Resumen Latinoamericano, 2 julio 2020
Un 2 de Julio como hoy, hace 34 años de las históricas Jornadas de Protesta Nacional del 2 y 3 de julio de 1986, Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana fueron rociados con bencina y quemados vivos por una patrulla de civil comandada por el oficial Pedro Fernández Dittus en el barrio Los Nogales, para luego trasladarlos envueltos en frazadas detrás de una camioneta y ser abandonados en Quilicura, a 25 kms del lugar donde les habían quemado. Allí fueron encontrados por trabajadores y trasladados a la Posta Central. Cuatro días después Rojas de Negri murió producto de las quemaduras sufridas, mientras que Carmen Gloria logró sobrevivir, con un 62% de su cuerpo quemado producto de las llamas.
Luego de que se cerrara el caso y se volviera a abrir en 2015, fueron condenados como cómplices, con una pena de 3 años y un día de presidio ‑con el beneficio de la libertad vigilada- a Luis Alberto Zúñiga González, Jorge Osvaldo Astorga Espinoza, Francisco Fernando Vásquez Vergara, Leonardo Antonio Riquelme Alarcón, Walter Ronny Lara Gutiérrez, Juan Ramón González Carrasco, Pedro Patricio Franco Rivas y a Sergio Hernández Ávila.
han pasado 34 años, y como siempre, las condenas fueron irrisorias, como ha sido el común del Estado Chileno frente a casos de violaciones de DD.HH.
EL MÁRTIR DE FUEGO: LA HISTORIA DE RODRIGO ROJAS DE NEGRI.
Fuente: Archivo de la Nación.
Siete fotógrafos nacionales liberan de las cenizas al joven que en 1986 volvió a Chile desde el exilio a reencontrarse con su país y que dos meses después fue quemado por la fuerza militar. Fotógrafos de la AFI también recuerdan su valor.
En mayo Rodrigo se fue a Chile buscando sus raíces y en su joven esperanza iba seguro de que la muerte no existía”. El recuerdo de una madre que perdió a un hijo se plasmó en la carta. Desde Washington, Verónica De Negri envió la misiva el 18 de julio de 1986 hasta las manos de quienes fueron compañeros de armas de su hijo en Chile. Metralletas con negativos como balas e imágenes como explosiones. La Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) acogió a Rodrigo Rojas De Negri durante su estadía en Chile, hasta que una abrupta muerte truncó su vida: su cuerpo quemado en vida apareció consumido como una fotografía al fuego.
La madrugada del 2 de julio, día de paro nacional, el joven de 19 años, junto a Carmen Gloria Quintana y otros estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile, se encontraban junto a pobladores de Estación Central, fotografiando y armando barricadas y fogatas.
En medio de la manifestación, Carmen cayó al suelo y el fotógrafo la ayudó a pararse, según contó su madre. En ese momento, fueron arrestados por efectivos de una patrulla militar. Uno de los oficiales llevaba en sus manos gasolina y elementos incendiarios abandonados por los jóvenes pasos atrás. Luego fueron rociados y encendidos por los uniformados. Después de apagarles el fuego con frazadas, los militares los abandonaron lejos de donde fueron detenidos, en Quilicura. Luego fueron trasladados al SAPU Nº 1 de la misma comuna, que desde el año pasado lleva el nombre del joven como homenaje. Cuatro días después, Rodrigo Rojas De Negri murió en la Posta Central. Carmen, después de una serie de operaciones, sobrevivió y hoy vive en Canadá.
Los jóvenes carabineros se enmarcan en una de las fotos de Rodrigo,
quien centraba su mirada en conflictos sociales y situaciones cotidianas
que lo rodeaban.
“En el rostro de nuestra juventud vive mi hijo En
el espíritu unitario de los chilenos luchando por la justicia, vive mi
hijo En este tiempo encendido de esperanzas vive mi hijo En el canto
humano de los muros de Santiago vive mi hijo esos muros gritan: ‘Pueden
cortar las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera’.
Por último, en la solidaridad de todos ustedes, vive mi hijo”, culmina la carta de Verónica.
Desde el próximo jueves, seis de esos rostros jóvenes revivirán a
Rodrigo en una muestra crítica en el Centro Cultural Estación Mapocho
que busca devolver a la luz a quien llegó a Chile en búsqueda de su
identidad y memoria. Antonia Cruz, Nicolás Wormull, Manuel Morales,
Fabián España, Miguel Navarro, Sebastián Sepúlveda y Cristóbal
Traslaviña escudriñarán con el lente de la fotografía documental en la
amnesia de la sociedad.
“Hablar de Rodrigo Rojas De Negri es hablar de los derechos
humanos, es súper importante desde su juventud y su trabajo fotográfico
rescatarlo como un sujeto de violación de derechos humanos. Si uno puede
proponer una visión crítica, en especial considerando el gobierno en
que estamos, hay que hacerlo y el caso de Rodrigo es emblemático”,
reflexiona Montserrat Rojas Corradi, curadora de la exposición que
cuenta con un conjunto de imágenes de creadores que fueron nominados al
Premio Rodrigo Rojas De Negri, creado el 2006 por la comunidad
fotográfica y el Consejo Nacional de la Cultura para incentivar a los
profesionales emergentes.
CULPA Y DOLOR
Observador, tímido, cariñoso, silencioso e inquieto socialmente. Con un
español “agringado”, quien fue discípulo del fotógrafo chileno radicado
en Estados Unidos, Marcelo Montecino, llegó a Chile acompañado de una
cámara y un bagaje familiar: su madre fue exiliada, detenida por más de un año en Tres Álamos, y él tuvo que abandonar el país a punto de cumplir los diez.
“Traía a la revista Apsi una cámara de Marcelo para regalarla a un taller de fotografía de La Victoria que hacía el ‘Chino’ (Héctor) López. Esa fue la primera vez que lo vi”, recuerda Álvaro Hoppe,
uno de los cercanos a Rodrigo en su estadía de dos meses en Chile y
autor de una de las últimas ‑y pocas- fotos de Rojas. “Para mí es una
foto bien especial. Cuando la veo, recuerdo una época muy dolorosa, me
produce mucha pena, mucho dolor”, evoca sobre la imagen rescatada en el
patio de la revista Apsi.
“Álvaro, ¿y yo podré tomar una foto?”, le dijo una vez en un
viaje en Metro hacia La Moneda apuntando a unos jóvenes carabineros que
compartían el vagón con ellos. El profesional, que ha
trabajado en diversos medios nacionales como la revista Mensaje, La
Bicicleta, Rocinante y el diario La Nación, le aconsejó que mejor
guardara su cámara. “Entonces él se lacercó, conversó con
ellos y les sacó una foto. Así era el espíritu de Rodrigo, inquieto,
despierto, libertario, profundamente humanista y, en este caso,
humanizador”, explica Hoppe, quien participaba activamente
de la AFI, organización gremial que nació en la dictadura con el fin
principal de protegerse de la represión militar.
Los vestigios de Rojas y Quintana fueron retratados por Alejandro Hoppe sin saber que se trataba de ellos.
Su hermano, Alejandro Hoppe, describe a Rojas De Negri como “una
persona muy especial, con un aura muy limpia. Tenía un punto de vista
más bien ingenuo en su fotografía, una mirada sencilla. Estaba
explorando las calles de Santiago, viendo su país, viviendo lo que
estaba sucediendo en búsqueda de su identidad. Cuando lo asesinaron él
estaba fotografiando”, cuenta enfatizando en la última palabra
quien, sin saberlo, capturó los rastros de la agresión a Rojas De Negri.
Caminando con un grupo de la AFI por la calle General Velásquez,
rodeados de neumáticos encendidos, las calles cortadas y barricadas al
fuego, se acercaron vecinos y les contaron del arresto y lo que ocurrió
posteriormente. Dos vestigios de ropa quemada fueron registrados por su
lente.
“Fue un golpe para nosotros, porque dentro de todo siempre preveíamos el
riesgo. De hecho, ya habían casos de detenciones y apaleos. Pero al
grado al que se llegó fue súper impactante. Muchos quedaron con
sentimientos de culpa, de que no lo cuidaron () Nos sentíamos
completamente responsables de lo que había pasado. Todavía nos duele. Le
pasó lo que nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros y que aún
podía pasar”, relata Pepe Moreno, miembro fundacional
de la desaparecida AFI, mientras narra el multitudinario funeral del
joven, una de las primeras manifestaciones masivas de la época, que
dentro de sus fieles contó con el periodista José Carrasco Tapia,
asesinado dos meses después.
EL PUNTO CORRIDO DE LA MEDIA
Estereotipos femeninos (Antonia Cruz), los tabúes sexuales (Cristóbal
Traslaviña), imitadores de famosos (Sebastián Sepúlveda), el sueño
(Manuel Morales), un barrio desde adentro (Miguel Navarro), los
territorios familiares (Fabián España, ganador del Premio Rodrigo Rojas
De Negri 2009) y los rostros de los familiares de los mineros de San
José (Nicolás Wormull) son las temáticas que exploran los jóvenes que
alguna vez fueron nominados al premio y que revisitan al autor.
El multitudinario funeral de Rojas De Negri también fue reprimido por
las Fuerzas Especiales de Carabineros, quienes intentaron impedir que
se enterrara el cuerpo. Foto: Helen Hughes.
“Es un fotógrafo súper emblemático de los ochenta, pero en
general la generación actual no sabe quién es. Es importante hacerlo
visible, por como fue asesinado y por su búsqueda de capturar a Chile en
el tiempo de la dictadura. La idea es generar un diálogo con gente que
está politizada pero en otro sentido, no necesariamente en la lucha o
resistencia en la calle sino que son críticas desde otro punto de
vista”, explica Rojas Corradi que, junto a un jurado integrado
por Leonora Vicuña, José Pablo Concha, Héctor López y Samuel Salgado,
entre otros, eligió a los expositores.
Para Nicolás Wormull, fotógrafo que integra la muestra con imágenes en
blanco y negro desde una cámara análoga, con la que retrató el ahogo de
las familias de los mineros en San José durante el período del rescate,
la vida de Rodrigo “representa la libertad de expresión. Su
espíritu revolucionario y hambriento dejó una huella que de cierta forma
se desvanece en los jóvenes de hoy. Me impresiona el hambre que tenía
de creer, sinceramente, que el mundo y en este caso nuestro país podía
ser mejor y que para eso había que trabajar, lo que implica tomar
riesgos () Me cuesta mucho desligarme de lo que me rodea, surge siempre
una necesidad de mi parte de contar, de relatar y para eso hay que
entrar y tomar los riesgos necesarios. Cuando hablo de riesgos no me
refiero a arriesgar la vida, ni de exponerse a situaciones bélicas. Sino
al riesgo de creer y a atreverse a perseguirlo”, explica.
“Rodrigo representa lo mejor. Lo puro en el contexto de la fotografía.
De no perder la capacidad de asombro, de mirar lo que no todo el mundo
mira. Atreverse a fotografiar, tal vez con cierta ingenuidad pero él se
atrevió. La generación actual también se atreve a tocar temas
sensibles que se salen de lo común que uno observa en el bombardeo
actual de imágenes. Están buscando, están explorando y Rodrigo también
estaba en eso metiéndose entre las botas de los milicos”, reflexiona Alejandro Hoppe. Su hermano Álvaro complementa: “El
espíritu de él revive mostrando el punto corrido de la media. Mostrar
esa sociedad que es aparente, que la rasguñái más y es de cartón”.