Por Ivanovich de la Luna, desde India para Resumen Latinoamericano, 7 abril 2020
Fotos: Maria Laura Antonioni /Edición de fotos: @otromanumora
Amrita Boomi. Una escuela agroecológica en el sur de la India hace frente al agronegocio, a los tratados de libre comercio y a las pretensiones de las grandes corporaciones. Basándose en el empoderamiento del campesinado y la búsqueda de la autonomía, revelamos una fiel radiografía de la materialización de un proceso social y político de cuarenta años.
Se
levantan el sol y el polvo, mañana de verano en el sur indiano. Mosquitos
taciturnos desaparecen ante las temperaturas que lentamente ascienden y llegan a
los treinta y siete grados celsius. Las aves revolotean al son de trinos
matutinos. De vez en cuando se entrelazan brisas y se elevan pequeños
remolinos. Dos campesinos desandan el camino, intercambian palabras cargando un
saco de vainas de moringa. Un tercero aparece por detrás en motocicleta y se
ofrece llevarlo a la cocina. Perfecta ocasión para encender unos beedis y fumar la mañana.
Escuela, entrada principal
Biligiri
Ranga Hill, Estado de Karnataka. Veinticuatro hectáreas rodeadas de cerros
nativos, territorio de comunidades indígenas/campesinas, tres parques
nacionales, hogar del tigre y del
elefante. Allí se erige Amrita Bhoomi, «Madre Tierra Inmortal»
en sánscrito; una escuela, una esperanza, una oportunidad de cambiar al mundo
con el cuerpo.
Fundada
en el año 2002 bajo la óptica del Dr. Nanjundaswamy y el impulso de una facción
del movimiento campesino “Karnataka Rajya Raitha Sangha (KRRS). Toda la
cuestión extrañamente, comenzaría con un…
C: “…problema de egos, una diferencia ideológica dentro del movimiento respecto a presentarse a elecciones generó una escisión entre aquellos que buscaban ganar o ganar, y otros que sabían que ingresar en ese mundo, los llevaría a tener que formar alianzas con otros partidos y gradualmente perder el espíritu del movimiento” nos explica Chukki, hija de Nanjundaswamy y actual directora de la escuela. «Esta última facción, disidente a presentarse a elecciones, abocó su energía y fuerza en la construcción de la escuela, que actualmente cuenta con treinta y cinco personas en actividad».
La
amabilidad de Chukki no tiene precedentes, caminando amigablemente entre los
bananales luego de una sesión de yoga brindada por una de las voluntarias nos
cuenta con orgullo y convicción las puertas y ventanas de un proceso digno de
conocerse y replicarse por la corteza terrestre.
C:
«Amrita existe para retomar las formas tradicionales de cultivo, sin
pesticidas ni fertilizantes químicos, como método práctico para hacerle frente
al agronegocio y autonomizar a los productores. Hacemos y promovemos
agricultura natural ZBNF (Zero Budget Natural Farming por sus siglas en inglés)
la cual busca disminuir drásticamente los costos de producción, eliminando la
dependencia con cualquier ingreso de dinero desde el exterior, tales como
créditos, expensas e impuestos. Con esto buscamos inspirar a los estudiantes y
jóvenes a la posibilidad de generar cambios en su realidad, no solo practicando
cultivo agroecológico en sus campos, sino también gracias a un mejor entendimiento
de la situación rural en la India y en el mundo, fortaleciendo el concepto de
organización y el esfuerzo colectivo para tales fines. Un paso firme hacia la
soberanía alimentaria».
Chukki
maneja muy bien el inglés. La paciencia, su mejor virtud, contagia a todas las
personas que la rodean y le hacen preguntas sobre como funciona, o cómo hacer;
largos «comos» responde y no se inquieta ante los pronósticos
negativos en el marco político a nivel mundial.
C:
«Era 1992, luego de varias intervenciones, idas y venidas, se vio en KRRS
la necesidad de tener un espacio propio, controlado por el campesinado, un
lugar de aprendizaje, una suerte de universidad, fortalecer en forma práctica
la lucha contra la propiedad intelectual. Mi papá comenzó este proyecto en los
últimos años de su vida, lamentablemente las personas que comenzaron con él
este proyecto no tenían muy clara la idea del mismo. Es por eso que tuvimos que
retomar desde cero. En esa época los conocimientos sobre el cultivo agroecológico,
sin inputs internos, se habían perdido por la revolución verde en 1964[1].»
Acompañada
de Kaveri, coordinadora del lugar, nos explica que allá por la década del
sesenta había escasez de comida en la India, lo cual digamos que la
justificación sobre el monocultivo y el hambre estaba bien asentada. Fue una
medida inmediata, pero luego, a los treinta, cuarenta años, el suelo comenzó a
mostrar su desgaste y el plan alimenticio su grieta. Los campos perdieron
fertilidad, los ríos subterráneos se secaron, devino el avance del polvo. La
biodiversidad decreció notablemente.
C: «La agricultura había dejado de ser un modo de vida para pasar a ser un trabajo, ya que la revolución verde no solo intervino en la producción de comida, sino en la forma de vida de la gran mayoría de las personas de los países del sudeste asiático. La agricultura es cultura: los hábitos en la comida, los festivales, las celebraciones, la identidad con la tierra, todo eso comenzaba a desaparecer. Aquellas personas que no tenían tierra no eran respetadas, así como las dalits (descastadas). Se produce la gran inmigración del campo a la ciudad y la consecuencia se puede observar aún hoy en día: la gran mayoría de los campesinos que trabajan en Amrita son personas mayores, los jóvenes han perdido el interés en regresar a la tierra».
C:
«Antiguamente las campesinas se organizaban espontáneamente, yendo a los
campos donde había trabajo, dando su labor hacia sus vecinos y luego recibiendo
la de ellos. En Kannara se denomina este método como «Muyyalu»: Tu
vienes a mi granja, tu trabajas aqui cuando haya trabajo, asi como yo trabajo
en tu granja cuando haya trabajo. Un sistema basado en la solidaridad. Esa
forma laboral ya no existe, la revolución verde lo hizo desaparecer y hoy en
día todo acción es bajo el curso de la moneda. Este tipo de relación humana es
el que estamos haciendo renacer»
Cinco
campesinos hierven las raíces de cúrcuma para preparar el extracto. Los
calderos humeantes a pleno sol, el vapor y sus espejismos desérticos. Nos miran
entre curiosos y divertidos, nos invitan unos beedis, aceptamos de cortesía pese a que el calor no invita a
fumar.
Chukki
nos observa de reojo, sonríe y habla con ellos en Kannara, lengua de las más
dulces y divertidas, nacida del sánscrito pero con un juego de repeticiones,
casi onomatopeyicas, que enriquecen la más amigable de las lenguas del
subcontinente indio.
C: «Yo fui criada en Bangalore» nos dice cuando reanudamos la marcha hacia una de las casas. «Para mi venir acá fue todo un desafío, tenía mucho miedo a las serpientes y a los escorpiones. Fue un cambio radical, y para ello es necesario un cambio de mente, y eso no es fácil. Los problemas empiezan en la familia, luego en la sociedad. Con la cuestión de que con la sociedad tu puedes lidiar, puede no importarte el qué dirán, pero en tu familia es más complicado, las opiniones nos duelen más. Mind shift is not easy, going back to the roots».
Banco de semillas
Llegamos
a una casa de ladrillos, arquitectura occidental. Allí entre frascos y
etiquetas aparece Vasantha (33), guardiana de las semillas, coleccionista y
apasionada por el movimiento. Trabaja hace tres años en la conservación de
semillas en Amrita Boomi, focalizándose en la biodiversidad de los cultivos
como pilar fundamental de la sustentabilidad, la conservación de semillas.
V:
“Aquí me siento tranquila, en soledad, no tengo jefe, es un lugar seguro para
las mujeres”. Vasantha nos ofrece unas bolsitas para ir colocando las semillas
mientras hablamos. Es muy cuidadosa respecto a que no se mezclen los distintos
tipos de cereales.
V:
“Todo comenzó cuando terminé mis estudios de enfermería y asistí a un curso de
agroecología: era la única mujer en un grupo de treinta hombres”. Lejos de
asustarse y sentirse sola, el efecto fue de empoderamiento y se hizo cargo de
lo que faltaba en el espacio donde brindaban el curso, ese espacio era Amrita
Boomi y lo que hacía falta era un banco de semillas.
De allí
que dedica sus veinticuatro horas diarias al espacio. Guarda muchas semillas en
envases de barro, bolsas, frascos, organiza los muestrarios, concurre a los
festivales de intercambio de semillas. Ante la ausencia de mujeres en el plano
político, rápidamente encontró no sólo un lugar, sino una función que hasta
ahora nadie había ocupado.
V:
“Actualmente las semillas las vende el gobierno. Pero están curadas de tal
manera que no tienen la nutrición suficiente para sobrevivir sin suplementos
químicos. El algodón es un ejemplo de las semillas modificadas genéticamente”.
Despedimos
a Vasantha y retomamos el camino a la casa principal. Por momentos, el viento
se lleva los sonidos y deja un suave silencio. A lo lejos vimos a Parvatti
(47), una de las voluntarias fijas en Amrita Boomi hablando por celular,
imaginamos algún familiar, adivinamos.
Su
inglés fluido nos permite ir más allá tras bambalinas del proyecto. Cuenta que
el bichito de volver al campo le tocó hace un tiempo, y gracias al apoyo de su
familia decidió dedicarse a estudiar de pleno la agroecología con el objetivo
de aplicarla en su propio terreno.
P:
«No me convencían los consejos de los campesinos locales. Empecé un curso
anual de agroecología en Bangalore y una de las sedes fue Amrita Boomi. Sentí
que tenía que volver y regresé para profundizar mis conocimientos y poder
aplicarlos a una escala mayor, salir de las macetas en el balcón y volver al
campo».
Parvatti
acepta el mate y pregunta curiosa como cualquiera que lo ve por primera vez de
donde viene y una responde que es como un té, pero se toma distinto, que es
energizante y que algunas no podemos tomar mate de noche porque nos desvelaría.
P:
«No lo veo como un voluntariado, sino como un intercambio. Como coucher me dediqué estos primeros tres
meses a establecer el grupo de mujeres y que juntas tengamos un campo modular a
disposición, donde nosotras podemos cultivar y experimentar. Creo en el proceso
de Amrita, los desafíos y los objetivos propuestos. El crecimiento es orgánico
y dejaría de serlo si yo viniera de afuera y dijera que cosa es necesaria
cambiar a modo individual y no colectivamente. Por eso me gusta trabajar con el
grupo humano».
Parvatti
nos da una perspectiva más intelectual, nos permite ver el proceso analizado
con ojos más occidentales, una gran diferencia entre las personas voluntarias y
las campesinas del lugar. Dos mundos entran en contacto.
P:
«Las trabajadoras vienen aquí, primeramente porque es el proyecto del Dr
Nanduswamy, por el respeto que aún le tienen. Él quiso cambiar los modos
vinculares y los métodos que había en la agricultura luego de la invasión de
los monocultivos y los pesticidas. Quizá las trabajadoras no son tan
conscientes del marco político o la propuesta que significa la escuela. Pero lo
hermoso es que ellas sienten que algo bueno pasa, se sienten cómodas, y sobre
todo, divulgan en sus comunidades que otra manera de cultivar es posible, otra
manera de vincularnos».
P: «¿Cómo se puede enseñar? Una no puede decirle a otra lo que es bueno o lo que es malo, sino simplemente darle la oportunidad de vivir la experiencia para que pueda sacar su propia apreciación de ello. Creo que no es necesario darle una perspectiva política a las campesinas ni darle un montón de información teórica sobre libros que jamás leerán. Simplemente con la experiencia de algo nuevo, ellas mismas sacan sus propias conclusiones y sobre todo las transmiten en sus propias palabras a sus conocidas. La práctica es la mejor divulgación»
La
organización está partida en dos, una con un enfoque hacia las personas
voluntarias, generalmente personas formadas académicamente, westerns, estudiantes, militantes de
otras organizaciones que vienen por la experiencia de volver a la tierra, la
necesidad de hacer tierra. Y por otro lado, la escuela es un campo donde las
personas trabajadoras reciben una remuneración por sus labores, cumpliendo
horas diarias en la experiencia de la agricultura agroecológica.
Todas
las mañanas, en el jardín memorial al Dr. Nanduswamy se realiza la asamblea
matutina, donde el equipo de coordinación con las supervisoras intercambian
información con las trabajadoras sobre los estados de los cultivos, las
necesidades y los quehaceres del día.
Hombres
de un lado, mujeres del otro, comparten risas y escogen a sus compañeras para
las tareas designadas. Es notorio que ya hay dúos, tríos y cuartetos de trabajo
formados: “Cada trabajadora escoge a su compañera de trabajo, incluso a su
supervisora” nos cuenta Chukki mientras transcurría la asamblea. “Generalmente
en otros trabajos las críticas vienen de las supervisoras hacia las
trabajadoras, bueno, aquí es al revés, las trabajadoras suelen quejarse de las
supervisoras” sonríe Chukki y explica que las supervisoras se distribuyen por
áreas, rondando en moto por el terreno. “Para ese tipo de trabajos buscamos a
las más jóvenes. No necesitamos que tengan conocimientos previos, incluso
algunas de ellas ni siquiera tienen casa. El fin es mostrar que las personas
jóvenes pueden volver al trabajo rural, que puedan ver un futuro nuevamente en
la agricultura”.
Los 65 acres están divididos en bloques. Cada uno tiene diferentes cultivos modulares. Por ejemplo, un bloque está dividido en mangos o jackfruits, limones, etc. También hay cultivos a riego de lluvia, como el mijo. Cada bloque tiene dos responsables, un hombre y una mujer, entre los que se encuentran: Semillas, Bananas, Legumbres, Cultivo mixto, Jackfruit, Pickles, Mijo, Cúrcuma, Campo de Mujeres, Arquitectura, Trabajo con bovinos.
C: “No
hacemos rotación de trabajos, los puestos son fijos. La gran ventaja de ello es
que hay una noción de apropiación del terreno y la tarea, una sensación de
progreso. Anteriormente cuando teníamos puestos móviles las trabajadoras
sentían que no terminaban nada”.
La
asamblea matutina finaliza. Cada una a su espacio, a su tarea, nadie corre,
nadie se desespera, todo en armonía.
C: “Si bien existe un grupo coordinador. Tomamos las decisiones bajo la consulta de las trabajadoras, el conocimiento viene de la experiencia. Al comienzo se reían de nosotras y nos decían “como no vas a poner fertilizantes” o frases como “ah… porque tienen dinero pueden hacer eso”. En fin, la experiencia nos demostró no sólo que es posible cultivar sin químicos sino que ellas mismas se convirtieran en nuestras embajadoras, divulgando en sus comunidades como es posible hacerlo agroecológicamente, sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Es un intercambio cultural muy enriquecedor, por ejemplo ellas no se manejan con meses, sino con las lluvias y los cultivos. Tenemos veinticuatro lluvias y cada una de ellas tiene un festival, un nombre y un dios asociado. Por ejemplo el Maha Shivaratri (21 de febrero) coincide cuando supuestamente se ha terminado la cosecha”.
Cuestión de castas
C: “Al
comienzo hubo conflictos cuando algunas campesinas de castas más altas no
querían comer la comida hecha por indígenas o descastadas. Llegaban incluso a
esconder sus platos para que ellas no los pudieran tocar. A las castas más
altas les hacía mucho ruido que personas de castas más bajas estuvieran en
posiciones de decisión u organizativas”.
“La
verdad que es casi imposible resolver la cuestión de castas, se necesita mucho
tiempo para generar un cambio de conciencia respecto a ello. Por eso decidimos contratar
gente de las castas más bajas. Hoy en día solo contratamos descastadas y el
plantel de trabajo es prácticamente en su totalidad de “intocables”[2].
De esa manera hemos encontrado un grupo de trabajo sólido y orgánico ya que
también la forma que tenemos de contratar es boca a boca, es decir, le pedimos
a la gente que trabaja que andamos necesitando trabajadoras, cuestión de que
llaman a las personas de las mismas comunidades para ello”.
Cuestión de género
C: “Los
hombres no quieren hacer el trabajo de las mujeres, las mujeres no quieren
hacer el trabajo de los hombres. Para empezar a modificar eso, hicimos
responsables de cada bloque a un hombre y dos mujeres. La distribución del
trabajo en cada mañana depende del tipo de labor necesaria y de la cantidad de
personas que se requieren para ello, y eso cambia todo el tiempo. Por ejemplo
para la preparación del extracto de cúrcuma que se hace una vez al año, se
requiere al menos siete personas activas por varios días hirviendo las raíces.
De allí que seguramente algún módulo puede quedar sin trabajadoras”.
“Para
las mujeres es una suerte de escape. Venir a trabajar a Amrita significa salir
de los trabajos domésticos, alejarse un poco de los problemas de la familia.
Podemos decir que en zonas rurales, el 90% de los hombres tienen problemas con
el alcohol. Cuando hablo con ellas, me dicen que son felices aquí, que pueden
hablar entre si, compartir, cantar juntas. Luego vuelven a la casa y se ocupan
de las tareas de la familia pero con una contención, con nuevas herramientas”.
“A
veces usamos los festivales de lluvia para jugar grupalmente, para fortalecer
al grupo. Por ejemplo escribimos los nombres de todas y al sacarlos solo
podemos decir cosas buenas de la compañera. Generar cosas positivas, sororidad
y hermandad”.
Parvatti
se suma a la conversación comentándonos más cosas sobre el grupo de mujeres que
hacía poco había comenzado.
P: “Es
importante volver a fortalecer la identidad de mujer, replantear los vínculos
maritales. Las cosas no vienen fáciles, no es simple que tu marido pueda
entender todo esto, pero no es cuestión de bajar los brazos, sino de poder
obtener contención de otras mujeres para poder afrontar los momentos bajos. Es
importante reconocer que necesitamos nuestros espacios”.
C:
“Podemos decir incluso que el 90% del trabajo de campo lo hacen las mujeres,
plantar, podar, cosechar… los hombres solamente son los dueños de la tierra,
ellos se encargan de la comercialización y muchas veces ellas no ven ni
siquiera la plata por su labor”.
P:
“Luego de la migración a la ciudad, especialmente de las personas que podían
acceder a la educación e insertarse en el mercado laboral, tuvo como
consecuencia inmediata que los trabajos agrícolas recayeran en manos de las
castas más bajas. Es por eso la imperiosa necesidad de resignificar el trabajo
agrícola, sobre todo en la mujeres, quienes representan más del 75% de las
personas trabajadoras, independientemente de la casta.
P: “La
mujer está repleta de trabajo y deberes. Volver a dignificar el trabajo en la
tierra, volver a revalorizar la labor, recrear esa identidad, que deje de ser
una esclavitud. A muchas mujeres no se les paga, sino simplemente se mantienen
su condiciones serviles de casas y comida. El empoderamiento femenino es
necesario. Podemos agregar que las mujeres de las últimas castas son las más
oprimidas ya que no tienen permitido poseer el título de la tierra, y suelen
trabajar en condiciones de miseria. Muchas de ellas reciben una cantidad de
dinero que las obligan a trabajar en determinada tierra, para determinado dueño
por el resto de sus vidas”.
No todo está perdido
Amrita
Boomi es parte del movimiento juvenil de Karnataka, conformando el frente Karnataka for Employment bajo el lema “No Job, no vote”.
C:
“Muchos gobiernos prometían en sus campañas de elección puestos de trabajo,
pero la realidad era distinta como ustedes podrían imaginar. Comienza a haber
una gran reversión hacia la agricultura, ya que los trabajos en la ciudad están
cada vez más precarizados, contratos de tres meses que luego de su finalización
las personas son despedidas, descartabilidad. Por eso invitamos a los
diferentes candidatos a las conferencias juveniles y preguntamos cuántos
puestos de trabajo pueden generar. Si ellos estaban de acuerdo con nuestro
manifiesto, y lo hacían parte de su programa, le dábamos el apoyo. Ninguno lo
hizo. Es por eso que decidimos generar una aplicación para la búsqueda de
empleo. De repente teníamos a muchísimas jóvenes registradas buscando trabajo”.
“Allí
surgió la “Citri academy”, bajo el lema “Nation
builded through community orientation”. En esta especie de universidad hay
muchas personas del ámbito académico, counseling
de trabajos alternativos en distintos espacios que proponen una economía alternativa,
cooperativa y solidaria. Amrita es una de las sedes donde se puede encontrar
empleo, así como Deisy, una cooperativa textil de mujeres. De esta manera se
pueden hospedar estudiantes que quieran aprender el oficio y ayuden en la
cooperativa, trabajando y aprendiendo”.
Conexión con Vía Campesina
C: “Hay
muchas escuelas agroecológicas en todo el mundo conectadas gracias a VC. En
Asia a diferencia de Latinoamérica, la agroecología es un concepto poco
diseminado. Somos considerada como la escuela agroecológica del Sudeste
Asiático, del cual formamos parte como centro regional. Por el momento no
tenemos cursos de larga duración, sino más bien workshops, por ejemplo hacemos
un curso de agroecología de una semana donde vienen estudiantes de distintos
países como Sri Lanka o Bangladesh.
“Tenemos
una alianza con una nueva iniciativa llamada Scola Campesina en Roma. Enviamos
y recibimos estudiantes de agroecología de la red de la VC de otras escuelas
Agroecológicas como en Mali, Zimbabwe y Brasil, y en conjunto formamos una
única escuela agroecológica internacional. Eso nos da fuerza y contención,
sentir que no estamos aisladas, que somos parte de algo mucho más grande, algo
que emerge indistintamente de las culturas y tradiciones, una nueva forma de
construir el mundo”.
El camino a la Sustentabilidad
C: “El
anterior gobernante de Karnataka fue parte de KRRS, alumno de mi padre. Entre
cafés y charlas, podríamos decir que mi padre lo militó, y así entró en
política gracias a él. Consecuencia futura es que hemos recibido apoyo del
estado durante un buen tiempo, lo que nos permitió comenzar los trabajos en
campo y pagar salarios. Pero lamentablemente este es el último año que
percibimos ese apoyo económico, lo cual todo se vuelca acceder a la
sustentabilidad con más urgencia. Ese es nuestro principal objetivo. Sabiendo
que el gobernador actual no nos daría ni una rupia, necesitamos salir al
mercado. Somos parte de cooperativas de campesinas, intentando crear un nuevo
mercado agroecológico, como los locales de productos orgánicos. Comparado con
Europa, en India no existe un boom del mundo orgánico o bio. Incluso para ello
necesitaríamos un certificación de orgánico y nosotras estamos en contra, ya que
es simplemente para elevar los precios de esos tipos de productos. Termina
siendo una suerte de mafia; por ende una lucha política también. ZBNF es
nuestra certificación, la voz de las campesinas es nuestra certificación. Es
una ironía: sobre lo orgánico hay muchísimas restricciones, en cambio con los
GMO (Genetic modified organism) las políticas son muy flexibles.
“Creemos
que para lograr la sustentabilidad debemos insertar nuestros productos en el
mercado. Hemos intentado con querer vender nuestros productos en la ciudad, ir,
hablar en público, explicando que significa cultivar agroecológicamente. Fueron
muy buenas experiencias, pero no han sido rentables, se necesita aún más que
eso para lograr ser sustentables. Estamos aprendiendo este camino”.
“Necesitamos
más gente, hay mucho trabajo. Necesitamos más voluntarias, muchas extranjeras
suelen aburrirse ya que en la escuela hay muy pocas personas que hablan inglés.
Las plataformas de voluntariado como Workaway o Woofing no tienen una
orientación política, por ejemplo mucha gente que se acerca por medio de esas
redes no tienen una convicción política. Personas muy críticas que no
comprenden los movimientos sociales y pretenden que la escuela satisfaga sus
expectativas, al final terminan siendo un dolor de cabeza” se ríe Chukki.
P: “A
medida que fui creciendo fui viendo una fragilidad en la comunicación, esa
dificultad de poder decir lo que realmente se siente, una supresión de
sentimientos. Allí entendí la importancia de la comunicación, como modificar
nuestros modos de comunicarnos para poder terminar con círculos viciosos de
conflicto”.
“Creo
que en las ciudades, en nuestros trabajos, intentamos obtener algo que no se
que es y no sabemos que eso en realidad nos está atrapando por detrás. Vi que
era necesario disminuir la velocidad, parar esas ideas neuróticas. Allí fue que
decidí invertir en un pedazo de tierra y volver a revivir esa conexión. Puedo
cantar, bailar, pero no quiero convertirme en cantante o bailarina. Uso esas
cosas para enriquecer mi vida, no para ser alguien en especial. Aquí es posible
poder comunicar todas estas cosas, aquí me siento libre. No estamos acumulando
y acumulando conocimientos a perse, hay un balance. Es posible otra forma de
vida. Si quieren perseguir sus sueños y deseos allá ustedes. Yo prefiero ser
libre y dejar de perseguir cosas”.
C:
“Creo que como movimiento social nos tomamos la comunicación muy a la ligera.
Ser parte de un movimiento social me inspira y creo que si no estuviera inmersa
en ello me sentiría sola, desconectada de la realidad. Hay dos extremos ¿no? Es
necesario a veces esa desconexión para obtener perspectiva. Tampoco se puede
vivir inmersa en la política ya que muchas veces se hace casi todo desde la
cabeza y no con el corazón, se pierde el espíritu”.
“Este
centro está dedicado a las generaciones venideras. Es un poco triste decir que
creamos este centro para recuperar aquellas cosas que el capitalismo destruyó,
pero por otro lado, es un punto de referencia. Si uno observa las
universidades, los gurúes espirituales, la democracia, nada está hecha para el
pueblo, sino para un crecimiento individual o espiritual que solo queda allí, y
no está hecho para transmitir al resto sino para venderlo”.
“Es por
eso, que luchar contra toda esa marea es mantener este espacio vivo, que la
información sea libre y los saberes se pueden compartir sin necesidad de un
vínculo mercantil. A veces me siento sola pensando en que somos muy pocas las
que avivamos este fuego. De allí que el movimiento social, este espacio, me
permiten regresar a esa fuerza. Interactuar con gente que ve más allá de las
fronteras, y no compartir tanto con gente que lo único que hace es filosofar
sobre la vida sin poner las manos en la tierra, eso no me hace bien”.
“En
india es muy difícil encontrar mujeres jóvenes envueltas en la política. Es por
eso que como mujer fue todo un desafío convivir con hombres durante gran parte
de mi vida, sufrir cuestiones de machismo, menosprecio de mis ideas por solo
ser mujer. Eso me hizo fuerte, es cansador cierto, pero mientras más fuerte te
vuelves y mejor puedes pelear”.
¿Cómo participar?
Voluntariado: escribirnos por e‑mail. Explicar la razón por la que vienes y los conocimientos que tienes para que podamos concretar una buena experiencia, reciprocidad. Comentarnos las intenciones y las ideas que tienen para sobre el lugar. El espacio está abierto todo el año y la estancia mínima son 15 días para que la experiencia sea fructífera y puedan obtener una completa visión del espacio y sus objetivos.
Contacto
Pagina
web: https://amritabhoomi.org/
E‑mail: abhoomi.edu@gmail.com
[1] https://ast.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_verde
[2] Para recordar, en la India hay más de dos mil castas, dentro de ellas hay diferentes jerarquías. La casta más baja, incluso fuera del sistema de castas, se denomina como intocables o dalits.