Feminismos. Mujeres africanas contra la dominación colonial

Femi­nis­mos. Muje­res afri­ca­nas con­tra la domi­na­ción colonial

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Por Yadi­ra Cruz Vale­ra, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de febre­ro de 2023.

La his­to­ria de Áfri­ca está sig­na­da por siglos de saqueos, tra­ta y colo­nia­lis­mo, pero tam­bién de resis­ten­cia heroi­ca y rebel­día de sus hom­bres y muje­res que enfren­ta­ron a los impe­rios más poderosos.

Des­de las ambi­cio­nes expan­sio­nis­tas de Roma y sus empe­ra­do­res (antes de nues­tra era), la igno­mi­nia del comer­cio de escla­vos del siglo XVI al XIX, has­ta la Con­fe­ren­cia de Ber­lín de 1884 – 1885, don­de los paí­ses euro­peos con­fi­gu­ra­ron su repar­to, y aún en la actua­li­dad, el con­ti­nen­te ha sido siem­pre la codi­cia­da fruta.

Uni­do a las his­to­rias de saqueo, expo­lio, vejá­me­nes y domi­na­ción, sub­ya­cen las de muje­res, rei­nas, líde­res o sim­ples gue­rre­ras que desa­fia­ron a los inva­so­res, cuyas haza­ñas y leyen­das per­vi­ven como sím­bo­los nacio­na­les pese a la esca­sa docu­men­ta­ción y los inten­tos occi­den­ta­les de con­ver­tir­las en emble­mas del mal o silen­ciar sus glorias.

MEKATILILI WA MENZA, HEROÍNA DE KENYA

Meka­ti­li­li wa Men­za nació en la aldea de Muta­ra wa Tsatsu Gan­ze, en la región de Kili­fi, en la déca­da de 1840, y fue una de las líde­res de la rebe­lión del pue­blo Giria­ma con­tra las fuer­zas colo­nia­les británicas.

En 1885, tras el Tra­ta­do de Ber­lín, se creó el Pro­tec­to­ra­do Bri­tá­ni­co en Áfri­ca Orien­tal para con­tro­lar el terri­to­rio que hoy corres­pon­de a gran par­te de Ken­ya, y un año des­pués se esta­ble­ció el Pro­tec­to­ra­do Bri­tá­ni­co de Áfri­ca Orien­tal, ini­cian­do así un lar­go pro­ce­so de saqueo, explo­ta­ción y some­ti­mien­to. Pero mucho antes de ello el pue­blo de Giria­ma habla­ba de la pro­fe­cía de Mepoho, una his­to­ria tra­di­cio­nal que se remon­ta al siglo XIII, don­de se anun­cia­ba la lle­ga­da de los hom­bres blan­cos, por lo cual la pre­sen­cia de los bri­tá­ni­cos estu­vo siem­pre mar­ca­da por el recha­zo y la rebel­día de sus pobla­do­res, cuyas accio­nes se inten­si­fi­ca­ron en 1913.

Los com­ba­tien­tes anti­co­lo­nia­lis­tas cele­bra­ban reunio­nes en Kaya Fun­go, un cen­tro don­de se efec­tua­ban ritua­les y even­tos socia­les; Meka­ti­li­li, que enton­ces tenía unos 70 años, tuvo una inten­sa par­ti­ci­pa­ción y una posi­ción de lide­raz­go en el movi­mien­to, que entre otras accio­nes lla­ma­ba a la con­so­li­da­ción de la cul­tu­ra tra­di­cio­nal como modo de resistencia.

Mien­tras, exhor­ta­ban a no coope­rar con el hom­bre blan­co de nin­gu­na mane­ra, inclu­so dejan­do de pagar el impues­to sobre la vivienda.

Áfri­ca se con­vir­tió en fuen­te de mate­rias pri­mas y mano de obra que ali­men­ta­ba a las poten­cias imperialistas.

El 13 de agos­to de 1913, el pue­blo Giria­ma lle­vó a cabo uno de sus actos de rebe­lión más cono­ci­dos: cuen­tan que en una audien­cia con Arthur Cham­pion, el colo­ni­za­dor que inten­ta­ba apla­car la resis­ten­cia local y reclu­tar jóve­nes para la con­tien­da béli­ca, los líde­res entra­ron en el espa­cio con una galli­na y sus pollitos.

Desa­fia­ron al bri­tá­ni­co a coger uno de los polli­tos y enton­ces la galli­na le pico­teó la mano; así, le ase­gu­ra­ron, res­pon­de­rían ellos si inten­ta­ba lle­var­se a los hijos de su pue­blo a la gue­rra. En res­pues­ta, los bri­tá­ni­cos abrie­ron fue­go, matan­do indis­cri­mi­na­da­men­te a los habi­tan­tes y des­tru­yen­do las casas de la comunidad.

Meka­ti­li­li, jun­to a otro líder, Wan­je wa Mwa­do­ri­ko­la, fue­ron envia­dos a Kisii, cer­ca del lago Vic­to­ria, don­de los arres­ta­ron; des­pués de seis meses de encar­ce­la­mien­to, el 14 de enero de 1914 huye­ron de la cár­cel y cami­na­ron más de 700 kiló­me­tros has­ta Kili­fi, en la cos­ta de Kenya.

En repre­sa­lia los colo­nia­lis­tas fusi­la­ron a dece­nas de hom­bres, muje­res y niños, cap­tu­ra­ron ani­ma­les, que­ma­ron reser­vas de ali­men­tos, casas y bom­bar­dea­ron el Kaya (espa­cios sagra­dos del bos­que que guar­dan una gran espi­ri­tua­li­dad en su interior).

Los ata­ques con­tra el pue­blo y sus sím­bo­los pro­vo­ca­ron una inten­sa rebe­lión, que obli­gó a las auto­ri­da­des bri­tá­ni­cas a redu­cir su con­trol en el territorio.

Una vez más, Meka­ti­li­li fue arres­ta­da el 16 de agos­to de 1914 y tras­la­da­da en esa oca­sión a Kis­ma­yu, en Soma­lia; cin­co años des­pués resul­tó libe­ra­da y pudo regre­sar a su tie­rra, don­de desem­pe­ñó un pues­to de lide­raz­go en el con­se­jo de muje­res, y has­ta la muer­te en 1924 con­ti­nuó sien­do una incan­sa­ble lucha­do­ra por los dere­chos de su pueblo.

Sus res­tos fue­ron ente­rra­dos en el bos­que de Dakat­cha y todos los años se le rin­de home­na­je con un fes­ti­val que lle­va su nombre.

Lydia Dola, can­tan­te y mili­tan­te de la Mar­cha Mun­dial de las Muje­res, cali­fi­có a la líder afri­ca­na como pio­ne­ra de la lucha feminista.

RANAVALONA I, TERROR DE LOS COLONIALISTAS

La his­to­ria de la con­tro­ver­ti­da monar­ca de Mada­gas­car, Rana­va­lo­na I de Meri­na, está mati­za­da por leyen­das de horror y mis­ti­cis­mo sobre su cruel­dad, fun­da­men­ta­dos esen­cial­men­te en el mie­do que cau­só entre los europeos.

Al mar­gen de sus méto­dos san­grien­tos, algu­nos his­to­ria­do­res resal­tan como su gran méri­to la defen­sa a ultran­za de la inde­pen­den­cia fren­te a las ambi­cio­nes colo­nia­les fran­ce­sas y británicas.

Rama­vo no era más que una sim­ple mucha­cha de ori­gen ple­be­yo, quien nun­ca aspi­ró ni soñó con­ver­tir­se en rei­na, pero su des­tino cam­bió el día en que su padre infor­mó al rey de Mada­gas­car que pla­nea­ban una cons­pi­ra­ción para asesinarle.

El sobe­rano, agra­de­ci­do por la leal­tad, le recom­pen­só casan­do a su hija con el prín­ci­pe here­de­ro, Rada­ma, y así empie­za la leyenda.

El matri­mo­nio con el dés­po­ta prín­ci­pe, quien al asu­mir el trono ase­si­nó sin con­tem­pla­cio­nes a todos los aspi­ran­tes inclui­dos los fami­lia­res de su espo­sa, con­vir­tió su vida en un infierno.

Al no tener des­cen­den­cia, fue exclui­da de la línea suce­so­ria por Rada­ma I, quien esco­gió a su sobrino como futu­ro rey, mien­tras la monar­ca con pacien­cia y en silen­cio reu­nió a su alre­de­dor fie­les par­ti­da­rios de las cla­ses nobles y del ejército.

En 1828, y en extra­ñas cir­cuns­tan­cias, el rey murió; algu­nas ver­sio­nes his­to­rio­grá­fi­cas hablan de un sui­ci­dio duran­te un deli­rio pro­vo­ca­do por la lar­ga enfer­me­dad que sufría, pero la tesis más exten­di­da era que su espo­sa le había asesinado.

Con la ayu­da de sus par­ti­da­rios dio un gol­pe de Esta­do y se con­vir­tió en la rei­na de Mada­gas­car bajo el nom­bre de Rana­va­lo­na I.

“Gober­na­ré para la bue­na for­tu­na de mi pue­blo y la glo­ria de mi nom­bre. No ado­ra­ré a nin­gún dios más que a los de mis ante­pa­sa­dos. El océano será el lími­te de mi rei­no y no cede­ré ni el gro­sor de un pelo de mi terri­to­rio”, así anun­ció al tomar las rien­das del país.

La nue­va monar­ca se afe­rró a los valo­res cul­tu­ra­les de Mada­gas­car, adop­tan­do una polí­ti­ca ais­la­cio­nis­ta fren­te a Euro­pa, eli­mi­nó casi todas las medi­das toma­das por su espo­so y echó por tie­rra los acuer­dos comer­cia­les con Fran­cia y Rei­no Unido.

Con­tra­ria a las polí­ti­cas de su mari­do, no se fia­ba de las ver­da­de­ras inten­cio­nes de los colo­nos y esta­ba con­ven­ci­da de que que­rían aca­bar con el rei­no de Meri­na; vien­do ame­na­za­da la creen­cia mal­ga­che ante la expan­sión de la fe cris­tia­na, ini­ció una espe­cie de cru­za­da reli­gio­sa con­tra sus enemi­gos occidentales.

Expul­só a los misio­ne­ros cris­tia­nos esta­ble­ci­dos en la isla bajo el anti­guo gobierno y prohi­bió la prác­ti­ca del cris­tia­nis­mo den­tro de su reino.

Cuen­tan que su des­po­tis­mo lle­gó a tal pun­to que el pro­pio hijo envió una car­ta secre­ta al empe­ra­dor fran­cés Napo­león III para que aca­ba­ra con aquel rei­na­do, pero este no acce­dió; des­cu­bier­to el com­plot, la rei­na expul­só de for­ma defi­ni­ti­va a bri­tá­ni­cos y fran­ce­ses, y con­fis­có sus bienes.

Si bien la his­to­rio­gra­fía occi­den­tal hace mucho hin­ca­pié en su cruel­dad, las medi­das extre­mas con­tra todo aque­llo que con­si­de­ró una ame­na­za se con­vir­tie­ron en una for­ma de enfren­tar la colo­ni­za­ción de dos pode­ro­sos impe­rios, uno de los cua­les final­men­te logró su obje­ti­vo y demos­tró que Rana­va­lo­na I tenía toda la razón.

En 1896 Mada­gas­car se con­vir­tió en colo­nia fran­ce­sa, sus recur­sos made­re­ros y espe­cies exó­ti­cas, como la vai­ni­lla, fue­ron explo­ta­dos, y el país no se inde­pen­di­zó defi­ni­ti­va­men­te has­ta el 26 de junio de 1960.

Cada una en su épo­ca y des­de pers­pec­ti­vas diver­sas, Meka­ti­li­li, Rana­va­lo­na y otras tan­tas muje­res afri­ca­nas ultra­ja­das, con­de­na­das, cri­ti­ca­das o con­ver­ti­das en demo­nios, fue­ron pro­ta­go­nis­tas de las más disi­mi­les proezas y actos de rebel­día con­tra cual­quier for­ma de domi­na­ción u opresión.

Fuen­te: Pren­sa Latina

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