Por Hassan Haddouche, Resumen Latinoamericano, 26 de mayo de 2020.
Entre el peligro de un tsunami social, la explosión de los déficit públicos y el aumento del endeudamiento, las consecuencias económicas de la epidemia de coronavirus parecen ya mucho más peligrosas para los países del Magreb que la propia crisis sanitaria.
Como muchas otras regiones del mundo el Magreb parece estar en este mes de mayo en el momento del desconfinamiento. Desde los primeros días del Ramadán las calles de Argel han recuperado cierta animación gracias a que se ha autorizado la reapertura de muchas actividades comerciales. La circulación de automóviles vuelve a ser más densa y los mercados vuelven a estar abarrotados.
La prensa argelina muestra su preocupación por una disminución de la vigilancia y una relajación de las medidas de distancia social entre la población. Por el momento las autoridades sanitarias se muestran muy confiadas y anuncian que la pandemia del nuevo coronavirus está “bajo control”. Una situación que parece haber animado al gobierno a suavizar las medidas de confinamiento extremadamente estrictas adoptadas de forma precoz desde mediados de marzo.
Los poderes públicos tratan ahora de tranquilizar y el tono es más bien optimista. “Argelia posee los recursos y medios suficientes para salir adelante. No nos asusta la bajada de los precios del petróleo Una gestión rigurosa permitirá superar la situación”, afirmaba a principios de mayo [el presidente argelino] Abdelmadjid Tebboune ante un grupo de periodistas seleccionado por la presidencia argelina.
El mismo ambiente hay en Marruecos donde se anunciaba la reanudación progresiva, desde finales de abril, de la actividad en las fábricas de Renault, que emplean a casi 11.000 personas. Las empresas del país se preparaban para una reanudación más generalizada el 20 de mayo, fecha en que debía terminar el estado de emergencia.
Desde hace varias semanas incluso se cita como ejemplo la gestión de la crisis por parte de las autoridades marroquíes. Muchos medios de comunicación extranjeros, sobre todo franceses, destacan que “Rabat se ha mostrado reactivo y ha dado muestras de un enfoque voluntarista e innovador”. Entre las decisiones más a menudo citadas para ilustrarlo, el país anunció que a partir el 7 de abril sería obligatorio llevar mascarilla y el gobierno marroquí movilizó a su sector textil para producir mascarillas para “el público en general”. La capacidad de producción es de cinco millones de mascarillas al día que distribuye las empresas lecheras en todos los comercios locales para aprovisionar a la población. También se exporta a Europa una parte de la producción.
Por lo que se refiere a Túnez, el 4 de mayo el país entró oficialmente en una fase de confinamiento “selectivo” e “inteligente”. Con la notable excepción de cafés y restaurantes, se ha autorizado la reanudación por etapas de las actividades económicas hasta una liberación completa y una vuelta a la normalidad programada para el 5 de junio.
¿Un desconfinamiento prematuro?
Hasta el momento el Magreb se ha librado relativamente de la crisis sanitaria. Marruecos y Argelia superaron ambos la barrera de los 5.000 casos registrados oficialmente durante la primera semana de mayo. En ese mismo momento Túnez contaba con 1.000 casos confirmados. La cantidad de personas fallecidas es un poco superior a 4000 en Argelia, pero no supera las 2000 en Marruecos. En Túnez solo se ha contabilizado una cuarentena desde que aparecieron los primeros casos en marzo.
Aunque en los tres países las medidas tempranas de confinamiento estricto bajo un estrecho control de las autoridades y las muchas detecciones han reducido la cantidad de personas ingresadas en las unidades de cuidados intensivos, la multiplicación de focos de contaminación hace temer todavía una aceleración de la propagación del coronavirus. Durante la primera semana de mayo parece haber aumentado sensiblemente la cantidad de nuevos casos registrados, que han llegado a casi 200 al día tanto en Marruecos como en Argelia. “Colas interminables de ciudadanos ante los vendedores ambulantes, en las panaderías, las carnicerías y otros comercios esperan su turno para comprar. Dentro de estos comercios los ciudadanos se reúnen sin respetar ninguna medida preventiva. Parece que olvidan protegerse a sí mismos y a los demás”, señala el periódico Liberté.
En Marruecos a finales de abril se registraron en unos días cientos de nuevos casos en las fábricas y grandes superficies de Casablanca, Tánger y Fez. Solo en una fábrica textil de Ain Sebaa se registraron más de un centenar de casos de infección. El ámbito carcelario también se ha visto afectado con casi 200 casos solo en la cárcel de Ouarzazate.
“Estas infecciones masivas demuestran que no se están respetando las consignas sanitarias. Por ejemplo, en la fábrica de Ain Sebaa, que emplea sobre todo a mujeres, no se ha respetado el distanciamiento social entre las obreras”, se lamenta una ONG marroquí.
En Túnez, el ministro de Sanidad es prudente: “Hemos ganado el primer asalto, pero hay que tratar de no perder el segundo”, declaró a principios de mayo. No excluye una vuelta al confinamiento total si no se siguen las recomendaciones sanitarias.
La crisis económica más grave desde la independencia
Aunque todavía no se haya descartado totalmente el riesgo sanitario, se va instalando progresivamente una nueva preocupación alimentada por la convicción de que sin duda lo más duro está por llegar. Para los países del Magreb la principal amenaza proviene ahora del frente económico. Muy afectado por las consecuencias de la crisis sanitaria y la caída de los precios de las meterías primas, el Magreb se enfrenta a una crisis económica de dimensiones inéditas, sin lugar a dudas la más importante desde la independencia.
En todos los países de la zona el confinamiento de las poblaciones y el cierre de sectores enteros de la economía han tenido unos efectos devastadores. Los países petroleros, Argelia y Libia, se ven doblemente afectados debido al desmoronamiento del precio del barril de petróleo que puede privarlos de más del 50 % de sus ingresos de exportación.
Las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicadas el 15 de abril eran inquietantes: “La caída de los precios del petróleo y la pandemia provocarán una recesión en la mayoría de los países del norte de África en 2020”, afirmaba. Este diagnóstico precisa que los países que más sufrirán son los dos exportadores netos de petróleo: Libia, que se encuentra en pleno caos político y militar, verá desmoronarse su PIB un 58,7 %, mientras que el de Argelia retrocederá un 5,2 % en 2020. Según el FMI, los países importadores de petróleo se verán menos afectados: ‑3,7 % en el caso de Marruecos, ‑4,3 % en el de Túnez y solo ‑2 % en el de Mauritania. Sin embargo, se ven afectados por una disminución de las remesas de sus emigrados y de las inversiones extranjeras.
La deuda pública de la zona debería aumentar para llegar a una media del 70 % de PIB. Túnez y Marruecos serán los países más endeudados.
El contagio económico también vendrá del exterior
Estas alarmantes previsiones, que se formularon en abril, ya parecen superadas. Las economías de la zona, que suelen ser dependientes del contexto internacional y en particular del europeo para sus exportaciones de energía, de productos agrícolas, mineros y de la industria textil, ahora también lo son cada vez más para sus exportaciones de muchos productos industriales, como el sector del automóvil y el aeronáutico marroquí o en menor medida tunecino. El impacto de la crisis en este ámbito, fundamental para los equilibrios financieros externos de los países del Magreb, podría ser aún más importante de lo previsto. El contagio procederá sobre todo de la zona euro (principal salida de los productos energéticos, industriales y agrícolas del Magreb), donde los escenarios para los próximos meses son cada vez más sombríos. Aunque el FMI todavía preveía para el año 2020 una reducción del 7,5% del PIB de la zona a mediados de abril, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, mencionó el 30 de abril un posible colapso del PIB de casi el 12% para el año en curso.
La agencia estadounidense Fitch advierte respecto a la economía marroquí: “Las perturbaciones de las cadenas de valor mundiales podrían afectar a la industria del automóvil, que representa la mayor parte de las exportaciones de Marruecos, con unas ventas equivalentes al 6 % del PIB en 2017−2019”. Y añade que “la ralentización del crecimiento mundial podría pesar sobre las demás exportaciones de Marruecos, sobre todo los fosfatos (4,4 % del PIB). La caída de los precios del petróleo, por su parte, debería aliviar el déficit de otros sectores limitando las importaciones de energía”.
Otro de los sectores más afectados en el Magreb será el turismo, que tendrá que afrontar una temporada de verano sin turistas occidentales. Todavía no se sabe si se podrá contar con la tabla de salvación del turismo regional. Dado que en general se considera que la crisis va a continuar hasta el mes de septiembre por lo menos, el turismo es otra actividad importante para las economías regionales que se verá fuertemente impactada. Es un reto considerable, sobre todo para países como Túnez o Marruecos, en los que el turismo representa entre el 10 % y el 15 % del PIB.
Unas respuestas a la crisis todavía muy insuficientes
En todo el Magreb los poderes públicos están profundamente preocupados por las consecuencias de la crisis y tratan de atenuar sus repercusiones en los hogares y las empresas. Desde el mes marzo se establecieron redes de protección social, subvenciones y exenciones fiscales en Marruecos y Túnez, que reaccionaron con rapidez.
En Marruecos el fondo especial COVID-19, creado a mediados de marzo, está destinado a asegurar la recuperación económica por medio del aplazamiento de las cargas, las garantías y las prórrogas de los préstamos, y del apoyo financiero a los empleados de las empresas. En un principio este fondo iba a ser de un importe de 1.000 millones de euros, pero esta cantidad se superó rápidamente gracias al aumento de las donaciones de actores privados e institucionales, y podría superar los 3.200 millones de euros, es decir, casi el 3 % del PIB. El Gobierno ha adoptado además una iniciativa para apoyar la economía informal mediante el establecimiento de una plataforma de declaración on line o por SMS destinada a los trabajadores no declarados. El ministro marroquí de Finanzas Mohammed Benchaâboun afirma que se apoyará a cuatro millones de hogares y que recibirán una ayuda de unos cien dólares al mes, lo que supondrá un gasto de unos 1.600 millones de dólares.
En Túnez el primer ministro Elyes Fakhfakh anunció el 21 de marzo un plan de apoyo de 800 millones de euros para proteger a las empresas y a las personas en paro. Se dedicarán 160 millones a las personas que estén en paro técnico y a las 285.000 familias más pobres.
Desde las primeras semanas de abril la televisión mostraba grandes multitudes en busca de la ayuda estatal. En un país en el que el 40 % de la economía sigue siendo informal muchos tunecinos dudan de poder beneficiarse de esta ayuda. Por ejemplo, los artesanos, que son esenciales para la economía del país pero que ya están exentos de cargas, no podrán contar con esta ayuda de 70 dólares por hogar, que no se sabe si se prorrogará en mayo, ni tampoco las personas en paro solteras.
En Argelia no se ha previsto ningún presupuesto global para hacer frente a la crisis. Las primeras medidas adoptadas se referían sobre todo a la función pública y a las empresas estatales, donde se invitó a más del 50 % de los efectivos a quedarse en casa mientras seguían recibiendo su salario. Más tarde se adoptaron medidas para apoyar a las empresas privadas y preservar el empleo. Además del aplazamiento del pago de los impuestos y la eliminación de las sanciones por la realización de mercados públicos, las empresas se beneficiaron de un aplazamiento hasta septiembre de la devolución de los créditos bancarios.
En un contexto económico más “protector” que el de los países vecinos, debido a las fuertes subvenciones de los productos de primera necesidad y de los precios de los carburantes y la electricidad, el Gobierno también decidió conceder en vísperas del Ramadán una ayuda de 10.000 dinares (unos 80 dólares) a los hogares más necesitados identificados por los servicios sociales de las comunas, sin especificar claramente la cantidad exacta de familias que se podrían beneficiar.
El 11 de abril el think tank argelino Care consideraba estas medidas “muy insuficientes” e invitaba al gobierno a establecer rápidamente un “ingreso COVID-19” a beneficio de los trabajadores del sector privado penalizados por las consecuencias de la crisis sanitaria. Los expertos de Care calculan que se debería proporcionar una ayuda financiera directa a casi cinco millones de trabajadores privados de ingresos durante el período actual y calculan el costo de esa medida en casi 150.000 millones de dinares (1.200 millones de dólares).
Durante las últimas semanas el gobierno argelino ha emprendido consultas con las organizaciones patronales y sindicales para calibrar y precisar su plan de respuesta a la crisis, pero a fecha de 18 de mayo no se había anunciado ninguna medida suplementaria.
La “situación se va a volver insoportable rápidamente”, comenta a Middle East Eye el economista argelino Mouloud Hedir y añade: “Por ahora la cuestión que se plantea es la de la resiliencia de nuestro sistema económico y su capacidad para hacer frente a esta crisis sin precedentes con el mínimo de daño posible”. Para este experto argelino “la salvaguarda del tejido económico existente y de un mínimo de poder adquisitivo de las capas más vulnerables de la población exige medidas más audaces que las adoptadas hasta ahora”. Y en su opinión, “la política económica debe cambiar verdaderamente de marcha ante el tsunami que se avecina”.
La “segunda oleada” será social en el Magreb
Inscrita ya en el menú de la era posterior al COVID-19, la gestión de la muy delicada cuestión del paro se anuncia particularmente formidable en los países del Magreb. Para una cantidad cada vez mayor de observadores la crisis que se avecina en el horizonte será ante todo una crisis social.
En su informe anual publicado el pasado mes de enero la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalaba ya que el norte de África era la región del mundo más afectada por el paro con una tasa media del 12 % en 2019, frente a un poco más del 5 % de promedio mundial. La tasa de subempleo de las mujeres se calcula en casi el 40 % y el paro juvenil, en particular entre los graduados, supera el 30 % en varios países de la zona. La crisis actual no va a solucionar nada e incluso puede hacer que la situación del mercado laboral sea crítica en el conjunto del Magreb.
En un Túnez ya agitado por las persistentes tensiones sociales causadas por el alto paro y el bajo nivel de vida, el exministro de Finanzas Hakim Ben Hammouda calcula que “la tasa de paro pasará del 14,9 % a aproximadamente el 18,8 %” y que “solo en el vital sector del turismo se podrían perder varios cientos de miles de empleos este año”.
En sus previsiones para Argelia el FMI se esperaba en abril un nuevo aumento del paro, que este año debería afectar al 15 % de la población, frente al 11% en 2019.
El FMI advirtió que en Marruecos la tasa de paro, que en 2019 era del 9,2%, aumentará con la crisis del coronavirus hasta el 12,5 % en 2020.
Para hacer frente a esta situación crítica los gobiernos de la zona hasta ahora sólo han desplegado medidas de emergencia, cuyo impacto sin duda no podrá extenderse más allá de junio debido a su carácter extremadamente costoso. Una vez pasado el mes de junio las opciones disponibles parecen cada vez más limitadas.
Sobre todo en Argelia y Túnez se ha utilizado mucho en los últimos años la contratación en la función pública para tratar de contener el paro juvenil. Debido al alarmante estado de las finanzas públicas no se podrá recurrir a esta opción en los próximos años, puesto que la cantidad de funcionarios públicos ya representa casi una cuarta parte de la población empleada y la masa salarial del Estado supera el 15 % del PIB en ambos países.
Aunque muchas empresas públicas, que ya están en mal estado, tendrán muchas dificultades para mantener sus empleos y mencionan planes de despido, las esperanzas de los gobiernos de la región descansan en la capacidad del sector privado para recuperarse tras la crisis sanitaria.
En Argelia el experto financiero y banquero Rachid Sekak se muestra escéptico: “Aunque todavía no se sabe cuánto durará la crisis, más de la mitad de las empresas privadas del país no tienen acceso a la financiación bancaria y, por lo tanto, no se podrán beneficiar del apoyo de los bancos, con el que el gobierno parece contar mucho”, indica a MEE.
Para Mouloud Hedir lo que puede que aumente una vez que se levante el confinamiento es el peso del sector informal: “El sector privado formal se ha visto al menos favorecido por algunas exenciones o aplazamientos de cargos. En el sector informal, en cambio, una parte importante de la población ha perdido gran parte de sus ingresos en los últimos meses. Son millones de personas trabajadoras por las que hay que interesarse más de lo que se ha hecho hasta ahora, aunque sólo sea porque sin duda el sector informal constituirá la principal válvula de escape frente al paro generalizado y porque en el futuro habrá que destinar mejor las subvenciones del Estado si se quiere evitar grandes problemas sociales”.
Las finanzas públicas y la deuda en territorio desconocido
La primera reacción de los países del Magreb ante la crisis fue aumentar los gastos sanitarios para proteger las vidas. Todos los gobiernos anunciaron también medidas de apoyo presupuestario a la actividad económica.
Los déficit presupuestarios podrían superar el 10 % del PIB en la mayoría de los países. Según el FMI, Argelia podría tener el peor déficit presupuestario de la región (-20 % del PIB). Esto podría hacer explotar la deuda de los Estados. Oficialmente la deuda pública de los países del Magreb ya había alcanzado unos niveles muy altos mucho antes de la crisis actual.
Túnez se sitúa a la cabeza, con una deuda que a finales de 2019 se calculaba en un 75 % del PIB. Marruecos no está muy lejos con una deuda estatal que se calcula en un 66 % del PIB. Incluso Argelia, que hace unos años era una excepción en la zona, está alcanzando a sus vecinos. La deuda del Estado, estimulada por los déficit presupuestarios de dos dígitos acumulados desde 2014, alcanzó al menos el 50 % del PIB a finales de 2019.
El 15 de abril el Banco Mundial expresaba su preocupación: “La viabilidad de la deuda en la región MENA (1) será una cuestión importante que habrá que examinar después de la crisis. Los países de la región aplican unas normas muy variables en materia de comunicación de los datos de la deuda y los economistas del Banco Mundial y otros analistas externos no tienen acceso a informaciones vitales sobre muchos tipos de deudas públicas”.
Con el amento de los déficit previsto en 2020 las finanzas públicas de los países de la zona podrían encontrarse rápidamente en un territorio desconocido.
Aunque en Túnez la gestión de la crisis requiere una intervención excepcional de los poderes públicos, el margen de maniobra del gobierno es muy reducido debido a la falta de recursos disponibles.
Como ha ocurrido con frecuencia en el curso de los últimos años, Túnez se vuelve hacia la deuda exterior. El 10 de abril el FMI anunció una financiación de 743 millones de dólares para “ayudar al país en la lucha contra el COVID-19”. Túnez se beneficiará también de una ayuda de 600 millones de euros de la Unión Europea en forma de un préstamo concesional que servirá para “reforzar la resilienca de la economía tunecina”.
Unas proyecciones alarmantes alarmantes evocan ahora una deuda pública que podría alcanzar rápidamente o incluso superar el 100 % del PIB. Antes de la crisis actual solo la deuda exterior se elevaba ya a 25.000 millones de euros. Pero, sobre todo, el servicio de la deuda se ha más que doblado desde la “primavera” tunecina hasta alcanzar los 2.200 millones de euros al año. Las asociaciones tunecinas galardonadas con el Premio Nobel de la Paz de 2015 afirmaron hace unos días que “el servicio de la deuda se vuelve insoportable en tiempos de paz. Puede asfixiarnos en la guerra que libramos contra el coronavirus”.
Marruecos, por su parte, cuya gestión de las finanzas públicas era, sin embargo, una de las más sanas de la zona hasta el momento, tampoco podrá salir de esta situación sin recurrir al endeudamiento exterior. Tras haber obtenido un préstamo del Banco Mundial de 275 millones de dólares destinado a la gestión de los riesgos de la catástrofe, Marruecos acudió al FMI y el 7 de abril solicitó a la Línea de Precaución y Liquidez (PLL) de este organismo internacional una suma equivalente a casi 3.000 millones de dólares reembolsable en un período de cinco años. Muchas personalidades piden ahora al gobierno marroquí que olvide la ortodoxia presupuestaria abandonada por los países más liberales y deje el endeudamiento para apoyar la recuperación de la economía.
A principios de mayo Argelia seguía mostrando su excepcionalidad al negarse firmemente, por boca del Presidente Tebboune, a recurrir a la deuda externa y a la asistencia de las instituciones financieras internacionales. Además, la reserva de divisas, que se calculaban en poco más de 60.000 millones de dólares a finales de 2019, favorece esta postura. No obstante, una ley de finanzas rectificativa adoptada por el gobierno a principios de mayo prevé que continúe el gasto de estas divisas que, según cálculos oficiales, se deberían reducir a 44.000 millones de dólares para fines de 2020 a pesar del establecimiento de una política de austeridad cuyo objetivo es disminuir las importaciones en un 30% e imponer un severo recorte al presupuesto del Estado que, sin embargo, sigue presentando un déficit de dos dígitos.
Estas previsiones del gobierno argelino claramente no han convencido al FMI y al Banco Mundial, que anuncian una reducción mucho mayor de las reservas de divisas y un aumento significativo de la deuda interna, que podría superar el 60% del PIB a finales del año en curso.
La crisis puede acelerar el cambio
Las perspectivas económicas para la zona son más bien sombrías: paro generalizado, aumento del déficit público, explosión de la deuda de los Estados, tanto más cuanto que la reducción del margen de maniobra financiera de los países del Magreb y el aumento de su dependencia respecto a los proveedores de fondos internacionales pueden imponer un aumento y generalización de las políticas de austeridad en los próximos meses.
Se trata de la misma situación que antes, pero peor. ¿Es este el destino económico prometido a los ciudadanos magrebíes tras la crisis del coronavirus? No necesariamente o, en cualquier caso, no solamente. Muchos analistas de la zona tratan ya de examinar las “oportunidades” que ofrece la crisis y creen ver en ella un posible “acelerador del cambio” que a largo plazo podría reforzar la solidez de las economías locales y su resilencia ante los choques externos. Se mencionan muchas pistas. Rachid Sekak defiende desde hace tiempo la aceleración de las reformas económicas en Argelia. Señala que “en Argelia, como en otros países de la región, nunca se ha emprendido ningún cambio económico importante sin una fuerte presión externa. En caunto la restricción presupuestaria se una al agotamiento de las reservas de divisas y/o al endeudamiento externo, serán inevitables los ajustes económicos que no se han hecho desde hace casi una década, con todo su coste social. Será el coste de las estupideces del pasado”, afirma.
Con un trasfondo de preocupación ante una posible tensión en el comercio internacional de los productos agrícolas de base Mouloud Hedir explica MEE que en un país como Argelia la crisis actual podría llevar, además, a “replantearse la estrategia en materia de independencia alimentaria”, a condición, añade, de “revisar completamente el sistema de precios de las subvenciones. Con el sistema de precios actual que apenas cubre una tercera parte del coste de producción de los productos básicos es imposible relanzar la producción agrícola”.
La misma preocupación de reforzar la independencia alimentaria existe en Túnez, donde la investigadora Layla Riahi preconiza unas medidas que sean “la base de una economía soberana” que, en su opinión, pasará por “el reconocimiento pleno de la economía informal y su integración en el sistema de seguridad social del país, pero también por el rescate del sector agrícola”, que será posible gracias a “una moratoria de las deudas de los agricultores y a la revisión del precio de los cereales y de los productos frescos garantizando un margen suficiente a los productores”.
El tema últimamente en boga de una posible relocalización de varias industrias demasiado dependientes del gigante chino también inspira al experto tunecino Sami Saya, que cree que “es fundamental volver a colocar a Túnez en el radar de los inversores internacionales”. A modo de ejemplo destaca que “entre el 60 % y el 80 % de los principios activos de los medicamentos vendidos en las oficinas europeas se producen en China, lo que implica una pérdida de soberanía para estos países que, por otra parte, sufren regularmente escasez de medicamentos. Ahí se ve una verdadera oportunidad para la industria farmacéutica tunecina, que debería ser capaz de reforzar sus asociaciones con los fabricantes europeos, sobre todo por medio de subcontratas”, subraya.
Pero lo que parece la vía más prometedora es sobre todo la “transformación digital” de las economías de la zona. Muchos comentaristas están impresionados por los rápidos progresos que las administraciones nacionales y los servicios financieros han realizado en este ámbito en los últimos meses. “El salto cuántico realizado por la administración tunecina en materia de digitalización de las operaciones y procesos desde el comienzo de la pandemia revela que la lentitud observada en los últimos años en la transformación digital de los servicios públicos se debe más a una fuerte resistencia al cambio por parte de los operadores públicos que a verdaderas limitaciones técnicas, de competencias o de presupuesto», señala Sami Saya.
En Marruecos los analistas de Attijari Global Research han examinado los sectores que se benefician de una nueva dinámica de crecimiento debido a la crisis y citan en primer lugar las telecomunicaciones, que se benefician de la fuerte demanda vinculada al confinamiento. Así, el consumo de datos móviles ha aumentado en un 50 %, mientras que la actividad de las líneas fijas y de Internet también ha tenido un fuerte aumento. Los expertos marroquíes creen que esta dinámica de crecimiento debería continuar en el período posterior a la crisis y prevén que continuará esta transformación digital y su ampliación a otros ámbitos de aplicación, como el pago con el teléfono móvil, la educación on line e incluso la medicina on line.
¿Se trata de una pesadilla económica y social o de una oportunidad de modernización? El futuro dependerá de la duración de la crisis y de la importancia de su coste financiero, todavía desconocido. También dependerá de la capacidad de respuesta de los actores económicos y de la calidad de la gestión de los Estados de la zona.
Hassan Haddouche es un periodista argelino. Tras hacer estudios de economía en Francia y Argelia, empezó su carrera en la enseñanza superior antes de empezar a trabajar en la prensa nacional a principios de la década de 1990. Ha colaborado con muchos diarios argelinos (L’Observateur, La Tribune, La Nation, Liberté) y páginas web argelinas (Maghreb émergent, TSA).
Nota:
(1) MENA es un acrónimo del inglés para referirse Oriente Próximo y el norte de África, “Middle East and North Africa” (N. de la t.).
Middle East Eye, Rebelión
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos