Chi­le. Flo­ra Sanhue­za: Resis­ten­cia femi­nis­ta de Clase

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 8 mar­zo 2020.-

Un 18 de sep­tiem­bre de 1974 se nos moría Flo­ra Sanhue­za Rebo­lle­do, dul­zu­ra liber­ta­ria en el sali­tre y los seca­rra­les del nor­te chi­leno. Has­ta allí se lle­ga­ron sus padres, anar­quis­tas espa­ño­les exi­lia­dos tras el fra­ca­so de la huel­ga gene­ral de 1917 y la repre­sión des­en­ca­de­na­da. En Iqui­que aún flo­ta­ba en el aire el dolor a san­gre derra­ma­da, el olor a gri­to des­tri­pa­do de las fami­lias ame­tra­lla­das a la orden del gene­ral Rober­to Sil­va Renard, un tipe­jo con amplio currí­cu­lum cri­mi­nal, res­pon­sa­ble direc­to de las masa­cres de los obre­ros del sali­tre en huel­ga en 1907 y de los ciu­da­da­nos que pro­tes­ta­ban con­tra la subi­da del pre­cio de la car­ne en San­tia­go en 1905.

Edu­ca­da en un ambien­te anar­quis­ta, con unos padres que seguían los prin­ci­pios peda­gó­gi­cos de Fran­cesc Ferrer i Guàr­dia, Flo­ra cre­ció entre los sue­ños de lucha dia­ria de los ami­gos y cono­ci­dos de la fami­lia, exi­lia­dos lle­ga­dos de todas par­tes, como Juan De Mar­chi, aquel vie­jo anar­quis­ta que impreg­nó de huma­nis­mo a un joven Sal­va­dor Allen­de.

En 1935, Flo­ra, 23 años, deci­de via­jar a Espa­ña, a las raí­ces de su con­cien­cia, para vivir los cam­bios socia­les que se están viviendo…hasta que lle­ga la muer­te decre­ta­da por los mili­ta­res fas­cis­tas. El bien más pre­cia­do es la liber­tad y Flo­ra Sanhue­za lo defien­de con fe y valor en las calles de Bar­ce­lo­na el 19 de julio. No deja­rá el fusil y mar­cha­rá al fren­te con la Colum­na Durru­ti.

Tras la derro­ta repu­bli­ca­na, Flo­ra y su com­pa­ñe­ro, un comu­nis­ta yugos­la­vo, pasan a Fran­cia para ser inter­na­dos en cam­pos de con­cen­tra­ción, de los que con­se­gui­rán salir en 1942 para inte­grar­se en la Resis­ten­cia has­ta el final de la II Gue­rra Mun­dial. Flo­ra deci­de que es el momen­to de regre­sar a Chi­le. Es el año 1946 y el abo­ga­do Gabriel Gon­zá­lez Vide­la aca­ba de ganar las elec­cio­nes con el apo­yo del Par­ti­do Comu­nis­ta, al que brin­da tres car­te­ras ministeriales.

Flo­ra Sanhue­za lle­ga a Chi­le en 1947 para des­cu­brir que Gon­zá­lez Vide­la ha sali­do rana. O más exac­ta­men­te rata. Es Gon­zá­lez Vide­la la rata que sacu­de su pelam­bre­ra lle­na de estiér­col y de san­gre sobre la tie­rra mía que ven­dió. Todo lo ha trai­cio­na­do. Vía Ley de Defen­sa Per­ma­nen­te de la Demo­cra­cia prohí­be el Par­ti­do Comu­nis­ta y des­en­ca­de­na una feroz repre­sión con­tra el movi­mien­to obrero.

Flo­ra rea­li­za un her­mo­so acto de resis­ten­cia. Crea el Ate­neo Liber­ta­rio Lui­sa Michel dedi­ca­do a la edu­ca­ción de las muje­res que tejen redes de pes­ca. Edu­ca­ción y tejer redes de apo­yo mutuo, aun­que sea des­de la prác­ti­ca clan­des­ti­ni­dad, para resis­tir, que los tiem­pos ape­nas per­mi­ten otra cosa cuan­do a Gon­zá­lez Vide­la suce­de el gene­ral Car­los Ibá­ñez del Cam­po en su segun­do abor­da­je a la pol­tro­na pre­si­den­cial. El Ate­neo se con­ver­ti­rá en Escue­la Liber­ta­ria Lui­sa Michel, abier­ta tam­bién a los hijos e hijas de la cla­se trabajadora.

La escue­la aguan­tó pre­sio­nes de todo tipo has­ta ini­cios de 1960, pero Flo­ra con­ti­nuó impli­ca­da a fon­do con su comu­ni­dad, en Iqui­que, pres­tan­do apo­yo y calor a quien lo nece­si­ta­ra. Chi­le, pre­so de las oli­gar­quías que lo habían ven­di­do a los intere­ses ingle­ses del nitra­to y a los intere­ses esta­dou­ni­den­ses del cobre, for­ja­ba la Uni­dad Popu­lar para ser devuel­to a manos de su gen­te. Un vie­jo ami­go de la fami­lia, Sal­va­dor Allen­de, lle­ga­ba a la pre­si­den­cia. Y los de siem­pre vol­vían a decre­tar la muerte.

El 11 de sep­tiem­bre de 1973, Flo­ra Sanhue­za es some­ti­da a arres­to domi­ci­lia­rio y pos­te­rior­men­te es tras­la­da­da con su hijo Héc­tor Pavé­lic al cam­po de con­cen­tra­ción de Pisa­gua. El cam­po de con­cen­tra­ción de Pisa­gua lo había inau­gu­ra­do Gon­zá­lez Vide­la para ati­bo­rrar­lo de pre­sos comu­nis­tas y allí hizo sus pri­me­ros pini­tos un tenien­te lla­ma­do Augus­to Pino­chet. Cerra­do en febre­ro de 1949, fue reabier­to por Ibá­ñez del Cam­po. En sep­tiem­bre de 1973 vol­vió a entrar en fun­cio­na­mien­to bajo el man­do de otro insig­ne psi­có­pa­ta uni­for­ma­do, el tenien­te coro­nel Ramón Larraín Larraín.

Eje­cu­cio­nes y tor­tu­ras mar­can el día a día en el recin­to. A Flo­ra la cuel­gan de un pilar y hacen tiro al blan­co con ella, sin dar­le, para echar­se unas risas. A muchos pri­sio­ne­ros los entie­rran en la are­na has­ta el cue­llo, bajo el sol del desier­to, mien­tras los mili­ta­res se acer­can a ori­nar­se en sus cabe­zas. Un joven sol­da­do de 19 años, Michel Nash, se nie­ga a par­ti­ci­par en la bar­ba­rie. Es fusi­la­do. Flo­ra Sanhue­za es bru­tal­men­te tor­tu­ra­da, inclu­yen­do la vio­la­ción delan­te de su hijo.

Flo­ra Sanhue­za, 63 años, el cuer­po roto, aca­ba ingre­sa­da en el Hos­pi­tal San Juan de Dios de San­tia­go. Allí mori­rá el 18 de sep­tiem­bre de 1974. Sus res­tos vol­vie­ron a Iqui­que, a un peque­ño peda­zo de tie­rra, un jar­dín de acracias.

Publi­ca­do en : labo­ca­do­ra

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