Birmania. El ejército está utilizando su estrategia característica de masacrar y arrasar con fuego

Bir­ma­nia. El ejér­ci­to está uti­li­zan­do su estra­te­gia carac­te­rís­ti­ca de masa­crar y arra­sar con fuego

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Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de enero de 2022. 

Cuan­do el joven cam­pe­sino regre­só a su aldea, encon­tró los cadá­ve­res, toda­vía humean­do, en una caba­ña cal­ci­na­da. Algu­nos tenían las extre­mi­da­des ata­das. El ejér­ci­to de Myan­mar, con unos 50 sol­da­dos, había irrum­pi­do en la aldea de Done Taw a las 11 de la maña­na del 7 de diciem­bre, dis­pa­ran­do a las per­so­nas en la calle, infor­mó el joven a AP. Él y otras per­so­nas resi­den­tes en la aldea, rela­tó, huye­ron al bos­que y a los cam­pos, pero 10 per­so­nas fue­ron cap­tu­ra­das y ase­si­na­das, entre ellas cin­co ado­les­cen­tes, uno de ellos de sólo 14 años. Una foto toma­da por su ami­go mues­tra los res­tos car­bo­ni­za­dos de una víc­ti­ma tum­ba­da boca aba­jo con la cabe­za en alto, lo que sugie­re que fue que­ma­da viva.

«Estoy muy ape­na­do, esto es inacep­ta­ble», dijo el joven de 19 años, que al igual que otras per­so­nas entre­vis­ta­das por AP, pidió per­ma­ne­cer en el ano­ni­ma­to por temor a las represalias.

La matan­za de Done Taw es sólo una de las mues­tras más recien­tes de que el ejér­ci­to de Myan­mar está vol­vien­do a la estra­te­gia de masa­cres como arma de gue­rra, según una inves­ti­ga­ción de AP en base a entre­vis­tas rea­li­za­das con 40 tes­ti­gos, comu­ni­ca­cio­nes en redes socia­les, imá­ge­nes por saté­li­te y los datos de mortandad.

Las masa­cres y las tác­ti­cas de arra­sar con fue­go, des­tru­yen­do aldeas ente­ras, repre­sen­tan la últi­ma esca­la­da de vio­len­cia del ejér­ci­to bir­mano, tan­to con­tra per­so­nas civi­les como con­tra la cre­cien­te opo­si­ción. Des­de que los mili­ta­res toma­ron el poder en febre­ro, han toma­do medi­das cada vez más bru­ta­les, secues­tran­do a hom­bres jóve­nes y niños, matan­do a tra­ba­ja­do­res de la salud y tor­tu­ran­do a las per­so­nas detenidas.

Las masa­cres y las que­mas tam­bién supo­nen una vuel­ta a prác­ti­cas que el ejér­ci­to ha uti­li­za­do duran­te mucho tiem­po con­tra las mino­rías étni­cas, como por ejem­plo con­tra per­so­nas de la etnia musul­ma­na Rohing­ya, miles de las cua­les fue­ron ase­si­na­das en 2017. En estos momen­tos se acu­sa al ejér­ci­to de haber mata­do al menos a 35 civi­les en la aldea de Mo So, en la región orien­tal habi­ta­da por la mino­ría Karen­ni, el día de Noche­bue­na. Un tes­ti­go dijo a AP que muchos de los cadá­ve­res de los hom­bres, muje­res y meno­res fue­ron que­ma­dos has­ta que­dar irreconocibles.

Esta vez, sin embar­go, el ejér­ci­to está uti­li­zan­do estos méto­dos tam­bién con­tra per­so­nas y aldeas de su pro­pia etnia, la mayo­ría budis­ta Bamar. La mayor par­te de las últi­mas matan­zas ha teni­do lugar en la región noroes­te, e inclu­so en el núcleo resi­den­cial de mayo­ría Bamar, don­de hay un fuer­te apo­yo a la resistencia.

Des­de agos­to, más de 80 civi­les han muer­to en ase­si­na­tos de tres o más per­so­nas solo en la región de Sagaing, según datos reco­lec­ta­dos por la Aso­cia­ción de Asis­ten­cia a los Pre­sos Polí­ti­cos (AAPP), gru­po que da segui­mien­to a las deten­cio­nes y muer­tes veri­fi­ca­das en Myan­mar. Entre ellas se inclu­yen las muer­tes de las víc­ti­mas en Done Taw, cin­co per­so­nas en la aldea de Gaung Kwal el 12 de diciem­bre y nue­ve per­so­nas más en el muni­ci­pio de Kalay el 23 de diciem­bre, lo que for­ma par­te de una ten­den­cia que ha con­ver­ti­do a Sagaing en la región más mor­tí­fe­ra del país.

El ejér­ci­to tam­bién está reto­man­do la tác­ti­ca carac­te­rís­ti­ca de des­truc­ción com­ple­ta de aldeas en don­de pue­da exis­tir apo­yo a la resis­ten­cia. Las imá­ge­nes por saté­li­te que AP obtu­vo de Maxar Tech­no­lo­gies mues­tran que, des­de sep­tiem­bre y solo en la ciu­dad noroc­ci­den­tal de Thantlang, más de 580 edi­fi­cios han sido incendiados.

La vio­len­cia pare­ce ser res­pues­ta a las fuer­zas de resis­ten­cia loca­les que están sur­gien­do en todo el país. No obs­tan­te, el ejér­ci­to está ani­qui­lan­do a la pobla­ción civil en el pro­ce­so. En Done Taw, por ejem­plo, el ejér­ci­to inter­vino des­pués de que un con­voy cho­ca­ra con una bom­ba situa­da en una carre­te­ra cer­ca­na, pero las per­so­nas que murie­ron no for­ma­ban par­te de nin­gún gru­po de la opo­si­ción, según comen­tó otra per­so­na de la aldea a AP.

«Eran tra­ba­ja­do­res nor­ma­les de la plan­ta­ción de hoja de betel», dijo el sol­da­dor de 48 años. «Se escon­die­ron por­que tenían miedo».

Para la inves­ti­ga­ción, AP habló con doce­nas de tes­ti­gos, fami­lia­res, un coman­dan­te mili­tar que deser­tó del ejér­ci­to, gru­pos de dere­chos huma­nos y per­so­nas fun­cio­na­rias, ade­más de ana­li­zar los datos de muer­tes de AAPP. Tam­bién se revi­sa­ron imá­ge­nes por saté­li­te y nume­ro­sas foto­gra­fías y vídeos, que per­so­nas exper­tas cote­ja­ron con los luga­res y acon­te­ci­mien­tos conocidos.

Es pro­ba­ble que las cifras sean muy infe­rio­res a las de los ase­si­na­tos reales, debi­do a que los inci­den­tes sue­len pro­du­cir­se en luga­res remo­tos. La jun­ta mili­tar ocul­ta la infor­ma­ción, res­trin­gien­do el acce­so a inter­net y revi­san­do la tele­fo­nía móvil.

«En este momen­to, hay casos simi­la­res en todo el país, espe­cial­men­te en el noroes­te de Myan­mar», infor­mó Kyaw Moe Tun, el repre­sen­tan­te de Myan­mar en las Nacio­nes Uni­das que se negó a aban­do­nar su pues­to des­pués de que los mili­ta­res toma­ran el poder. «Fíjen­se en la ten­den­cia, fíjen­se en la for­ma en que está suce­dien­do…. es una estra­te­gia sis­te­má­ti­ca y generalizada».

El ejér­ci­to bir­mano, cono­ci­do como Tat­ma­daw, no res­pon­dió a varias soli­ci­tu­des de comen­ta­rios rea­li­za­das por telé­fono y por correo elec­tró­ni­co. Tres días des­pués del ata­que de Done Taw, el perió­di­co esta­tal Glo­bal New Light of Myan­mar cali­fi­có las infor­ma­cio­nes sobre los ase­si­na­tos de «noti­cias fal­sas» y acu­só a paí­ses no iden­ti­fi­ca­dos de «que­rer desin­te­grar Myan­mar» inci­tan­do al derra­ma­mien­to de sangre.

«La natu­ra­le­za des­ca­ra­da de este ata­que real­men­te ilus­tra la esca­la­da de vio­len­cia que pode­mos espe­rar en los pró­xi­mos meses, en par­ti­cu­lar duran­te este pró­xi­mo año», dijo Manny Maung, inves­ti­ga­do­ra de Human Rights Watch.

Solo en la sema­na en que ocu­rrió la masa­cre de Done Taw, el ejér­ci­to ase­si­nó a otras 20 per­so­nas en Sagaing, según la inves­ti­ga­ción de AP. Y el 17 de diciem­bre, según la infor­ma­ción ofre­ci­da a AP por un tes­ti­go, los sol­da­dos mata­ron a nue­ve per­so­nas más, entre ellas un menor, en el muni­ci­pio de Gant­gaw, región veci­na de Mag­way, con­fir­man­do datos que ya tenía AAPP.

El movi­mien­to de tro­pas del ejér­ci­to sugie­re que es pro­ba­ble que la vio­len­cia en el noroes­te se recru­dez­ca. Dos con­vo­yes mili­ta­res de más de 80 camio­nes cada uno, que trans­por­ta­ban sol­da­dos y sumi­nis­tros pro­ce­den­tes de Sagaing, han lle­ga­do al esta­do vecino Chin, según un gru­po de la resis­ten­cia. Un capi­tán del ejér­ci­to en deser­ción infor­mó a AP que los sol­da­dos situa­dos en el esta­do Chin habían sido reabas­te­ci­dos y refor­za­dos en octu­bre, y que el ejér­ci­to está alma­ce­nan­do muni­cio­nes, com­bus­ti­ble y racio­nes en Sagaing.

El capi­tán, que se hace lla­mar Zin Yaw, o Gavio­ta, es un vete­rano con 20 años de carre­ra mili­tar que deser­tó del ejér­ci­to en mar­zo y aho­ra entre­na a las fuer­zas de la resis­ten­cia. Expli­có que sigue reci­bien­do infor­ma­ción de ami­gos que toda­vía están en el ejér­ci­to, y que tie­ne acce­so a docu­men­tos de defen­sa, varios de los cua­les com­par­tió con AP para pro­bar­lo. Su iden­ti­dad tam­bién fue veri­fi­ca­da por una orga­ni­za­ción de mili­ta­res desertores.

«Lo que más preo­cu­pa a la jun­ta mili­tar es ceder su poder», dijo Zin Yaw. «En el ejér­ci­to tie­nen un dicho: si te reti­ras, des­tru­ye todo. Sig­ni­fi­ca que, aun­que sepan que van a per­der, aca­ban con todo».

El Tat­ma­daw derro­có a la enor­me­men­te popu­lar Aung San Suu Kyi en febre­ro, ale­gan­do un frau­de masi­vo en las elec­cio­nes demo­crá­ti­cas de 2020 que die­ron una vic­to­ria aplas­tan­te a su par­ti­do. Des­de enton­ces, el ejér­ci­to y la poli­cía han dado muer­te a más de 1.375 per­so­nas y han dete­ni­do a más de 11.200, según AAPP.

Uno de los pri­me­ros ase­si­na­tos en masa tuvo lugar el 14 de mar­zo en el muni­ci­pio de Hlaing Thar­yar en Ran­gún, la mayor ciu­dad de Myan­mar, de acuer­do con un infor­me de este mes de Human Rights Watch. Tes­ti­gos afir­ma­ron que las fuer­zas de segu­ri­dad dis­pa­ra­ron con­tra las per­so­nas mani­fes­tan­tes con rifles mili­ta­res de asal­to y mata­ron al menos a 65 per­so­nas, inclu­yen­do a transeúntes.

Con las tác­ti­cas del ejér­ci­to cada vez más bru­ta­les, la ciu­da­da­nía ha con­tra­ata­ca­do. La resis­ten­cia comen­zó con pro­tes­tas masi­vas y un movi­mien­to nacio­nal de des­obe­dien­cia civil, pero se ha vuel­to cada vez más vio­len­ta, con ata­ques a tro­pas y a ins­ta­la­cio­nes gubernamentales.

En mayo, el Gobierno de Uni­dad Nacio­nal (NUG, por sus siglas en inglés) en la clan­des­ti­ni­dad anun­ció un nue­vo bra­zo mili­tar, la Fuer­za de Defen­sa Popu­lar (PDF, por sus siglas en inglés), y en sep­tiem­bre decla­ró una «gue­rra defen­si­va». Des­de enton­ces, han sur­gi­do por todo el país gru­pos gue­rri­lle­ros poco estruc­tu­ra­dos que se auto­de­no­mi­nan PDF, con dis­tin­tos gra­dos de leal­tad al NUG.

En julio se pro­du­jo un pri­mer inci­den­te, en don­de el ejér­ci­to puso en prác­ti­ca sus tác­ti­cas de com­ba­te en zonas de mayo­ría budis­ta. Se hicie­ron públi­cas las imá­ge­nes de las masa­cres en cua­tro peque­ñas aldeas, que el emba­ja­dor de Myan­mar ante las Nacio­nes Uni­das cali­fi­có de «crí­me­nes con­tra la huma­ni­dad». Cua­tro tes­ti­gos decla­ra­ron a AP que los sol­da­dos ase­si­na­ron a 43 per­so­nas en cua­tro ata­ques, aban­do­nan­do sus cuer­pos en la selva.

El 9 de julio, camio­nes con tro­pas entra­ron en la aldea de Yin, en Kani, lan­zan­do un ata­que que deja­ría 16 muer­tos, según el rela­to de tres tes­ti­gos. Los sol­da­dos dis­pa­ra­ron a la pobla­ción, hacién­do­la huir. Des­pués rodea­ron a un gru­po en la sel­va cer­ca­na, expli­có una mujer que fue cap­tu­ra­da jun­to a su hermano.

Ella fue libe­ra­da, pero nun­ca vol­vió a ver a su her­mano con vida. Cuan­do vol­vió con otras per­so­nas, tres días des­pués, des­cu­brió su cuer­po en el bos­que, pre­sen­tan­do sig­nos de tor­tu­ra y ya pudrién­do­se por el calor.

«Todos vivi­mos con mie­do», dijo la mujer, que al igual que las demás per­so­nas habi­tan­tes de la aldea pidió per­ma­ne­cer en el ano­ni­ma­to por temor a las repre­sa­lias. «Nos preo­cu­pa que pue­dan vol­ver duran­te la noche».

Un hom­bre de 42 años rela­tó que un gru­po de bús­que­da for­ma­do por 50 resi­den­tes de la aldea encon­tró tres gru­pos dis­tin­tos de cadá­ve­res. Algu­nos pare­cían haber sido arras­tra­dos has­ta la muer­te por el sue­lo roco­so, con cuer­das o con su pro­pia ropa. Los cuer­pos habían sido saquea­dos en bus­ca de oro.

«El olor era muy des­agra­da­ble», dijo la per­so­na infor­man­te. «No podía­mos ni acercarnos”.

Toda la aldea vive aho­ra ate­rro­ri­za­da y con temor a hablar, expli­có, espe­ran­do el pró­xi­mo ata­que, siem­pre con las male­tas hechas y los rit­mos nor­ma­les de vida dia­ria con­ge­la­dos por el miedo.

Otra per­so­na resi­den­te de Kani dijo a AP que cuan­do los sol­da­dos se acer­ca­ron a su aldea de Zee Pin Twin el 26 de julio, huyó a la sel­va. Vol­vió para encon­trar su casa des­tro­za­da y enne­gre­ci­da por el fue­go. Habían roba­do sus per­te­nen­cias valio­sas, docu­men­tos impor­tan­tes y comi­da. Otros bie­nes per­so­na­les, como fotos de boda, yacían en un mon­tón humeante.

Dos días des­pués, habi­tan­tes de la aldea con perros de bús­que­da encon­tra­ron 12 cuer­pos, algu­nos ente­rra­dos en fosas poco pro­fun­das en la sel­va. Una per­so­na infor­mó a AP que vie­ron mora­to­nes y otros sig­nos de tor­tu­ra en los cadá­ve­res, y que un hom­bre esta­ba amor­da­za­do y tenía las manos ata­das con cor­do­nes de botas militares.

Las des­crip­cio­nes coin­ci­den con las foto­gra­fías y los vídeos de cuer­pos tor­tu­ra­dos y que­ma­dos que se han faci­li­ta­do al gru­po de segui­mien­to Myan­mar Witness.

«Cuan­do hay imá­ge­nes y vídeos sobre tres suce­sos dis­tin­tos… es muy difí­cil negar los hechos», comen­tó Ben­ja­min Strick, jefe de inves­ti­ga­cio­nes de Myan­mar Wit­ness con sede en Gran Bre­ta­ña y Tailandia.

AP no pudo veri­fi­car de for­ma inde­pen­dien­te las espe­luz­nan­tes imá­ge­nes, pero éstas tam­bién coin­ci­den con infor­mes de inci­den­tes reco­gi­dos por AAPP. John Quin­ley, espe­cia­lis­ta en dere­chos huma­nos de For­tify Rights, infor­mó que el gru­po cree que la vio­len­cia en Kani y en Sagaing es «resul­ta­do direc­to» de ope­ra­cio­nes de gru­pos PDF en la zona.

«La estra­te­gia de la jun­ta de Myan­mar es inten­tar crear un ambien­te de terror, tra­tar de silen­ciar así a la ciu­da­da­nía e inten­tar tam­bién expul­sar a las PDF», dijo Quinley.

Esa estra­te­gia pue­de no estar fun­cio­nan­do. La resis­ten­cia no ha hecho más que endu­re­cer­se, según habi­tan­tes de Kani.

«Toda la aldea desem­pe­ña un papel», comen­tó un hom­bre. «Algu­nas muje­res fabri­can pól­vo­ra; la gen­te no tra­ba­ja; todas las per­so­nas habi­tan­tes de la aldea par­ti­ci­pan de algu­na mane­ra en la revolución».

Otro hom­bre des­cri­bió el sen­ti­mien­to de las per­so­nas super­vi­vien­tes, en una aldea aho­ra uni­fi­ca­da por el odio hacia la jun­ta militar.

«Ya no ten­go mie­do», dijo. «En lugar de morir huyen­do, usa­ré mi vida con un objetivo».

Se han regis­tra­do miles de deser­cio­nes en el ejér­ci­to, aun­que nor­mal­men­te de ran­gos infe­rio­res, infor­mó Quin­ley, de For­tify Rights.

«Estas atro­ci­da­des están ocu­rrien­do a gen­te corrien­te, como por ejem­plo pro­fe­sio­na­les, estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios, per­so­nas empre­sa­rias», dijo. «Y por eso creo que hay un cre­cien­te movi­mien­to de soli­da­ri­dad que supera las dife­ren­cias reli­gio­sas y étnicas».

El Tat­ma­daw tie­ne la ven­ta­ja de la poten­cia aérea y las armas auto­má­ti­cas. Pero la opo­si­ción en Sagaing y en el esta­do Chin se basa en el cono­ci­mien­to del terreno y en el apo­yo de la pobla­ción local, con algu­nas armas lige­ras tra­di­cio­na­les de fabri­ca­ción casera.

«Solo modi­fi­can sus capa­ci­da­des de lucha para la gue­rra defen­si­va y la gue­rra de gue­rri­llas», comen­tó Aung Myo Min, Minis­tro de Dere­chos Huma­nos del NUG, en una entre­vis­ta des­de Europa.

Se cree que los ata­ques del ejér­ci­to en Sagaing son la sal­va ini­cial de una cam­pa­ña para aca­bar con la resis­ten­cia en el noroes­te de Myan­mar lla­ma­da Ope­ra­ción Anaw­rah­ta. Anaw­rah­ta fue un rey budis­ta del siglo XI que esta­ble­ció un impe­rio bir­mano. El nom­bre tie­ne un sig­ni­fi­ca­do espe­cial para los mili­ta­res, expli­có el vete­rano deser­tor, Zin Yaw.

«Sig­ni­fi­ca que van a aplas­tar bru­tal­men­te a la ciu­da­da­nía «, dijo.

Más de 51.000 per­so­nas han sido ya des­pla­za­das en sie­te muni­ci­pios de Sagaing, inclui­do Kani, y otras 30.200 en el esta­do Chin, según la Ofi­ci­na de Coor­di­na­ción de Asun­tos Huma­ni­ta­rios de Nacio­nes Unidas.

«Lo que esta­mos vien­do en Sagaing es muy intere­san­te, por­que esta­mos hablan­do del núcleo de la mayo­ría Bamar que bási­ca­men­te debe­ría ser la base prin­ci­pal de este ejér­ci­to», comen­tó Maung de Human Rights Watch. «La preo­cu­pa­ción que los mili­ta­res demues­tran por su pro­pia gen­te es reveladora».

Actual­men­te exis­ten indi­cios cre­cien­tes de que el ejér­ci­to está cen­tran­do su aten­ción en el esta­do Chin. Los com­ba­tien­tes Chin afir­man haber mata­do a dece­nas de sol­da­dos, según el aná­li­sis de redes socia­les rea­li­za­do por Myan­mar Witness.

A medi­da que nue­vos sol­da­dos han ido lle­gan­do al esta­do Chin, las per­so­nas resi­den­tes infor­man que las tro­pas han repri­mi­do pro­tes­tas con balas reales y pali­zas bru­ta­les. Una maes­tra de la ciu­dad de Min­dat comen­tó que muchas per­so­nas huye­ron des­de el prin­ci­pio, pero que ella esta­ba deci­di­da a no ser obli­ga­da a ello.

Enton­ces, el ejér­ci­to dis­pa­ró arti­lle­ría en la ciu­dad para que las «casas tem­bla­ran como un terre­mo­to», rela­tó. Su pri­mo, un miem­bro de las PDF, fue ase­si­na­do por un fran­co­ti­ra­dor y su cuer­po fue uti­li­za­do para una tram­pa, dijo la maestra.

Esa noche, resi­den­tes de la aldea inten­ta­ron mover con palos el cadá­ver des­de la dis­tan­cia. El cuer­po explotó.

«No recu­pe­ra­mos su cuer­po», dijo. «En su lugar, tuvi­mos que reco­ger los trozos».

La maes­tra huyó a la veci­na India en octubre.

A unas horas de camino en coche, hacia el oes­te de Min­dat, se encuen­tra Matu­pi, una ciu­dad con dos cam­pa­men­tos mili­ta­res que aho­ra está des­pro­vis­ta de sus jóve­nes, según una estu­dian­te uni­ver­si­ta­ria que huyó con sus dos her­ma­nos ado­les­cen­tes en octu­bre. Rela­tó que el ejér­ci­to ence­rró a la gen­te en las casas y les pren­dió fue­go, escon­dió bom­bas en igle­sias y escue­las, ase­si­nó a tres diri­gen­tes de las pro­tes­tas que ella cono­cía y dejó cadá­ve­res en medio de las carre­te­ras para ate­rro­ri­zar a la gente.

Sin embar­go, la resis­ten­cia se ha exten­di­do, informó.

«La gen­te tie­ne mie­do del ejér­ci­to, pero quie­re la demo­cra­cia y está luchan­do por ella», dijo des­de la India, don­de aho­ra vive. «Están gri­tan­do en favor de la democracia».

Thantlang, una ciu­dad cer­ca­na a la fron­te­ra con la India, tam­bién ha sido vacia­da de habi­tan­tes tras cua­tro meses de inten­sos com­ba­tes, según la Orga­ni­za­ción Chin de Dere­chos Huma­nos. Las imá­ge­nes de dro­nes vis­tas por AP que gra­bó el gru­po en octu­bre y diciem­bre mues­tran incen­dios en el inte­rior de edi­fi­cios e igle­sias car­bo­ni­za­das, escue­las derrum­ba­das y casas en rui­nas. Las imá­ge­nes coin­ci­den con los incen­dios detec­ta­dos por los saté­li­tes y con las entre­vis­tas rea­li­za­das a habi­tan­tes de la aldea.

Rachel, una joven de 23 años que se había muda­do a Thantlang en junio para esca­par de la pan­de­mia de COVID en Ran­gún, expli­có que las per­so­nas resi­den­tes comen­za­ron a escu­char explo­sio­nes y dis­pa­ros en la dis­tan­cia. Los soni­dos se fue­ron acer­can­do gra­dual­men­te a par­tir de septiembre.

Cuan­do el bom­bar­deo alcan­zó la ciu­dad, ella y otras per­so­nas se escon­die­ron en la plan­ta baja de su igle­sia local duran­te cua­tro días.

Lue­go huyó a una aldea cer­ca­na. El 3 de diciem­bre, sin embar­go, vol­vió a la ciu­dad a escon­di­das para reco­ger sus per­te­nen­cias. Mien­tras esta­ba en su casa con tres per­so­nas más, fue­go de armas peque­ñas y explo­sio­nes esta­lla­ron de repen­te en el exterior.

Sin­tió una que­ma­du­ra calien­te cuan­do una bala le des­ga­rró el tor­so. Dos de las otras per­so­nas salie­ron corrien­do, deján­do­la sola con su pri­mo, quien tie­ne pro­ble­mas para cami­nar debi­do a un defec­to de nacimiento.

Ella le dijo que iba a morir y le pidió que se fue­ra. Pero él se que­dó, envol­vien­do su estó­ma­go con una bufan­da para dete­ner la hemo­rra­gia. Los dos con­si­guie­ron lle­gar a su moto, y su pri­mo la suje­tó con una mano mien­tras con­du­cía con la otra.

Un médi­co local deter­mi­nó que la bala había impac­ta­do en su telé­fono móvil y lue­go había entra­do en el lado izquier­do de su estómago.

«Creo que habría muer­to allí si la bala no hubie­ra toca­do pri­me­ro el telé­fono», dijo Rachel, que pidió ser iden­ti­fi­ca­da por un solo nom­bre por seguridad.

Al día siguien­te, con­si­guió cru­zar la fron­te­ra hacia Mizo­ram, en la India. En una entre­vis­ta con AP des­de Mizo­ram, dijo que vol­ve­ría a casa a pesar del peli­gro para cui­dar de su madre enfer­ma de 70 años.

Mien­tras tan­to, el cam­pe­sino que infor­mó a AP sobre la masa­cre de Done Taw se mues­tra desa­fian­te. Antes apo­ya­ba pasi­va­men­te a las PDF, pero aho­ra jura ven­gar los ase­si­na­tos de sus vecinos.

«He deci­di­do luchar has­ta el final solo por ellos», dijo. «Haré todo lo que pue­da has­ta ser arres­ta­do o morir».

Fuen­te ori­gi­nal en inglés: https://​www​.npr​.org/​2​0​2​1​/​1​2​/​3​0​/​1​0​6​9​0​1​2​5​9​7​/​t​h​e​-​m​y​a​n​m​a​r​-​m​i​l​i​t​a​r​y​-​i​s​-​e​m​p​l​o​y​i​n​g​-​a​-​f​a​m​i​l​i​a​r​-​s​t​r​a​t​e​g​y​-​o​f​-​m​a​s​s​a​c​r​e​s​-​a​n​d​-​b​u​r​n​i​ngs

Ima­gen prin­ci­pal: Foto aérea publi­ca­da por la Orga­ni­za­ción de Dere­chos Huma­nos de Chin. Incen­dios des­tru­yen edi­fi­cios en la ciu­dad de Thantlang, en el esta­do de Chin (noroes­te de Myan­mar, el 4 de diciem­bre de 2021)]

Tra­du­ci­do para Rebe­lión por Cris­ti­na Alonso

Fuen­te: Rebelión

Itu­rria /​Fuen­te

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