Pues sí, majestad, sus amantes súbditos (o sea todos los españoles), que no sabíamos nada de sus problemas pulmonares puesto que nadie nos lo había dicho (hace solo unos días su real Casa y los médicos de la clínica Planas de Barcelona nos transmitieron el mensaje de que su augusta persona, tras su chequeo anual, no presentaba anomalías dignas de mención), nos llevamos ayer un susto de muerte (perdón por la expresión, me parece que no es muy acertada) al poner el transistor por la mañana (un poco tarde, la verdad, pero no conviene olvidar que estamos hablando de un “sábado, sabadete…”) y enterarnos de que nuestro rey había sido internado de urgencia en el Hospital Clínico de la ciudad condal y estaba siendo sometido a una intervención quirúrgica para extirparle un nódulo ubicado en el pulmón derecho.
La preocupante noticia, con los señores Tejero y Armada todavía vivitos y coleando (más el primero que el segundo, desde luego) nos llenó a la mayoría de los ciudadanos de este país (puedo certificarlo, señor, pues tengo mis controles mediáticos y sociales) de un temor rayano en el pánico e, incluso, de un terror existencial incontrolable a personajes y personajillos afincados en determinados círculos del poder. Todos a una, y por unos momentos, llegamos a creer, majestad, que nos quedábamos huérfanos de su providencial figura, de su capitanía ejemplar, de su valor y bonhomía, de su acendrado espíritu democrático y, por supuesto, de su campechanía y simpatía personales. Y todo, absolutamente todo, empezó a venírsenos abajo. ¿Pero como puede estar pasándonos esto a nosotros? ¿Quién va a defendernos a partir de ahora de “los tejeros”, “los armadas”, “los milanes”, “los torres rojas”… los golpistas en suma que cada pocos lustros florecen en este país como rosas en primavera? ¿Quién va a ser capaz ahora, con los vientos especulativos que azotan a esta España sumida en la crisis y en el descrédito internacional, de enderezar la situación y asegurar el porvenir de nuestros hijos como en aquél bendito y recordado 23‑F de nuestra historia? ¿Quién asegurará en el futuro, en este país de aluvión, el problemático devenir de una transición y una Constitución que peligran más que nunca ante los ataques despiadados de nacionalistas, separatistas, rojos, anarquistas, revanchistas y ¡ojo! de un nuevo y peligroso enemigo salido de las cavernas de la represión fascista: los republicanos de la Tercera?
Afortunadamente, majestad, todo ha quedado en un susto y en una falsa alarma. Propiciado, desde luego, señor, por sus propios funcionarios de La Zarzuela y por los médicos cortesanos que le atendieron en su chequeo anual, que no han tenido ningún empacho en mentir con todo descaro a los españoles diciéndonos que su augusta persona estaba como una rosa (con perdón) y que su preciada salud estaba al nivel, por lo menos, de la de un serpa del Himalaya. Falso diagnóstico que ayer mismo, su propia esposa, haciendo gala de una simpatía, un saber estar y una educación personal similares a las de una diosa griega (en belleza, ya sabe su majestad que no), se permitió volver a emitir en público ante los periodistas atrincherados en el hall del Clinic de Barcelona con estas sin duda interesadas palabras: “Su majestad (la de usted) tiene una salud impresionante”.
Olvidándose su enamorada esposa (es un decir), señor, al soltar tan subjetiva información, de que su augusto marido, (o sea usted, otra vez, majestad) usa audífono desde hace años porque está más sordo que un sargento chusquero de artillería; que también usa lentillas de culo de vaso para poder leer sin pestañear los papeles institucionales que los amanuenses de turno le ponen delante de los ojos, un día sí y otro también; que tiene, asimismo, una rodilla más chamuscada que la del tenista Rafa Nadal, quien últimamente solo gana a los colistas del ranking; que su pelvis presenta una grieta de tamaño natural tras la caída sufrida hace algunos años en Baqueira Beret realizando las labores propias de su alto cargo; que padece varices en bastantes zonas de su cuerpo serrano; que sufrió una hepatitis en sus años mozos y a la que todavía debe prestar atención pues estas cosas del hígado, ya se sabe, sobre todo si se le sigue castigando con Vega Sicilia en cantidades moderadas pero continuas, tienen malas consecuencias..; y, por último, su señora esposa se olvidó de poner en evidencia ante los periodistas que uno de sus trabajados testículos (de usted, no de ella), que nadie sabe a ciencia cierta si es el derecho o el izquierdo aunque todo el mundo es consciente de que desde siempre a su majestad le han conocido como “el rey socialista”) permanece en paradero desconocido desde hace la mar de tiempo; según unos, debido al fatal accidente de esquí antes relatado y, según otros, por la operación de cáncer que en tan noble órgano sufrió su regia anatomía en una clínica norteamericana años ha y de la que se sigue tratando periódicamente en aquél país.
Por último, majestad, fíjese lo mala que es la gente en esta España teóricamente tan monárquica y como aprovechan cualquier circunstancia o desliz de sus colaboradores para largar contra su propio rey. Escasas horas después de su precipitada operación quirúrgica (que su real Casa dice ahora que estaba programada) ya hay personas por ahí, sin ningún escrúpulo, desde luego, que están aireando la versión de que, detectado el tumor que padecía en el pulmón derecho en el chequeo de los días 26 y 27 de abril en Barcelona, el equipo médico que lo realizó procedió, como era su deber, a analizarlo patológicamente (labor que si se quiere realizar con suficiente rigor profesional lleva su tiempo) y descubierta en ese proceso, días después, su malignidad manifiesta, urgió a su divina (constitucionalmente se entiende) persona a someterse con toda urgencia a su extirpación inmediata. Limpiándole, faltaría más, tras la extracción de la famosa cuña pulmonar, todo el entorno de la misma que pudiera estar contaminado de células cancerosas. Así la cosa quedaba zanjada de momento y el tiempo, en un sentido o en otro, haría lo demás.
No me cabe la menor duda, señor, de que esto no deja de ser una maldad urbana nacida en los aledaños del pseudo líder de la derecha, el invicto Rajoy, pero ahí está y hay que reconocer que presenta ribetes informativos plausibles para una gran mayoría de ciudadanos españoles que, al margen de la COPE, están muy escaldados con las mentiras del poder. ¡Se acuerda, por ejemplo, su majestad, cuando los fontaneros de El Pardo colocaron a Franco, muy enfermo, delante de una cortina, monitorizado y sujeto con almohadones a una silla, para que presidiera un Consejo de ministros y así dar la sensación de normalidad institucional? ¡Claro que se acuerda, si en aquellos momentos estaba su majestad a partir un piñón con el vejete de El Pardo!
Pues nada, majestad. A cuidarse y a salir de ésta. A pesar de ser republicano, se lo digo de corazón. No nos deje ahora solos, por favor, que sería un verdadero desastre. Nosotros mismos, los republicanos de pro, a pesar de querer el cambio con urgencia, reconocemos que todavía no tenemos el tinglado de la Tercera totalmente preparado y nos podría pillar el toro. Y eso sin contar con la crisis que padecemos… ¡Dénos un poco más de tiempo, señor! ¡Por lo menos un par de añitos! Y para eso es preciso que, como dicen los monárquicos cortesanos al unísono después del susto de estos días, deje su majestad de fumar. Con eso sólo sería suficiente pues a estas alturas no parece necesario, ya que los años no perdonan, pedirle a su majestad que abandone la práctica de aquellas otras picardías borbónicas que le han hecho tan famoso y que han adornado su trascendental figura histórica.