Colombia. El año en que se hizo visible el terrorismo de Estado

Colom­bia. El año en que se hizo visi­ble el terro­ris­mo de Estado

Por Renán Vega Can­tor. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 3 de enero de 2022. 

El Esta­do y las cla­ses domi­nan­tes de Colom­bia, que cons­ti­tu­yen el blo­que de poder con­tra­in­sur­gen­te, se han vali­do de una serie de fala­cias para ocul­tar el carác­ter terro­ris­ta­del Esta­do en este país, con­so­li­da­do como tal des­de hace déca­das. La pri­me­ra de las fala­cias, repe­ti­da has­ta el can­san­cio, se auto­com­pla­ce seña­lan­do que Colom­bia es una socie­dad demo­crá­ti­ca don­de exis­te un Esta­do social de dere­cho lo cual, ade­más, esta­ría rati­fi­ca­do por la Cons­ti­tu­ción de 1991. En esa mis­ma direc­ción se afir­ma que la demo­cra­cia colom­bia­na es esta­ble, de vie­ja data, y no ha sufri­do los emba­tes anti­de­mo­crá­ti­cos del “popu­lis­mo” (léa­se de izquier­da). Se sos­tie­ne que en este país exis­te una sepa­ra­ción de pode­res, liber­tad de pren­sa, res­pe­to a las liber­ta­des indi­vi­dua­les, todo posi­ble por la pre­ser­va­ción irres­tric­ta de la pro­pie­dad privada.

En segun­do lugar, se seña­la que las fuer­zas mili­ta­res han sido res­pe­tuo­sas del orden cons­ti­tu­cio­nal y han enfren­ta­do múl­ti­ples gue­rras de las que han sali­do vic­to­rio­sas. Esta fala­cia ha cobra­do fuer­za en los últi­mos cin­co años a raíz de la fir­ma del acuer­do entre el gobierno de Juan Manuel San­tos y las Farc. A esto se agre­ga que esas fuer­zas arma­das son pul­cras y, como ins­ti­tu­ción, están for­ma­das por már­ti­res que sacri­fi­can su vida por pre­ser­var los bie­nes de los colom­bia­nos y, cuan­do mucho, en su inte­rior han exis­ti­do unas cuan­tas man­za­nas podri­das que se han des­via­do y han come­ti­do crí­me­nes o se han alia­do con para­mi­li­ta­res y ase­si­nos, pero esas son accio­nes ais­la­das e indi­vi­dua­les que no com­pro­me­ten a la enti­dad cas­tren­se, que siem­pre ha res­pe­ta­do los dere­chos huma­nos. Inclu­so, de los miem­bros de esas fuer­zas mili­ta­res, en una cam­pa­ña ofi­cial que cir­cu­la a lo lar­go y ancho del país, se dice que “los héroes si exis­ten” y que son ellos.

Estas fala­cias, entre muchas otras, han sido la car­ta de pre­sen­ta­ción del Esta­do colom­biano ante el res­to del mun­do y han sido efec­ti­vas, por­que a nivel inter­na­cio­nal se les asu­mía como cier­tas. Y habla­mos en pasa­do, por­que si algu­na impor­tan­cia han teni­do los acon­te­ci­mien­tos de este 2021 que ter­mi­na, radi­ca en que este año se hizo visi­ble ante la faz del mun­do el terro­ris­mo de Esta­do a la colombiana.

Una cosa es que se haya hecho visi­ble y otra cosa es que no exis­tie­ra. El terro­ris­mo de Esta­do no sur­gió de repen­te en este 2021, pues­to que ha sido una prác­ti­ca recu­rren­te en los últi­mos 75 años, como lo hemos sopor­ta­do en for­ma direc­ta o indi­rec­ta de múl­ti­ples mane­ras (ase­si­na­tos, des­apa­ri­cio­nes, tor­tu­ras, bom­bar­deos, expul­sión de pobla­ción, con­ver­sión de sec­to­res socia­les, étni­cos y polí­ti­cos en enemi­gos inter­nos, anti­co­mu­nis­mo abier­to y dis­fra­za­do, per­se­cu­ción judi­cial, lin­cha­mien­to mediá­ti­co por los gran­des pode­res de la des­in­for­ma­ción, exi­lio…), pero eso nun­ca adqui­rió relie­ve ante la reti­na de la mayo­ría de la socie­dad colom­bia­na y, mucho menos, fue vis­to fue­ra del país. Algu­nas de esas prác­ti­cas terro­ris­tas no solo han sido legi­ti­ma­das por sec­to­res de la socie­dad colom­bia­na (los “colom­bia­nos de bien”), sus inte­lec­tua­les, sus perio­dis­tas a suel­do, sino que las denun­cias que se hacían sobre ese terro­ris­mo de Esta­do que­da­ban cir­cuns­cri­tas a deter­mi­na­dos acti­vis­tas y mili­tan­tes polí­ti­cos, den­tro y fue­ra del país.

En cier­tas oca­sio­nes de los últi­mos años algu­nas de esas prác­ti­cas terro­ris­tas (ase­si­na­to de sin­di­ca­lis­tas, “fal­sos posi­ti­vos” ‒deno­mi­na­ción crea­da a pro­pó­si­to para ocul­tar la mag­ni­tud de los ase­si­na­tos de Esta­do) fue­ron denun­cia­das y sobre las mis­mas se ha adqui­ri­do cier­to cono­ci­mien­to entre sec­to­res de la opi­nión públi­ca de Euro­pa. Pero estas prác­ti­cas geno­ci­das no siem­pre han sido ana­li­za­das como la mani­fes­ta­ción del terro­ris­mo de Esta­do, con­si­de­ra­do de mane­ra estruc­tu­ral e ins­cri­tas en un con­jun­to de doc­tri­nas y prác­ti­cas con­tra­in­sur­gen­tes, que son per­ma­nen­tes, sis­te­má­ti­cas, pro­pias de la lógi­ca de la doc­tri­na de la segu­ri­dad nacio­nal, el anti­co­mu­nis­mo y el enemi­go interno, for­ja­das en Esta­dos Uni­dos y asu­mi­das ple­na­men­te por el blo­que de poder con­tra­in­sur­gen­te en Colombia.

El terro­ris­mo de Esta­do en este país ha sido tan “exi­to­so” que se ha con­ver­ti­do en un ser­vi­cio de expor­ta­ción, por­que la poli­cía y el ejér­ci­to colom­bia­nos capa­ci­tan (es decir, ense­ñan su exper­ti­cia en prác­ti­cas terro­ris­tas encu­bier­tas con la retó­ri­ca de la segu­ri­dad) a más de quin­ce esta­dos en el mun­do. Tam­bién otra varia­ble que indi­ca el “éxi­to reco­no­ci­do” de esas prác­ti­cas terro­ris­tas es la expor­ta­ción de mer­ce­na­rios (civi­les y mili­ta­res) a dis­tin­tos luga­res del mun­do, algo que tam­bién se hizo visi­ble en este 2021 con el ase­si­na­to del pre­si­den­te de Hai­tí, tema del que habla­mos más abajo.

Lo que ha suce­di­do en este 2021 res­que­bra­ja las fala­cias eri­gi­das y ha des­nu­da­do el carác­ter terro­ris­ta del Esta­do colom­biano, como se mues­tra con dos acon­te­ci­mien­tos que exa­mi­na­mos bre­ve­men­te: el paro nacio­nal y el ase­si­na­to del pre­si­den­te de Haití.

El paro nacional

El 2021 ha sido el año del extra­or­di­na­rio paro nacio­nal, la pro­tes­ta social más impor­tan­te en toda la his­to­ria colom­bia­na por su dura­ción, exten­sión geo­grá­fi­ca y la diver­si­dad de sec­to­res socia­les que par­ti­ci­pa­ron. Este paro esta­lló por razo­nes de lar­ga, media­na y cor­ta dura­ción. En lo inme­dia­to fue resul­ta­do de la acu­mu­la­ción de agra­vios duran­te el 2020, por el con­fi­na­mien­to, la repre­sión del régi­men del sub­pre­si­den­te Iván Duque y por­que el mane­jo de la pan­de­mia mos­tró la dimen­sión de la des­igual­dad y la injus­ti­cia exis­ten­tes en el país. Como fac­tor repre­si­vo el ante­ce­den­te inme­dia­to fue la masa­cre del 9 y 10 de sep­tiem­bre de 2020 en las calles de Bogo­tá y Soa­cha, cuan­do la poli­cía masa­cró a 13 per­so­nas, entre ellas un ciu­da­dano vene­zo­lano. Esa pro­tes­ta se cerró bru­tal­men­te, con la legi­ti­ma­ción que le pro­por­cio­nó el sub­pre­si­den­te quien se dis­fra­zó de poli­cía y se hizo pre­sen­te en uno de los CAI (Cen­tro de Aten­ción [Ase­si­na­to] Inme­dia­to) que había sido ata­ca­do por la mul­ti­tud enardecida.

En el mediano pla­zo el paro se ins­cri­be en un ciclo amplio de pro­tes­ta que se remi­te a lo acon­te­ci­do en el país en los últi­mos diez años, y en el que han par­ti­ci­pa­do diver­sos sec­to­res socia­les, aun­que con movi­li­za­cio­nes par­ti­cu­la­res en la mayor par­te de los casos. Den­tro de esas pro­tes­tas se des­ta­can la movi­li­za­ción de estu­dian­tes (La Mane en 2011, 2017 y 2018), de cam­pe­si­nos (Paro Agra­rio de 2013), de indí­ge­nas (diver­sas min­gas y paros regio­na­les en el sur del país) y un pri­mer inten­to gene­ral de paro (noviem­bre de 2019), que fue apla­za­do por la irrup­ción de la pan­de­mia. Esta incon­for­mi­dad, laten­te en diver­sos sec­to­res de la pobla­ción, ha esta­do rela­cio­na­da con el impac­to del neo­li­be­ra­lis­mo y la fir­ma de tra­ta­dos leo­ni­nos de libre comer­cio, cuyas con­se­cuen­cias direc­tas las vive y sien­te la pobla­ción que ha sopor­ta­do empeo­ra­mien­to de sus con­di­cio­nes de exis­ten­cia. En el lar­go pla­zo, el paro se rela­cio­na con gran­des movi­mien­tos urba­nos de pro­tes­ta que se han dado en Colom­bia, y sobre los cua­les pue­de tomar­se como pun­to de par­ti­da ‒no por­que haya sido el pri­me­ro, sino el más significativo‒ la insu­rrec­ción popu­lar a nivel nacio­nal el 9 de abril de 1948, Y seña­la­mos este hito, por­que el paro del 2021 ha sido pre­do­mi­nan­te­men­te urbano, una carac­te­rís­ti­ca que debe ser des­ta­ca­da, por­que esa varia­ble expli­ca en gran medi­da la visi­bi­li­za­ción del terro­ris­mo de Estado.

Mar­cha de denun­cia del terro­ris­mo de Esta­do colom­biano, Madrid, Espa­ña, sep­tiem­bre 12 de 2021.

La bru­tal res­pues­ta esta­tal a la jus­ta y legi­ti­ma pro­tes­ta de sec­to­res ple­be­yos del mun­do urbano ha evi­den­cia­do dos cosas. De una par­te, las mise­rias y des­igual­da­des de las ciu­da­des, gran­des y peque­ñas, de Colom­bia, en don­de se repro­du­ce la des­igual­dad estruc­tu­ral exis­ten­te entre cam­po y ciu­dad, en la que una exigua mino­ría vive como es sus gue­tos urba­nos inver­ti­dos (para ricos), como si habi­ta­ra en los barrios opu­len­tos de las ciu­da­des del pri­mer mun­do, mien­tras millo­nes de colom­bia­nos sobre­vi­ven en medio de la espan­to­sa mise­ria, pre­ca­ri­za­ción labo­ral, des­em­pleo, infor­ma­li­dad y rebus­que dia­rio. De otra par­te, esa des­igual­dad se man­tie­ne y repro­du­ce, entre otras razo­nes, con la fuer­za bru­ta del Esta­do colom­biano, cuya pre­sen­cia en las zonas más pobres del país, inclu­yen­do las ciu­da­des, se redu­ce a los bata­llo­nes mili­ta­res, esta­cio­nes de poli­cía, CAIs… sin que ten­ga pre­sen­cia social, por­que no hay ni hos­pi­ta­les, ni escue­las, ni par­ques, ni empre­sas esta­ta­les que brin­den empleo y ayu­den a la población.

La repre­sión ha sido el pan coti­diano en las zonas pobres del país, inclu­yen­do sus ciu­da­des, que sig­ni­fi­ca que, sobre todo, los jóve­nes de ambos sexos sufran el aco­so, la per­se­cu­ción, la estig­ma­ti­za­ción, la vio­len­cia sexual… No obs­tan­te, has­ta el Paro pre­do­mi­na­ba una ima­gen domi­nan­te de esa vio­len­cia esta­tal y para­es­ta­tal (pues­to que recu­rre a gru­pos y sica­rios para­mi­li­ta­res para “lim­piar” los barrios de “gen­tes inde­sea­bles”): era mar­gi­nal y, en algu­na medi­da, se jus­ti­fi­ca­ba entre las cla­ses medias del mun­do urbano como nece­sa­ria para con­te­ner la inse­gu­ri­dad, o para enfren­tar al movi­mien­to insur­gen­te en las zonas agrarias.

Has­ta antes del esta­lli­do del paro se pen­sa­ba que el Esta­do colom­biano solo era repre­sor de la insur­gen­cia en el cam­po, pero se supo­nía que las fuer­zas mili­ta­res eran unas man­sas palo­mas en las ciu­da­des, don­de no se vivía lo que sopor­tan dia­ria­men­te los cam­pe­si­nos, que están some­ti­dos a la dic­ta­du­ra de las fuer­zas mili­ta­res y sus ému­los para­mi­li­ta­res. Antes del paro, muchos colom­bia­nos de las cla­ses medias urba­nas pen­sa­ban que la vio­len­cia ins­ti­tu­cio­nal era algo mar­gi­nal y dis­tan­te, por­que se habían acos­tum­bra­do a ver nues­tra gue­rra por tele­vi­sión. Los bom­bar­deos, masa­cres, tor­tu­ras, vio­la­cio­nes, des­apa­ri­cio­nes… apa­re­cían como leja­nos y acep­ta­bles para muchos de esos sec­to­res, como el cos­to que debían pagar los que se reve­la­ban con las armas en la mano. Pero, ni en las cur­vas, ima­gi­na­ban que algo de eso pudie­ra ver­se en las ciu­da­des. Y repe­ti­mos, no es que eso no se vivie­ra en las ciu­da­des, sino que eso lo sopor­ta­ban los pobres en sus barrios y eso tenía poco inte­rés para los habi­tan­tes de barrios de cla­se media y para los ricos y pode­ro­sos sen­ci­lla­men­te no exis­tía y no importaba.

Pero hete aquí, que comien­za el paro y de inme­dia­to emer­ge níti­da la repre­sión esta­tal, uti­li­zan­do los mis­mos meca­nis­mos del terro­ris­mo ofi­cial que siem­pre ha usa­do en Colom­bia. Y esos meca­nis­mos de repre­sión se hacen más visi­bles en la medi­da en que el paro se radi­ca­li­za y pro­fun­di­za. Al final, la repre­sión deja un sal­do de uno 80 colom­bia­nos ase­si­na­dos a man­sal­va por las balas del Esta­do colom­biano. Hay cen­te­na­res de heri­dos, dece­nas de des­apa­re­ci­dos, fue­ron vio­la­das una vein­te­na de muje­res. En los barrios de ricos apa­re­cen civi­les arma­dos que, pro­te­gi­dos por la poli­cía, le dis­pa­ran a la gen­te y esos mis­mos indi­vi­duos se pre­sen­tan como la expre­sión genui­na de los “colom­bia­nos de bien” que actúan para defen­der sus intere­ses de esos intru­sos, indios, negros y pobres, que osa­ron man­ci­llar sus lujo­sos barrios.

Los medios de des­in­for­ma­ción mien­ten, como es su cos­tum­bre, sobre lo que está suce­dien­do, pero esta vez a dife­ren­cia de lo ocu­rri­do siem­pre, que­dan en ridícu­lo y se des­cu­bren sus men­ti­ras, por­que emer­gen cana­les de comu­ni­ca­ción popu­la­res y, a tra­vés, de celu­la­res y redes socia­les se difun­den fotos y videos sobre la cri­mi­na­li­dad ofi­cial y el geno­ci­dio en marcha.

Esos men­sa­jes nos mues­tran que en nues­tro país se repli­can los méto­dos israe­li­tas de repre­sión, con el uso de armas leta­les en mani­fes­ta­cio­nes, el empleo de heli­cóp­te­ros en los barrios de pue­blos y ciu­da­des para balear a la gen­te, el dis­pa­ro a man­sal­va a la cara de quie­nes pro­tes­tan (muy al esti­lo chi­leno e israe­lí) para cau­sar­les daño y dejar­los ciegos.

En Colom­bia suce­dió un poco lo del céle­bre cuen­to del escri­tor gua­te­mal­te­co Augus­to Mon­te­rro­so que dice “Cuan­do des­per­tó, el dino­sau­rio toda­vía esta­ba allí”. En efec­to, gran par­te del país des­per­tó y el terro­ris­mo de Esta­do seguía allí, nun­ca se había ido, lo que pasa­ba es que no se le había que­ri­do mirar, en una espe­cie de diso­nan­cia cog­ni­ti­va de tipo colec­ti­vo. Aho­ra, se le veía cara a cara, y no solo den­tro de Colom­bia, sino fue­ra del país. Has­ta el pun­to de que un orga­nis­mo tan inane y par­cia­li­za­do a favor de los gran­des pode­res, como es la Comi­sión de Dere­chos Huma­nos de la ONU, en un estu­dio dado a cono­cer hace dos sema­nas declaró:

“entre el 28 de abril y el 31 de julio de este año reci­bió denun­cias de 63 per­so­nas muer­tas duran­te las movi­li­za­cio­nes de pro­tes­ta que comen­za­ron a fina­les de abril con el Paro Nacio­nal. El 76% de las muer­tes se debie­ron a heri­das de bala. […] Ade­más, hubo indi­vi­duos arma­dos que ata­ca­ron a los mani­fes­tan­tes, a veces con armas de fue­go, ante la pasi­vi­dad de las fuer­zas de seguridad.

A las muer­tes docu­men­ta­das se suman repor­tes de 60 casos de vio­len­cia sexual pre­sun­ta­men­te a manos de la poli­cía. Has­ta el momen­to, la ONU ha veri­fi­ca­do 16.

El infor­me dedi­ca un ren­glón apar­te a la cri­mi­na­li­za­ción y estig­ma­ti­za­ción de los mani­fes­tan­tes, a menu­do a tra­vés de los medios de comu­ni­ca­ción, a quie­nes se rela­cio­na con actos van­dá­li­cos o actos de terrorismo.

La Ofi­ci­na tam­bién mani­fies­ta preo­cu­pa­ción por las agre­sio­nes a defen­so­res de dere­chos huma­nos y perio­dis­tas que han docu­men­ta­do los acon­te­ci­mien­tos”. [Dis­po­ni­ble en: https://​news​.un​.org/​e​s​/​s​t​o​r​y​/​2​0​2​1​/​1​2​/​1​5​0​1​462]

Qué has­ta la Ofi­ci­na diri­gi­da por Miche­lle Bache­let, que antes había jus­ti­fi­ca­do el Terro­ris­mo de Esta­do en Colom­bia, haya hecho este tipo de decla­ra­cio­nes pone de pre­sen­te la mane­ra como se ha ero­sio­na­do a nivel inter­na­cio­nal la ima­gen de la supues­ta demo­cra­cia colom­bia­na. Y la ima­gen que va que­dan­do es la que se ajus­ta a la reali­dad que sufri­mos la mayor par­te de los colom­bia­nos que habi­ta­mos en este país: un régi­men terro­ris­ta, con­tra­in­sur­gen­te, que recu­rre a todos los méto­dos (mili­ta­res, judi­cia­les, mediá­ti­cos…) para man­te­ner las des­igual­da­des y pri­vi­le­gios de una mino­ría insig­ni­fi­can­te, cuyos repre­sen­tan­tes son los mis­mos que en el ámbi­to polí­ti­co gobier­nan a este país des­de hace dos­cien­tos años.

Pero, como en el caso del Esta­do terro­ris­ta de Israel, el colom­biano no se le que­da atrás y no solo nie­ga los seña­la­mien­tos de la ONU, sino que, ade­más, dice que esa ins­tan­cia inter­vie­ne en polí­ti­ca y con su con­de­na man­ci­lla el honor de pres­ti­gio­sas ins­ti­tu­cio­nes nacio­na­les (como serían la poli­cía, el Esmad y las fuer­zas arma­das) a las cua­les exal­ta como ejem­plo de patrio­tis­mo. Por esta vía de recha­zo y nega­cio­nis­mo hay una con­fir­ma­ción del terro­ris­mo de Esta­do que ha sali­do a la luz públi­ca en este 2021.

“No están matan­do” fue el men­sa­je sin­té­ti­co con el que se denun­ció a nivel inter­na­cio­nal el Terro­ris­mo de Esta­do colom­biano. Y ese men­sa­je, como no había suce­di­do en la his­to­ria recien­te de nues­tro país, caló en diver­sos ámbi­tos fue­ra de Colom­bia y fue ampli­fi­ca­do en dis­tin­tos esce­na­rios depor­ti­vos, artís­ti­cos, diplo­má­ti­cos duran­te el 2021. Una cla­ra seña de que el terro­ris­mo de Esta­do colom­biano empe­zó a ser afron­ta­do fue­ra de nues­tras fron­te­ras, lo cual pue­de con­si­de­rar­se como un impor­tan­te avan­ce, en tér­mi­nos de cla­ri­fi­ca­ción política.

Ase­si­na­to del pre­si­den­te de Haití

El 7 de julio de 2021 fue ase­si­na­do en su resi­den­cia Jove­nel Moï­se, el pre­si­den­te de Hai­tí. Los ase­si­nos mate­ria­les for­ma­ban par­te de un coman­do trans­na­cio­nal de mer­ce­na­rios. Inme­dia­ta­men­te se cono­ció del cri­men comen­zó a cir­cu­lar la noti­cia a nivel mun­dial, sien­do el hecho más des­ta­ca­do el de la com­po­si­ción de ese gru­po de mer­ce­na­rios, la mayor par­te de nacio­na­li­dad colom­bia­na Esa era la pri­me­ra sor­pre­sa del hecho, y la segun­da que no se tra­ta­ba de cual­quier tipo de mer­ce­na­rios, sino que muchos de ellos habían per­te­ne­ci­do al Ejér­ci­to Nacio­nal de Colombia.

Des­de lue­go, no fue la pri­me­ra vez ni tam­po­co será la últi­ma en que mili­ta­res colom­bia­nos se alis­tan para rea­li­zar una ope­ra­ción de terro­ris­mo inter­na­cio­nal, por­que eso lo vie­nen hacien­do des­de hace varios años, en la medi­da en que la exper­ti­cia con­tra­in­sur­gen­te y cri­mi­nal de los cuer­pos arma­dos del Esta­do colom­biano ha sido valo­ra­do de mane­ra posi­ti­va en el mer­ca­do inter­na­cio­nal de los mer­ce­na­rios, alen­ta­do por diver­sos paí­ses del mun­do, empe­zan­do por los Esta­dos Unidos.

A pesar de esos ante­ce­den­tes de sica­ria­to orga­ni­za­do, el caso de Hai­tí mos­tró ante el mun­do el carác­ter de las fuer­zas repre­si­vas del Esta­do colom­biano, por­que eso mis­mo que ellos le hicie­ron al Pre­si­den­te de Hai­tí, con todo el sadis­mo del caso (recu­rrien­do a la tor­tu­ra, por ejem­plo) es lo que rea­li­zan con abso­lu­ta impu­ni­dad en nues­tro país des­de hace 75 años en cam­pos y ciu­da­des, como se rati­fi­có duran­te el Paro Nacional.

Unos cuan­tos datos son reve­la­do­res del com­por­ta­mien­to y carac­te­rís­ti­cas de esas fuer­zas mili­ta­res: algu­nos de los mer­ce­na­rios que par­ti­ci­pa­ron en el cri­men del pre­si­den­te de Hai­tí habían sido con­de­co­ra­dos por sus gran­des logros con­tra­in­sur­gen­tes en Colom­bia, e inclu­so uno de los que fue aba­ti­do había reci­bi­do hono­res por sus hechos de gue­rra [Ver foto adjun­ta]. Otro de los mili­cos-mer­ce­na­rios esta­ba sien­do inves­ti­ga­do por su res­pon­sa­bi­li­dad direc­ta en los crí­me­nes esta­ta­les que se cono­cen como “fal­sos posi­ti­vos” y otro es pri­mo her­mano de Rafael Gua­rín, Con­se­je­ro de Segu­ri­dad del gobierno del sub­pre­si­den­te Iván Duque. Estos datos ponen de pre­sen­te el nexo entre el Esta­do colom­biano, sus fuer­zas arma­das, el mer­ce­na­ris­mo inter­na­cio­nal y el cri­men de un pre­si­den­te del con­ti­nen­te. Todo ello es una pues­ta en esce­na del terro­ris­mo inter­na­cio­nal a la colom­bia­na, que se hizo visi­ble para cier­tos sec­to­res de nues­tro con­ti­nen­te y del mundo.

Sar­gen­to pri­me­ro del Ejér­ci­to (Reti­ra­do) Mau­ri­cio Javier Rome­ro, mer­ce­na­rio colom­biano que fue aba­ti­do en Hai­tí. Aquí es con­de­co­ra­do en Colom­bia por sus gran­des ser­vi­cios de cri­mi­na­li­dad contrainsurgente.

Esas dos carac­te­rís­ti­cas, que los mer­ce­na­rios fue­ran colom­bia­nos y mili­ta­res sus­ci­ta pre­gun­tas de fon­do: ¿Por qué mili­ta­res colom­bia­nos par­ti­ci­pa­ron en el ase­si­na­to de un pre­si­den­te en ejer­ci­cio? ¿Qué rela­ción guar­da la for­ma­ción con­tra­in­sur­gen­te del ejér­ci­to colom­biano con este tipo de crí­me­nes? ¿Qué dice Esta­dos Uni­dos de su par­ti­ci­pa­ción en este cri­men, si se tie­ne en cuen­ta que en la Escue­la de las Amé­ri­cas se pre­pa­ra­ron sie­te de los mili­ta­res colom­bia­nos que ase­si­na­ron al pre­si­den­te de Hai­tí? ¿Entre las gran­des cosas que ense­ñan los Esta­dos Uni­dos en esa escue­la del cri­men ofi­cial, aca­so no se ins­tru­ye en cómo dar gol­pes de Esta­do y matar pre­si­den­tes? ¿Qué víncu­los exis­ten entre el Esta­do colom­biano y los orga­ni­za­do­res inte­lec­tua­les de ese cri­men, cuan­do se sabe que uno de ellos, resi­den­te en Mia­mi, el vene­zo­lano Anto­nio Intria­go, apa­re­ce en una foto con Iván Duque cuan­do este últi­mo esta­ba en cam­pa­ña electoral?

Los nexos se hacen más sos­pe­cho­sos al tener cono­ci­mien­to de los múl­ti­ples pla­nes orga­ni­za­dos des­de Colom­bia (como el de la Ope­ra­ción Gedeón) para matar al pre­si­den­te Vene­zo­lano y al saber que uno de los orga­ni­za­do­res del mag­ni­ci­dio de Jove­nel Moï­se es un vene­zo­lano, radi­ca­do en Mia­mi y due­ño de CTU Secu­rity, una empre­sa de mer­ce­na­rios. Para com­ple­tar, exis­ten muchas prue­bas, inclu­yen­do foto­gra­fías, que demues­tra los nexos entre Anto­nio Enma­nuel Intria­go, pro­pie­ta­rio de la empre­sa radi­ca­da en Mia­mi que con­tra­tó a los mer­ce­na­rios que ase­si­na­ron al pre­si­den­te de Hai­tí, con altos man­dos del uri­bis­mo, que con­tro­la al Esta­do colombiano. 

Iván Duque muy son­rien­te en com­pa­ñía de Anto­nio Intria­go, uno de los orga­ni­za­do­res del mag­ni­ci­dio del pre­si­den­te de Haití.

Con todos estos ele­men­tos, y muchos otros que ape­nas se cono­cen, no que­da duda de que el Terro­ris­mo de Esta­do que se ha impues­to en Colom­bia ya no ope­ra sola­men­te a nivel interno, sino que se ha con­ver­ti­do en una expor­ta­ción no tra­di­cio­nal del país, como lo ates­ti­gua el cri­men del pre­si­den­te de Hai­tí, uno de los hechos más ver­gon­zo­sos del 2021, don­de fue cla­ra la par­ti­ci­pa­ción direc­ta de mer­ce­na­rios de las fuer­zas arma­das del Esta­do colom­biano, adies­tra­das en los Esta­dos Uni­dos. Eso ya no se pue­de ocul­tar, por mucho que la Revis­ta Sema­na haya tra­ta­do de lim­piar la cara de los sica­rios del Ejér­ci­to colom­biano, a quie­nes inclu­so, como cla­ro ejem­plo de la mani­pu­la­ción mediá­ti­ca del mun­do al revés del que habla­ba Eduar­do Galeano, pre­sen­tan como “víc­ti­mas ino­cen­tes”, sim­ples turis­tas. ¡Sí, los sica­rios del ejér­ci­to colom­biano dis­fru­ta­ban de las pla­yas del Cari­be, mien­tras pre­pa­ra­ban el cri­men del pre­si­den­te del país más pobre del continente!

Ni las peo­res mani­pu­la­cio­nes mediá­ti­cas podrán negar jamás este cri­men, al que está vin­cu­la­do direc­ta­men­te el terro­ris­mo de Esta­do Made in Colom­bia y aho­ra pro­duc­to de expor­ta­ción para des­gra­cia de nues­tro país y de nues­tra América.

Renán Vega Can­tor, Espe­cial para La Pluma.

Ima­gen de por­ta­da: Colom­bia Informa

Fuen­te: La Pluma

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