marcha el operativo captura. Alojado en la comisaría de Esquel, a pesar de que sus familiares y el médico personal informaron que el detenido estaba a punto de ser operado del corazón. La maldad gubernamental no cesó allí, y de buenas a primeras, el Servicio Federal Penitenciario (a cargo de una ex jueza kirchnerista) lo hizo trasladar al siniestro penal de Rawson, en Chubut, donde lo mantuvieron varios meses incomunicado. Todo ello hasta este viernes 7 de enero en que debido a la enorme presión de la militancia y el encomiable rol de la defensa, a cargo de la Gremial de Abogados y Abogadas, logró que Facundo fuera trasladado al penal bonaerense de Ezeiza. Claro que sigue preso, pero ahora se redoblará la presión popular para que pueda ser urgentemente atendido por un servicio médico responsable que ayude a curar las consecuencias de sus heridas y torturas recibidas.
Esta es la sintética historia de un luchador internacionalista de estos tiempos. Para él no existen «bondades» ni «prebendas» gubernamentales, ya sea con administraciones de derecha o «progresistas». Donde manda el imperio o su adláter económico, el FMI, sobran las palabras «justicia» o «derechos humanos». Facundo lo está sintiendo en su propio cuerpo, pero no se rinde. Está erguido como siempre, no le han borrado la sonrisa ni las ganas de seguir batallando por los más humildes. Sabe mejor que nadie que sus compañeros y compañeras, agrupado en una Coordinadora, esos que han marchado una y otra vez reclamando su inmediata libertad, lo seguirán haciendo. También tiene claro que sus abogados de la Gremial (muy duchos en estas lides) harán lo imposible para evitar su extradición.
Como ayer y como siempre, la única verdad a tener en cuenta es que «solo el pueblo salva al pueblo». De allí que somos muchos los que estamos convencidos de que pronto Facundo estará otra vez entre nosotros. Lo contrario, que este gobierno lo mantenga entre rejas, es algo más que una infamia, aquí y en cualquier parte, se llama complicidad con el imperialismo.