Por Héctor Amichetti* , Resumen Latinoamericano, 17 abril 2020
El secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense, Héctor Amichetti, ofreció una semblanza histórica que recuerda discusiones del peronismo durante 1963 y recupera su vigencia.
Entre los hechos políticos inéditos que se han producido en el mundo a
lo largo de la historia de la humanidad, hay uno que nos toca
directamente. Fue la prohibición de un movimiento político que ya estaba
prohibido: el Peronismo. Así es, el 10 de abril de 1963 en Argentina
se prohibió por decreto al Partido Peronista que ya había sido disuelto
unos años antes por otro decreto de la «Fusiladora». Ese mismo día el
Papa Juan XXIII lanzaba su última encíclica, «Paz en la Tierra» en la
que reafirmaba que la paz de los pueblos solo sería posible sobre la
base de la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Contradiciendo al Papa, en Argentina se decretaba: No hay libertad posible para los peronistas.
Persecusión, sanciones e inhabilitaciones para quienes cometan el
pecado de tomar contacto con el «tirano prófugo» o se atrevan a difundir
sus directivas, declaraciones o entrevistas. El fantoche utilizado por
los uniformados para imponer ese decreto fue el presidente José María
Guido, uno de los tantos utilitarios hombres del radicalismo que
reemplazó a Frondizi tras ser derrocado por el golpe militar de marzo
del ’62.
En realidad a Frondizi lo golpeó definitivamente la voluntad
democrática del pueblo peronista con el estruendoso sopapo asestado en
ese mismo mes de marzo en las elecciones de la provincia de Buenos Aires
que consagraron a nuestro entrañable compañero Andrés Framini como
Gobernador. Desesperados, los perros rabiosos del sistema se vieron
empujados a prohibir a un movimiento que no sólo era capaz de burlar la
prohibición anterior sino que cada día se volvía más peligroso para sus
estructuradas mentes oligárquicas.
Si bien a Framini no le permitieron asumir su cargo, al igual que a
otros 10 gobernadores peronistas que habían triunfado en distintas
provincias argentinas, la dinámica de las organizaciones peronistas
preparadas para moverse con eficacia tanto en la legalidad como en la
clandestinidad, resultaba para las fuerzas reaccionarias imposible de
contener. En julio de 1962, el movimiento obrero reunido en la localidad
de Huerta Grande en un encuentro presidido por el gran Amado Olmos,
emitió un documento que hizo temblar a los poderosos.
Fue el Programa de Huerta Grande, que entre otras cosas planteaba:
1.Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado.
2.Implantar el control estatal sobre el comercio exterior.
3.Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas.
4.Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales.
5.Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo.
6.Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción.
7.Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación.
8.Implantar el control obrero sobre la producción.
9.Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales.
10.Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la
Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y
estableciendo topes mínimos y máximos de producción.
Punto más punto menos, podría estar escrito para éste tiempo. ¿No les parece?.
En línea con lo que indicaba el líder desde Madrid, Andrés Framini
hizo por esos días imperdibles declaraciones al diario «Noticias
Argentinas» que vale la pena reproducir. «El sistema capitalista está en
crisis, nada ni nadie podrá salvarlo…»»¿Y qué es el salario en éste
sistema capitalista? una pequeña parte del valor real de lo que
producimos. ¿De qué sirve luchar por un mero aumento de salarios si a
los dos meses todo aumentó y volvemos a lo mismo, apenas a ganar unos
pesos para subsistir?…»
«Hay que transformar toda la estructura económica, financiera y
jurídica, social, política y estatal». Las apreciaciones de Perón en
boca de Framini… ¡Hoy más vigentes que nunca!
La cuestión es que para el radicalismo amarillo de aquellos tiempos,
para los Alsogaray y Pinedo que fueron ministros de economía de Guido,
para quienes eran el equivalente a los actuales Rocca, Galperín,
Magnetto y otro puñado de multimillonarios, para los financistas
extranjeros, las multinacionales monopólicas y las resentidas hienas
azules y coloradas de las Fuerzas Armadas, éstas ideas resultaban un
serio riesgo en nuestro país, considerando el escenario mundial de
descolonización, revoluciones y no alineamiento.
Por eso, en la desesperación, había que prohibir algo que ya estaba prohibido.
«Tarde o temprano, la razón, la verdad y la justicia triunfarán. Por eso seguimos la táctica del agua que siempre pasa, con violencia, si se puede; sino con perseverancia. No hay poder en la tierra que pueda contener a un pueblo que decide imponer sus derechos y conquistar su libertad», decía Framini en aquel reportaje.
¡Y así fue!
*secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense*
*Este artículo fue publicado originalmente en las redes sociales del autor.