Por Karen Carrizo. Resumen Latinoamericano, 5 de enero de 2022.
El inicio del nuevo año trajo incendios forestales y Uruguay fue una de las postales. Los incendios no cesaron hasta el atardecer del sábado. Allí se quemaron mas de 21 mil hectáreas en Paysandú y Río Negro. Muchos territorios fueron devastados en la reserva de área protegida, entre ellas miles de colmenas, ganado, caballos y fauna autóctona.
Uruguay se convirtió en infierno: Algorta, Ongoroso, Piedras Coloradas, Tres Bocas, Chapicuy, Arroyo Negro fueron escenarios de la tragedia.
En las ultimas horas, los Bomberos estimaron que se quemaron 22.000 hectáreas de campo y monte en incendios en Paysandú y Río Negro, a partir de un sobrevuelo de la zona afectada, cuando el presidente Luis Lacalle Pou se trasladó al comando para informarse en persona sobre la situación de los vecinos autoevacuados.
«En los 33 años que llevo en la institución no tengo referencia de un incendio de tanta magnitud y tanta superficie afectada», comentó a la prensa el director de Bomberos, Ricardo Riaño.
Este lunes, el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) informó que todo el país está en nivel rojo de riesgo de incendios constantes, según el índice Fire Weather Index (FWI) que emplea cuatro colores (verde, amarillo, naranja y rojo) en función del riesgo de que se pueda desencadenar un incendio forestal.
Uruguay ardió como nunca. Sin embargo, los límites para frenar los desastres climáticos están en el último escalón de la agenda política. Nos lleva por este camino de plantaciones de celulosa, incendios devastadores y miseria. El deshielo de los casquetes polares; incendios, la deforestación acelerada de selvas, montes y bosques sin reposición; la contaminación del aire, el agua y la tierra, son consecuencia de descontroladas actividades humanas agrícolas, ganaderas e industriales, sin control.
Los dueños de las empresas forestales siguen explotando las tierras, nuestras tierras, convirtiéndolas en industrias: Se refleja cada vez más como la sociedad va cambiamos en un espacio verde a una ciudad, por un emprendimiento inmobiliario, como los bosques, la fauna y la biodiversidad se utilizan como medio de extracción de recursos naturales o como las costas son utilizados para un medio turístico.
Ese territorio tan diverso es el hogar de miles de comunidades, entre ellas, indígenas y campesinas con formas de habitar la naturaleza que implican disfrutarla sin colapsarla; comunidades que al desaparecer esa naturaleza quedan viviendo en las periferias urbanas, entre la marginalidad y la indigencia.
Los principales protagonistas de esta situación ambiental tan devastada en el mundo son los que creen incondicionalmente en el modelo neoliberal.
Claramente el afán de ganar dinero no tiene límites. Las metrópolis capitalistas son las principales responsables de la contaminación atmosférica producida por el CO2 (dióxido de carbono) y emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros efectos perjudiciales. Un mundo que se evapora inexorablemente, y los incendios forestales que teneos presente en la actualidad no es ninguna novedad, estamos padeciendo al capitalismo.
Los países desarrollados, como Estados Unidos, China, entre otros, son los mayores portadores de contaminación; pues, los países hoy industrializados, con altos ingresos per cápita y con el apoyo político que los acompaña por un mismo beneficio, incita a la explotación de los recursos naturales sin límite alguno. Destruyen todo.
Esta realidad constante, nos obliga a repensar las “estrategias políticas” que históricamente no quisieron ver. Que se niegan a una realidad escrita. El negacionismo es la palabra indicada que singulariza esta situación devastadora.
Los incendios forestales son naturalizadas en la cotidianidad y nos obliga a repensar una vez mas sobre los desastres catastróficos en el presente y futuro, y plantearnos: ¿Cómo enfrentar los nuevos desafíos, aún más perversos, para que no nos coman vivos?
¿El avance contra la naturaleza es el único camino para seguir disminuyendo la pobreza y el hambre que arrastra el país desde la época colonial? Esta última pregunta es la construcción de sentido en los discursos permanentes del poder hegemónico, del empresariado y de su desastroso modelo neoliberal.
Argumentan que lo hacen para producir alimentos. Pero en realidad destruyen la biodiversidad y los ingrediente esencial para combatir el hambre. Topadoras y fuego son las armas que usa el agronegocio para devorarse los paisajes históricos y, en su lugar, llenar la tierra de cultivos incomibles y animales cuya carne será vendida para exportación.
Mercantilizar la naturaleza es el único interés, por lo tanto, en sus planes el concepto de «conservar», «proteger» y «restaurar» pasan desapercibidos. A pesar de que existan leyes que protejan (Ley de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible, 2008), los políticos les permiten todo, incluso la falta de infraestructura para controlar los incendios de sus plantaciones.
Pues son el negacionismo que rechaza la realidad de los problemas climáticos históricamente. Son parte de una red de desinformación y allí también, los medios uruguayos hegemónicos hacen lo posible por ocultar la verdad de lo sucede. Uruguay deberá estar al frente de estas denuncias, exigiendo un compromiso mucho más que declarativo, para que se hagan efectivas las políticas que afronten las causas de la contaminación y las consecuencias climáticas. ¿Estará a esta altura el gobierno, su canciller y nuestro presidente?
Lo que si sabemos es que el bienestar de la comunidad y el planeta seguirán en riesgo.
Vamos a cambiar el paradigma de desarrollo cuando podamos valorar la naturaleza y todo lo que nos brinda por lo que realmente vale para cada uno de nosotros, como individuos y como comunidad. Tal vez, tengamos que vivir en un planeta herido, pero habrá muchas organizaciones destinadas a luchar por el medio ambiente y esto quiere decir profundizar los conceptos de sustentabilidad, sostenibilidad y Derechos.