Por Laura Litvinoff, Resumen Latinoamericano, 19 junio 2020
Desalojar a las que alojan
La semana pasada el Gobierno de la Ciudad intentó cerrar el único hogar convivencial para adolescentes madres que llegaron allí derivadas por causas relacionadas a la violencia de género. La presión social por redes logró modificar esa primera iniciativa y ahora se habla de mudarlo a un lugar que no cumple con las condiciones básicas de seguridad. El Hogar Eva Duarte no es un lugar de paso, es una oportunidad para chicas de hasta 18 en situación de alta vulnerabilidad social.
Imagen: Constanza Niscovolos
“Me
enteré que quieren desalojar el Hogar, Vivi… es nuestra casa, ¿cómo
puede ser?” Le dijo Lil Busto, una de las tantas egresadas del Hogar Eva
Duarte, a Viviana Aguirre, estudiante de psicopedagogía y trabajadora
de esa institución hace ya más de cuatro años. Y esa pregunta fue tanto
una zozobra como la constatación de que el Hogar es eso, una casa y una
oportunidad, como dice Vivi, “de poder construir algo por fuera del
círculo de la violencia. Y justamente por eso el desalojo es muy grave,
porque es un espacio que a las pibas les brinda la posibilidad de un
futuro mejor».
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El Hogar de Mujeres y Disidencias Eva Duarte fue
creado en 1991, depende económicamente de la Dirección General de la
Mujer del Gobierno de la Ciudad y es la única unidad convivencial para
adolescentes y sus hijes que sufren o sufrieron alguna situación de
violencia de género y que no cuentan con un alojamiento seguro, ni redes
sociales de contención. La semana pasada, la Subsecretaría de
Fortalecimiento Personal, Familiar y Comunitario, se comunicó con las
coordinadoras del Hogar, para anunciar la “mudanza” de la institución
por supuestas cuestiones de seguridad sanitaria.
“El
motivo que informan es que no podemos seguir donde estamos, que es
dentro del edificio del Hogar San Martín, porque en otra ala del lugar
también funciona un hogar con personas de la tercera edad y eso podría
ponerlas en riesgo. Pero la realidad es que las poblaciones de los dos
hogares no tienen contacto alguno, por eso creemos que todo esto es una
excusa para desarmar el programa y desalojarnos”, denuncia Viviana.
“Como todas sabemos, a las mujeres nos cuesta un montón poder
visibilizar la violencia que padecemos, y estos espacios lo que hacen
justamente es mostrarle a las jóvenes alternativas diferentes para poder
vivir y desarrollar la vida adulta y, a sus hijes, la posibilidad de
tener una formación psicopedagógica diferente, adquirir otros hábitos y
empezar a pensar que la vida no tiene porqué ser dura, que puede ser
diferente”, explica Viviana.
Como el hogar es convivencial y no
transicional, una vez que las jóvenes ingresan, a partir de los 14 años,
pueden quedarse a vivir allí hasta los 18: “Básicamente esa es la
principal diferencia con otros lugares transitorios o paradores en donde
las chicas suelen pasar unos meses hasta que luego son derivadas a
lugares como el Eva”, explica Florencia Álvarez, psicóloga social del
Hogar y delegada de ATE.
A su vez, al ser un refugio de puertas
abiertas, las jóvenes pueden ir al colegio, llevar a les niñes al
jardín, o hacer la actividad que deseen; así como también pueden elegir
si quieren quedarse viviendo allí o dejar de hacerlo.
“Trabajamos
con una pedagogía de la ternura como una respuesta ética y política que
va en contraposición con la crueldad y el desamparo que las pibas han
recibido, en la mayoría de los casos desde su familia, y también por
parte del Estado. Por eso decimos que el Hogar es mucho más que un techo
o una comida: es un espacio en donde ellas pueden construir su
identidad, configurar sus subjetividades, y ser alojadas en el más
amplio sentido de la palabra”, cuenta Florencia.
Hasta la semana
pasada, el plan del Gobierno de la Ciudad era cerrar el espacio y
distribuir al personal y a las jóvenes que ahora se encuentran allí en
otros dispositivos que también pertenecen a la Dirección de la Mujer, lo
que hubiera generado que esas otras instituciones, muchas hoy ya
colapsadas por la pandemia, se terminen de llenar y no tengan más plazas
para otras personas que también los necesitan.
Pero la lucha
que durante toda la semana llevó adelante el colectivo de trabajadoras
del Hogar tuvo eco a nivel social y ese plan inicial finalmente quedó
descartado. Sin embargo, la mudanza sigue en pie porque ahora lo que la
Subsecretaría está intentando hacer es que el Hogar vuelva al predio en
donde funcionaba hasta 2009, cuando tuvo que ser desalojado por peligro
de derrumbe.
“Estamos muy preocupadas porque lo último que nos
dijeron es que vamos a tener que volver al predio de Belgrano, de donde
tuvimos que mudarnos porque estaba en pésimas condiciones y los techos
se caían a pedazos. El lugar en donde estamos ahora si bien no es ideal,
al menos cuenta con las condiciones básicas de cuidado y de seguridad,
algo que, además, hemos logrado nosotras gracias a la lucha permanente
de todas las trabajadoras”, cuenta Daniela Keclach, psicóloga del Hogar.
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Esta unidad convivencial, ubicada en La Paternal, cuenta con
capacidad para diez adolescentes y diez niñes, y actualmente tiene siete
adolescentes registradas con sus hijes, pero viviendo en el Hogar hay
solamente dos, ambas con sus bebés.
–¿A qué se debe esto?
–Al
ser un lugar de puertas abiertas, cuando empezó la cuarentena varias
jóvenes decidieron transitar una parte del aislamiento en la casa de sus
familiares, y ahí fue cuando empezó todo el conflicto, porque cuando
ellas quisieron volver no pudieron. Desde el día 15 de la cuarentena
hasta hoy nosotras estamos pidiendo el reingreso, pero desde la
Subsecretaría no nos están permitiendo los ingresos ni reingresos de
nadie, el espacio quedó totalmente aislado y muchas de las pibas que
quedaron en los barrios están conviviendo con sus agresores o están
expuestas al virus. Nosotras entendemos que, con este tipo de acciones,
el Gobierno está haciendo todo lo posible para concretar desalojo –se
alarma Viviana.
Además del traslado, la mayoría de las
trabajadoras de los espacios que dependen de la Dirección General de la
Mujer también tienen que lidiar con las condiciones laborales con las
que fueron contratadas. Nadia Polanco, delegada general de la Junta
Interna ATE Promoción Social, dice: “Tenemos un montón de compañeras
bajo modalidades fraudulentas de contratación: monotributo, contratos
tercerizados a través de la UBA y, en muchos de los dispositivos de
cuidado convivenciales como los Hogares y los CIM (Centros Integrales de
la Mujer), en este momento las compañeras ni siquiera cuentan con ART”.
“Al mismo tiempo que se van vaciando de recursos
materiales y humanos nuestros espacios, también se van cerrando
programas por falta de personal. En tanto se dan ‘de baja’ los
contratos, estos puestos de trabajo quedan vacíos y no se reponen, de
modo que las compañeras sostienen guardias entre dos para asistir a más
de 40 personas. Por eso nos resulta muy costoso realizar nuestras tareas
y disponer del tiempo necesario para que estas mujeres puedan tener un
acompañamiento amoroso y de calidad”, concluye Florencia.