Juan Natalizio /Resumen Latinoamericano /1 de abril de 2020
El 2 de abril de 1982, aquel día que llevó a la Argentina a un enfrentamiento bélico con Gran Bretaña, la OTAN y Estados Unidos por las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, es un acto maldito –o un hecho olvidable- para el statu quo mundial. Luego de 149 años de ilegítima ocupación británica, la República Argentina recuperó (por 74 días) estos territorios y su rico mar adyacente al Atlántico Sur, hace 38 años.
Después de la Guerra de Malvinas, distintos gobiernos nacionales implementaron diversas políticas para promover el olvido de esa experiencia, de los muertos, de los sobrevivientes y de la causa por la que lucharon.
La “desmalvinización” implicó un proceso de desactivación de pasiones, sentimientos y pensamientos en torno a este hecho histórico, orientado por los sectores conservadores y de mentalidad colonial. Tal dispositivo ‑como señala Gustavo Cangiano- estuvo orientado a deshistorizar la guerra y desligar el conflicto armado de 1982. Así, el discurso “desmalvinizador”, pretendió y aún pretende clausurar ciertos sentidos históricos sobre esta cuestión.
No es de extrañar que el Club Político Argentino de intelectuales, haya pedido que la guerra de Malvinas sea “condenada sin cortapisas”. En un artículo publicado por el diario conservador La Nación en el año 2012 expresaron: “Como argentinos, desaprobamos que el 2 de abril haya sido declarado ‘Día del veterano y los caídos en la guerra en Malvinas”.
Desde diferentes sectores se realizan grandes esfuerzos para instalar en el imaginario argentino la idea de que con la guerra, la dictadura genocida se quiso perpetuar en el poder, limpiar su imagen o la “hipótesis” más absurda: que entre botellas de whisky se tomó la decisión de recuperar Malvinas. Todas ellas son “zonceras” de la “desmalvinización”.
En el Manual de Zonceras Argentinas, el escritor Arturo Jauretche dice que la zoncera “consiste en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia –y en dosis para adultos- con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido.
Hay zonceras políticas, historiográficas, económicas, culturales, la mar en coche (…) basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasa con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo.”.
La desmalvinización tiene una gran cantidad de zonceras: el lugar en donde se ponen a nuestros soldados, como víctimas; los crímenes que se cometieron en Malvinas por parte de los oficiales argentinos (los de los ingleses no se habla ni se investiga); el rol de estos oficiales; y la lista es larga, pero hoy queremos hablar del 2 de abril.
2 de abril, un acto de defensa
La argentina Comisión de Análisis y Evaluación de la Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, en el conocido “Informe Rattenbach” sobre la recuperación militar, afirmó: “Con ese acto, la nación reivindicaba un objetivo histórico y mostraba su determinación de hacer respetar sus derechos sobre un territorio irredento. Además, estas justas aspiraciones habían sido reconocidas sucesivamente por las Naciones Unidas a partir del año 1965 siendo sistemáticamente resistidas por Gran Bretaña”.
Y señaló que “la ocupación militar se daba como un recurso extremo para denunciar y comprometer ante el mundo a una potencia colonialista que se negaba obstinadamente a negociar con seriedad el futuro de las islas”.
Por su parte, quien fuera Fiscal de Cámara en el juicio a la Junta Militar por las responsabilidades del conflicto bélico (Causa N° 59), Luis Gabriel Moreno Ocampo, declaró: “La Fiscalía (…) acepta expresamente que la conquista de Malvinas fue un acto de legítima defensa; eso aquí no se discute, ni en ningún foro internacional se condenó a la Argentina como agresora, menos la Fiscalía estaría dispuesta a decir esto.”
La tercera Junta Militar de la dictadura genocida (compuesta por el general Leopoldo Fortunato Galtieri, el almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier Basilio Lami Dozo), tenía como prioridad la recuperación de Malvinas. Su principal impulsor era el almirante Anaya.
El 5 de enero de 1982 se comenzaron a estudiar los planes para un desembarco militar, que se realizaría si las negociaciones diplomáticas no prosperaban. Pero para comprender el desembarco militar argentino en Malvinas del 2 de abril, hay tres factores fundamentales que es preciso analizar: Estados Unidos, los grupos económicos, y la Royal Navy (armada militar británica); los verdaderos responsables del conflicto.
Estados Unidos
Para Estados Unidos, la importancia de Malvinas era la necesidad de tener una base militar para proteger la ruta marítima del petróleo. En una entrevista, el Dr. Bartolomé contó cómo el expresidente Arturo Frondizi se refirió al interés de Estados Unidos sobre Malvinas: “Durante 1981, un contacto de máxima confianza de [Frondizi] que es el embajador Walters, le dice que por la situación estratégica global que se estaba viviendo en ese momento, el enfrentamiento Este-Oeste, para los Estados Unidos resultaba imperativo poder disponer de algún tipo de instalación militar en las Islas Malvinas».
«Ese imperativo iba a llevar a la Casa Blanca a ayudar a Gran Bretaña para que se cancele en su favor el pleito de la soberanía, inclusive (aunque no era lo ideal) a través de un conflicto armado”, indicó.
No es casualidad que el general Galtieri en un viaje a Estados Unidos se haya reunido con el entonces vicepresidente George W. Bush. Tampoco es casualidad que lo hayan llamado “General majestuoso”, ni que en todas las consultas previas que realizó Argentina a funcionarios estadounidenses estos hayan sostenido que, en caso de un conflicto, su posición sería “hand off” (manos afuera). Los hechos demuestran que esto no fue así y la ayuda militar de EE.UU. fue clave para el triunfo militar británico.
El interés de Estados Unidos sobre las Islas Malvinas es de larga data. El mismo General Rattenbach, en 1976, comentó que en 1945 Argentina planeó la recuperación de las Islas, al conocerse la decisión británica de cederlas a EE.UU.
Grupos económicos
En 1968, en plenas negociaciones entre Argentina y Gran Bretaña por Malvinas, se logró un acuerdo entre ambos países sobre un borrador del “Memorando de Entendimiento sobre la cuestión de las Islas Malvinas”. El Comodoro ® VGM Rubén Moro, en su libro “La Trampa de Malvinas” señala que el borrador fue redactado previamente “como secreto”, y “establecía que los ingleses aprobarían la transferencia de soberanía si aseguraban las comunicaciones entre las Islas y el continente y se garantizaba los intereses de los habitantes de las Malvinas”.
A raíz de este hecho, surgió el Falkland Islands Emergency Committee, un lobby de los intereses económicos británicos en el Atlántico Sur, que fue creado en Londres por William Hunter Christie, ex funcionario de Estado, con la participación de los aristócratas Lord Buxton y Lord Shackleton y miembros del servicio civil inglés. No se quedó afuera de esta operación el Daily Express, un periódico conservador aliado en la difusión de las acciones del grupo.
Este lobby operó fuertemente hasta lograr que ambos gobiernos rompieran con el mencionado “memorando de entendimiento”. Pero no se quedó quieto: pasó a llamarse United Kingdom Falkland Islands Defense Committee (Comité de Defensa de las Islas Malvinas del Reino Unido). A partir de ese momento, comenzaron campañas científicas en el Atlántico Sur explorando la plataforma continental, y una campaña en los medios de comunicación para informar de las “riquezas” petroleras que allí había.
Además, seguiría siempre al acecho para impedir todo tipo de acuerdo entre los gobiernos. Durante el tercer mandato de Juan Domingo Perón (1974) hubo una nueva propuesta por parte de Londres que no logró avanzar por el fallecimiento del entonces presidente argentino; un nuevo intento fue, nada más y nada menos, que durante el gobierno de Margaret Thatcher. El lobby del Comité nuevamente logró frenarlo.
El United Kingdom Falkland Islands Defense Committee buscaba asegurarse que Londres no avanzara en ningún tipo de acuerdo con Buenos Aires. El 20 de marzo de 1982, se produjo el desembarco de obreros argentinos en las Georgias del Sur para efectuar el desmantelamiento de unas factorías balleneras. Esta operación había sido pactada entre el empresario argentino Constantino Davidoff y la compañía británica Christin Salvensen de Edimburgo.
Tanto en Gran Bretaña como en Malvinas se sabía de este contrato comercial, quiénes irían y cuánto duraría el trabajo. Pero al llegar los obreros a las Georgias del Sur comenzó una campaña en el Reino Unido que sostenía que habían desembarcado militares y que el desembarco de los trabajadores era ilegal. El escándalo inmediatamente se convirtió en un asunto diplomático. El 23 de marzo del mismo año, ante la crisis generada, se reunió el Parlamento británico y rompió todo diálogo con Argentina por la Cuestión Malvinas, desalojó a los obreros y revalorizó el Atlántico Sur, manteniendo una fuerza militar. Este fue un gran triunfo para el lobby.
Ante esta crisis diplomática y la información que llegaba a Buenos Aires sobre el avance de buques y submarinos nucleares hacia el Atlántico Sur, la dictadura tomó la decisión de continuar con su plan militar de recuperar las Malvinas. Sin el escándalo generado por el lobby no se hubiera producido la recuperación de Malvinas en abril de 1982. Quizás, más adelante, pero eso nunca lo sabremos.
La Royal Navy
Otro actor que necesitaba un conflicto bélico era la industria militar y, en especial, la armada británica. En 1981, el gobierno de Margaret Thatcher anunció un drástico ajuste militar que implicaba dar de baja a buques, fragatas, portaaviones, personal militar y cerrar astilleros. Para frenarlo, la Royal Navy tenía un solo camino: una guerra.
En marzo de 1982, la flota británica comenzó ejercicios militares en Gibraltar. Al mando de estos ejercicios estaba el almirante John Forster Woodward, quien en su libro “Los cien días” contó que el 29 de marzo de ese año se reunió con su jefe, el almirante John Fieldhouse, quien mencionó que la crisis en el Atlántico Sur aumentaba, y por eso había que preparar una flota para enviar.
Dos días después Fieldhouse junto al Primer Lord del Almirantazgo, Sir Henry Leach, participó de una reunión de emergencia en Londres, ya que se supo que una flota argentina navegaba rumbo a Malvinas. Ante esta situación, Thatcher consultó a Leach qué se podría hacer si la “invasión” a Malvinas se producía.
Cuenta la Dama de Hierro: “Jamás olvidaré, la serena, tranquila y confiada respuesta”. La respuesta de Leach fue: “Puedo preparar una fuerza de tareas formada por fragatas, destructores, lanchones de desembarco, naves de apoyo. Sería encabezada por los portaaviones Hermes e Invencible. Puede estar lista dentro de 48 horas.”
Claramente, Leach tenía todo preparado para movilizar a la mayor fuerza británica desde la Segunda Guerra Mundial. Tenía también un objetivo principal: no perder su capacidad militar y que sus buques no pasen a ser museo de una época “dorada” del Imperio. La Royal Navy ejerció presiones para que se produjera el enfrentamiento militar y aseguró que no hubieran negociaciones después del 2 de abril.
2 de abril, una fecha maldita
Sin dudas, para los intereses económicos británicos y mundiales, el 2 de abril es una fecha maldita, porque a partir de allí se produjo una fuerte unidad latinoamericana contra la agresión colonial de Gran Bretaña y sus aliados, Estados Unidos y la OTAN.
El 2 de abril le demostró a las Fuerzas Armadas Argentinas quiénes son los verdaderos enemigos: Inglaterra y Estados Unidos. Hasta 1955, las Fuerzas Armadas Argentinas (FFAA) tenían como principal objetivo la defensa de los intereses nacionales, pero a partir del golpe al gobierno del presidente Perón, pasaron a enrolarse en la doctrina denominada de “seguridad nacional”, convirtiéndose en opresoras del pueblo argentino y defensoras de los intereses extranjeros.
Con el golpe de 1976, las FFAA desarrollaron hasta su máxima expresión esta doctrina, cometiendo un genocidio sin precedentes. Pero el 2 de abril de 1982 debían enfrentar una guerra real. Dejaron de actuar exclusivamente en la represión civil interna y asumieron una lucha cara a cara contra las fuerzas británicas.
Por supuesto que los generales y almirantes no estuvieron a la altura de los acontecimientos. Los años de influencia de la doctrina de Estados Unidos y Francia para el Ejército, y británica para la Armada, no se podían borrar de un plumazo. La decisión de la recuperación de Malvinas, ante la agresión británica en las Georgias del Sur, se tomó a partir de la estúpida creencia de que no se llegaría al enfrentamiento bélico. Suponían que Estados Unidos lo impediría y que la flota británica no se movilizaría.
En definitiva, se pensó en recuperar las Malvinas para negociar: nunca se barajó la posibilidad de un conflicto armado. Por ello, cuando los ingleses llegaron y los combates comenzaron, la defensa de las Islas fue una permanente improvisación.
El término “desmalvinización” lo impulsó un extranjero: el politólogo y sociólogo francés Alian Rouquié que, en una entrevista realizada por el periodista y escritor Osvaldo Soriano para la revista Humor en 1983, advirtió que para evitar que los militares vuelvan al poder era necesario “dedicarse a desmalvinizar la vida argentina.
Esto es muy importante: desmalvinizar, porque para los militares las Malvinas serán siempre la oportunidad de recordar su existencia, su función y, un día, de rehabilitarse. Intentarán hacer olvidar la guerra sucia contra la subversión y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta, que es la defensa de la soberanía nacional. Malvinizar la política argentina agregará otra bomba de tiempo en la Casa Rosada”, afirmó Rouquié.
El politólogo francés propuso “desmalvinizar” porque para los “militares será siempre la oportunidad de recordar su existencia”. Pero, ¿si la defensa del territorio nacional no es la razón de la existencia de las FFAA, cuál es? Y ahí es donde tiene que estar la formación militar. Desmalvinizar es borrar el aprendizaje de 1982, esa experiencia que mostró que el enemigo está ahí en Malvinas y es Europa occidental y Estados Unidos.
Se dice que la guerra de Malvinas acabó con la Dictadura, pero esto no es más que otra zoncera ya que sólo precipitó el traspaso de mando de Galtieri a Benito Bignone, que finalmente entregó el poder a los civiles, a fines de 1983. Quien terminó con los genocidas en la Casa Rosada fue el pueblo trabajador organizado en las calles, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo desafiando a los represores y reclamando por sus hijos/as y nietos/as. La de Malvinas no fue una guerra de una democracia contra una dictadura, ya que Thatcher tuvo como aliado a otro dictador genocida: el chileno Augusto Pinochet.
En Malvinas luchó el pueblo argentino representado por sus soldados conscriptos. Fueron ellos los que combatieron contra el ejército invasor. Desprovistos, en general, de ropa, armas, comida. Allí nacieron miles de héroes, que por sus actos en función de un otro (sus compañeros y el país), quedarán en el corazón del pueblo argentino.
Esos soldados, alejados del modelo de héroe hollywoodense, eran criollos que con su arrojo se destacaron, como los soldados Daniel Massad, Julio Cao, Fabricio Carrascul, Romualdo Bazán y tantos otros. No eran “pobres pibes”, ni víctimas, ni chicos. Eran el pueblo argentino en armas, luchando por nuestra soberanía; con sus miedos y su valentía. Ellos siempre serán los héroes de Malvinas.
Ellos representaban al pueblo solidario, que como en distintas ocasiones de nuestra historia, se movilizó entregando todo para el combate. El mismo pueblo que separó la dictadura de la gesta de Malvinas. Así las Fuerzas Armadas quedaron de repente, separadas de la oligarquía local y se encontraron con el pueblo, se unieron. Claro, como ya dijimos, los altos mandos no estaban capacitados ni tenían la intención de hacer una guerra nacional, latinoamericana y total. De ahí, el resultado. Pero la enseñanza es enorme y eso es lo que se busca borrar de la historia.
El 2 de abril es una fecha maldita para el statu quo mundial. No estudiar quiénes fueron, en su conjunto, los responsables del desembarco militar argentino en Malvinas, es ocultar a quienes necesitaban el enfrentamiento. Aquellos que desde entonces, se enriquecieron. Hablamos aquí no sólo del gobierno británico, sino también de los “intereses” económicos. Mientras se mantengan en las sombras operando en el Atlántico Sur y en el continente, con sus intereses intactos, no tendrán ninguna necesidad de sentarse en una mesa de negociación.
A la unidad latinoamericana corresponde, un día como hoy, recuperar el sentido histórico de la Cuestión de Malvinas. Como dijo Fidel Castro “la guerra de Malvinas es una guerra de liberación nacional”. De lo contrario el 2 de abril quedará en el calendario como una fecha “maldita” y oculta de la historia argentina.
*Periodista. Docente e investigador del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.