Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 3 mayo 2020
foto: material capturado a los mercenarios.
“Nos declaramos en rebeldía y vigilia permanente contra el imperialismo”. Así dijo el ministro de la defensa, Vladimir Padrino López a propósito de la “incursion frustrada” de un bote por Macuto en las costas de La Guaira. Allí, un grupo de 300 mercenarios intentó ingresar a Venezuela por mar, pero fue rechazado.
Entre ellos, dijo Diosdado Cabello en una rueda de prensa, había un ex militar desertor, llamado El Pantera, que fue abatido junto con otros asaltantes. Fue uno de los que apoyaron las estrategias de agresión llevadas a cabo por Estados Unidos contra la República Bolivariana.
Para desviar la atención del desastre causado por sus políticas neoliberales que anteponen los intereses del mercado a los de la vida, Donald Trump, de hecho, ha tratado de acusar al gobierno bolivariano de ser un estado “narcotráficante”, incluso llegando a poner una recompensa por la cabeza del Presidente Maduro y líderes chavistas.
La batalla entre dos modelos, el capitalista y el socialista, que tiene lugar en esta gigantesca operación de desenmascaramiento del capitalismo constituida por el coronavirus, no tiene cuartel. Requiere el uso de traidores a quienes la revolución ha hecho el honor de atribuir un papel, y que hoy se prestan como megáfonos a un sistema de explotación nefasto y en bancarrota.
El gobierno bolivariano denunció que uno de los mercenarios, lanzado en esta nueva operación de agresión, confesó ser un agente de la DEA, la agencia antidrogas de los Estados Unidos que, como la historia nos ha enseñado, ha sido el principal accionista de todas las operaciones desestabilizadora en América Latina y más allá.
Este ataque no es nuevo, así como las estrategias de agresión e invasión intentadas por el imperialismo norteamericano a través de sus agencias no son nuevas. Desde la victoria de Hugo Chávez en las elecciones del 6 de diciembre de 1998 hasta la actualidad, el imperialismo norteamericano ha activado la ansiedad golpista de la oposición venezolana en muchas ocasiones, para volver a tener bajo su control lo que siempre ha considerado como su propio patio trasero.
La película Operación Orion, de Rubén Hernández, inspirada en el ataque organizado desde la Finca Daktari, de la que se fueron 300 paramilitares para matar a Chávez, ilustra bien un modelo que sigue en la agenda, especialmente hoy donde parecen los halcones del Pentágono queriendo jugar sus últimas cartas, apostando por un caballo perdedor, el del autoproclamado Juan Guaidó.
Casi sesenta años después de la invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba, la Venezuela bolivariana está experimentando una agresión similar a la que, en abril de 1961, Estados Unidos desató contra la revolución cubana, por medio de anticastristas con sede en Miami. Sin embargo, la diferencia radica en la calidad de la guerra híbrida desatada después de la caída de la Unión Soviética. Una guerra permanente y continua, que hace de la revolución bolivariana un laboratorio de prácticas y experiencias, útil para todos los pueblos que pretenden construir su propio futuro sin tutelaje del imperialismo.
Ante la agresión imperialista, dijo el presidente Nicolás Maduro el 1 de mayo, dirigiéndose a los trabajadores y a las trabajadoras, respondemos de esta manera: «trabajo, salud, fusil».