Vietnam. A 47 años de la gran victoria, se agiganta

Viet­nam. A 47 años de la gran vic­to­ria, se agi­gan­ta la figu­ra de Ho Chi Minh y el papel que jue­ga el Par­ti­do Comu­nis­ta vietnamita

Por Car­los Azná­rez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 29 de abril de 2022

Viet­nam siem­pre fue un hue­so duro de roer para los impe­ria­lis­mos que inten­ta­ron hora­dar su terri­to­rio. Antes que los nor­te­ame­ri­ca­nos fue­ron los fran­ce­ses, los que a media­dos del Siglo XIX habían empren­di­do la con­quis­ta del país, y se encon­tra­ron con una resis­ten­cia heroi­ca que “una y mil veces nos hizo retro­ce­der en nues­tros inten­tos”, como lo expli­ca­ría pos­te­rior­men­te uno de los jefes mili­ta­res de París. Sin embar­go, el pode­río de fue­go y la masi­vi­dad en la inter­ven­ción mili­tar faci­li­tó que pro­gre­si­va­men­te el país se con­vir­tie­ra en una colo­nia. Pero des­de el esta­ble­ci­mien­to de la domi­na­ción de los impe­ria­lis­tas fran­ce­ses el Movi­mien­to de Libe­ra­ción Nacio­nal del pue­blo viet­na­mi­ta se desa­rro­lló continuamente.

En 1939 esta­lló la Segun­da Gue­rra Mun­dial, Fran­cia fue rápi­da­men­te ocu­pa­da por los nazis, y Viet­nam pasó a trans­for­mar­se en colo­nia de los japo­ne­ses. Fue ese el momen­to en que el Par­ti­do Comu­nis­ta de Viet­nam ana­li­zó con pron­ti­tud y cer­te­za la nue­va situa­ción, con­clu­yen­do que se ini­cia­ba un nue­vo ciclo de gue­rras y revo­lu­cio­nes. Poco des­pués se for­ma­ba el Viet­minh (Fren­te de la Inde­pen­den­cia de Viet­nam) que ini­ció la gue­rra de gue­rri­llas, que se agi­gan­ta­rían a par­tir de 1945 (cuan­do el Ejér­ci­to Rojo sovié­ti­co y las fuer­zas alia­das derro­ta­rían al ejér­ci­to japo­nés) y cul­mi­na­rían con una insu­rrec­ción gene­ral y la ins­tau­ra­ción del poder popu­lar en Hanoi y en todo el país. Ho Chi Mính, el máxi­mo líder de todas las vic­to­rias viet­na­mi­tas pre­si­día el gobierno y se pro­cla­ma­ba la inde­pen­den­cia y se crea­ba la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca de Viet­nam, pri­me­ra demo­cra­cia popu­lar del sudes­te asiá­ti­co. Sin embar­go, el 23 de sep­tie­bre de 1945, el Cuer­po Expe­di­cio­na­rio fran­cés abrió el fue­go en Sai­gón, gene­ran­do a par­tir de ese día, y duran­te nue­ve años, el desa­rro­llo de una gue­rra de libe­ra­ción nacio­nal que fina­li­zó con la vic­to­ria viet­na­mi­ta en Dien Bien Phu.

El cuar­to y últi­mo capí­tu­lo de esta esca­la­da de ata­ques impe­ria­les de dis­tin­to signo que sufrió Viet­nam comen­zó en 1959 y se pro­lon­gó has­ta 1975, pro­ta­go­ni­zan­do esta vez el inten­to el pode­ro­so apa­ra­to mili­tar de los Esta­dos Uni­dos, que tra­ta­ba así de impe­dir la reuni­fi­ca­ción de Viet­nam en una sola nación. Cien­tos de miles de mari­nes se dis­pu­sie­ron a defen­der al gobierno títe­re de Viet­nam del Sur, y como le ocu­rrie­ra a fran­ce­ses y japo­ne­ses, cho­ca­ron con el muro de resis­ten­cia de todo un pue­blo enro­la­do en el Fren­te de Libe­ra­ción de Viet­nam. A par­tir de ese momen­to y duran­te quin­ce lar­gos años de con­tien­da des­pa­re­ja, en la que los inva­so­res uti­li­za­ron las más sofis­ti­ca­das armas de des­truc­ción masi­va con­tra la pobla­ción civil viet­na­mi­ta, se escri­bió una de las pági­nas más estre­me­ce­do­ras y emo­ti­vas de la his­to­ria revo­lu­cio­na­ria mundial.

Hay pos­ta­les inol­vi­da­bles de los que fue la derro­ta defi­ni­ti­va por par­te del pue­blo viet­na­mi­ta en armas, sobre ese impe­rio bru­tal que tan­to mal había pro­du­ci­do en un terri­to­rio que tan lejos que­da­ba del pro­pio. La irrup­ción el 30 de abril de 1975 de un tan­que nor­viet­na­mi­ta al pala­cio pre­si­den­cial de Sai­gón, o la ima­gen de los uni­for­ma­dos esta­dou­ni­den­ses des­po­ján­do­se de sus ropas para cam­biar­las por otras que no los dela­ta­ran, o esos mis­mos sol­da­dos arro­jan­do al mar sus pode­ro­sos heli­cóp­te­ros para que no cai­gan en manos de los ven­ce­do­res, o la foto his­tó­ri­ca de fun­cio­na­rios y ofi­cia­les del ejér­ci­to inva­sor tre­pán­do­se deses­pe­ra­da­men­te a la últi­ma nave que los podría sacar de ese “infierno” al que ellos tan­to habían cola­bo­ra­do en gene­rar. Todo ello sim­bo­li­za la caí­da del Ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se en la Gue­rra de Viet­nam, y sir­vió para mos­trar al mun­do que cuan­do un pue­blo tie­nen con­cien­cia de lo que repre­sen­ta y un lide­raz­go revo­lu­cio­na­rio como el que repre­sen­tó Ho Chi Minh pue­de orga­ni­zar­se, resis­tir y vencer.

El resul­ta­do de la agre­sión fue demo­le­dor: más de cin­co millo­nes de muer­tos, entre los cua­les alre­de­dor de 58 mil fue­ron sol­da­dos nor­te­ame­ri­ca­nos y el res­to pobla­do­res y mili­cia­nos viet­na­mi­tas, a lo que hay que sumar la devas­ta­ción gene­ra­li­za­da de un terri­to­rio, sus vivien­das e infra­es­truc­tu­ra, que fue­ron miles de veces bom­bar­dea­dos con alre­de­dor de 8 millo­nes de tone­la­das de poten­tí­si­mas car­gas explo­si­vas y tam­bién con napalm y “agen­te naran­ja” que arra­sa­ron con aldeas y seres huma­nos. A todo este accio­nar béli­co nor­te­ame­ri­cano hay que agre­gar lo que para sus tro­pas de inter­ven­ción en dis­tin­tos paí­ses es algo común: los malos tra­tos gene­ra­li­za­dos, las tor­tu­ras y todo tipo de sevi­cias con­tra los pobla­do­res dete­ni­dos, tan­to que el pro­pio gobierno de EE.UU tuvo que reco­no­cer pos­te­rior­men­te que 278 sol­da­dos fue­ron con­de­na­dos por tri­bu­na­les mili­ta­res por las atro­ci­da­des cometidas.

Este 30 de abril, es impor­tan­te recor­dar el 47 ani­ver­sa­rio del final de la Gue­rra de Viet­nam y de la reuni­fi­ca­ción entre el sur y el nor­te, cum­plien­do así la aspi­ra­ción de Ho Chi Minh de lograr que el país a par­tir de ese momen­to fue­ra uno solo y comen­za­ra una len­ta pero efi­caz recons­truc­ción. En ese sen­ti­do, vale tener en cuen­ta las pala­bras del pro­pio Tío Ho, cuan­do sos­tu­vo en los albo­res de la agre­sión esta­dou­ni­den­se: «No impor­ta cuán­tas difi­cul­ta­des y pena­li­da­des nos depa­re el futu­ro, nues­tro pue­blo está segu­ro de que obten­drá la vic­to­ria total. Los impe­ria­lis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos ten­drán que reti­rar­se. Nues­tra Patria será reuni­fi­ca­da. Nues­tros com­pa­trio­tas del Nor­te y del Sur se reu­ni­rán bajo, el mis­mo techo. Nues­tro país ten­drá el seña­la­do honor de ser una peque­ña nación que, a tra­vés de una lucha heroi­ca, haya derro­ta­do a dos gran­des impe­ria­lis­mos —el fran­cés y el nor­te­ame­ri­cano— y hacien­do así una dig­na con­tri­bu­ción al movi­mien­to de libe­ra­ción nacional”.

Des­de aque­llas jor­na­das vic­to­rio­sas de abril de 1975, el pue­blo viet­na­mi­ta se esfuer­za en cons­truir una nación socia­lis­ta, obser­van­do y resal­tan­do el lide­raz­go del Par­ti­do Comu­nis­ta de Viet­nam, así como la uni­dad como fac­to­res deci­si­vos para obte­ner tales éxi­tos. Esas señas de iden­ti­dad siguen man­te­nién­do­se has­ta el pre­sen­te en la obra de cons­truc­ción y desa­rro­llo del país.

Con el pro­ce­so de reno­va­ción (Doi Moi), pro­mo­vi­do y enca­be­za­do des­de el Par­ti­do a par­tir de 1986, Viet­nam ha rea­li­za­do ver­da­de­ras proezas eco­nó­mi­cas. En los últi­mos 30 años su Pro­duc­to Interno Bru­to cre­ció a un rit­mo pro­me­dio anual supe­rior al 5 %. Inser­ta­ron en su eco­no­mía las diná­mi­cas del mer­ca­do, pero sin per­der el sen­ti­do de la equi­dad para dis­tri­buir las riquezas.

Los índi­ces de pobre­za dis­mi­nu­ye­ron, del 58 % en 1993 has­ta el 7,5 % en 2015, 30 millo­nes de viet­na­mi­tas salie­ron del infor­tu­nio eco­nó­mi­co en esa eta­pa. Un resul­ta­do que ha teni­do al pue­blo como pro­ta­go­nis­ta y a su Par­ti­do como artífice.

Cabe des­ta­car ade­más, que en el tiem­po difí­cil que hoy vive el mun­do, pro­duc­to de los estra­gos que ha pro­du­ci­do la pan­de­mia de Covid 19, Viet­nam ha vuel­to a mos­trar que tam­bién pudo enfren­tar esta nue­va “gue­rra” con sol­ven­cia y, sin dudar­lo, está ven­cien­do como hizo en las anteriores.

Pue­blo, Par­ti­do, liderazgo

Es indis­pen­sa­ble tam­bién, des­ta­car el rol impor­tan­te que ha juga­do el Par­ti­do Comu­nis­ta local, como direc­triz de cada uno y todos los pro­yec­tos para, des­de el Gobierno, poder levan­tar el país y poder así ins­ta­lar­lo como uno de los pri­me­ros a nivel desa­rro­llo en el Sudes­te asiático. 

Por otra par­te, las proezas del pue­blo viet­na­mi­ta no habrían sido posi­bles sin la van­guar­dia polí­ti­ca fun­da­da y edu­ca­da por Ho Chi Minh, a la que el líder revo­lu­cio­na­rio cubano Fidel Cas­tro cali­fi­có como «un par­ti­do sabio que supo reu­nir a todas las capas pro­gre­sis­tas de la pobla­ción en un fren­te amplio para lle­var­lo a la victoria»

Párra­fo apar­te, mere­cen los y las jóve­nes viet­na­mi­tas que en todos estos años han teni­do la posi­bi­li­dad de cre­cer, estu­diar y capa­ci­tar­se en liber­tad, gozan­do de nive­les de ense­ñan­za de alto nivel. Sobre esas nue­vas gene­ra­cio­nes que no sufrie­ron la gue­rra pero son hijos y nie­tos de quie­nes lo die­ron todo para lograr la eman­ci­pa­ción como pue­blo, recae la res­pon­sa­bi­li­dad de afian­zar todo lo rea­li­za­do por sus mayo­res y pro­yec­tar el país hacia un futu­ro cada vez mejor. Para ello, en estos días de recuer­dos, vale ate­so­rar los valo­res his­tó­ri­cos de la vic­to­ria de la pri­ma­ve­ra del 75 y redo­blar el estu­dio sobre las ense­ñan­zas deja­das como lega­do por el Pre­si­den­te Ho Chi Minh.

Para él, para el popu­lar Tío Ho, como lo cono­cían los hom­bres, las muje­res y los niños de Viet­nam, son estas últi­mas lineas, no a mane­ra de sin­té­ti­ca bio­gra­fía sino de mues­tra de la dimen­sión inocul­ta­ble de su figu­ra de revo­lu­cio­na­rio. Ho Chi Minh fue toda su vida un com­ba­tien­te por las ideas del comu­nis­mo y un orga­ni­za­dor nato. Naci­do en la Indo­chi­na fran­ce­sa, sus pri­me­ras armas en la mili­tan­cia se die­ron cuan­do con su fami­lia emi­gró a París. Allí par­ti­ci­pó en la fun­da­ción del PC fran­cés en 1920, lue­go pasó a Chi­na don­de reu­nió a un gru­po de exi­lia­dos para impul­sar una revo­lu­ción anti­co­lo­nial en Indo­chi­na, y tiem­po des­pués, en 1930, fun­dó el PC Indo­chino. Allí empe­za­ría a reco­rrer un camino de sacri­fi­ca­do com­pro­mi­so que dura­ría has­ta su muerte.

Ho Chi Minh siem­pre tuvo a la paz y la amis­tad entre las nacio­nes pro­gre­sis­tas como meta indis­cu­ti­ble de su andar. En alcan­zar­la invir­tió toda su expe­rien­cia de mili­tan­te, hacien­do del patrio­tis­mo y la moral revo­lu­cio­na­ria dos ele­men­tos fun­da­men­ta­les. De allí, que su nom­bre y su ejem­plo han que­da­do ins­crip­tos en la his­to­ria de los pue­blos del mun­do y siguen sien­do hoy un aci­ca­te para la auto­es­ti­ma de cada uno de los habi­tan­tes de la prós­pe­ra nación vietnamita.

Itu­rria /​Fuen­te

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