Argen­ti­na. La pros­ti­tu­ción fren­te al COVID-19

Por Magui Bellot­tiMar­ta Fon­ten­la, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 15 de abril de 2020

Pese al ais­la­mien­to social
obli­ga­to­rio impues­to por la pan­de­mia ori­gi­na­da en el coro­na­vi­rus, con­ti­núan abier­tos pros­tí­bu­los, bajo
diver­sas deno­mi­na­cio­nes, como lo demues­tran los alla­na­mien­tos rea­li­za­dos en
Neu­quén, vio­lan­do la legis­la­ción abo­li­cio­nis­ta del país y el ais­la­mien­to social
pre­ven­ti­vo y obligatorio.

Si siguen fun­cio­nan­do, es por­que hay quie­nes con­cu­rren a ellos. Sin
embar­go, nada se dice de los pros­ti­tui­do­res (“clien­tes”) que debían encontrarse
en el lugar. Ellos son la par­te invi­si­ble del sis­te­ma pros­ti­tu­yen­te, aquellos
de los que no se habla, pese a ser quie­nes con su deman­da echan a andar toda la
maqui­na­ria que cons­ti­tu­ye el nego­cio de la explo­ta­ción sexual y los que
pro­du­cen daño direc­to sobre los cuer­pos y la sub­je­ti­vi­dad de las per­so­nas que
pros­ti­tu­yen. Sonia Sán­chez, la acti­vis­ta femi­nis­ta abo­li­cio­nis­ta y
sobre­vi­vien­te de pros­ti­tu­ción, los lla­ma “tor­tu­ra­do­res prostituyentes”.

La pros­ti­tu­ción es una ins­ti­tu­ción patriar­cal que con­sa­gra la
subor­di­na­ción de las muje­res a una sexua­li­dad mas­cu­li­na basa­da en el domi­nio y
se basa en la des­igual­dad social, eco­nó­mi­ca, cul­tu­ral y sexual entre hom­bres y
muje­res
. Es lo con­tra­rio a una sexua­li­dad libre y pla­cen­te­ra. A
dife­ren­cia de lo que sos­tie­nen los sec­to­res que pre­sen­tan la pros­ti­tu­ción como
una for­ma trans­gre­so­ra del ejer­ci­cio de la sexua­li­dad, es en reali­dad una
ins­ti­tu­ción con­ser­va­do­ra y repre­si­va, que colo­ca a las muje­res en lugar de
obje­to del goce de otro y no en suje­ta de sus pro­pios deseos.

Esta
situa­ción se ve agra­va­da en razón de la
pobre­za de la mayor par­te de las per­so­nas pros­ti­tui­das y/​o de los abusos
sufri­dos en la infan­cia
, gene­ral­men­te en sus pro­pias casas.

Diver­sas
inves­ti­ga­cio­nes mues­tran los daños físi­cos y psí­qui­cos que pro­vo­ca, entre
ellos: alto ries­go de con­traer VIH, infec­cio­nes de trans­mi­sión sexual (ITS),
gol­pes y abu­sos de pro­xe­ne­tas y pros­ti­tui­do­res, emba­ra­zos no desea­dos, abortos
for­zo­sos, hepa­ti­tis, inges­ta obli­ga­da de hor­mo­nas y con­su­mo indu­ci­do de drogas,
ciru­gías, apli­ca­ción de inyec­cio­nes de sili­co­na y acei­tes y, finalmente,
femi­ci­dios y tra­ves­ti­ci­dios. Las con­se­cuen­cias psi­co­ló­gi­cas, especialmente
diso­cia­ción y el estrés trau­má­ti­co, se equi­pa­ran a las sufri­das por las
víc­ti­mas de tortura.

Muchas muje­res y niñas se encuen­tran des­apa­re­ci­das víc­ti­mas de redes de
pros­ti­tu­ción y tra­ta y es pre­ci­so tener en cuen­ta el daño gene­ra­cio­nal, ya que
en muchas fami­lias la pros­ti­tu­ción se natu­ra­li­za y las hijas son prostituidas
al igual que sus madres.

En esta
emer­gen­cia sani­ta­ria, se agre­ga el ries­go de con­ta­gio de un virus del que poco
se sabe. Es fun­da­men­tal que el Esta­do se ocu­pe de las per­so­nas prostituidas,
sobre todo en la emer­gen­cia que las encuen­tra sin los medios económicos
nece­sa­rios para su super­vi­ven­cia y la de sus hijas e hijos y, en la mayor parte
de los casos, explo­ta­das por pro­xe­ne­tas y abu­sa­das por prostituidores.

Para ello
se requie­ren trans­fe­ren­cias de ingre­sos a su favor, que les ase­gu­ren recursos
eco­nó­mi­cos, ali­men­ta­rios, habi­ta­cio­na­les, sani­ta­rios y socia­les, sufi­cien­tes y
ade­cua­dos y que ello se con­vier­ta en una polí­ti­ca de Esta­do que les permita
salir de la pros­ti­tu­ción. Asi­mis­mo, es
deber del Esta­do cerrar los pros­tí­bu­los, bajos sus diver­sas denominaciones
(caba­rets, whis­ke­rías, bares, “pri­va­dos”, etc.), que habi­tual­men­te encu­bren la
ver­da­de­ra acti­vi­dad
. Con ello daría cum­pli­mien­to a la legis­la­ción interna,
espe­cial­men­te la ley 12331 y a los tra­ta­dos inter­na­cio­na­les sus­crip­tos por
nues­tro país, en par­ti­cu­lar el Con­ve­nio de Nacio­nes Uni­das para la Repre­sión de
la Tra­ta de Per­so­nas y de la Explo­ta­ción de la Pros­ti­tu­ción Ajena.

Las
medi­das de pre­ven­ción y pro­tec­ción que se adop­ten no deben sepa­rar a las madres
de sus hijas e hijos y las migran­tes deben tener la posi­bi­li­dad de permanecer
en el país y, en su caso, regu­la­ri­zar su situa­ción migratoria.

Es
pre­ci­so, asi­mis­mo, pro­te­ger los dere­chos de niñas, niños y ado­les­cen­tes que son
víc­ti­mas de explo­ta­ción sexual, hacien­do cesar de inme­dia­to dicha explotación
de acuer­do con la Con­ven­ción de los Dere­chos del Niño y la legis­la­ción interna,
con­si­de­ran­do espe­cial­men­te que los pros­ti­tui­do­res recla­man cuer­pos cada vez más
jóve­nes y que la edad de ingre­so a la pros­ti­tu­ción osci­la entre los 12 y 14
años. El dis­cur­so edul­co­ra­do de la
pros­ti­tu­ción como empo­de­ran­te, fru­to de la libre elec­ción, un tra­ba­jo como
cual­quier otro y que per­mi­te ganar mucho dine­ro, no sólo fal­sea la verdadera
expe­rien­cia de las per­so­nas pros­ti­tui­das, sino que cons­ti­tu­ye una for­ma de
pro­mo­ción de la pros­ti­tu­ción
, espe­cial­men­te entre las ado­les­cen­tes de
barrios popu­la­res, cole­gios y universidades.

Por ello,
nues­tra pro­pues­ta que le hici­mos lle­gar al Poder Eje­cu­ti­vo y ministerios
nacio­na­les y a auto­ri­da­des pro­vin­cia­les median­te una car­ta que aún no fue
res­pon­di­da, es pre­ve­nir, efectivizar
dere­chos, apli­car la legis­la­ción abo­li­cio­nis­ta que es par­te de nues­tro sistema
jurí­di­co, no cri­mi­na­li­zar nun­ca a las per­so­nas pros­ti­tui­das, sí a los/​las
pro­xe­ne­tas y tra­tan­tes
, san­cio­nar a los pros­ti­tui­do­res, incluir en la
edu­ca­ción sexual que se impar­te en las escue­las infor­ma­ción y con­te­ni­dos que
per­mi­tan pre­ve­nir­la y evi­tar que las niñas sean pros­ti­tui­das y los niños se conviertan
en prostituyentes.

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