Franco Turigliatto /Resumen Latinoamericano /2 de abril de 2020
La crisis sanitaria italiana, después de tres semanas de encierro, adquiere aspectos aún más dramáticos y, hasta ahora, no hay signos convincentes de limitación de la epidemia: ahora [a 29 de marzo] ha afectado a 80.000 personas y han fallecido más de 10.000 personas.
Al menos, estas son las cifras oficiales. Por todas partes, incluyendo comunidades científicas internacionales, como Nextstrain, se aventuran cifras mucho más altas. En cualquier caso, es todo el sistema nacional de salud el que ya no puede garantizar una atención adecuada para toda la gente enferma y menos aún para mantener activos los demás servicios: se han pospuesto un millón de intervenciones «normales».
«Problema de hambre»
No solo es evidente que una serie de medidas, como detener la producción innecesaria, se tomaron tarde, sino que incluso hoy en día muchas empresas no esenciales continúan produciendo, poniendo en peligro la vida de trabajadoras y trabajadores además de promover la propagación de la epidemia.
Solo en Lombardía, 12.300 empresas, que deberían estar cerradas, pidieron al Prefecto (esta es una disposición prevista por el decreto en el proceso de aplicación) que puedan continuar la producción; esto es posible, a menos que este último dé la orden de detenerse.
La condición de las y los sanitarios, obligados a enfrentar el desastre sin el equipo apropiado o equipos de protección individual (EPI), sigue siendo dramática y pagan un alto precio: más de 6.000 infectados y decenas de muertos.
Pero otra gente trabajadora, empleada en servicios esenciales, también vive en una situación muy difícil: las y los que trabajan en supermercados, por ejemplo, y también quienes no tienen un EPI adecuado y sin que haya cierres que permitan la desinfección de su lugar de trabajo.
Si las y los trabajadores de las empresas cerradas sufren una fuerte caída en los salarios, ya que solo pueden beneficiarse de los beneficios de desempleo técnico, la condición de quienes trabajan, o trabajaban, en la economía informal, y que ahora están privados de cualquier ingreso, es totalmente desastrosa. En el sur, donde el 13% de la población vive en familias sin personas asalariadas, estamos hablando de 4 millones de personas que corren el riesgo de padecer hambre en este momento. Tanto es así que las solicitudes de ayuda del Banco de Alimentos se han disparado. Sin mencionar los cientos de miles de personas migrantes, esenciales para la ganadería y la recogida de frutas y verduras de temporada, amontonadas en barrios marginales, que ganan unos pocos euros al día por 12 a 14 horas de trabajo, y para quienes pedimos, en vano hasta ahora, la regularización.
El gobierno está implementando una serie de medidas para abordar el «problema del hambre»; se nos habla de una renta de emergencia para 10 millones de personas pero, por el momento, las medidas en preparación son irrisorias y se refieren principalmente al despliegue de la policía y el ejército, para evitar revueltas.
Europa: ¿quién pagará?
Luego están las y los de arriba. Está la guerra de Confindustria y la patronal para hacer que la gente trabajadora pague toda la crisis y está la guerra entre los diferentes capitalismos dentro de la UE, una guerra que, a través de su representación política, ha desencadenado conflictos verbales hasta ahora impensables.
Italia propone una acción conjunta de todos los países de la UE: sostiene que la crisis no es de carácter nacional, sino que proviene de un elemento exógeno, la epidemia, que requiere una respuesta unificada dejando dejando de lado los viejos instrumentos financieros inutilizables y definiendo los nuevos. Propone una emisión de bonos («Corona bonos» europeos), es decir, una mutualización de esta nueva deuda que todos los Estados deberían asumir.
Holanda y Alemania rechazan firmemente esta propuesta considerando, por el contrario el uso de la herramienta que constituye el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), es decir, el suministro de los famosos créditos financieros a países en dificultades, sujeto a la aceptación de los no menos famosos memorandos de sangre y lágrimas (ver Grecia).
Lo que es obvio es la forma en que cada uno de estos bandidos piensa en aprovechar las desgracias de los demás. Por otra parte, incluso la solución propuesta por el gobierno italiano permanece dentro de las lógicas financieras de la deuda del sistema capitalista, y esto es tan cierto que un líder del Partido Demócrata ha propuesto dar como garantía a quienes suscriban las nuevas obligaciones, por supuesto capitalistas, ¡el Palacio del Parlamento y el del Gobierno (y por qué no Pompeya o Venecia)!
Por el contrario, seguimos repitiendo que, para enfrentar la emergencia, se necesita una financiación monetaria excepcional para las políticas fiscales deficitarias, pero al margen de las condiciones impuestas por los mercados financieros y por las instituciones monetarias y bancarias, y que es necesario conseguir todos los recursos necesarios a través de un impuesto sobre el patrimonio y un nuevo sistema impositivo que haga pagar a quienes nunca pagaron y que aún hoy quieren hacer soportar el peso de la crisis a las clases trabajadoras.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur