Por María Gutiérrez Rodríguez, Resumen Latinoamericano, 15 mayo 2020
Dos hombres blancos, padre e hijo, mataron a un muchacho negro en la
ciudad de Brunswick, Georgia en el mes de febrero de este año. Lo
justificaron al alegar que era un pillo y el sistema de justicia de ese
estado, les creyó y absolvió. Hace unos días surge un vídeo que muestra
los hechos ocurridos. Un hombre blanco, rifle en mano, detenía con un
tiro a Ahmad Arbery en plena calle. De la plataforma de la camioneta
blanca bajaba con pistola en manos el hijo del señor, listo para
disparar. Ahmed intentó huir y varios pasos después murió en el
pavimento.
El estado de Georgia tiene establecido como salario mínimo $5.25 la
hora. Entre esa cifra y el cero, casi no hay diferencia. Cero era lo que
les pagaban a los negros esclavos. Imagino que los que justifican el
color de la piel o el lugar de origen para discriminar, las cifras de
$5.25 y $7.25, les satisface. Total, los trabajos que tienen semejante
paga son aquellos parecidos a los que hacían los negros esclavos,
imagino pensarán.
El Censo de Puerto Rico para el 2010 establece que el 70% de la
población marcó que es de la raza blanca. Recuerdo a varias maestras de
mis grados primarios explicar que los puertorriqueños somos caucásicos.
Así despachaban la pregunta de la raza en las pruebas de aprovechamiento
académico que administraban. Era un colegio privado en Hato Rey.
En agosto de 2019 participé en mi primera reunión comunitaria de CASA
de Pensilvania en la ciudad de York. Mexicanos, salvadoreños,
nicaragüenses, dominicanos, guatemaltecos, chilenos entre otros,
discutían lo que podían hacer para defenderse de “la migra”, el cuerpo
policiaco que controla los asuntos migratorios en Estados Unidos.
Aprendían que aún “sin papeles” había derechos que les cobijaban.
Establecían tácticas de comunicación colectiva y profundizaban sobre
cómo fortalecer la lucha por una reforma migratoria justa. Ese día,
cambió mi vida.
Tuve clases de historia de Estados Unidos por casi doce años, incluso
en la universidad y las injusticias sufridas por los negros se
estudiaban como asunto superado. De los inmigrantes ni se hablaba.
Mientras, en los medios, la propaganda de las muñecas Barbie, Disney y
ese himno que celebra la tierra de los hombres libres y valientes, no
cesa opacando las historias como las de Ahmad Arbery.
La raza como concepto, es una construcción social. Lo científico es
la genética la cual establece que el humano es una raza que se
diferencia de la raza animal. Los negros no son propensos a más
enfermedades que los blancos, es que son más pobres y por tanto su salud
está más comprometida. En torno a los inmigrantes, a quienes muchos en
Estados Unidos llaman ilegales, son la mayoría que trabaja en los
empleos de $5.25 y $7.25 pero también son el 30% de los profesionales de
la salud en ese país.
Los puertorriqueños no somos blancos. Invadir países es un acto
racista del que se cree supremo. Que los colonizados a su vez sean
educados para identificarse a imagen del colonizador, es un tema a
discutir junto con el asunto colonial.
Unir fuerzas entre los puertorriqueños dentro y fuera de la Isla con
los pares hispanos y latinos en Estados Unidos es fundamental. Esa
unidad es posible y necesaria. No olvidemos, entre otros asuntos, que el
mínimo federal en Puerto Rico sigue con la cifra cercana al cero.
El Buró del Censo estima que, en menos de treinta años, la etnia hispana será mayoría en Estados Unidos. Eso no significa que tendrán el poder. El poder se construye. Propongo que seamos parte de esa construcción por Puerto Rico y a su vez los 8 millones de puertorriqueños en los Estados Unidos, puedan optar por vivir un mejor país. ¿Se suman?
fuente: Claridad