Por Leonardo Marcote, Resumen Latinoamericano, 29 mayo 2020
Hacia calorcito en marzo
del ‘76 en la localidad de Glew, zona sur del Gran Buenos Aires, y como todas las
mañanas Ester Norma Arrostito “La Gaby”, lava meticulosamente su camisa blanca
en una palangana. Aunque era la mujer más buscada del país siempre quiso cuidar
su aspecto y su vestimenta. Cuentan, sus compañeros y compañeras, que no salía
de su casa si la ropa que tenía puesta no estaba bien planchada. La Gaby, así
era su nombre de guerra, vivía en la clandestinidad desde el 29 de mayo de 1970,
cuando la organización político-militar Montoneros, de la cual ella formaba
parte junto a su novio y líder de la organización, Fernando Abal Medina, decidió
secuestrar y fusilar al ex presidente de facto general Pedro Eugenio Aramburu. Durante
su clandestinidad hasta su secuestro el 2 de diciembre de 1976, Norma se
entusiasmó ayudando a sus compañeros en una pequeña huerta que tenían en una de
las casas donde pasaba sus días de clandestinidad. La misma mujer que participó
del secuestro y fusilamiento del militar que bombardeo la Plaza de Mayo en
junio de 55; que fusiló militantes en los basurales de José León Suarez en
junio del 56; y que se encargó de secuestrar y hacer desaparecer el cadáver de
Eva Perón; amaba la vida simple y disfrutaba de las pequeñas cosas. Era
carismática, solidaria, y siempre temió más a su captura que a la muerte. Había
decidió no ser madre para dedicarse de lleno a la militancia, a la lucha
armada. Su vida sufrió muchos cimbronazos pero uno de los más fuertes se
produjo el 7 de septiembre de 1970, cuando en la localidad de William Morris,
al oeste del Gran Buenos Aires, mueren su novio y un compañero de la organización,
Carlos Ramus, luego de enfrentarse a tiros con la policía. Con Fernando
tuvieron una historia de amor breve pero intensa por la vertiginosidad de
aquellos años. Juntos estuvieron en la estancia de la localidad de Timote, en
la provincia de Buenos Aires, lugar elegido por la organización para el
fusilamiento de Aramburu. Fue Fernando quien tomo sobre sí la tarea de
ejecutarlo, luego de que el general se sometiera a un “juicio revolucionario”.
Para él, el jefe debía asumir siempre la mayor responsabilidad. Luego del
fusilamiento Norma estuvo a su lado, acompañándolo en silencio. La noche del 7 de
septiembre cuando ella llegó a la cita acordada vio un gran despliegue policial
sobre la calle y los cuerpos sin vida de Fernando y de Carlos. Con dolor,
bronca, y miedo, disimula las ganas de huir para poder llegar a salvo a la
estación. Es difícil imaginar la angustia de esa mujer luego de ver a su
compañero muerto. Pero cuentan, los que estuvieron cerca de ella en ese
momento, que luego de la muerte de Fernando había manifestado que prefería morir
como él, luchando, antes de ser capturada. Era consciente, al igual que sus
compañeros, que luego del fusilamiento de Aramburu los militares los
perseguirían hasta encontrarlos.
“Gaby es parecido a Gaviota”
le dijo una vez la hija de una compañera y a ella le encantó porque ese pájaro representaba
la libertad. Norma nació el 17 de enero de 1940 en la Ciudad de Buenos Aires. Perteneció
a la generación de chicos y chicas cuya primaria coincidió con la primera
presidencia de Perón. Se recibió de maestra pero no llegó a ejercer la
profesión. Sus amigas del colegio la recuerdan como una buena amiga, tímida,
pero también divertida, le gustaba sentarse en los primeros bancos del aula, lo
más cercano a la puerta que daba al patio para poder salir corriendo cuando el
timbre del recreo sonaba y llegar primera al kiosco a comprar churros. Tuvo una
fugaz participación en la Federación Juvenil Comunista (FJC) donde conoció a
Rubén, compañero de la agrupación y con el cual estuvo casada hasta 1967. Ese
año rompe con con él y con su breve participación en el PC. Buscaba algo
distinto para su vida y, sobre todo, para su militancia. Al poco tiempo viajó a
Cuba para recibir instrucción militar, ya estaba de novia con Fernando Abal
Medina y cuando volvió de la Habana decidieron irse a vivir juntos. Ella era
siete años mayor que él. Tuvo un breve paso por la Acción Revolucionaria
Peronista (ARP) y luego por el comando “Juan José valle”. Finalmente junto a
Fernando, y un grupo minoritario de militantes, deciden conformar Montoneros.
“La viuda” como la llamaban
luego de lo sucedido en William Morris fue la primera jefa de la guerrilla
peronista. Norma se sentó en la mesa junto a un grupo de hombres para pensar y
diagramar lo que luego sería Montoneros y para planificar las acciones más
importantes, entre ellas el secuestro de Aramburu.
El 26 de julio de 1974,
hacia menos de un mes de la muerte de Perón, la organización realizó un acto en
la provincia de Mendoza y ella, que estaba en la clandestinidad absoluta,
sorprende a todos con su aparición pública siendo una de las oradoras
principales del acto: “Muerto Perón, acá se acabó la verticalidad. Al
movimiento lo pelearemos porque es nuestro y es del pueblo y lucharemos para
que los dirigentes sean elegidos por las bases y no digitados (…) Si el
gobierno no cambia los términos del pacto social, libera a los presos
políticos, termina con la represión y echa a los agentes del imperialismo enquistados,
no habrá paz.”
También será figura
central en el acto de Montoneros en la cancha de Atlanta. Se creé que esa fue
la única aparición en público de la Gaby en Buenos Aires.
Para muchos militantes era
el ideal de la mujer “combativa” y “revolucionaria”. Pero ella, quizás por su
perfil bajo, no se sentía cómoda con esa visión del “bronce” o de la mujer
“inalcanzable”. Y si bien se jugaba la vida a cada instante era la mujer que en
los días de absoluta soledad extrañaba a su familia. Antes de ser la mujer más
buscada por los militares disfrutaba de los encuentros familiares. Sobre todo
con su padre con el cual podía intercambiar ideas políticas, pero también con
su madre y su hermana. Fue doloroso y difícil para su familia y para ella también.
No era una persona desaprensiva. Era consciente del costo que tenía lo que ella
estaba haciendo, pero decidía correr el riesgo.
La mañana del 2 de
diciembre de 1976 salió de su casa en el barrio de Barracas donde vivía junto a
su nueva pareja, tenía una cita a la cual nunca llego porque fue secuestrada y
llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada ESMA. Las primeras noticias
decían que a Norma la había matado en la localidad de Banfield pero era falso.
“Duro golpe a la subversión al caer Norma Arrostito”, título en una de sus notas
el diario La Opinión. “Su muerte
‑decía Clarín– significa un duro golpe a la cúpula del
grupo que integraba y un nuevo paso para la erradicación del extremismo en el
país, que se va cumpliendo en forma sistemática tras la muerte de Mario Roberto
Santucho y de sus principales lugartenientes, que dirigían la restante
organización sediciosa”.
Lo cierto es que luego
de su captura y desaparición fue llevada a la ESMA donde fue asesinada el 15 de
enero de 1978. Tenía 37 años. Para los militares Arrostito era un “trofeo de
guerra” y era exhibida con el fin de quebrar emocionalmente a otros militantes.
Pero ella lejos de quebrarse les daba aliento a todos y todas y a sus captores
les dijo claramente, “Yo no colaboro”.
Uno de los espacios de
resistencia es la mente dijo una vez una sobreviviente de un campo de
concentración. Es probable que Norma en esos días de cautiverio donde ella más
que nadie sabía que su destino seria la muerte. Haya pensado en su familia, en
su último amor, en los días de clandestinidad en la zona sur donde se ponía
contenta ayudando en la huerta o cuando en la radio pasaban una canción de su cantante
favorito, Alfredo Zitarrosa y ella cantaba, “Yo no canto por vos, te canta la
zamba y dice al cantar, no te puedo olvidar, no te puedo olvidar”.