Por Julen Mendizabal y Aitor Garagarza , Resumen Latinoamericano, 10 de abril 2020
No se trata ya de que la crisis la paguen ellos, es el momento de proclamar que las clases populares vamos hacérselo pagar acabando con sus privilegios
Mikel Otero situaba la distopía en la que nos quieren
sumergir las élites políticas-económicas de una parte de nuestra nación
sometida: «Me da que la feroz arremetida de Confebask y sus tentáculos,
no es más que el preludio de la tremenda disputa sobre la distribución
de la renta [menguante] que se dará en los próximos años. Yo les
agradezco la franqueza. A ver si nos ayuda a espabilar para entender de
qué va esto».
En este contexto cambiante la patronal ha entendido
perfectamente donde situarse y sus lacayos proliferan sus discursos por
todos los medios. Están asustados y temen que ya nada volverá a ser
como antes, se preparan para una nueva gran arremetida contra los
sectores populares, sumergiéndonos en una escalada de fascismo social
difuso pero contundente mediante el cual pretenden salvaguardar su
capital contra todas nuestras vidas.
Ellos han entendido muy bien
de que va todo esto, el sentido común de la izquierda independentista
de este país para crear una gran mesa, «nuestro pacto propio de la
Moncloa», se ha visto dilapidado. Queda claro que la patronal y sus
representante políticos no se sentaran con un sector político, social y
sindical de este país más que para firmar nuestra defunción. Hay una
frase que se le atribuye a Idigoras, nosotros a un buen amigo, «sin el
PNV difícil, con el PNV imposible». Cambien el sujeto de la frase y el
resultado es el mismo. Nuevamente volvemos a toparnos con nuestros
límites, dependencias y complejos. Liberémonos, ningún poder político
para la patronal y todo el poder político para el pueblo.
Mientras
tanto, se están dando las condiciones objetivas y subjetivas para
volver a levantar aquellas reivindicaciones, demandas y necesidad de
conquistas que la izquierda revolucionaria, en un retroceso histórico en
Europa que dura décadas, escondió en la arena bajo los adoquines.
Superemos
la diplomacia liberal y pongamos radicalmente en el centro las vidas.
Transitar del sentido común al sentido comunitario. No se trata ya de
que la crisis la paguen ellos, es el momento de proclamar que las clases
populares vamos hacérselo pagar acabando con sus privilegios
cuasi-medievales de sometimiento y explotación. Ahora lo queremos todo,
queremos todo aquello que nos han robado. Porque para ellos las vidas de
nuestras madres y abuelos no valen nada y para nosotros las vidas de
nuestros padres y abuelas lo valen todo.
Decía el Comité Central
de la Comuna de París en 18 de marzo de 1871: «En medio de los fracasos y
las traiciones de las clases dominantes, nos hemos dado cuenta que ha
llegado la hora de salvar la situación tomando en nuestras manos la
dirección de los asuntos públicos». Nosotros que estamos encerrados
decimos que permitir que las clases dominantes continúen al mando
reproduciendo las mismas políticas socioeconómicas de ayer nos volverán a
traer a los mismos problemas de hoy. Esta es la lección que la Tierra
nos ha enseñado y que no olvidaremos jamas.
Cooperativas,
medianas y pequeñas empresas, trabajadoras esenciales e intelectuales de
Euskal Herria, conformemos un bloque para desbancar a la clase
dominante. Construíamos la República Vasca para ser y decidir, garante
de un sistema de cuidados público comunitario, otorguemos la
nacionalidad vasca a todas las personas migrantes, que las que trabajan
en el sector de los cuidados pasen a ser parte del sistema público,
nacionalicemos las grandes empresas y los sectores estratégicos, que la
sanidad sea totalmente pública y desaparezca la privada, soberanía por y
para múltiples soberanías: sanitaria, alimentaria, energética… Es la
vida la bandera que clavaremos encima de los escombros del capital.
Queremos
tomar el control sobre la economía, queremos una renta mínima, queremos
viviendas, que se reparta el trabajo y las ganancias, queremos tierras,
trabajar menos días, tener más tiempo libre para cuidar y ser cuidados,
tiempo libre de calidad para relacionarnos cuerpo a cuerpo, tiempo para
poder dedicarlo también al tejido asociativo y deportivo que aflora en
todos los pueblos, que prevalezca el valor de uso frente al valor de
cambio, un plan de transición para la industria armamentística y
automovilística, queremos un parlamento de mujeres, queremos a los y las
presas en la calle, que las obras del TAV se paralicen definitivamente,
queremos una universidad pública, gratuita y de calidad, queremos un
ejercito de batas blancas al estilo cubano, queremos salud y buenos
alimentos, menos policía y más diversión. Esto y mucho más queremos.
Ahora lo queremos todo.
Terminamos con Marx haciendo referencia
nuevamente a la Comuna de París: «La clase obrera no esperaba de la
Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para
implantar por decreto del pueblo. Saben que para conseguir su propia
emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende
irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico,
tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos
históricos, que transformarán las circunstancias y las personas. Ellas
no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente liberar los
elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante
lleva en su seno». Soltemos las amarras y liberemos los elementos que
ya han pasado 149 años.