Por Jorge Falcone*, Resumen Latinoamericano, 1 mayo 2020
“Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a perecer. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a ese darwinismo social”.
Edgar Morin, filósofo francés.
De la Emergencia Social a la Emergencia Sanitaria
Como es público y notorio, el hombre que hoy ocupa el Sillón de Rivadavia, en el año 2000 integró la lista de legisladores de la Alianza Encuentro por la Ciudad, quellevó a Domingo Cavallo como candidato a Jefe de Gobiernoy a Gustavo Béliz, de vice.
Tras ejercer el cargo de Jefe de Gabinete junto a Néstor Kirchner y durante parte del primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, se retiró en medio de desinteligencias surgidas al calor del conflicto con las patronales agrarias suscitado durante el año 2008. Desde entonces fue el invitado estrella de todos los programas políticos de TN, despellejando literalmente a su actual Vicepresidenta, para deleite de escribas como Joaquín Morales Solá, Alfredo Leuco, y Marcelo Bonelli (sepa quien lo dude, que aquellas invectivas no han sido borradas aún de youtube)
En 2013, se sumó al Frente Renovador como jefe de campaña de Sergio Massa, quien se impondría en las PASO y más tarde en las elecciones generales. Después de las primarias sentenció: «El shock que recibió Cristina, luego de la derrota, hace que se comporte como una adolescente. El kirchnerismo está muerto, esto es una iglesia del cristinismo«.
Siempre catalogado como «componedor», en 2017 fue promotor de la candidatura de Florencio Randazzo a senador nacional en la elección que compitió contra Cristina Fernández de Kirchner, Esteban Bullrich (Cambiemos) y Sergio Massa. En ese armado de Randazzo, Alberto Fernández fue clave para cerrar la puerta que le abrió la ex presidenta a su ex Ministro del Interior y Transporte sobre la recta final de campaña.
No se trata aquí de hacer “política de prontuarios”, sobre todo cuando su promotora a la candidatura presidencial decretó que “lo pasado pisado”. Pero en “El País de No me Acuerdo” (María Elena Walsh dixit) siempre vale la pena dar cuenta de los antecedentes que fundamentan los juicios que uno se apresta a emitir: Se trata de un presidente socialdemócrata y globalista que habla en nombre del peronismo.
Su gobierno asumió con una carta de intención sintetizada en la consigna “primero los últimos”, y decidió que la nave insignia de esta gestión fuera la “Ley de Emergencia Social”, a la que ha venido tratando de dar respuesta el Ministro Daniel Arroyo, hasta que se dio de bruces contra el affaire de los sobreprecios en la compra de alimentos destinados a los comedores populares, golpe del cual su cartera no parece haberse recuperado aún, con la notoria consecuencia de estarse colapsando la atención del problema del hambre en el conurbano profundo.
Tal irresolución, sumada a la que acarrea el Ministro Martín Guzmán respecto al trabajoso intento de acuerdo con los bonistas extranjeros, habilita a considerar que por el momento todo el crédito del oficialismo se concentra en el rol que viene ejerciendo el primer mandatario con su proverbial bonhomía, velando por la salud de 45,3 millones de argentinxs de los cuales, quienes habitan la Matrix de las principales metrópolis del país, se avienen dócil cuando no eufóricamente a su paternal cuidado… mientras lxs compatriotas que viven en las periferias y bajo la línea de pobreza pelean la diaria valiéndose de sus propios recursos y de los que brinda la militancia más solidaria, anhelando sobrevivir al crudo invierno que se avecina.
En consecuencia, el Ejecutivo ha prorrogado una vez más la cuarentena pero, presionado por empresarios impacientes en recuperar su rentabilidad, lo ha hecho flexibilizando criterios so pretexto de paliar el encierro de lxs niñxs – que parecen tramitar mejor que los adultos el posible contagio del COVID – 19 -, aunque lxs sanitaristas siguen insistiendo en que el pico máximo de contagio sucederá durante el mes en curso.
Al parecer, el único camino que el oficialismo está dispuesto a transitar es el de reactivar la economía mediante el retorno a las respectivas actividades productivas por parte de la clase trabajadora, trasladando prácticamente la responsabilidad del cuidado a la comunidad, sin hacer el menor intento por gravar la renta improductiva de ricachones chupasangres ni investigar la deuda centenaria que ha resuelto seguir pagando, lo cual, equiparando el principio físico de la presión de un émbolo dentro de un recipiente hermético a la escalada del malestar social, permite prever protestas populares de imprevisibles consecuencias en procura de la necesaria válvula de escape.
La fábrica y la web
Durante la Modernidad, el paradigma metalmecánico que campeara hasta las postrimerías del Siglo XX justificó que alguna vez el peronismo hiciera del movimiento obrero organizado su columna vertebral, mientras que en la post modernidad se impuso el paradigma telemático y los servicios comenzaron a prevalecer sobre la producción industrial de otrora. El modelo de exclusión social generado por la última dictadura y exacerbado durante los 90s expulsó del aparato productivo a grandes contingentes de trabajadores/as, redujo sensiblemente la afiliación sindical, y fomentó la aparición de nuevos actores sociales, muchxs de lxs cuales se nuclearían en los Movimientos de Trabajadores Desocupados que, a partir de la ampliación de derechos generada oportunamente por el kirchnerismo, terminaron constituyendo el fenómeno de la Economía Popular, caracterizado por cierta izquierda como precariado, y por algunos cientistas sociales como trabajo informal.
La pandemia suma a ese complejo cuadro de situación un fuerte impulso al teletrabajo, modalidad que muchxs especialistas consideran que llegó para quedarse. Tal fenómeno agrava la precarización existente, y pone a las centrales obreras así como a lxs legistas ante el desafío de crear nuevos estatutos regulatorios de la actividad, capaces de salir al cruce más temprano que tarde de una nueva merma de derechos laborales.
Según la Revista Forbes, últimamente la productividad aumentó un 28% en materia de home office. Entusiasmadas con esos índices, numerosas empresas globales han resuelto reducir hasta en un millón de metros cuadrados sus respectivas plantas, con el altísimo ahorro en servicios que les proporciona, dada la transferencia del costo de los mismos al hogar de sus empleadxs, que en consecuencia se ven condicionados a fusionar en un solo espacio full life lo que hasta ahora fueron tres: Trabajo, recreación, y vivienda particular.
En tal contexto, el modelo de Uber se ha extendido a todo tipo de sectores empresariales y por este motivo se ha acuñado un nuevo concepto, uberización. Se trata de un planteamiento empresarial que conforma un nuevo paradigma en las relaciones laborales y algunas de sus características son las siguientes:
· Los contratos laborales tradicionales desaparecen, ya que el trabajador que proporciona el servicio está asociado a una compañía y entre uno y otro no hay un convenio regulador.
· El trabajador asociado es requerido para tareas concretas y no necesariamente tiene un salario mínimo garantizado, un horario preestablecido o un periodo de vacaciones acordado en un contrato.
· El nuevo modelo implica la destrucción del trabajo convencional y la creación de trabajadores autónomos. Como resultado de la expansión de este nuevo sistema, algunos analistas consideran que las empresas pequeñas y medianas no podrán competir con las grandes corporaciones que facilitan servicios a través de aplicaciones u otras plataformas online. Toda revolución tecnológica implica una serie de consecuencias, algunas favorables y otras negativas. Cuando aparecieron los primeros automóviles a principios del siglo XX, se abrieron todo tipo de posibilidades, pero aquellos que utilizaban carros de caballos se vieron claramente perjudicados. Con la uberización sucede algo similar, pues supone una serie de ventajas para los usuarios, pero algunos sectores se ven muy afectados. Este nuevo concepto se utiliza cada vez más para referirse al nuevo modelo empresarial y se va extendiendo en todo tipo de sectores, como el de la sanidad, la educación o el comercio. Por este motivo, algunos analistas ya hablan de la uberización de la economía.
He aquí pues una nueva causa reivindicativa que sumar a la lucha contra la reducción de turnos laborales, recorte de salarios y despidos, penurias que tanto vienen recrudeciendo desde que comenzó la cuarentena.
Sin ir más lejos, el reciente acuerdo entre la UIA y la CGT para suspender las paritarias durante todo el año y reducir en un 25 % los salarios en un país con un 60% de inflación y un dólar que se acerca a los 70$ , no hace más que ratificar – con el agravante de hacerlo de cara al Día Internacional de lxs Trabajadores/as – que en la Argentina la pandemia está siendo utilizada como mascarada para seguir exprimiendo a quienes producen a diario las riquezas y valores del país, lxs cuales desde ya que no se van a masticar pasivamente esa afrenta.
“No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema”
El pensamiento crítico viene confrontando puntos de vista en relación a cómo será el sistema – mundo post coronavirus. Por ejemplo, mientras el filósofo esloveno Slavoj Žižek, desde una perspectiva post marxista lacaniana, sostiene que “la pandemia ha dado un golpe mortal al capitalismo”, su par surcoreano Byun – Chul Han, pese a ser un duro crítico del sistema desde la antropología cultural, opina que “tras la pandemia el capitalismo continuará con más fuerza”.
A esta altura, ya nadie ignora que la que atravesamos no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican como “hecho social total”, en el sentido de que sacude al conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de sus actores, instituciones y valores.
Siendo el coronavirus la primera epidemia global de la era informática, no cabe duda de que el rastreo de los teléfonos móviles, aunque se justifique con nobles intenciones, abre la puerta a la posibilidad de una vigilancia digital masiva. Más aún cuando las aplicaciones que identifican a cada instante dónde estamos pueden reportarlo a los Estados. Y eso, cuando pase la pandemia, podría generalizarse y convertirse en la nueva normalidad. Los Estados también procurarán acceder a las carpetas médicas de los ciudadanos y a otras informaciones hasta ahora protegidas por la privacidad. Y cuando se haya acabado con este azote, las autoridades globales podrían desear utilizar la vigilancia para un mayor control social. Como ocurrió con las legislaciones antiterroristas después de los atentados contra las Torres Gemelas.
Desde la crisis financiera de 2008, grupos reaccionarios y xenófobos – a los que tributan, por ejemplo, los adherentes a Donald Trump, Boris Johnson, y Jair Bolsonaro – ya venían manifestando su rechazo a la globalización económica. Por su parte, desde finales de los años 90, la militancia antisistémica, desde perspectivas progresistas también venía cuestionando con fuerza la ecodepredadora globalización financiera, y reclamando «otro mundo posible».
A estas dos considerables fuerzas se van a unir ahora, las masas descontentas por la dependencia de sus países a la hora de enfrentar la emergencia del Covid ‑19. Hay un cierto sentimiento de que, con la mundialización, muchos gobiernos renunciaron a dimensiones fundamentales de su soberanía, de su independencia y de su seguridad.
En consecuencia, ¿cómo será entonces el planeta cuando se destrabe este impasse global? Indudablemente precisará voces autorizadas y con capacidad de liderazgo, que orienten hacia un buen camino colectivo para iniciar una etapa nueva, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial. La ONU deberá reformarse y dar entrada, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, a nuevas naciones como India, Nigeria, Egipto, Brasil y México, más representativas del statu quo internacional.
La zozobra del liderazgo estadounidense abre un significativo vacío. La disputa se reanuda peligrosamente. Evidentemente la Unión Europea también ha quedado descolocada por su frustrante falta de coordinación durante la pandemia. China y Rusia sin embargo han consolidado su rol internacional brindando asistencia a muchos países superados por el colapso de su sistema sanitario.
Hace algunos años, coincidiendo con el inicio de la contraofensiva estratégica de Estados Unidos, comenzó a permear franjas de la intelectualidad la idea de que, para enfrentar a lo que dio en llamarse “neoliberalismo”, en la coyuntura correspondía aferrarse al keynesianismo. Si alguien supuso que bautizar al capitalismo como neoliberalismo y al marxismo como keynesianismo era una operación estratégica de los ideólogos del capital, no está totalmente en lo cierto: no todos eran intelectuales cooptados por prestigiosas universidades del Norte Global. Unxs cuantxs sucumbieron a esa estafa como fruto de la debacle teórico-política universal, acentuada al extremo desde el derrumbe de la Unión Soviética. Puede que resulte difícil diferenciarlos, pero lo cierto es que desde la socialdemocracia internacional esa noción se esparció por todo el mundo, en América Latina hizo base en el PT de Brasil y en el peronismo aggiornado durante los últimos años de la Argentina. Importantes dirigentes de la región, algunos originalmente impensables, quedaron bajo ese influjo ideológico que diezmó direcciones partidarias, centros de estudios y equipos gubernamentales de primer nivel.
Puede que a partir de las actuales circunstancias se abra un espacio enorme para avanzar en la conciencia y la organización de las masas. En nuestro país, no sólo las clases dominantes, sino los propios sectores medios, han precisado de esta pandemia para advertir la dimensión oceánica de la pobreza y la marginación a que han sido condenadas millones de personas en las periferias de las grandes urbes. Actualmente los sectores privilegiados se empeñan desesperadamente en evitar que esas masas privadas de todo constaten cuánto les teme el poder, y comprendan que se les proporciona alimento, subsidios, y falsas promesas… apenas para que sobrevivan y no irrumpan en los wall marts y los countrys. Los de arriba todavía tienen recursos para prevalecer al cabo de esta batalla. Y los de abajo aún no cuestionan abiertamente la vida que se les impone. Pero los primeros nunca lograrán prevalecer sin acabar con el aparato institucional de su propia autoría. De hacerlo, a conciencia o por imperio de las circunstancias, terminarán produciendo ni más ni menos que el desmantelamiento del sistema político-social que viene generando la crisis. Si la referencia global de la situación actual es el colapso de 2008, en nuestro país es el Argentinazo de 2001. Hacia allí conduce la crisis en curso, ahora en un contexto sumamente más grave que aquel. El eco de la consigna “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” aún resuena en la memoria de lxs de desposeídxs.-
*integrante de la OLP-Resistir y Luchar