Por Gerardo Fernández Casanova, Resumen Latinoamericano, 31 mayo 2020.-
De repente a la historia le da por acomodar los acontecimientos como bolas de billar para una serie exitosa de carambolas. Tal parece ser la circunstancia por la que atraviesa México. Coexisten tres conflictos; el sanitario, el económico y el político, en una imbricación que sacude a todo el andamiaje institucional de manera determinante para una nueva conformación de la sociedad. En términos reales se trata de una revolución que diseñada para ser pacífica, recorre caminos insólitos hacia algo desconocido, aunque muy anhelado, el estado de bienestar.
El meollo del asunto radica en el conflicto político que se complica con la emergencia del sanitario y, ambos, derivan en el conflicto económico. El sanitario es un accidente que eleva exponencialmente a los otros dos y que por azaroso puede definir el resultado venturoso o funesto del proceso.
El conflicto político es de viejo cuño, desde cuando el régimen post revolucionario dejó de ser incluyente. Un trayecto de fraudes electorales y con el neoliberalismo en pleno auge de agravios al pueblo, se llega al 2018 con el encono popular en su máxima expresión y da lugar al triunfo arrollador del proyecto alternativo de AMLO. Nace un nuevo régimen comprometido con la transformación profunda de la realidad, pero el viejo régimen mantiene su real poder económico y mediático, incluyendo a una buena parte del poder político anquilosado en gubernaturas y estructuras formadas al amparo de la corrupción. El crimen organizado es parte esencial de ellas. La transformación se topa con el lastre de esas viejas estructuras.
López Obrador opta por una fórmula en la que prioriza la consolidación de la base popular del proyecto muy centrada en el prestigio personal y su permanente presencia ante el pueblo, mediante la conferencia de prensa de todas las mañanas y las giras con actos masivos por todo el país. Son prioritarios los programas sociales de apoyo económico a sectores vulnerables, a estudiantes, campesinos y pescadores. Al mismo tiempo contemporiza con el poder económico, sin dejar de marcar el absoluto deslinde respecto de las prácticas corruptas del pasado. Se aplica al desmantelamiento del gobierno suntuario, oneroso e inútil, para dar lugar a la austeridad republicana, tanto por convicción ideológica como para dotarse de autoridad para generalizarlo en toda la sociedad, saneando el sistema tributario por la eliminación de prebendas enquistadas. Varias medidas implicaron una cirugía con hacha, llevándose entre las patas a gente inocente, incluso afín al proyecto.
Por su parte, la oligarquía tuvo que apechugar el triunfo electoral, sin dejar su profunda contradicción con el nuevo gobierno. En principio intentó dominar y acotar al Presidente y jugaron a ofrecer su participación con inversiones de gran envergadura; algunos de ellos mantienen visionariamente su afán de colaborar, aunque la mayoría gerencial se aplica a la gestación de movimientos tendientes a frenar, incluso derrocar al Presidente, sumando a sus cómplices de la prensa tradicional.
Esta actitud coincide con el deterioro de la economía mundial, expresión del fracaso neoliberal, con obvios efectos sobre la mexicana tan dependiente del exterior, aumentando el conflicto económico contra el nuevo proyecto popular. La irrupción de la pandemia del coronavirus y sus efectos devastadores sobre la economía mundial colocan al gobierno en condición crítica, la que es criminalmente capitalizada por sus adversarios que lo bombardean con ataques y noticias falsas todos los días y por todos los medios, creando un estado de terror y desconfianza, propicio a sus afanes desestabilizadores. El Presidente, por su parte, hace frente a la crisis sanitaria con absoluta responsabilidad; la atiende con la ortodoxia de la ciencia médica epidemiológica y aplica su poder de convocatoria para procesarla con pleno respeto a los derechos humanos y la mayor transparencia y abundancia informativa. La reconversión hospitalaria y la ampliación de la capacidad humana y física de atención han permitido la suficiencia para la atención de los casos de infección. Al día de hoy todo indica que se está logrando domar la pandemia y se comienza a instrumentar el acceso a la nueva normalidad. No obstante, el tema ha sido usado con vileza extrema por los adversarios del régimen, sin parar en mientes en el nocivo efecto de sus fechorías sobre la salud de la gente.
Por ahí va el proyecto de la 4T, multiplicando los recursos públicos destinados a la mayoría de la población en condición de pobreza. Se rechaza la vieja fórmula de rescatar a las empresas mediante endeudamiento, de manera que sean ellas con sus recursos y su crédito quienes se apliquen a su salvación. Obviamente esto eleva el encono empresarial y se aprestan a redoblar la guerra híbrida, afilando machetes para buscar la venganza judicial.
El conflicto está en su esplendor. Es tiempo para cerrar filas y defender con todo el proyecto de reconstrucción del país, con paz, justicia y bienestar. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo.