Por Antonio Torres. Resumen Latinoamericano, 31 de mayo de 2020.
El 20 de mayo se reunió, por solicitud de Rusia, el Consejo de
Seguridad de la ONU, para tratar el tema de la agresión armada a
Venezuela del 3 de mayo, cuando mercenarios venidos desde la Guajira, en
Colombia, incursionaron en territorio del vecino país, con el objetivo
de realizar atentados y secuestrar al presidente Maduro. Este hecho, de
una gravedad extrema, ha pasado de agache en Colombia, por dos razones
principales: mientras la atención se centra en el Covid-19, el
desgobierno del subpresidente Iván Duque aprovecha para implementar su
política de tierra arrasada, tanto en Colombia, como en la frontera con
Venezuela; y la tergiversación y silencio cómplice de los medios de
desinformación del país, han conducido a que la agresión sea presentada,
las pocas veces que se menciona, como algo anecdótico y sin
importancia. El cinismo y la mentira han caracterizado la actuación del
régimen de Iván Duque y de sus émulos incondicionales de la “gran
prensa” en este caso, como en todo lo referido a Venezuela.
Eso mismo es lo que se ha ratificado en la sesión del Consejo de
Seguridad de la ONU en las declaraciones del Embajador de Colombia,
Guillermo Fernández de Soto, que puede considerarse como una pieza de
pésimo humor. Antes de considerarla, recordemos que el Embajador de
Rusia, Dmitry Polyanskiy, sostuvo: “Nos gustaría cuestionar el rol que
el vecino Colombia tuvo en esta historia”, porque “es difícil imaginar
que esta operación clandestina, originada desde su suelo, haya sido
conducida sin ningún conocimiento sobre ella». En forma directa se
planteó el centro neurálgico del asunto, que fue ratificado por el
Embajador de Venezuela, Samuel Moncada, al señalar: «Los gobiernos de
los EEUU y Colombia facilitaron la planificación, el entrenamiento, la
financiación y, aún hoy, están protegiendo a grupos de mercenarios y
terroristas que ejecutaron un ataque armado con el objetivo de perpetrar
asesinatos indiscriminados de población civil inocente; asesinatos
selectivos contra altos funcionarios de mi gobierno; y el asesinato del
presidente Nicolás Maduro”.
Estas no son afirmaciones sin fundamento o señalamientos calumniosos,
sino que se basan en las múltiples evidencias existentes, entre ellas
un vergonzoso contrato firmado entre Juan Guaidó y la empresa de
mercenarios Silvercorp USA del exmilitar estadounidense Jordan Goudreau,
y cuyo documento original fue dado a conocer por The Washington Post.
Dicho documento, una verdadera infamia, lleva la rubrica de Juan
Guaidó, el autoproclamado “presidente interino” de Venezuela, y
reconocido por el régimen de Duque y por los amos de Washington.
Adicionalmente, en sus declaraciones los mercenarios, entre ellos dos
estadounidenses, sostienen en forma reiterada que la agresión se preparó
en Colombia, con participación de miembros de la CIA, la DEA,
funcionarios de la Embajada de EEUU en Colombia y el régimen de Duque.
Por las dudas, los entrenamientos y preparativos de la agresión se
llevaron a cabo en territorio de Colombia, en el Departamento de la
Guajira.
Esta fue el momento serio de la reunión del Consejo de Seguridad, en
el cual se denunciaron las sucias maniobras contra la soberanía de
Venezuela y quedó en evidencia ante los gobiernos del mundo la
participación de EEUU y su marioneta incondicional, el régimen de Iván
Duque. Poco después llegó la hora de los cuentachistes, cuando hablaron
los Embajadores de EEUU y al final el de Colombia. Con el antecedente
del año anterior, cuando Iván Duque en la Asamblea General de la ONU
dijo una sarta de mentiras contra Venezuela, que respaldo con pruebas
falsas, entre ellas varias fotografías, por supuesto no sorprenden las
“nuevas” mentiras de por Fernández de Soto, que demuestra el nivel
rastrero al que ha llegado la diplomacia colombiana, como consecuencia
de haber convertido al país en un títere incondicional de los EEUU.
El chiste más célebre de la jornada se presentó cuando el Embajador
de Colombia afirmó con toda solemnidad que “Colombia nunca ha sido un
país agresor”, lo cual debió haber sido presentado como en las series de
televisión de los EEUU que pretenden ser humorísticas, con carcajadas
artificiales de fondo. Este si que es un extraordinario chiste, una
verdadera ocurrencia, un auténtico disparate que deja en pañales a
Cantinflas. Se basa en el presupuesto de que todos en el mundo
desconocen la larga cadena de agresiones que Colombia viene librando
desde hace años contra países vecinos y algunos más distantes y cuyo
hecho más criminal fue el ataque del 1 de marzo de 2008 en territorio
ecuatoriano, cuando fueron masacradas 26 personas. A ese hecho hay que
agregar los secuestros, seguimientos y espionaje realizado en países
como México, España, Argentina desde el primer gobierno de Álvaro Uribe
Vélez, agresiones que no se han detenido desde entonces, como lo revela
investigaciones recientes sobre el comportamiento de la “inteligencia”
de las Fuerzas Armadas.
Para no ir tan lejos, en los últimos 18 años las agresiones contra
Venezuela se han convertido en algo cotidiano, entre las cuales debe
resaltarse la participación en atentados contra altos dignatarios del
país vecino, entre ellos el de agosto de 2018 contra el presidente
Nicolás Maduro. O la pretendida “ayuda humanitaria” que el 23 de febrero
de 2019 se quiso introducir a la fuerza, con la participación de
paramilitares colombianos y guarimberos venezolanos. Sobre este hecho el
régimen del subpresidente Duque sigue mintiendo sin sonrojo, puesto que
su Embajador ante la ONU afirmó el 20 de mayo: “el régimen de Maduro
respondió con violencia y los grupos armados paramilitares conocidos
como ‘colectivos’ frustraron la entrega de las provisiones”. Para que se
vea el nivel de seriedad de la diplomacia colombiana, se repite la
misma mentira que se inventó el mismo día en que fracasó el intento de
“ayuda humanitaria” made in USA y que fue desmentida por la propia prensa de los EEUU.
En concreto, The New York Times en su edición del 10 de
marzo de 2019 señaló, con un lenguaje sibilino para no reconocer
directamente los infundios sobre los sucesos del 23 de febrero, que todo
indicaba que los camiones fueron prendidos por fuego lanzado desde el
lado colombiano por miembros de las guarimbas, apoyadas por Duque.
Recordemos que, como lo señala el mismo periódico de los EEUU, “El día
del incendio el gobierno de Colombia estuvo entre quienes promovieron la
teoría de que Maduro era responsable de ordenar el incendio. La
vicepresidenta Marta Lucía Ramírez publicó una fotografía de lo que
llamó “uno de los camiones incinerados por los colectivos por orden de
Maduro”. (https://www.nytimes.com/es/2019/03/10/espanol/america-latina/venezuela-ayuda-incendiada.html).
El régimen de Duque alcanza tales cotas de descaro que no le importa seguir sosteniendo una mentira, después de haber sido desmentida por el NYT. Y con las mismas palabras falsas de la vicepresidenta se vuelve a mentir en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. ¡Esta es una muestra de la credibilidad internacional del régimen de Iván Duque!
Entre otros de los grandiosos chistes de Fernández de Soto en el
Consejo de Seguridad de la ONU se encuentra el siguiente: «Permítanme
expresar claramente nuestro rechazo enérgico a cualquier acusación que
pretenda vincular a mi gobierno con acciones en contra del derecho
internacional». En un ambiente menos convencional que el de la ONU esta
afirmación haría destornillar de la risa a quienes la escucharon, por el
cinismo para mentir. Y eso no solo por la historia reciente sino por lo
que acontece en estos mismos momentos, lo cual, por supuesto, es todo
menos risible, como es el desconocimiento de los acuerdos firmados con
garantes internacionales (Cuba y Noruega), incumpliendo los protocolos
firmados por el Estado colombiano con referencia a las conversaciones
con el ELN. Sobre este asunto los voceros del régimen de Duque se
relamen de satisfacción porque EEUU volvió a incluir a Cuba en el
listado de países que no apoyan la lucha contra el terrorismo,
sosteniendo que eso se debe a la insistencia de Duque, actitud que es
una abierta violación de elementales principios del derecho
internacional, como es el cumplimiento estricto de los acuerdos firmados
con otros países.
Y el tercer mal chiste, de muy mal gusto, que dijo el representante
de Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU fue este: “Mi país ha
reconocido históricamente la importancia de las relaciones con
Venezuela, y ha procurado las mejores relaciones de vecindad, partiendo
del hecho incuestionable de que somos naciones hermanas”. Claro, que
grandes relaciones de hermandad, con el apoyo directo del estado
colombiano a paramilitares confesos, como los rastrojos, para
transportar ilegalmente a Juan Guaidó a territorio colombiano en febrero
de 2019; o el respaldo, bajo la dirección de los EEUU, a venezolanos,
conspiradores, guarimberos y golpistas en Bogotá, Cúcuta y otras
ciudades de Colombia; o el trato dado a los venezolanos en Colombia, a
los cuales se están matando todos los días y contra los cuales desde las
altas esferas se ha exacerbado el chovinismo y la xenofobia.
Sobre esto último es indicativo un solo dato, para mostrar el buen
trato que en este país de les da a los venezolanos de a pie: diariamente
son asesinados por lo menos dos venezolanos y desde 2017 han sido
asesinados 2061. Para darse cuenta de la “hermandad” con la que se trata
a los venezolanos, baste recordar que la alcaldesa de Bogotá dijo que
los venezolanos eran una carga para la ciudad. En Colombia ‒un país que
nunca ha acogido migrantes y que antes expulsa población‒ se humilla,
persigue y mata a los venezolanos humildes, mediante una actitud racista
y xenófoba, impulsada desde las altas esferas del régimen y
amplificadas por falsimedia criolla. Justamente, por ese trato tan
fraternal y humanitario es que muchos venezolanos están regresando a su
país. ¡Tal es el sentimiento de hermandad y solidaridad del que se
enorgullece el régimen de Duque!, lo cual solo puede verse como un
chiste de muy mal gusto.
Y el último mal chiste del Embajador de Colombia en la ONU fue
enunciado de la siguiente manera: “Desde hace más de veinte años, tanto
Chávez como Maduro, han convertido la conspiración permanente contra su
régimen, los presuntos atentados (todos fallidos), o los ataques a la
soberanía de Venezuela (todos controlados), en el bastión de su
propaganda”. De tal manera, que el golpe de 2002, los levantamientos
armados (como el del 30 de abril del año anterior), la pretendida ayuda
humanitaria, la operación de los rastrojos en asocio con Juan Guaidó y
el desembarco del 3 de mayo son inventos del gobierno venezolano, nunca
han sucedido. Son “supuestos” como no se cansan de repetir los medios de
desinformación, que en Colombia son el 99.9% de los existentes.
Amparado en esta lógica negacionista, la misma de los EEUU y de los
medios de desinformación del mundo entero, el gobierno de Duque piensa
que no debe explicar nada de lo acontecido el 3 de mayo y de los
antecedentes inmediatos. Por eso, cree que no debe responder a estas
preguntas: ¿por qué, durante semanas o meses, se prepararon mercenarios
en territorio colombiana para atacar a otro estado?, ¿por qué nunca se
atendieron las denuncias concretas, con coordenadas geográficas
precisas, hechas por el gobierno de Venezuela sobre preparativos de
ataques terroristas y agresiones armadas que se estaban organizando en
Colombia?, o ¿por qué en los mismos instantes de la agresión mercenaria
se deslizaron en forma misteriosa tres naves de la marina colombiana
hacia aguas jurisdiccionales de Venezuela?
La pregunta central que formuló el Embajador de Rusia no fue ni
medianamente considerada en el discurso de Fernández de Soto, quien
antes por el contrario y para demostrar lo que es la injerencia indebida
en los asuntos de otro país, pretende dar cátedras de democracia al
vecino país, como si eso fuera incumbencia del gobierno colombiano, que
bien debería dedicarse a responder sobre los asesinatos diarios contra
líderes sociales y ex guerrilleros, o por la corrupción de las Fuerzas
Armadas y su espionaje dentro y fuera del país, o por los nexos directos
de Iván Duque con narco-traquetos como el Neñe Hernández, quien
contribuyó a financiar la campaña electoral del actual sub-presidente.
En la única mención de Fernández de Soto a hechos relacionados con
agresiones a Venezuela también miente y distorsiona lo acontecido,
porque con referencia a Cliver Alcalá dice que se incautó el armamento
que se iba a usar en atentados en Venezuela, pero no se explica por qué
si ese individuo que vivía hace varios años en Barranquilla y que
reconoció ser dueño de las armas, no fue apresado en Colombia y se le
inició un juicio y en cambio se permitió sin ningún tramite que fuera
recogido en un avión de la DEA y llevado a los EEUU.
En conclusión, en la ONU el régimen de Duque escenificó una parodia
de mal gusto, con unos chistes de quinta categoría, que solamente
producirían risa si no fuera porque esconden la perfidia, el engaño, la
violencia y la muerte, que caracterizan a Colombia, ese reino macabro de
la simulación en que las clases dominantes han convertido al país.
* Fuente: La Haine