Resumen Latinoamericano, 15 mayo 2020
El caricaturista Allan McDonald le rinde homenaje a Roque Dalton en su 45 aniversario de su asesinato y 85 años de su nacimiento
Unas cuantas letras para Roque Dalton García.
A un pobrecito poeta
Por Igor Villalta (*)
SAN SALVADOR – Roque Dalton murió en los avatares de los gérmenes guerrilleros. Sus verdugos creyeron que con asesinatos se promovía la revolución. Fue una muerte envuelta en paños de ortodoxia revolucionaria, fanatismos políticos y militarismo, todas estas enfermedades que arrastramos como sociedad y que nos han causado tanto, pero tanto mal.
Los que tuvimos la oportunidad de conocer a Dalton, quizá no físicamente, sino por las cercanías familiares, comprendimos la genialidad de un hombre de esperanza, que creyó en sus principios y que reflejó su causa en un pueblo entero. Su legado debe ser rescatado como patrimonio nacional.
Para hacer efectivo la reivindicación de su memoria, se debe resolver un problema ético dentro de la izquierda: no se puede pedir que se esclarezcan otros abominables crímenes, viendo con soslayo los pecados propios.
Es hora de que los testimonios ayuden a esclarecer la verdad del asesinato del poeta. No hacerlo contribuye a perpetuar la impunidad, a proporcionar fuerza moral a los grandes asesinos de los sueños y de las esperanzas. Como dijera Pablo Neruda, “podrán cortar las flores pero no detendrán la primavera”. La izquierda debe dar muestras verdaderas de reconciliación para cristalizar el “turno del ofendido”.
La búsqueda de explicaciones en este y otros casos se hace da vez más apremiante y demandante. La muerte de Dalton se enmarca en otras muertes que aún sangran en la conciencia y en los corazones de gente sensible. Esta gente no se conforma con simple explicaciones de que el asesinato del poeta fue un acto de «infantilismo de izquierda» del ERP.
Se debe esclarecer el crimen de un individuo que tuvo la fortaleza ética de rechazar 6 millones de dólares de la herencia de su padre por considerarlo dinero mal habido. Hablamos del vil asesinato de un literato al que Julio Cortázar lo sitúa a la altura de Rubén Darío y de Miguel Ángel Asturias, y que se ha convertido en el artista más universal de El Salvador.
Su crimen mueve conciencias, por lo cual ha sido materia prima de un debate permanente y constante dentro de la intelectualidad salvadoreña. Este es el momento justo para que como sociedad asumamos con verdadera hidalguía los acontecimientos.
Debemos aceptar con madurez política el testimonio de los que se vieron directamente involucrados en los hechos y dar muestras de una fuerte moral revolucionaria. Esclarecer el crimen de Dalton puede significar una catarsis social y un esfuerzo de sana autocrítica de nuestra izquierda.
Es hora de que la izquierda se mire al espejo y perdone sus errores, para que, con más robustez moral, podamos exigirle a la derecha que acepte su responsabilidad en numerosos crímenes y masacres. No podemos permitirnos como país que las generaciones futuras tengan las mismas telarañas sobre la historia que se tienen ahora. No hay que darle la razón a Horacio Castellanos Moya, quien considera que la sociedad salvadoreña está reñida con el conocimiento.
La nación merece que le digan la verdad de los hechos, y que los asesinos le pidan perdón al pueblo, para que sean perdonados por este generoso y valiente cúmulo de personas a las que llamamos El Salvador. Y termino con un párrafo de la académica Beatriz Cortez.
“En efecto, Roque Dalton sigue luchando desde más allá de la tumba que aún no tiene. Y por no tener esa tumba, tiene altares y flores y versos que proliferan por todos lados, en el corazón, en las casas, en la vida cotidiana del pueblo al que él le dejó en herencia un mapa de certezas escritas en versos”.
(*) Académico y colaborador de ContraPunto