Ayer tres atentados sacudieron la pequeña república de Transnistria (oficialmente Republica Moldava Pridnestroviana) en lo que parece ser la apertura de un nuevo frente en la guerra de Ucrania ya que todo indica que los ataques son obras de comandos vinculados a las Fuerzas Armadas de Ucrania (FAU) o a los servicios secretos ucranianos (SBU).
El gobierno de Transnistria pidió el pasado marzo a la comunidad internacional que reconociera su independencia después de que Moldavia (país del que se independizo) pidiera formalmente su ingreso en la Unión Europea. El gobierno transnistrio siempre se ha mostrado partidario de seguir integrado en la esfera económica y política de Rusia. Mas recientemente, hace escasos días, un alto mando militar ruso aseguro que los planes del Kremlin pasaban por establecer un corredor que fuera desde Donbass, Crimea, pasando por Odessa para terminar en Transnistria
Visto pues que Transnistria vuelve a ocupar tiempo (aunque sea de manera discreta) en los espacios informativos, desde Euskal Herria Donbass Elkartasun Komitea /Comité de Solidaridad Euskal Herria Donbass hemos visto oportuno recuperar este articulo de Thierry Meyssan, publicado en la web Red Voltaire el 17 de abril de 2010, para conocer un poco la historia de esta pequeña república del espacio post-soviético, donde queda patente que tampoco se ha librado de la injerencia y de las garras del imperialismo.
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En medio de la confusión del desmembramiento de la URSS y de las proclamaciones de independencia de los Estados soviéticos, los medios de difusión concedieron muy poca atención a la de Transnistria. Esto motivó que Estados Unidos, ansioso por consolidar su propia influencia, se opusiera al reconocimiento de la Transnistria por parte de la ONU y que Washington tratara incluso de aplastarla aportando su apoyo a una invasión rumano-moldava a través del río Dniéster. Los estadounidenses cometieron sin embargo un grave error al subestimar a los generales de Moscú que se oponían Boris Yeltsin. Utilizando los medios del 14º Ejército ruso, estacionado en la propia Transnistria, esos generales hicieron posible la victoria de la resistencia popular dirigida por el actual presidente de la Transnistria (también conocida como Pridnestrovia), Igor Smirnov. Este artículo refiere acontecimientos no divulgados que permitieron alcanzar el status quo que las discusiones sobre el estatus de Kosovo y la retirada rusa del CFE han puesto nuevamente sobre el tapete.
*Thierry Meyssan /Red Voltaire
En los primeros tiempos de la Unión Soviética, la Transnistria era una República Autónoma (RASSM) y formaba parte de la República Socialista Soviética de Ucrania (RSSU). Pero, después de los acuerdos de Munich –en los que Francia e Inglaterra dejaban Checoslovaquia en manos del III Reich– la URSS, al verse aislada, concluyó un acuerdo con Alemania para no convertirse en la siguiente víctima del expansionismo nazi y de la cobardía de las naciones del Europa occidental. Sin embargo, lejos de limitarse a salvar Moscú, el pacto firmado el 23 de agosto de 1939 por los ministros de Relaciones Exteriores Joachim Von Ribbentrop y Viacheslav Molotov estipulaba la repartición de todo el centro de Europa. Una de las consecuencias de este juego de influencias fue la anexión por parte de la URSS de una parte del territorio de Rumania, su incorporación administrativa a la república autónoma antes mencionada (RASSM) y, por consiguiente, la formación de la nueva República Socialista Soviética de Moldavia (RSSM) en la que se hablaban simultáneamente el rumano y el ruso.
Cincuenta años después, los pueblos que habían sido víctimas del Pacto Ribbentrop-Molotov recuperaron su libertad como consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética. A pesar de la oposición del presidente Mijail Gorbatchov, los países bálticos y la Transnistria tratan de proclamar unilateralmente su propia independencia en 1990. Moscú envía rápidamente sus tropas especiales a restablecer el orden en los países bálticos, pero no toma en serio a la pequeña Transnistria y no interviene allí. El gobierno de Moldavia tampoco se inquieta. En pleno periodo de descomposición de la URSS, Moldavia estima que su futuro está ligado a Rumania, país con el cual tiene en común el idioma, y admite la separación a corto plazo de la Transnistria de lengua rusa.
El 19 de agosto de 1990, en Moscú, un grupo de generales nostálgicos del sueño soviético derroca al presidente de la URSS, Mijail Gorbatchov, pero encuentra la oposición del presidente de Rusia, Boris Yeltsin. El golpe fracasa en 3 días. En medio de la confusión generalizada, Estonia y Letonia salen definitivamente de la URSS. Bielorrusia y Moldavia hacen lo mismo el 25 de agosto, seguidas por la Transnistria (por segunda vez) el 1º de septiembre y, posteriormente, por todas las demás repúblicas soviéticas, una por una, durante un proceso que dura 2 meses.
En su declaración de independencia, la Moldavia ex soviética proclama solemnemente la anulación de todos los actos políticos y legales derivados del Pacto Ribbentrop-Molotov, incluyendo la incorporación forzosa de la Transnistria a su propio territorio [1]. Pero los servicios secretos moldavos –fuera de todo control político– tratan impedir la separación de la Transnistria secuestrando al líder Igor Smirnov en territorio ucraniano [2]. Tiraspol mantiene su posición y proclama rápidamente su independencia, como ya vimos anteriormente. El nuevo Estado exige además la liberación inmediata de su presidente o, de lo contrario, interrumpirá sus entregas de gas y de electricidad a la nueva Moldavia [3]. En definitiva, Moldavia y la Transnistria confirman cada una su propia independencia a través de un referéndum y designan a sus nuevos dirigentes. Sangrientas escaramuzas tienen lugar entre las Unidades Especiales del ministerio del Interior de Moldavia y la Guardia Nacional de la Transnistria. Moldavia no sólo fracasa en sus intentos de desplazar la frontera hacia el este sino que Bendery, ciudad de lengua rusa situada en la orilla occidental del río Dniéster, decide pasarse del lado de Tiraspol. Se establece entonces un cese del fuego.
Aprovechando la disolución de la URSS, Estados Unidos trata de atraer a los nuevos Estados. Los moldavos sólo piensan en el nivel de vida occidental mientras que los transnistrios pretenden concretar el abandonado sueño de Gorbatchov: adoptar la libertad de empresa y la democracia (Perestroika) así como la transparencia en los medios de difusión (Glasnost) pero conservando al mismo tiempo las conquistas del socialismo. ¡Inadmisible para el tío Sam que está tratando de dinamitar Yugoslavia y que espera acabar para siempre con el socialismo! Washington trata entonces de manipular a Chisinau contra Tiraspol. Este contexto determina el secuestro de Igor Smirnov por los servicios secretos moldavos y, sobre todo, los posteriores acontecimientos.
El 28 de febrero de 1992, Estados Unidos hace entrar triunfalmente a la ONU 8 nuevos Estados, entre los que se encuentra Moldavia. Pero no se reconoce a la Transnistria post-soviética, que pasa entonces del estatus de nuevo Estado en espera del reconocimiento internacional al de región separatista moldava. A la luz del derecho internacional, la nueva situación permite presentar la conquista militar de la Transnistria como una simple operación de restablecimiento del orden público durante un enfrentamiento con secesionistas.
Luego de una breve visita del entonces secretario de Estado, James Baker III, Washington instala su dispositivo. El embajador John R. Davis Jr., quien hizo maravillas manipulando a Solidarnosc en Polonia, dirigirá las operaciones desde Bucarest. El jefe de la estación CIA será Harold James Nicholson [4]. Se abre en Chisinau una representación diplomática [estadounidense] que servirá de centro de operaciones al coronel Howard Steers.
Reclutando elementos de disímil procedencia, los consejeros militares estadounidenses fabrican una fuerza moldava. Siendo Moldavia una república que acaba de obtener la independencia, Chisinau todavía no dispone de un ejército. Washington obtiene entonces de Bucarest el envío de cierta cantidad de oficiales rumanos y de blindados, en calidad de préstamo. En cuanto a los soldados, se recurre al reclutamiento en las prisiones. Se proclama una amnistía para los presos comunes que acepten participar en los combates. No se les ofrece remuneración, pero se les autoriza a hacerse de su propio botín. Podrán incluso apoderarse de las casas de los transnistrios que maten [5].
En Tiraspol, las autoridades transnistrias comprenden rápidamente el vuelco que se ha producido en la situación, sobre todo teniendo en cuenta que, debido al acantonamiento de 8 000 hombres del 14º Ejército ruso en territorio transnistrio, las familias de los militares rusos constituyen la mitad de la población transnistria. Con el apoyo de las estructuras sindicales, de las que él mismo procede, Igor Smirnov organiza en primer lugar una defensa popular. Además, los legendarios cosacos se unen «espontáneamente» a Igor Smirnov. Varios voluntarios llegan a Tiraspol para garantizar la dirección militar de la población [6]. Pero se necesitan armas. Y estas abundan en el arsenal del 14º Ejército ruso. Sin embargo, el Estado Mayor ruso, obligado a enfrentar otros muchos conflictos en ese mismo momento dentro del espacio ex soviético, se declara neutral [7]. El 15 de marzo, una multitud rodea el arsenal y exige la entrega de armas. Al cabo de un largo y angustioso periodo de tensión, los oficiales desisten de defender el arsenal. La multitud se apodera de 1 000 fusiles kalachnikov, 1,5 millones de balas y 1 300 granadas que pone en manos de los cosacos [8].
Las armas llegan justo a tiempo. Chisinau, que ha proclamado el estado de urgencia, se prepara para retomar Bendery. Igor Smirnov pide a la Comunidad de Estados Independientes (CEI) el envío de observadores y que se imponga el respeto del cese del fuego, pero Boris Yeltsin se niega a implicarse [9]. Pero Bendery es sede de una unidad del 14º Ejército ruso y esa unidad anuncia que no tiene intenciones de quedarse cruzada de brazos ante una ofensiva moldava, independientemente de las órdenes de su propia jerarquía. Se abren negociaciones. El vicepresidente ruso, coronel Alexander Rutskoy, viaja a la región en calidad de mediador pero los moldavos, confiados en el apoyo estadounidense, ni siquiera responden a las llamadas telefónicas del vicepresidente y se niegan a recibirlo. Rutskoy viaja a Bendery, donde pronuncia un apasionado discurso a favor de la Transnistria [10], y regresa después a Moscú, donde trata infructuosamente de movilizar a la Duma [11].
En un prudente retroceso, los moldavos aceptan el despliegue de observadores militares de la CEI [12] y los cosacos se desmovilizan [13]
En respuesta a la visita del vicepresidente ruso Rutskoy, los moldavos reciben por su parte al presidente rumano Ion Iliescu para discutir con él la fusión de los dos Estados. Temeroso de verse envuelto en un conflicto militar, Iliescu se limita a hacer unas cuantas declaraciones mientras que se abstiene de firmar los protocolos que le son presentados [14].
Prosiguen las negociaciones pero, independientemente de la buena voluntad de los diplomáticos, estas se enfrentan a la diversidad de protagonistas. En Rusia, ya Rutskoy no aparece como un exaltado solitario. Entran en escena el general Albert Makashov [15] y otras personalidades. Y Boris Yeltsin acaba por tomar una decisión dando orden al 14º Ejército de prepararse para una retirada total. En Chisinau, el presidente moldavo Mircea Snegur y sus consejeros estadounidenses ven en esa noticia la luz verde que tanto han esperado. Se ponen directamente al mando de todas las fuerzas disponibles (policía, aduanas y ejército), exigen la aprobación del parlamento moldavo para «aplastar a los separatistas» y lanzan un llamado a la ONU [16].
Una multitud de mujeres rodea nuevamente el arsenal del 14º Ejército ruso. Se apoderan esta vez de una treintena de blindados, sin encontrar oposición de parte de los soldados rusos [17].
En Moscú se produce un vuelco en el marco de las difíciles negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el desarme. El muy conciliador ministro ruso de Relaciones Exteriores Andrei Kozirev declara sorpresivamente que «no excluye que la Transnistria vuelva un día a [ser parte de] Rusia» [18].
En Chisinau, los partidarios de la Gran Rumania organizan manifestaciones contra los «separatistas» al grito de «¡La maleta, el tren, Rusia!». El 20 de junio de 1992, Moldavia ataca la Transnistria. El objetivo no es la toma de posiciones estratégicas sino sembrar el terror entre la población para provocar un éxodo. Los soldados [de Chisinau] abren fuego sobre los civiles en todas partes. Las principales calles de Bendery se cubren de cadáveres [19].
A pesar de las órdenes de Moscú, los tanques del 14º Ejército ruso rompen filas y enfrentan la invasión. Tres de esos tanques son destruidos [20]. Uno de ellos forma parte actualmente del monumento erigido en memoria de los muertos en aquellos trágicos sucesos.
El presidente [moldavo] Mircea Snegur interviene ante el parlamento de Chisinau y declara, en un discurso transmitido por la televisión, que «Rusia ha desencadenado una guerra no declarada contra Moldavia. El Dniéster es una zona ocupada por el 14º Ejército ruso» [21]. Por su parte, el gobierno de Bucarest desmiente haber enviado pilotos al ejército moldavo [22]. Será desmentido a su vez por el 14º Ejército ruso, que afirma que una decena de aviones rumanos participan en los combates [23].
Los combates de los primeros días serán particularmente sangrientos –con más de mil víctimas civiles– y decisivos. Inmediatamente se advierte que una resistencia popular organizada y armada se impondrá ante un adversario que, a pesar de ser superior en número y en equipamiento, carece de motivación y actúa como una tropa mercenaria.
Los combates se prolongan todavía durante 3 días, pero la guerra ya ha terminado.
El 29 de junio, el encargado de negocios estadounidense, coronel Howard Steers, presente en Bendery para coordinar las operaciones militares, escapa por muy poco margen a los disparos de francotiradores transnistrios [24].
Boris Yeltsin decide recuperar el control del 14º Ejército. El 30 de junio pone al general Alexander Lebed a la cabeza de esa fuerza y lo encarga de recuperar el control de todas las unidades y sacar a Rusia del conflicto. El retroceso se acompaña de declaraciones marciales que no engañan a nadie [25]. Para compensar la retirada, los «patriotas» rusos envían nuevamente los cosacos a Tiraspol [26]. Por su parte, Washington concede a los moldavos «la cláusula de nación más favorecida», como una forma de indemnización por la fracasada aventura.
El 3 de julio, Boris Yeltsin y Mircea Snegur firman en Moscú un acuerdo de cese del fuego. Desde entonces, la Transnistria (rebautizada como Pridnestrovia para hacer notar que ya no se limita a la margen oriental del Dniéster y que incluye también la ciudad de Bendery) vive en paz bajo la protección de los últimos soldados del 14º Ejército ruso. Este pequeño territorio de medio millón de habitantes sigue negándose a alinearse detrás de la OTAN y de la Unión Europea y, como represalia, se le sigue negando el reconocimiento internacional.
Catorce meses después de haber rechazado la invasión orquestada por Estados Unidos, Rumania y Moldavia, los pridnestrovianos probaron su agradecimiento a sus amigos rusos. En septiembre de 1993, cuando el presidente Boris Yeltsin –con el apoyo de Estados Unidos– trata de extender sus poderes mediante el uso de la fuerza y disuelve ilegalmente el parlamento, los diputados se rebelan, lo destituyen y ponen en su lugar al vicepresidente Alexander Rutskoy. Los parlamentarios se atrincheran en el hemiciclo con el general Albert Makashov y voluntarios pridnestrovianos se unen a ellos para garantizar la defensa. Pero Yeltsin bombardea la sede del parlamento [ruso] y ordena el asalto. Los insurgentes, entre los que se encuentran Rutskoy y Makashov, son encarcelados. Serán amnistiados 4 meses más tarde.