Un previo: a mí los piratas me caen bien. De chaval, cuando jugábamos a policías y ladrones, nadie quería hacer de lo primero, ni siquiera los hijos de la Benemérita: había que echarlo a suertes. Lo mismo sucedía al jugar a indios y vaqueros. El arco, las flechas y la cara pintada era lo que molaba, al igual que el parche en el ojo pirata.
Digo lo anterior porque, si bien en este artículo el concepto de pirata tiene un sentido negativo, tan solo es por escribir de acuerdo con lo políticamente correcto, que no por ganas: mi corazón, así, en general, sigue estando del lado de ladrones, indios y piratas.
Mientras nos bombardeaban con los pormenores diarios del secuestro del «Alakrana», se ha reunido en Roma, bajo el mayor desprecio informativo, la Cumbre extraordinaria de la ONU-FAO sobre Seguridad Alimentaria. En la anterior, cuando había «tan solo» 830 millones de personas hambrientas, los gobiernos acordaron reducir su número a la mitad para 2015. Hoy, el hambre muerde ya a más de mil millones de personas y el plazo de 2015 es un chiste macabro. De los 20 jefes de estado del G‑20, tan solo tres acudieron a la cita. Los grandes del mundo no están para esta clase de menudencias.
Paralelo a la Cumbre se reunió el Foro por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, agrupando a organizaciones de agricultores, pescadores, ganaderos, pueblos indígenas, ecologistas… Según Vía Campesina, uno de los principales miembros del Foro, «una solución auténtica para la crisis alimentaria implica que la agricultura de pequeña escala, no las corporaciones transnacionales, deben recobrar el control sobre los recursos productivos alimentarios como la tierra, las semillas, el agua y los mercados locales».
Por desgracia, se camina en dirección contraria. Hoy, el 82% del mercado mundial de semillas está bajo patentes y diez empresas controlan el 67% de su producción. Otras diez multinacionales de la agroquímica dominan el 85% del mercado mundial agroalimentario. Los alimentos son convertidos en mercancías a través de un largo proceso de procesamiento, almacenaje, congelación y transporte, mientras llegan al lugar donde se consumirán. De esta manera los yogures que comemos viajan un promedio de 2.000 kilómetros hasta alcanzar su destino final y las nueces que se producen en un continente son partidas y envasadas en otro, para ser vendidas en un tercero.
Derivado de todos estos despropósitos y para mejor provecho de las multinacionales, se calcula que la mitad de toda la comida producida de esta manera se pierde en este ir y venir continuo, debido a los desechos derivados en este procesamiento, congelación, transporte, comercialización y venta. Con ello se podría alimentar seis veces a toda la población hambrienta del mundo, pero eso no sería rentable para las grandes multinacionales del sector.
El secretario general de la FAO acudió a Roma con dos objetivos: poner el año 2025 como plazo para la eliminación total del hambre en el mundo y destinar 44.000 millones de dólares por año para apoyar a la agricultura. Los países del G‑8 rechazaron las dos demandas por excesivas y tan solo dieron 20.000 millones para tres años, o sea, la sexta parte. El Gobierno de Zapatero, generoso como nadie a la hora de ofrecer a la Banca 150.000 millones de euros, ha dado a la FAO una propina de 500 millones hasta 2012. Menos que las subvenciones «renove» destinadas a la compra de automóviles nuevos.
Mientras tanto, los mares sufren el mayor esquilme jamás conocido. De los 18,5 millones de toneladas de pescado extraídas en 1952, se pasó a los 89 millones a finales de los 80. Desde entonces, esta cantidad se ha mantenido prácticamente igual. En el Estado español, desde los años 50, el 38% de las especies costeras y el 29% de las de mar abierto se han reducido más del 90%. En el Cantábrico, de las 80.000 toneladas de anchoa obtenidas hace 40 años se pasó a las 800 de la última campaña. La situación de la merluza era similar. El atún rojo del Mediterráneo está también en vías de extinción.
Según la FAO, en 2004, de todas las poblaciones de peces del mundo un 7% estaba ya agotado; un 17%, sobreexplotado; un 52% totalmente explotado; un 20%, moderadamente explotado; un 3%, infraexplotado y un 1% final en vías de recuperación. Caladeros míticos, como el del bacalao de Terranova, fueron cerrados de forma indefinida en 1992 por falta de reservas. Del Atlántico Norte y el Gran Sol los grandes pesqueros se dirigieron a África Continental, pero hoy estas aguas comienzan a agotarse por causa de la sobreexplotación, el deficiente seguimiento y la mala gestión. Toca el turno ahora a los mares de Madagascar, las Seychelles y el Océano Índico.
La mayoría de los estados africanos no tienen medios para controlar efectivamente si los navíos de la UE, Japón… respetan la legislación. El caso de Somalia es aún más sangrante. Su Ministerio de Marina carece de barco o patrullera alguna para realizar labores de vigilancia. El Estado somalí no existe prácticamente y hay muchos interesados en que esto siga siendo así.
Pescanova es la pesquera propietaria de la mayor flota privada del mundo. Proporciona el 27% del pescado congelado y el 62% del preparado consumido en el Estado español. En 2004 era la undécima empresa española por orden de ingresos. Hay otras que, sin llegar a tener su tamaño, no se diferencian mucho de ésta en cuanto a objetivos y maneras. La solidaridad más estrecha con los marineros vascos y no vascos secuestrados (la mayoría de la tripulación era africana y asiática) por el infierno que han tenido que pasar junto con sus familias no nos debe hacer olvidar nada de lo anterior.
Los gobernantes ausentes de la Cumbre de Roma, las multinacionales alimentarias y las pesqueras esquilmadoras del mar son los principales piratas del mundo. Piratas de garfio blanco, pata artillada y parche en sus cuentas corrientes, bendecidos por el poder y protegidos por ejércitos públicos y policías privadas pagados, tanto los unos como las otras, con nuestro dinero.