Argen­ti­na. Regis­tro Civil en cuarentena

San­tia­go Somon­te, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de mayo de 2020

Se cum­plen dos meses de cua­ren­te­na en el país y en bue­na par­te del cir­cu­lar pla­ne­ta Tie­rra. El tiem­po físi­co es aho­ra, un efec­to zig­za­guean­te y difu­so, tan efí­me­ro para tomar­lo vir­tual­men­te en el cen­tro gris de nues­tros abis­mos, y tan volá­til, al cru­zar cable­ras de agen­cias noti­cio­sas, des­pa­chos guber­na­men­ta­les y noso­co­mios de toda índole.

Un pre­sen­te dis­tó­pi­co, una cri­sis plau­si­ble, clí­ni­ca­men­te iné­di­ta, obli­ga a solu­cio­nes urgen­tes y mira­das colec­ti­vas, capa­ces de rege­ne­rar super­fi­cies emer­gen­tes de soli­da­ri­dad y cui­da­dos. A cam­bio, los espe­cu­la­do­res de siem­pre agi­tan la para­noia según las nove­da­des del dicho­so virus. Las viven­cias ante las cri­sis y el rema­ni­do Coro­na no ame­dren­tan a quie­nes pechan hacia ade­lan­te. En los ner­vios de su ruti­na dia­ria, en la reyer­ta con­tra los enemi­gos, a veces, más cer­ca­nos de lo que pare­ce, se tejen ayu­das que rom­pen con cual­quier plan­teo de los más ave­za­dos en solu­cio­nes mági­cas, de la mano invi­si­ble del mer­ca­do: res­pues­tas empí­ri­cas ante la avan­za­da neo-libe­ra­loi­de. Cap­tar ses­gos que uni­for­men con­duc­tas pro­po­si­ti­vas, de cam­bios con­cre­tos en pos de una soli­da­ri­dad con­jun­ta, un rebo­te natu­ral de los meca­nis­mos, de lxs olvi­dadxs de siem­pre, en fun­ción de su pro­pio sec­tor, o fac­ción social al que per­te­ne­cen. La pre­gun­ta enton­ces, cae tan ver­ti­cal como el pro­pio orga­ni­gra­ma que cada Esta­do-Nación debe hacer, cua­ren­te­na pro­tec­to­ra o sobrex­po­si­ción calle­je­ra median­te. ¿Cómo enfren­ta­ría­mos este momen­to inexo­ra­ble­men­te gra­ve, sin los movi­mien­tos socia­les, los espa­cios comu­ni­ta­rios, algu­nas oene­gés, y la soli­da­ri­dad anónima?

En el enjam­bre de noti­cias dia­rias, se arti­cu­lan las baja­das de línea habi­tua­les, el cru­ce de cul­pas, men­sa­jes apo­ca­líp­ti­cos y algu­nos gui­ños a nove­da­des espe­ran­za­do­ras. Muy atrás de las reti­nas algo­rít­mi­cas, las ten­den­cias twit­te­ras y el pri­me time noti­cio­so, que­dó el empre­sa­rio abu­rri­do tiran­do un cer­do des­de las altu­ras hacia una pile­ta, el fato de los rug­biers matan­do a pata­das a un pibe en el piso, las filas de autos esca­pan­do hacia la cos­ta, el sobre­pre­cio en la com­pra de fideos y varios obi­tua­rios de cele­bri­da­des autóc­to­nas. Todos pos­ter­ga­dos por esta reali­dad, más trá­gi­ca aún: la muer­te pega de cer­ca en las villas caren­tes de los ser­vi­cios más bási­cos duran­te déca­das, se cue­la en las comu­ni­da­des de pue­blos ori­gi­na­rios y tras­pa­sa las fron­te­ras socio-eco­nó­mi­cos has­ta lle­gar a la osci­lan­te cla­se media, a los barrios pri­va­dos: nadie está exentx, aun­que el shock de cual­quier teo­ría… cale hon­do don­de siempre.

Los man­da­ta­rios, sin dis­tin­cio­nes, avan­zan o recu­lan según el ten­dal dia­rio de muer­tes que nos ofre­ce un pre­sen­te inau­di­to, extra­ño. De las opi­nio­nes, avan­ces y adver­ten­cias cien­tí­fi­cas, se enco­lum­nan sus medi­das. En lxs espe­cia­lis­tas y tra­ba­ja­dorxs de la salud, está la solu­ción, indu­da­ble­men­te. La reac­ción de la socie­dad, es tan diver­sa como su com­po­si­ción hete­ro­ge­nea: si la pro­ce­sión va por den­tro, algunxs la disi­mu­lan en las gran­des urbes pasean­do mas­co­tas, pro­lon­gan­do la sali­da con la bol­sa de tela como coar­ta­da o bus­cán­do­le una vuel­ta hob­bis­ti­ca en sus casas. Has­ta el pro­pio gobierno nos acon­se­jó la prác­ti­ca ona­nís­ti­ca vir­tual, entre otros con­se­jos, para pre­ser­var­nos de la cir­cu­la­ción viro­si­ca. En tan­to, las cor­po­ra­cio­nes hacen lo suyo, es decir lo de siem­pre: al tra­ba­jo hoga­re­ño for­za­do por la pan­de­mia, le agre­gan horas hom­bre, horas mujer, o le bajan el suel­do. Los oxi­da­dos de Azo­par­do transan un cuar­to de suel­do de algu­nas ramas pro­duc­ti­vas, momen­tá­nea­men­te dete­ni­das, en el árbol del gran bone­te. En la copa más alta, los due­ños del bos­que, ya mer­can­ti­li­za­do, espían corrien­do el plie­go de las hojas: recla­man tra­ba­jo ajeno y ayu­da para sí mis­mos: con­ver­san des­de lejos con otros, seme­jan­tes y afi­nan la sin­to­nía. A la calle! A pro­du­cir!, piden sin rubo­ri­zar­se. Cuan­do cae otro árbol en tie­rras leja­nas, esqui­van los vien­tos de cola del mal pan­dé­mi­co, y le adju­di­can a ‘los ries­gos de la vida en socie­dad’, a Dios y la Patria, cual­quier even­tua­li­dad que ter­mi­ne en muer­te aje­na. El uno por cien­to de su rique­za no es dis­tri­bui­ble entre quie­nes espe­ran algún fru­to, amu­chadxs, allí aba­jo. Aun­que en dos meses, vimos que sin ellxs, sin nosotrxs, no hay trac­ción posi­ble de nin­gún mer­ca­do: ni el del lejano nor­te como patrón eco­nó­mi­co del res­to, ni de los híper lle­nos de arti­fi­cia­li­dad, ni los nego­cios de cer­ca­nía par­cial­men­te abier­tos para los pro­duc­tos básicos.

Si el frá­gil sos­tén de una vida media­na­men­te dig­na, encon­tra­ba sufi­cien­tes emba­tes para millo­nes, este pre­sen­te hur­ga en cada sec­tor ane­ga­do y poten­cia los défi­cits de siem­pre. La ayu­da no está lle­gan­do, apun­tan des­de geo­gra­fías remo­tas y cer­ca­nas al poder cen­tral, que equi­li­bra su con­duc­ción pater­na­lis­ta entre pro­ble­mas de toda cala­ña. Las gen­tes en los terri­to­rios, habi­tua­dos al doble dis­cur­so y el olvi­do, siguen gene­ran­do sór­di­dos pero estre­chos víncu­los; anti­cuer­pos colec­ti­vos, inmu­nes al egoís­mo. ¿Nace­rá un nue­vo víncu­lo social? ¿Otra poli­ti­ci­dad emer­gen­te será capaz de cohe­sio­nar social­men­te a sec­to­res y obje­ti­vos siem­pre pos­ter­ga­dos? En el mien­tras tan­to, dis­cu­rren las horas en manos ten­di­das, dis­tan­cias obli­ga­das y una cos­tum­bre intrín­se­ca, adap­ta­da a cada peda­zo roto del teji­do social, que debe­rá hil­va­nar­se más rápi­do que nun­ca. Para capear la tor­men­ta y aguan­tar la tem­pes­tad, cuan­do todo termine.

Fuen­te: La Luna con Gatillo

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