La mujer, natural de Donetsk, regresó a la ciudad herculina de su ciudad natal tras vivir siete años bajo bombardeos continuos.
*Caterina Devesa /La Voz de Galicia
Tiene 52 años y vive en la calle Hércules, en el barrio de Monte Alto de A Coruña, desde el 2020. Decidió regresar de su Ucrania natal en el 2020 tras vivir siete años la guerra de cerca, tanto que en el 2015 resultó herida en la cabeza tras un bombardeo en su ciudad, Donetsk, territorio que declaró la independencia del país ucraniano en el 2014. Desde entonces sus habitantes no han conocido la paz: «para nosotros el sonido de las bombas es normal. Es el día a día, por eso, ahora que Putin entró en Ucrania creemos que puede ser el fin de esta matanza. Todos estos años la gente se ha sentido abandona», dice Elena con la boca pequeña. Porque es consciente de que pronunciarse a favor del ataque ruso es incomprensible para la mayoría: «siento ardor dentro por todo lo que viví. Parece que me tengo que sentir culpable, pero mi pueblo ha sufrido todos estos años sin que nadie hiciese nada. Yo era apolítica, pero la política y la guerra llamaron a mi puerta».
La historia de Elena y su dolor no se pueden transcribir en palabras. No le harían justicia. La mujer llegó a Galicia a inicios del 2000, se casó con un exguardia civil y tuvo un hijo, pero después se separó y volvió a Ucrania. Allí se encontró con una situación extrema y trató de volver a España. «Cuando estalló la guerra en Donbass yo quería seguir formando parte de Ucrania porque además, con mi pasaporte español no podía entrar en Rusia, me pedían visado. Entonces, cuando intenté irme estaban en la frontera militares ucranianos controlando el paso. Vi con mis ojos como le pegaron un tiro a cinco personas, mi hijo vio como violaban a una mujer y a nosotros no nos hicieron nada porque les dije que eramos ciudadanos españoles. Eso fue lo que nos salvó. Me dijeron ‘vete, pero si te volvemos a ver te matamos’ y me pidieron dinero». Después de eso, la mujer se desplazó hacia la frontera con Rusia, «pero del otro lado. Les expliqué que mi hijo era español, nacido en A Coruña, y les enseñé la partida de nacimiento. Tardaron una media hora en comprobarlo y luego nos dejaron pasar. Después nos mandaron a Crimea, en donde estuvimos en un hotel pagado por ellos cuatro meses». Pasado ese tiempo, decidió volver a Donetsk: «no quería correr el riesgo al intentar irme del país. De nuevo en la frontera expliqué lo mismo, que teníamos pasaportes españoles, y pudimos pasar».
A su regreso a casa se encontró con la vivienda en ruinas a causa de los bombardeos. «Ucrania cortó todos los suministros, agua, luz, gas…y prohibió transportar alimentos al Donbass. Nos quedamos sin nada, pero después Rusia los restableció. Ellos mandaban los camiones blancos con comida y materiales de construcción para ayudarnos a arreglar las casas». A pesar de que Elena hace hincapié en que la gente estaba agradecida con los rusos, confiesa que muchos se sentían abandonados por el gobierno: «Vivíamos en guerra continúa y la gente no entendía que Putin no hiciese nada. Por eso, ahora para muchos esta es la esperanza de que todo terminé». Durante los ocho años de guerra muchos ciudadanos de Donetsk pidieron la nacionalidad rusa para poder trasladarse lejos de la zona de conflicto. «Pero no se la daban a todo el mundo como se dice. A mí me la denegaron porque me dijeron que al tener pasaporte español no estaba en la misma situación de vulnerabilidad, ya que podía volver a España. Pero me ayudaron para volver, me pusieron en contacto con la embajada de España en Moscú y me pagaron el viaje para mí y mi hijo». Así, finalmente en el 2020 Elena regresó a la ciudad herculina. «No trabajo y vivimos en un sitio pequeño y húmedo, pero en paz». Sobre sus hijos, el mayor, de 29 años, vive fuera del país, mientras que el pequeño, de 16, estudia en A Coruña: «Le costó mucho adaptarse porque no hablaba español, pero este año ya está mejor. Estoy muy agradecida con el colegio porque le han ayudado mucho. Él tiene secuelas por todo lo que vivió de niño en Ucrania. Los bombardeos eran continuos, yo recogí trozos de los cuerpos de amigos míos que murieron por las bombas. Fue muy duro».