Desde la época de la industrialización, la situación objetiva de la mujer experimentó notables transformaciones que tuvieron consecuencias características el la constitución política del proletariado: dejó ver que la mujer era un sujeto oprimido. A su vez, planteó el obstáculo que esto suponía en la organización de la clase trabajadora.
Si bien el capital preparó a mujeres y hombres para enfrentarse, la participación de las mujeres trabajadoras en los movimientos obreros aumentó considerablemente. La creación de este día fue en definitiva fruto de años de compromiso militante, un paso táctico marcado por los partidos obreros en el camino de la revolución socialista.
Sin embargo, y debido a fracasos históricos, las mujeres trabajadoras seguimos siendo sujetos oprimidos, aunque esto haya cambiado de forma. Así, sabemos que mientras la opresión de genero no se resuelva de raíz, la más perjudicada siempre sera la mujer proletaria.
En las últimas décadas, además, el contexto de crisis ha dejado las vidas de las mujeres trabajadoras en una situación todavía peor. El capital ha tenido que perfeccionar los mecanismos de explotación para garantizar la extracción de plusvalía, condenándonos a situaciones laborales cada vez más miserables. Ejemplos claros de ello son todas las luchas llevadas a cabo últimamente desde el sector de los trabajos feminizados: trabajadoras de residencias, de servicios de limpieza, de servicios de atención domiciliaria…
Asimismo, es innegable la influencia de las transformaciones sociales en las cuestiones sociales. En este caso, cabe destacar que la ofensiva cultural que viene de la mano de este nuevo ciclo económico ha creado las condiciones para el auge de la violencia machista: en 2019 al menos cuatro mujeres fueron asesinadas en Euskal Herria, todos los días podemos leer noticias de mujeres víctimas de acoso sexual, violaciones grupales y casos de trata de mujeres con fines de explotación sexual.
Es urgente, por tanto, recuperar la iniciativa política en este asunto. Sabemos que la única posibilidad de acabar con la opresión de las mujeres trabajadoras la puede ofrecer solo una organización de clase. En este sentido, nos corresponde organizar la línea de trabajo de las mujeres en contraposición a la actual modalidad de poder.
Para ello será necesario elaborar herramientas organizativas que respondan a las opresiones y problemáticas que sufrimos en el día a día las mujeres proletarias. Por lo tanto, nos corresponde trabajar en los espacios organizativos de mujeres trabajadoras: recuperar formas de solidaridad, reivindicar la defensa de los beneficios en cuestiones laborales o llevar a cabo luchas por derechos. Por tanto, será imprescindible desarrollar la educación política de las mujeres trabajadoras a través de instrumentos organizativos y prácticas políticas. Es decir, estos espacios deben tener como objetivo aumentar la conciencia de clase.
En este sentido, debemos aprovechar días como el 8 de marzo para dar un impulso a las luchas tácticas que refuerzan la misma estrategia, teniendo siempre claro que sólo pueden dar sus frutos como complemento a la organización del día a día. Por lo tanto, nos corresponde seguir creando oportunidades para que las mujeres trabajadoras seamos sujetos políticos. Realizando un reparto efectivo del trabajo diario y animando a las trabajadoras a organizarse en él. Porque la partida real se juega en la lucha diaria.
¡Viva la lucha de las mujeres trabajadoras!