Méxi­co. COVID-19 y el quie­bre de la Segu­ri­dad Nacional

Eru­biel Tira­do* /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de abril de 2020

Con un anda­mia­je legal e ins­ti­tu­cio­nal des­man­te­la­do e inope­ran­te de la segu­ri­dad nacio­nal (domi­na­do por mili­ta­res), jun­to a una infra­es­truc­tu­ra sani­ta­ria debi­li­ta­da en for­ma irra­cio­nal des­de el año pasa­do, nues­tro país enfren­ta una seve­ra ame­na­za en con­tra de toda la pobla­ción. Todo ello de la mano de un gobierno que ocul­ta y eva­de su res­pon­sa­bi­li­dad de Esta­do bajo sofis­mas téc­ni­cos, la pési­ma retó­ri­ca de fe reli­gio­sa o la falaz y auto­ri­ta­ria jus­ti­fi­ca­ción ideo­ló­gi­ca (cri­sis como “ani­llo al dedo” de la cuar­ta trans­for­ma­ción”, 2 de abril).

A con­tra­pe­lo de accio­nes socia­les, empre­sa­ria­les y de otras ins­tan­cias públi­cas fue­ra del domi­nio guber­na­men­tal, en el esce­na­rio iné­di­to de una ame­na­za glo­bal, la admi­nis­tra­ción de Andrés Manuel López Obra­dor reac­cio­na tar­de y mal por la pre­vi­si­ble limi­ta­da efi­cien­cia de sus accio­nes (El Uni­ver­sal, 5 de abril). El gobierno enfren­ta la pan­de­mia del coro­na­vi­rus con herra­mien­tas lega­les e ins­ti­tu­cio­na­les meno­res en aras de un pre­si­den­cia­lis­mo auto­ri­ta­rio que hace de lado recur­sos de Esta­do con mayor efec­ti­vi­dad que exis­ten, inclu­so evo­lu­cio­nan­do des­de hace más de un siglo, como lo es el Con­se­jo de Salu­bri­dad General.

Comi­sión ver­sus Comi­té, el com­ple­jo del con­trol uni­per­so­nal. De no haber sido por la pre­sión de la opi­nión públi­ca (don­de el exmi­nis­tro José Ramón Cos­sío fue tenaz en su seña­la­mien­to) y de la opo­si­ción en el Sena­do, el gobierno no habría con­vo­ca­do a la sesión extra­or­di­na­ria del Con­se­jo de Salu­bri­dad Gene­ral (19 de mar­zo). Pare­cía que el Eje­cu­ti­vo fede­ral corre­gi­ría la mala señal (des­de enero) de dejar en manos de una sola ins­ti­tu­ción, la Secre­ta­ría de Salud a tra­vés del Comi­té Nacio­nal para la Segu­ri­dad en Salud, la ini­cia­ti­va y res­pon­sa­bi­li­dad de pla­near y ope­rar de accio­nes (que en su par­te medu­lar ape­nas lle­van dos sema­nas de imple­men­ta­ción) en con­tra del coronavirus.

No hubo rec­ti­fi­ca­ción. El resul­ta­do fue con­si­de­rar la con­vo­ca­to­ria de la Comi­sión como una mera una for­ma­li­dad y some­ter o dejar sin efec­to a una ins­tan­cia supe­rior de Esta­do, con carác­ter de auto­ri­dad civil (y con la fuer­za de la inte­li­gen­cia cien­tí­fi­ca de todo el país), solo por deba­jo del Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca. La Comi­sión, según lo decre­ta­do en el Dia­rio Ofi­cial el 20 de mar­zo, no solo vali­dó lo has­ta enton­ces rea­li­za­do por la Secre­ta­ría de Salud a tra­vés del Comi­té (sin los alcan­ces de auto­ri­dad y res­pon­sa­bi­li­dad lega­les que tie­ne la pri­me­ra), y dele­ga (sin que exis­ta dicha potes­tad nor­ma­ti­va) toda deci­sión a la pro­pia Secretaría.

La dife­ren­cia de fon­do entre la Comi­sión y el Comi­té no es sólo nomi­na­ti­va sino su carác­ter de auto­ri­dad real en una emer­gen­cia: la pri­me­ra pue­de impo­ner sus deci­sio­nes en tan­to su defi­ni­ción de ins­tan­cia cons­ti­tu­cio­nal y legal, acom­pa­ña­da de sus facul­ta­des regla­men­ta­rias que le per­mi­ten ope­rar en for­ma efi­cien­te coor­di­nan­do a otras auto­ri­da­des. El Comi­té sim­ple­men­te “exhor­ta” a otras auto­ri­da­des e ins­tan­cias públi­cas y pri­va­das, y su com­po­si­ción es endo­gá­mi­ca, inclu­ye solo fun­cio­na­rios de la Secre­ta­ría de Salud don­de el Sub­se­cre­ta­rio de Pre­ven­ción y Pro­mo­ción de la Salud, for­mal­men­te tie­ne un papel secun­da­rio en su cali­dad de vice­pre­si­den­te (quien pre­si­de es el mis­mo titu­lar de salud).

La Comi­sión se con­for­ma, ade­más de fun­cio­na­rios de la Secre­ta­ría de Salud y un secre­ta­rio téc­ni­co con nom­bra­mien­to expre­so y ads­cri­to a la dicha depen­den­cia, con repre­sen­tan­tes aca­dé­mi­cos y cien­tí­fi­cos del país a los que se les da un peso impor­tan­te sobre lo que se dis­cu­te y deci­de. Este com­po­nen­te de ver­da­de­ra deli­be­ra­ción téc­ni­co-cien­tí­fi­ca amplio de la Comi­sión, don­de tie­ne su fuer­za legi­ti­ma­do­ra y de cre­di­bi­li­dad, no exis­te en el Comi­té cuyo carác­ter, se ha vis­to, es más de un apén­di­ce pre­si­den­cial y polí­ti­co. De hecho, el últi­mo acuer­do del secre­ta­rio de Salud (31 de mar­zo), al espe­ci­fi­car las medi­das extra­or­di­na­rias lue­go de la decla­ra­ción de emer­gen­cia sani­ta­ria por “cau­sa de fuer­za mayor” (30 de mar­zo), defor­ma a la Comi­sión al incor­po­rar, entre otras depen­den­cias, a la Sede­na, la Semar y la de Segu­ri­dad y Pro­tec­ción Ciu­da­da­na, en cali­dad de voca­les (que debe­rían estar suje­tas a las indi­ca­cio­nes coor­di­na­do­ras de la Comi­sión), des­vir­tuan­do así su obje­to ori­gi­na­rio como ope­ró en la emer­gen­cia de 2009.

Esta dis­tor­sión de gra­ves con­se­cuen­cias lega­les, polí­ti­cas y sani­ta­rias, sólo se jus­ti­fi­ca en el com­ple­jo pre­si­den­cial de tomar deci­sio­nes sin deli­be­ra­ción, sin escu­char opi­nio­nes y argu­men­tos pon­de­ra­dos fue­ra de su círcu­lo de con­fian­za… y de sus pre­jui­cios (ideo­ló­gi­cos, polí­ti­cos y per­so­na­les). Des­de enero con el Comi­té y el pro­ta­go­nis­mo del sub­se­cre­ta­rio de la Pre­ven­ción y Pro­mo­ción de la Salud, y aho­ra la mis­ma Secre­ta­ría, refren­da “el esti­lo per­so­nal de gober­nar” (Daniel Cosío Ville­gas dixit sobre Luis Eche­ve­rría) del pre­si­den­te y le per­mi­te un con­trol abso­lu­to y ver­ti­cal de las deci­sio­nes (Dia­rio Ofi­ci­cal, 27 de mar­zo). Al final de la sesión del día 19 de mar­zo, el eno­jo evi­den­te de algu­nos miem­bros de la Comi­sión fue mues­tra de la frus­tra­ción y el some­ti­mien­to auto­ri­ta­rio (con algo más que ame­na­zas de res­tric­cio­nes pre­su­pues­ta­les a sus ins­ti­tu­cio­nes aca­dé­mi­cas) del que fue­ron víc­ti­mas por los per­so­ne­ros pre­si­den­cia­les, para acep­tar los tér­mi­nos ver­gon­zan­tes del decre­to redac­ta­do por la Pre­si­den­cia y publi­ca­do al día siguiente.

No es un asun­to menor ni la for­ma ni el resul­ta­do de esta acción en la que el Eje­cu­ti­vo renun­cia a una herra­mien­ta de auto­ri­dad, con­so­li­da­da en tér­mi­nos de segu­ri­dad nacio­nal, para sal­va­guar­dar la inte­gri­dad de la pobla­ción ante una ame­na­za gene­ra­li­za­da, como ya se había pro­ba­do fren­te al virus AH1-N1. Las víc­ti­mas mor­ta­les de la pan­de­mia en nues­tro país (“sólo” el 0.2 por cien­to de la pobla­ción, según las opti­mis­tas pre­vi­sio­nes tec­no­crá­ti­cas del Sub­se­cre­ta­rio de Pre­ven­ción y Pro­mo­ción de la Salud), ten­drán mucho que ver con esta deci­sión presidencial.

El fac­tor mili­tar y la far­sa civi­lis­ta. La “autén­ti­ca demo­cra­cia” que dice cons­truir el actual gobierno pasa por la simu­la­ción, el empo­de­ra­mien­to y el con­trol cas­tren­se. En el pecu­liar avi­so de inter­ven­cio­nis­mo mili­tar (con la cober­tu­ra “asép­ti­ca” o híbri­da de los pla­nes de Defen­sa Nacio­nal III y Mari­na) en la emer­gen­cia sani­ta­ria y ante el cues­tio­na­mien­to de un con­fi­na­mien­to cua­si­obli­ga­to­rio de la pobla­ción para con­te­ner la tasa de con­ta­gios, el pre­si­den­te negó que hubie­se nece­si­dad de decre­tar res­tric­cio­nes seve­ras (19 y 20 de mar­zo). No obs­tan­te, la mis­ma imple­men­ta­ción del DN-III de ayu­da mili­tar a pobla­ción en casos de desas­tres impli­ca en su com­po­nen­te ini­cial, si es el caso, res­tric­cio­nes de movi­li­dad y accio­nes de moles­tia a la pobla­ción en aras de la pro­tec­ción del país (con res­pe­to irres­tric­to a dere­chos huma­nos que son irre­nun­cia­bles aun en casos de emer­gen­cia, como es el dere­cho a la vida) y de res­ta­ble­cer con­di­cio­nes de equi­li­brio en tér­mi­nos de orden y paz socia­les. El dile­ma lo resuel­ve el gobierno con la simu­la­ción al apun­tar que los pla­nes de repre­sión, en caso de saqueos o dis­tur­bios socia­les, serán eje­cu­ta­dos por la Guar­dia Nacio­nal inte­gra­da mayor­men­te por sol­da­dos, diri­gi­dos ope­ra­ti­va­men­te por un mili­tar (ya en reti­ro) bajo las órde­nes de la Sede­na, pero for­mal­men­te bajo la res­pon­sa­bi­li­dad del Secre­ta­rio civil. La tram­pa legal y polí­ti­ca es cla­ra en fun­ción de pro­te­ger la ima­gen de los mili­ta­res: en caso de abu­sos y comi­sión de vio­la­cio­nes gra­ves a los dere­chos huma­nos, la res­pon­sa­bi­li­dad será del lado civil y no de la Sede­na o Marina.

La otra cara de la mone­da simu­la­to­ria se encuen­tra en la ocu­pa­ción mili­tar del com­ple­jo públi­co sani­ta­rio de alta espe­cia­li­dad y de ter­cer nivel con que cuen­ta el país. De este modo se envía el men­sa­je de fuer­za nece­sa­rio para aca­llar las pro­tes­tas de las y los médi­cos y enfer­me­ros civi­les por la fal­ta de insu­mos e infra­es­truc­tu­ra en la aten­ción de las víc­ti­mas por el COVID-19. A esto se aña­de que los recur­sos anun­cia­dos para las secre­ta­rías de Defen­sa y Mari­na, ade­más de que la Sede­na está con­tro­lan­do com­pras de insu­mos médi­cos para la miti­ga­ción de la pan­de­mia, las prio­ri­da­des cas­tren­ses (cuya infra­es­truc­tu­ra y recur­sos huma­nos son meno­res a la capa­ci­dad ins­ta­la­da civil) pasan por su auto­asig­na­ción antes de des­ti­nar­los al cam­po hos­pi­ta­la­rio públi­co y civil del país.

Otro efec­to de esta agen­da no decla­ra­da es el con­trol de la infor­ma­ción. Si como se ha docu­men­ta­do en los meses pre­vio al arri­bo de la pan­de­mia, se obser­va un subre­gis­tro de casos, en esta fase de aten­ción el con­trol mili­tar sobre la afec­ta­ción huma­na será cru­cial para ajus­tar­lo a las expec­ta­ti­vas y deseos pre­si­den­cia­les. Siguien­do una vie­ja tra­di­ción del sis­te­ma polí­ti­co mexi­cano de un auto­ri­ta­ris­mo que creía­mos extin­to, nun­ca sabre­mos con cer­te­za el impac­to de la mag­ni­tud de dece­sos y afec­ta­cio­nes por la pan­de­mia. El empo­de­ra­mien­to cas­tren­se, hay que decir­lo, es la cla­ve para for­ta­le­cer el auto­ri­ta­ris­mo pre­si­den­cial que ya se mani­fies­ta en esta crisis.

(In)cultura de segu­ri­dad nacio­nal y futu­ro incier­to. Ya como pre­si­den­te elec­to y en medio del pro­ce­so de defi­nir a los titu­la­res de defen­sa y mari­na (verano de 2018), al tér­mino de una entre­vis­ta pri­va­da con aca­dé­mi­cos mili­ta­res, Andrés Manuel López Obra­dor expre­só que eso de la “segu­ri­dad nacio­nal era algo com­ple­jo”. El encuen­tro y el seña­la­mien­to expli­ca, sin duda, su con­ven­ci­mien­to de asu­mir nocio­nes (y pre­jui­cios) don­de el eje defi­ni­to­rio de la segu­ri­dad nacio­nal pasa por la ópti­ca mili­tar, apar­tán­do­se de su papel como gober­nan­te en un Esta­do demo­crá­ti­co de dere­cho bajo un lide­raz­go civil. Es cier­to que nues­tro mar­co legal e ins­ti­tu­cio­nal en la mate­ria era inci­pien­te e inma­du­ro y que la vigen­cia ple­na de su ley siem­pre fue una asig­na­tu­ra y expec­ta­ti­va pen­dien­te del Esta­do: como la ope­ra­ción pre­vis­ta de un Con­se­jo de Segu­ri­dad Nacio­nal o la mate­ria­li­za­ción de un sis­te­ma de infor­ma­ción e inte­li­gen­cia estra­té­gi­ca bajo el lide­raz­go civil del Cisen (que hubie­se sido vital en el esce­na­rio actual), entre otras peculiaridades.

La clau­di­ca­ción polí­ti­ca del pre­si­den­te con su arre­glo mili­tar-civil, derrum­bó el entra­ma­do de segu­ri­dad nacio­nal que se cons­truía des­de hace trein­ta años en el que el fac­tor cas­tren­se era impor­tan­te pero no su eje prin­ci­pal ni su visión de poder y con­trol como se obser­va ahora.

Las con­se­cuen­cias de esta deba­cle en mate­ria de segu­ri­dad nacio­nal son incier­tas en cuan­to al retro­ce­so que sig­ni­fi­can para la aspi­ra­ción de una cul­tu­ra espe­cial que ya se vis­lum­bra­ba, al menos for­mal­men­te, cuan­do se reco­no­cía la nece­si­dad de con­for­mar social­men­te una “cul­tu­ra de segu­ri­dad nacio­nal” en el Plan Nacio­nal de Desa­rro­llo y en el Pro­gra­ma de Segu­ri­dad Nacio­nal del sexe­nio pasa­do. La revi­sión ope­ra­ti­va de pro­duc­tos de inte­li­gen­cia estra­té­gi­ca como la agen­da nacio­nal de ries­gos que ela­bo­ra­ba el Cisen (aho­ra Cen­tro Nacio­nal de Inte­li­gen­cia, CNI, redu­ci­do a mera ins­tan­cia ope­ra­ti­va de espio­na­je poli­cial y polí­ti­co), aun­que no siem­pre ati­na­da en sus pre­vi­sio­nes (ahí está la elec­ción de Trump o la situa­ción pan­dé­mi­ca actual), o de ins­tan­cias de Esta­do como la Comi­sión Bica­me­ral de Segu­ri­dad Nacio­nal, pudie­ron haber sido apun­ta­la­dos y refor­ma­dos con un enfo­que de Esta­do ver­da­de­ra­men­te demo­crá­ti­co para enfren­tar ame­na­zas como la que aho­ra tene­mos. El recla­mo de estas omi­sio­nes y las accio­nes del pre­sen­te gobierno, ahí están y se harán pre­sen­tes jun­to con las res­pon­sa­bi­li­da­des polí­ti­cas y lega­les, algún día…, si subsistimos.

*Mtro. Eru­biel Tira­do, coor­di­na­dor del diplo­ma­do ‘Segu­ri­dad nacio­nal, demo­cra­cia y dere­chos huma­nos’ de la IBERO

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