Boli­via. Geno­ci­dio silencioso

Por Raúl Sibe­chi, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de julio de 2020.

El diri­gen­te fabril y gue­rre­ro del agua Óscar Oli­ve­ra tie­ne coro­na­vi­rus. Acu­dió al hos­pi­tal por una des­com­pen­sa­ción pero lo deri­va­ron a otro cen­tro por­que esta­ba des­bor­da­do. Lue­go de seis horas le die­ron el resul­ta­do: posi­ti­vo. No pudie­ron inter­nar­lo por­que no había camas dis­po­ni­bles. Aho­ra está en su casa, en una barrio de Cocha­bam­ba, jun­to a su fami­lia. Por telé­fono nos dice que está bien, que no tie­ne sín­to­mas, pero se sien­te abru­ma­do por la situa­ción de la ciudad.

Hay fami­lias que deben man­te­ner en sus casas has­ta sie­te días a sus fami­lia­res muer­tos por­que nadie los reco­ge, nadie los entie­rra, no fun­cio­nan los ser­vi­cios ele­men­ta­les de salud, ni de emer­gen­cias ni de lim­pie­za urba­na. En algu­nos casos, los fami­lia­res dejan los ataú­des en la calle, por­que los cemen­te­rios colap­sa­ron. Impo­ten­cia, rabia y sole­dad, es la sen­sa­ción que domi­na a bue­na par­te de los 600 mil habi­tan­tes de esta ciudad.

“Lo úni­co que nos que­da es la soli­da­ri­dad de los com­pa­ñe­ros”, se escu­cha una voz que­bra­da por el dolor. “Lla­mé a varios com­pa­ñe­ros para decir­les que ten­go coro­na­vi­rus, pero que estoy bien, y algu­nos me dije­ron que habían teni­do Covid y que no lo habían dicho para no des­ani­mar a sus fami­lias y ami­gos. Con­tar­nos lo que nos suce­día fue muy bueno, nos levan­ta el ánimo…”

Cuan­do a un lucha­dor de toda la vida se le quie­bra la voz, algo gra­ve está suce­dien­do. Toca escu­char con el cora­zón y guar­dar silencio.

“… cómo la des­gra­cia pue­de unir­nos, cómo nos hace recu­pe­rar los sen­ti­mien­tos….. Ayer un parien­te me dijo que esta­ba toda la fami­lia enfer­ma des­de hacía dos sema­nas y que no dije­ron nada para no preocuparnos”.

“En Cocha­bam­ba es horri­ble. Enfer­mos que reco­rren cua­tro o cin­co hos­pi­ta­les para que los atien­dan y se mue­ren en la puer­ta. Muer­tos que no pue­den ser ente­rra­dos por­que los cemen­te­rios ya no tie­nen capa­ci­dad. No se sabe por­qué mue­ren, no hay cer­ti­fi­ca­cio­nes. Hay muer­tos en las calles…”.

Los pobla­do­res del entorno del basu­re­ro muni­ci­pal blo­quea­ron la entra­da en deman­da de agua, que no les lle­ga, con lo que la basu­ra se acu­mu­la en la ciudad.

Óscar inten­ta con­tex­tua­li­zar el dra­ma. “Los de arri­ba mues­tran mucha inope­ran­cia, pilla­je y chan­ta­je. La cla­se polí­ti­ca sólo está intere­sa­da en su poder, lo últi­mo que les intere­sa es la gen­te. Tan­to en el gobierno como en la opo­si­ción hay un apro­ve­cha­mien­to de la des­gra­cia y de la impo­ten­cia de la pobla­ción aban­do­na­da a su suer­te. La polí­ti­ca de arri­ba es un cir­co putrefacto”.

En con­tras­te, rela­ta que pro­fe­sio­na­les y téc­ni­cos de la salud tra­ba­jan en el desa­rro­llo, de mane­ra autó­no­ma, de equi­pos para aten­der a la pobla­ción, cons­tru­yen­do ven­ti­la­do­res. “Son esfuer­zos sobre­hu­ma­nos por­que no tie­nen la capa­ci­dad eco­nó­mi­ca ni ins­ti­tu­cio­nal para que esos empren­di­mien­tos pue­dan salir ade­lan­te. Esta ins­ti­tu­cio­na­li­dad de mier­da del Esta­do no hace nada”.

La pan­de­mia tam­bién ha mos­tra­do, dice Óscar, la enor­me soli­da­ri­dad de per­so­nas que han deja­do inclu­so la como­di­dad de sus tra­ba­jos para lle­gar a los lugres don­de más los nece­si­tan. “Aquí han muer­to muchos médi­cos y enfer­me­ras por aten­der a la gen­te, por­que los gobier­nos han deja­do la salud en una situa­ción terrible”.

En estos cua­tro meses, el gobierno des­ti­nó ape­nas 70 dóla­res por una úni­ca vez para aten­der a las fami­lias. La situa­ción es dra­má­ti­ca y no hay modo de no salir a los mer­ca­dos a ven­der o a com­prar. “Cada sec­tor se ha hecho car­go de lo que pue­de, con ollas comu­nes, con medi­ci­nas natu­ra­les, en espa­cios de soli­da­ri­dad que surgieron”.

Sen­tir la enfer­me­dad en car­ne pro­pia, te hace ver el mun­do des­de otro lugar. “El sába­do cuan­do fui al hos­pi­tal me deri­va­ron a uno de los mejo­res cen­tros de esta ciu­dad, un hos­pi­tal pri­va­do. Pero inclu­so ahí la situa­ción era tre­men­da, la gen­te en las puer­tas gri­tan­do por­que se está murien­do, per­so­nas que lle­ga­ban con otras enfer­me­da­des o por acci­den­tes que no está sien­do aten­di­da. Den­tro había salas cerra­das, lle­nas de gen­te contagiada”.

Algu­nos médi­cos y enfer­me­ras, para poder seguir aten­dien­do, opta­ron por ren­tar una habi­ta­ción para no ir a sus casas ponien­do en ries­go a su fami­lia. Otros fue­ron expul­sa­dos de sus barrios por la bru­tal insen­si­bi­li­dad de los vecinos.

“Lo úni­co que nos que­da es la soli­da­ri­dad de los com­pa­ñe­ros”, repi­te Óscar Oli­ve­ra, gue­rre­ro del agua, con­ta­gia­do de coro­na­vi­rus, deci­di­do a luchar por la vida, como hizo siem­pre, como segui­rá hacien­do…… para que lle­gue el tiem­po de los abrazos.

Fuen­te: des​in​for​me​mo​nos​.org/​g​e​n​o​c​i​d​i​o​-​s​i​l​e​n​c​i​o​s​o​-​e​n​-​b​o​l​i​v​ia/

Kao­sen­la­red.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *