Sudeste asiático. El Ejército asalta la sede de los camisas rojas. La Comuna de Bangkok ha caído. La guerra social enfrenta a las clases populares excluidas y privadas de derechos ‑agrupadas coyunturalmente en torno a Thaksin Shinawatra- con la coalición amarilla de ricos, monarquía y Ejército que arropan al Gobierno del País Sonrisa, aliado «turístico» de EEUU en la zona. La refriega tiñe Tailandia con el color de las blusas sublevadas y llena las cárceles de prisioneros.
En el contexto de las elecciones filipinas ‑controladas por señores de la guerra y clanes oligárquicos- se masacra a cincuenta civiles cuando marchan a registrar a su candidato local y los militares recluyen en un campo de prisioneros a 43 médicos y enfermeros que trabajaban en comunidades rurales, imputándoles pertenencia a la guerrilla del Nuevo Ejército del Pueblo.
Extremo Oriente. Seúl acusa a la República Popular del Norte de hundir la corbeta «Cheonan» en el Mar Amarillo. Supuestamente los delata el «nº 1» de un torpedo de fabricación alemana. China duda. Se rumorea que se trata de una operación encubierta bajo bandera falsa. Y el primer ministro japonés admite que la tensión generada por el incidente influye en su decisión de asegurar la permanencia de los marines estadounidenses en la base de Okinawa.
Oriente Próximo. Soldados israelíes ametrallan el buque turco «Mavi Mármara» en aguas internacionales y asesinan a nueve activistas de la Flotilla de la Libertad que pretende romper el cerco de Gaza con ayuda humanitaria. Para el «Financial Times» se trata de un «desvergonzado acto de piratería». Israel retiene a los cooperantes y compone una versión mediática rocambolesca con cuchillos de cocina. La tibia respuesta de los organismos internacionales y la justificación del Gobierno Obama garantiza su impunidad. Israel advierte que no se plegará a una investigación sobre el abordaje y que mantendrá el bloqueo de los territorios palestinos. Operación Plomo Fundido in memoriam. Entre las bambalinas de la geoestrategia, el desafío nuclear de Irán, el empantanamiento militar aliado en todo Oriente Medio y la Operación Fateh de los talibanes en curso, la creciente influencia de Turquía en el Mediterráneo y el establecimiento indisimulado de contactos con Siria, Líbano, Irán y Hamás. «Israel no debe poner a prueba la paciencia de Turquía». Teherán anuncia un nuevo envío de ayuda médica y alimentaria a la franja de Gaza. «A un minuto de la guerra», el tiempo corre.
La Guerra Secreta de EEUU se expande por 75 países. La CIA señala coordenadas y drones no pilotados se dirigen contra una aldea paquistaní, un jeque yemení o un móvil en el Cáucaso. Incursiones de comando, operaciones multilaterales y adiestramiento de fuerzas contraterroristas locales. «Dígame qué puedo hacer por usted», preguntan los comandantes de Operaciones Especiales en la Casa Blanca. Asesinatos selectivos, secuestros o misiones de inteligencia, sabotaje e infiltración… Bin Laden es Llamazares. Las operaciones encubiertas no necesitan publicidad, en el mercado de la guerra se venden solas. La esencia de la táctica remite a tocar al enemigo, desestabilizarlo como parte de una estrategia de desestructuración de sus estratos.