¿Hay alter­na­ti­vas al esta­do de alar­ma y al con­fi­na­mien­to?. Un enfo­que dife­ren­te, des­de los datos médi­cos. – La otra Andalucía

El Esta­do de alar­ma decre­ta­do por el gobierno de Espa­ña se ha basa­do en cri­te­rios polí­ti­cos más que en cri­te­rios médi­cos. Cen­tra­li­za­ción del Esta­do, con­trol de la pobla­ción, des­in­for­ma­ción, mili­ta­ri­za­ción de la socie­dad, ayu­da a las gran­des empre­sas que va a pro­vo­car la con­cen­tra­ción de capi­tal a cos­ta de peque­ñas empre­sas, autó­no­mos y tra­ba­ja­do­res, etc. Pro­fe­sio­na­les sani­ta­rios de indu­da­ble pres­ti­gio ponen en duda la efec­ti­vi­dad del con­fi­na­mien­to y refle­xio­nan sobre moti­va­cio­nes dis­tin­tas de las sani­ta­rias. (Nde la R.)

Por José R. Loays­sa ‑Médi­co de fami­lia. Tra­ba­ja en urgen­cias del Ser­vi­cio Nava­rro de Salud. Ha teni­do amplias acti­vi­da­des y res­pon­sa­bi­li­da­des docen­tes e investigadoras-.

El pasa­do domin­go se anun­ció la pro­lon­ga­ción del esta­do de alar­ma duran­te 15 días más y, nue­va­men­te, las crí­ti­cas a la medi­da han sido esca­sas. Es difí­cil hacer­las cuan­do se ha ins­tau­ra­do un régi­men de terror infor­ma­ti­vo basa­do en cur­vas loga­rít­mi­cas sinies­tras, y con espe­cial dedi­ca­ción a las caras famo­sas o a per­so­nas de espe­cial rele­van­cia, como la enfer­me­ra del Hos­pi­tal de Gal­da­kao falle­ci­da hace unos días. Pre­ci­sa­men­te, este últi­mo caso ilus­tra que la viru­len­cia del covid19 no es tan mor­tí­fe­ra: hay miles de sani­ta­rios con­ta­gia­dos y, por el momen­to, el núme­ro de casos gra­ves y leta­les, aun­que lamen­ta­bles, es limitado.

¿Por qué se ha con­ta­gia­do tan­to per­so­nal sani­ta­rio? Casi con total segu­ri­dad, por­que fun­da­men­tal­men­te con­ta­gian pacien­tes con sín­to­mas res­pi­ra­to­rios. Todo apun­ta a que quie­nes tie­nen SARS-CoV‑2 (nom­bre del virus que pro­du­ce la enfer­me­dad deno­mi­na­da covid19), pero no pre­sen­tan tos ni sín­to­mas cata­rra­les, con­ta­gian poco. En teo­ría, y con los datos expe­ri­men­ta­les y clí­ni­cos exis­ten­tes, podrían con­ta­giar, aun­que toda­vía no se ha demos­tra­do. Por otro lado, no es lo mis­mo repre­sen­tar una posi­bi­li­dad teó­ri­ca de con­ta­gio que ser una fuen­te de con­ta­gio real y sig­ni­fi­ca­ti­va. Pero es que, ade­más, en caso de con­ta­giar, lo harán prin­ci­pal­men­te a per­so­nas con las que con­vi­van y con las que ten­gan un con­tac­to estre­cho. Has­ta el 20 de mar­zo care­cía­mos de infor­ma­ción sobre las posi­bles fuen­tes de contagio.

Aho­ra ya tene­mos el infor­me n.º 12 publi­ca­do por el Ins­ti­tu­to de Salud Car­los III (ISCIII) este mis­mo 20 de mar­zo, a par­tir de datos pro­ce­sa­dos por el Cen­tro Nacio­nal de Epi­de­mio­lo­gía (CNE) y el Cen­tro Nacio­nal de Micro­bio­lo­gía (CNM) a tra­vés del Sis­te­ma de Vigi­lan­cia de Espa­ña (SiViEs), la pla­ta­for­ma tec­no­ló­gi­ca que inte­gra todos los pro­ce­sos de vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca. En él se deta­lla espe­cí­fi­ca­men­te que se ha reci­bi­do infor­ma­ción sobre el 18% de los casos (3.657 sobre un total de 19.980) y que en un 21% de ellos la fuen­te de con­ta­gio ha sido, pre­su­mi­ble­men­te, el con­tac­to con una per­so­na con sín­to­mas res­pi­ra­to­rios agu­dos; en un 30%, la cau­sa ha sido la con­vi­ven­cia estre­cha con otro afec­ta­do pro­ba­ble o con­fir­ma­do; en un 23%, se tra­ta de per­so­nal sani­ta­rio; en un 7%, la fuen­te pro­ba­ble de infec­ción ha sido la visi­ta a un cen­tro sani­ta­rio; en un 1% es debi­do a un via­je a Hubei, y del 17% res­tan­te se des­co­no­cen los ante­ce­den­tes epi­de­mio­ló­gi­cos de ries­go. Por supues­to, no pare­ce que se insi­núe nin­gún peli­gro de con­ta­gio pasean­do solo o a uno o dos metros de dis­tan­cia de otra per­so­na. El virus es sen­si­ble a los rayos del sol y a desin­fec­tan­tes comunes.

Todo lo ante­rior no sig­ni­fi­ca que no sea una epi­de­mia con un impac­to con­si­de­ra­ble, que hay que con­tro­lar, y miti­gar, con la máxi­ma rapi­dez. Pero hay que evi­tar las medi­das que tie­nen más per­jui­cios poten­cia­les que bene­fi­cios demos­tra­dos (pri­mun non noce­re). Es nece­sa­rio ana­li­zar su impac­to, sin mini­mi­zar­lo y sin dra­ma­tis­mos. Se tra­ta de una enfer­me­dad con una leta­li­dad apa­ren­te­men­te supe­rior a la de la gri­pe esta­cio­nal, aun­que no pode­mos deter­mi­nar­lo con exac­ti­tud debi­do a que des­co­no­ce­mos el núme­ro de infec­ta­dos real. Las prue­bas diag­nós­ti­cas se han rea­li­za­do pre­fe­ren­te­men­te a aque­llas per­so­nas con sín­to­mas mode­ra­dos o gra­ves. En con­se­cuen­cia, los cálcu­los de leta­li­dad actua­les (entre un 1% y un 9%) están pro­ba­ble­men­te sobre­es­ti­ma­dos por­que no sabe­mos cuán­tas per­so­nas tie­nen el virus, cuán­tas están con­ta­gia­das pero no pre­sen­tan sín­to­mas, o cuán­tas los tie­nen muy benig­nos. Se habla de que un 80% de las per­so­nas se infec­ta­rán por el virus de mane­ra asin­to­má­ti­ca, pero, de nue­vo, esos datos no son fiables.

Por lo tan­to, no sabe­mos si esta­mos ante una pla­ga apo­ca­líp­ti­ca o ante una enfer­me­dad con con­se­cuen­cias impor­tan­tes pero no excep­cio­na­les. En suma, toda­vía no pode­mos carac­te­ri­zar la seve­ri­dad de la enfer­me­dad, ni tam­po­co sabe­mos cuál será su impac­to en la mor­ta­li­dad glo­bal, es decir, la tasa de falle­ci­mien­tos anual com­pa­ra­da con 2019. No sería sor­pren­den­te que tuvie­ra un impac­to míni­mo o inde­tec­ta­ble. Se ha lle­ga­do a afir­mar que la mor­ta­li­dad glo­bal podría, inclu­so, dis­mi­nuir (pen­se­mos en el pro­ba­ble des­cen­so de muer­tes por acci­den­tes de trá­fi­co o como con­se­cuen­cia del aire contaminado).

Las per­so­nas ancia­nas en el ojo del huracán

Sí que pare­ce que su impac­to en per­so­nas mayo­res de 70 – 80 años es impor­tan­te. Las per­so­nas que tie­nen más de 80 años son la pobla­ción de mayor ries­go: en la pro­vin­cia chi­na de Wuhan ese seg­men­to alcan­za un 14,8% de mor­ta­li­dad (fren­te a la hor­qui­lla del 0%-1,3 % en el tra­mo 0 – 59 años, 3,6% en 60 – 69 años, y 8% en 70 – 79 años). Esta afec­ta­ción gra­ve selec­ti­va a pacien­tes ancia­nos esta­ble­ce una dife­ren­cia muy rele­van­te res­pec­to a la pan­de­mia gri­pal de 1957, que afec­tó pre­do­mi­nan­te­men­te a niños, ado­les­cen­tes y adul­tos jóve­nes. Aque­lla enfer­me­dad cau­só, no obs­tan­te, 1.000.000 de muer­tos a nivel mun­dial y 10.000 en España.

Las cifras son más altas en Ita­lia, don­de la mor­ta­li­dad de los mayo­res con eda­des com­pren­di­das entre los 70 y los 80 años podría ser de has­ta el 34%. Un por­cen­ta­je que se incre­men­ta­ría has­ta el 44% si aten­de­mos al gru­po con eda­des com­pren­di­das entre los 80 y los 90 años. Esa dife­ren­cia nos sugie­re que es deter­mi­nan­te la com­bi­na­ción de la edad jun­to con la pre­sen­cia de enfer­me­da­des cró­ni­cas y debi­li­tan­tes. La dife­ren­cia de la mor­ta­li­dad entre pacien­tes ancia­nos en Chi­na e Ita­lia mere­ce una refle­xión apar­te. Una posi­bi­li­dad es que esa pobla­ción asiá­ti­ca esté aque­ja­da de plu­ri­pa­to­lo­gías en una pro­por­ción menor que la ita­lia­na. No hay que olvi­dar que nues­tros sis­te­mas sani­ta­rios occi­den­ta­les son muy efec­ti­vos para aña­dir años a la vida, pero bas­tan­te menos a la hora de aña­dir cali­dad de vida a esos años.

Así mis­mo, la exis­ten­cia de esa nume­ro­sa pobla­ción ancia­na, debi­li­ta­da y con pato­lo­gías cró­ni­cas expli­ca, en gran medi­da, el alto núme­ro de falle­ci­mien­tos que se está pro­du­cien­do en nues­tro país. Según los datos refle­ja­dos en la “Actua­li­za­ción n.º 54 de la Enfer­me­dad por el Covid-19”, edi­ta­da por el Cen­tro de Coor­di­na­ción de Aler­tas y Emer­gen­cias Sani­ta­rias depen­dien­te del Minis­te­rio de Sani­dad, y con datos con­so­li­da­dos a las 21 horas del 23 de mar­zo, la media de edad de los falle­ci­dos como con­se­cuen­cia del coro­na­vi­rus en Espa­ña se sitúa entre los 78 y los 80 años, aun­que hay un núme­ro impor­tan­te de per­so­nas de menor edad con cua­dros gra­ves y que podría falle­cer en los pró­xi­mos días. Su muer­te, a dife­ren­cia de la de los pacien­tes más débi­les, se pro­du­ci­ría más tar­de debi­do a su mayor resis­ten­cia. La tasa de leta­li­dad va des­de el 2,1% entre los 60 y 69 años, al 5,2% entre 70 y 79 años, has­ta alcan­zar el 17,9% para aque­llos con 80 años o más.

En nues­tro país, muchos de los casos gra­ves pade­cen pato­lo­gías pre­vias (42%) que se han vis­to agra­va­das como con­se­cuen­cia de la infec­ción del virus. El 33% de los con­ta­gia­dos por Covid-19 tie­ne más de 65 años de edad; el 18%, más de 75 años, y el 32% son enfer­mos gra­ves, prin­ci­pal­men­te con neu­mo­ni­tis (datos por con­fir­mar ple­na­men­te cuan­do los infor­mes de los casos se procesen).

Ni “encar­ni­za­mien­to tera­péu­ti­co” ni “encar­ni­za­mien­to preventivo”

Es difí­cil com­pa­rar la pan­de­mia actual con pan­de­mias pre­vias por­que en nin­gún momen­to en la his­to­ria huma­na hubo un por­cen­ta­je tan alto de per­so­nas ancia­nas, enfer­mas y dis­ca­pa­ci­ta­das. Y es más com­ple­jo toda­vía si a esto le aña­di­mos el alma­ce­na­mien­to indus­trial en luga­res haci­na­dos y de ries­go como las actua­les residencias.

Por des­con­ta­do, no se tra­ta de pro­pug­nar for­mas de dar­wi­nis­mo social. Tam­po­co es cues­tión de des­pre­ciar el sufri­mien­to de un sec­tor de la pobla­ción que está en su dere­cho de vivir una vida todo lo lar­ga que desee y lo más ple­na que pue­da. Sim­ple­men­te, es pre­ci­so seña­lar que es un hecho que la dura­ción de la vida tie­ne un lími­te, y que todos aca­ba­re­mos falle­cien­do. La cau­sa, has­ta cier­to pun­to, es indi­fe­ren­te. Muchas de las per­so­nas falle­ci­das tenían una espe­ran­za de vida esca­sa y muchas posi­bi­li­da­des de que por una u otra cau­sa (una caí­da, una infec­ción) sufrie­ran un dete­rio­ro gra­ve de su salud o, inclu­so, una evo­lu­ción fatal. Es una pobla­ción muy vul­ne­ra­ble y, sin pri­var a nadie de nin­gún dere­cho, es nece­sa­rio acep­tar que muchas muer­tes no son evi­ta­bles y que no pode­mos pro­lon­gar la vida inde­fi­ni­da­men­te. En este pun­to es difí­cil ser cate­gó­ri­co por­que la línea que deter­mi­na la reco­men­da­ción de inter­ve­nir o la abs­ten­ción tera­péu­ti­ca es muy difí­cil de dibu­jar y está, como es lógi­co, suje­ta a debate.

Pero se tra­ta de no olvi­dar que, en muchos casos, lo que la enfer­me­dad y las inter­ven­cio­nes sani­ta­rias van a pro­du­cir es un cam­bio en la cau­sa del des­en­la­ce, pero no el hecho mis­mo de que este se pro­duz­ca. Los cui­da­dos inten­si­vos en pacien­tes tan frá­gi­les con enfer­me­da­des gra­ves no solo no sal­van vidas, sino que pue­den lle­gar a pro­vo­car muer­tes más amar­gas. Ni dar­wi­nis­mo social ni “encar­ni­za­mien­to tera­péu­ti­co”: cuan­do se lle­ga a deter­mi­na­das situa­cio­nes lo mejor que cabe hacer es per­mi­tir una muer­te en paz.

Por su par­te, paí­ses asiá­ti­cos como Sin­ga­pur, Tai­wan o Corea del Sur han logra­do muy bue­nos resul­ta­dos y una con­ten­ción de la difu­sión del virus con la lla­ma­da “estra­te­gia coreana”.

Pero si eso vale para per­so­nas con­cre­tas tam­po­co debe­mos caer en el “encar­ni­za­mien­to pre­ven­ti­vo”. En unos momen­tos en los que el núme­ro de muer­tes no para de aumen­tar, es muy ten­ta­dor atri­buir las actua­les cur­vas loga­rít­mi­cas a la fal­ta de medi­das drás­ti­cas ini­cia­les. Se habla mucho del ejem­plo chino y de sus cua­ren­te­nas amplias o gene­ra­les orga­ni­za­das con para­guas repre­si­vos bru­ta­les. Sin embar­go, no sabe­mos si estos con­fi­na­mien­tos fue­ron el ele­men­to ver­da­de­ra­men­te deci­si­vo, por­que tam­bién se lle­vó a cabo una iden­ti­fi­ca­ción de los casos y un ais­la­mien­to pre­ven­ti­vo de los afec­ta­dos y de los posi­ti­vos sin sín­to­mas. Por su par­te, paí­ses asiá­ti­cos como Sin­ga­pur, Tai­wan o Corea del Sur han logra­do muy bue­nos resul­ta­dos y una con­ten­ción de la difu­sión del virus con la lla­ma­da “estra­te­gia corea­na”. Dale Fisher, espe­cia­lis­ta en enfer­me­da­des infec­cio­sas y docen­te en la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Sin­ga­pur lo expli­ca muy bien en “Why Singapore’s coro­na­vi­rus res­pon­se wor­ked – and what we can all learn. Y en la mis­ma línea, el pasa­do tres de mar­zo, la publi­ca­ción de C. Jason Wang, Chun Y. Ng y Robert H. Brook en la Revis­ta de la Aso­cia­ción Médi­ca Esta­dou­ni­den­se des­cri­bía las vir­tu­des del uso com­bi­na­do de big-data, nue­vas tec­no­lo­gías y polí­ti­cas proac­ti­vas de tes­teos lle­va­do a cabo en Taiwan.

Dicho enfo­que par­te de rea­li­zar muchos test entre la pobla­ción, y está basa­do en un uso inten­si­vo de la tec­no­lo­gía y de los datos para seña­lar a los con­ta­gia­dos con sín­to­mas, aun­que sean leves, y a las per­so­nas con las que habrían entra­do en con­tac­to. En Corea del Sur, cada una de las casi 9.000 per­so­nas que die­ron posi­ti­vo en los test, fue lue­go inves­ti­ga­da con tec­no­lo­gías de geo­lo­ca­li­za­ción. Se bus­có a las per­so­nas a las que podrían haber trans­mi­ti­do el Covid-19 y se las ais­ló, en sus casas o en hos­pi­ta­les, según sus con­di­cio­nes de salud y el resul­ta­do del test. Exis­te, ade­más, una app que seña­la los luga­res por los que han pasa­do esas per­so­nas de ries­go, y quie­nes los hayan fre­cuen­ta­do pue­de some­ter­se volun­ta­ria­men­te al test. En resu­men, Corea del Sur ha segui­do un línea muy dis­tin­ta con bue­nos resul­ta­dos y, sobre todo, con un cos­to eco­nó­mi­co y social sopor­ta­ble. De hecho, empie­za a escu­char­se que Ita­lia esta­ría plan­teán­do­se adop­tar esa estra­te­gia y dejar a un lado los con­fi­na­mien­tos masi­vos. Los medios de comu­ni­ca­ción glo­ba­les están hacién­do­se eco de estas otras estra­te­gias, pero estas opi­nio­nes no está lle­gan­do a la opi­nión públi­ca de este país.

¿Esta­do de alar­ma de quién?

Por si solos, los con­fi­na­mien­tos no siem­pre son efec­ti­vos para dete­ner una epi­de­mia, y, por si esto fue­ra poco, tie­nen un carác­ter arbi­tra­rio mani­fies­to, e impi­den muchas acti­vi­da­des sin ries­go. En cier­ta medi­da se hace pagar a jus­tos por peca­do­res y, en tér­mi­nos de salud, sus cos­tos son inmen­sos. Los limi­tes de las cua­ren­te­nas ha sido seña­la­dos en publi­ca­cio­nes médi­cas de todo el pla­ne­ta. Wendy E. Par­met y Michael S. Sinha, en The New England Jour­nal Of Medi­ci­ne, Law­ren­ce O. Gos­tin y James G. Hod­ge Jr en la Revis­ta de la Aso­cia­ción Médi­ca Esta­dou­ni­den­se, o Juan Ger­vás en Acta sani­ta­ria son sólo tres ejem­plos. Va a pro­du­cir, está pro­du­cien­do ya, un aumen­to gene­ra­li­za­do del estrés, que pue­de tener con­se­cuen­cias en tér­mi­nos de even­tos pato­ló­gi­cos. Y tam­po­co son des­pre­cia­bles las con­se­cuen­cias deri­va­das del seden­ta­ris­mo y de la fal­ta de ejer­ci­cio, sobre todo en los per­fi­les como los dia­bé­ti­cos. Se habla de que el jue­go onli­ne ha aumen­ta­do y no se des­car­ta un aumen­to de la inges­ta caló­ri­ca y alcohó­li­ca. Por si esto fue­ra poco, el con­fi­na­mien­to domi­ci­lia­rio tie­ne una gran dosis de inequi­dad evi­den­te, dado que no es lo mis­mo un ado­sa­do con jar­dín que un piso peque­ño y poco con­for­ta­ble. Pero, más allá de los efec­tos inme­dia­tos, ten­dría­mos que pre­gun­tar­nos cuál va a ser el impac­to sobre el empleo, el paro, la pre­ca­rie­dad, la segu­ri­dad labo­ral, la eco­no­mía sumer­gi­da. ¿Qué dete­rio­ro eco­nó­mi­co y social va a provocar?

La efec­ti­vi­dad de los con­fi­na­mien­tos masi­vos no está cla­ra a menos que se pro­lon­guen duran­te un lar­go perio­do de tiem­po, y sean ferreos lo cual los con­vier­te en imprac­ti­ca­bles. En caso con­tra­rio, el virus esta­rá espe­ran­do a nues­tra sali­da y no pue­den des­car­tar­se nue­vos bro­tes. Mien­tras no exis­ta inmu­ni­dad natu­ral o arti­fi­cial (difí­cil antes de un año) no exis­te nin­gu­na segu­ri­dad. En Espa­ña se ha ence­rra­do a per­so­nas con­ta­gia­das con per­so­nas que no lo esta­ban, 24 horas al día. Con­si­de­ran­do el lar­go perio­do de incu­ba­ción de la enfer­me­dad, no hay que des­car­tar que la medi­da haya empeo­ra­do el cua­dro gene­ral. Si el obje­ti­vo era ade­cuar la difu­sión de la epi­de­mia a la dis­po­ni­bi­li­dad de los cui­da­dos sani­ta­rios, qui­zás hubie­ra bas­ta­ría con otras medi­das menos drás­ti­cas (res­tric­ción volun­ta­ria de con­tac­tos y prohi­bi­ción de reunio­nes amplias de todo tipo). Impe­dir la sali­da del domi­ci­lio es una medi­da des­pro­por­cio­na­da y que deno­ta, como esta­mos vien­do, una visión auto­ri­ta­ria y mili­ta­ris­ta de la polí­ti­ca y de la socie­dad. Para­li­zar toda la eco­no­mía roza la locura.

Se habla de que el jue­go onli­ne ha aumen­ta­do y no se des­car­ta un aumen­to de la inges­ta caló­ri­ca y alcohó­li­ca. Por si esto fue­ra poco, el con­fi­na­mien­to domi­ci­lia­rio tie­ne una gran dosis de inequi­dad evi­den­te, dado que no es lo mis­mo un ado­sa­do con jar­dín que un piso peque­ño y poco confortable.

Lo que nece­si­ta­mos es actuar selec­ti­va­men­te, ponien­do en mar­cha una bús­que­da acti­va de posi­ti­vos y con­tac­tos, faci­li­tan­do su ais­la­mien­to efec­ti­vo, y rea­li­zan­do test del virus de for­ma amplia. De este modo se podrá peri­me­trar la enfer­me­dad, y no se empu­ja­rá a que las per­so­nas se con­ta­gien y desa­rro­llen la enfer­me­dad en sus domi­ci­lios, un con­ta­gio faci­li­ta­do por las inevi­ta­bles sali­das para acti­vi­da­des de sub­sis­ten­cia. No se debe con­fi­nar indis­cri­mi­na­da­men­te pero sí hay que hacer­lo rápi­da­men­te con los sos­pe­cho­sos espe­cial­men­te aque­llos con sín­to­mas res­pi­ra­to­rios. La úni­ca medi­da indis­cri­mi­na­da acep­ta­ble en estos momen­tos es pro­te­ger a todas las per­so­nas ancia­nas sin ais­lar­las socialmente.

Los datos que, por fin, se han pro­por­cio­na­do sobre los afec­ta­dos por el Covid-19 refuer­zan esa estra­te­gia de diri­gir­se prio­ri­ta­ria­men­te a las fuen­tes sos­pe­cho­sas de pro­vo­car con­ta­gios. En ese sen­ti­do, el infor­me del 20 de mar­zo sobre los pri­me­ros casos en nues­tro país, a pesar de sus lími­tes, apun­tan a que el con­ta­gio por acti­vi­da­des exter­nas y por con­tac­tos cau­sa­les es anec­dó­ti­co, y seña­la que un pro­ble­ma esta­ba en los cen­tros sani­ta­rios don­de pro­ba­ble­men­te se con­ta­gia­ron per­so­nal sani­ta­rio, pacien­tes y acom­pa­ñan­tes. El siguien­te gru­po en impor­tan­cia es el de las per­so­nas que pro­ba­ble­men­te adqui­rie­ron el virus en con­tac­to con per­so­nas con sín­to­mas res­pi­ra­to­rios, lo cual res­pal­da la idea de tes­tar­las rápi­da­men­te y, si dan posi­ti­vo, de orga­ni­zar­les un ais­la­mien­to segu­ro y con­for­ta­ble. Y des­de lue­go, no res­pal­da con­fi­nar sanos con infec­ta­dos 24h al día.

El con­fi­na­mien­to mili­ta­ri­za­do que esta­mos vivien­do es una medi­da de una efec­ti­vi­dad médi­ca dudo­sa, tie­ne un balan­ce eco­nó­mi­co de coste/​beneficio muy des­fa­vo­ra­ble, y va a gene­rar gra­ves efec­tos socia­les y psi­co­so­cia­les en la pobla­ción. Eso sí, ali­men­ta una pul­sión auto­ri­ta­ria y puni­ti­va que es muy poco eman­ci­pa­do­ra y que con­fía poco en la ciu­da­da­nía. Es nece­sa­rio cam­biar de estrategia.

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