El pasado 2 de julio, la ministra de Defensa de Alemania decidió disolver parcialmente la unidad de élite del ejército (KSK) por una serie de escándalos que relacionaban a buena parte de sus miembros con organizaciones de extrema derecha. Escándalos que se remontan a 2017 y que incluye el robo de armamento del ejército, preparación de atentados terroristas y exhibición de simbología nazi.
¿Es solo un problema del ejército o algo mucho más grave? Lo cierto es que, al menos desde el año 2015, los atentados a personas migrantes, minorías étnicas o población judía no han dejado de aumentar. Las marchas y protestas xenófobas, donde incluso los periodistas ya no se atreven a cubrir por miedo a agresiones, han ido también en aumento. Entre 2015 y 2020, se han prohibido hasta tres organizaciones por “tener como objetivo la desestabilización de la democracia”.
Paralelamente a esto, el apoyo electoral a Alternativa para Alemania (AfD), conocido partido ultraderechista, ha ido en alza, sustituyendo al neonazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), que ahora busca formas de reinventarse.
Aunque pudiera parecer extraño en un país con un pasado tan oscuro y que incluso donde la propia legislación prohíbe la exhibición de simbología neonazi y fascista, parece evidente que Alemania tiene un grave problema con un nuevo despertar del neonazismo.
El origen del nazismo
El nacionalsocialismo o nazismo como tal aparece en los años 20. Asentado en la llamada ideología Volkisch en su vertiente más esotérica y ultranacionalista, en 1921 se funda el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, abreviado nazi) a partir del minoritario Partido Obrero Alemán (DAP), que a su vez tiene su origen en otros grupos Volkisch y en la Sociedad Thule, una organización secreta esotérica supremacista.
En general, la ambigüedad acerca del término, lo disparatado de sus ideas y la gran cantidad de pequeños grupúsculos (en general de clase alta) diseminados por una Alemania donde el movimiento obrero parecía ascender de manera vertiginosa no auguraba una gran victoria inicial para el nacionalsocialismo.
Sin embargo, diferentes factores terminaron por llevar a su líder, Adolf Hitler, al poder en 1933, instaurando un régimen totalitario de inspiración fascista que duraría hasta 1945 y provocando la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia en 1939. Además de las aproximadamente 80 millones de muertes provocadas por el conflicto, el régimen nazi asesinó entre 16 y 20 millones de personas en lo que se conoce como el Holocausto.
La desnazificación de Alemania
Con la derrota de Alemania y los países aliados, el país fue repartido entre las potencias vencedoras y se procedió a la desnazificación. En los llamados Juicios de Núremberg fueron procesados altos jerarcas nazis y cargos del gobierno por crímenes de lesa humanidad y se desmanteló toda la estructura del NSDAP hasta su completa disolución, además de reorganizar el ejército.
Las organizaciones políticas y sociales afines al nazismo fueron prohibidas. Así mismo, aunque hay siempre hay excepciones, en general la ley no permite la exaltación y uso de simbología nazi. Por ejemplo, el Partido Derechista Alemán (DKP-DRP) y el Partido Socialista del Reich (SRP) fueron ilegalizados en 1950 y 1952 respectivamente en base a esto.
Las investigaciones llevadas a cabo por las potencias aliadas (Reino Unido, Estados Unidos, Francia y la Unión Soviética), se saldaron con 400.000 personas detenidas y 182.000 encarceladas, de las cuales se liberaron 86.000. Además, se procesaron a unas 1.800 personas pertenecientes a estructuras del régimen como las S.S. o la Gestapo (los servicios secretos) tras su desmantelación.
El proceso de desnazificación fue acompañado también de leyes y actuaciones de reparación a las víctimas, como reconocimientos, memoriales o indemnizaciones. Es común, de hecho, encontrar algún tipo de reconocimiento en casi todas las ciudades de Alemania.
Los primeros movimientos neonazis
La Guerra Fría, un enfrentamiento entre el bloque occidental capitalista liderado por Estados Unidos y la OTAN contra el bloque oriental comunista encabezado por la URSS y el Pacto de Varsovia, llevó a un relajamiento en el enfrentamiento a la ultraderecha en general y al nazismo en particular.
De hecho, Estados Unidos alentó en los años 60 y 70 a fuerzas de ultraderecha en América Latina y en Europa en el llamado Plan Cóndor., apoyando golpes de estado contra gobiernos legítimos.También se vio una alianza con dictaduras asentadas como la de Francisco Franco en España. La vieja táctica de los partidos derechistas para enfrentarse a los movimientos de izquierda: alentar y utilizar a la extrema derecha.
Tras la disolución del Partido Derechista Alemán, se fundó en 1950 el Partido del Imperio Alemán (DRP), el cual eludió la ley (a pesar de que sus dirigentes fueran antiguos miembros del partido nazi) y llegó a tener representación en dos landers (regiones).
En 1956, Otto Strasser, dirigente de la facción izquierdista del partido nazi, el Frente Negro, fundó el partido Unión Social Alemana, que dirigió hasta su disolución en 1962.
Así, en los años 60, se vio una proliferación de este tipo de organizaciones, que confluyeron en 1964 en el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NDP) y que sigue existiendo a día de hoy. En estos años, el NDP gozó de gran popularidad, llegando a obtener representación en casi todos los landers. La creciente ola contracultural izquierdista y el descontento hacia el principal partido de centroderecha, el Partido de la Unión (CDU), son algunos motivos de este creciente apoyo. Sin embargo, en las décadas posteriores, su popularidad fue decayendo.
La primera gran oleada de violencia neonazi
Aunque existe cierto repunte de los movimientos neonazis en los años 80 como reacción al aumento de la inmigración y a la crisis económica, historiadores coinciden en que la reunificación alemana, la incorporación de las regiones soviéticas y la llegada de personas refugiadas por el conflicto de los Balcanes marcó un repunte de la extrema derecha, como se ve en los resultados electorales del NPD.
Los 80 y los 90 estuvieron marcados por las bandas skinhead y la aparición de grupúsculos neonazis y fascistas violentos. Es la época del nacimiento de Combat18 (1985), el Pacto del Frente Nuevo (1990), el Frente de Acción de los Nacionalsocialistas (1977), el Movimiento de Resistencia Nórdico (1997) o Clandestinidad Nacionalsocialista (1998), entre otros grupos. Un fenómeno no únicamente alemán, sino de alcance global.
Así, en la década de los 90, Alemania vivió la primera gran oleada de violencia ultraderechista. Uno de los tantos ataques realizados por estas bandas fue el incendio provocado en una casa de inmigrantes turcos en Solingen en 1993 en el que murieron 5 personas, pertrechado por el grupo Clandestinidad Nacionsocialista, que entre 1997 y 2007 asesinó a 9 personas migrantes. Era habitual el linchamiento y la quema de albergues de asilo político a personas refugiadas durante las manifestaciones fascistas.
Según una investigación conjunta de Zeit y el diario Tagesspiegel, entre 1990 y 2017 al menos 169 personas fueron asesinadas en Alemania por miembros de la extrema derecha, entre ellas, extranjeras, sintecho, homosexuales, izquierdistas y «adversarios políticos». Otras estimaciones fijan 174 asesinatos por parte de la extrema derecha entre 1990 y 2011.
De todas estas víctimas, 58 personas fueron asesinadas solo entre 1990 y 1993. El angoleño Amadeu António Kiowa es considerado una de las primeras víctimas fatales después de la reunificación alemana. Un grupo de neonazis le golpeó brutalmente el 24 de noviembre de 1990 y lo mató a patadas en la cabeza.
La segunda oleada de violencia
Las autoridades alemanas se dieron cuenta, más tarde que pronto, que habían subestimado el auge del fascismo en sus propia casa. Además, el fin de la Guerra Fría, la poca popularidad de la violencia acometida por estos grupos y la denuncia de ONGs como Amnistía Internacional produjo un descenso notable de las manifestaciones violentas entre los años 2000 y 2015.
Así mismo, los partidos políticos de todo signo político evitaron, durante muchos años, cualquier asociación o relación con el NPD, negándose a tratar o pactar con esta formación, lo que se ha popularizado recientemente como “cordón sanitario a la extrema derecha”. De hecho, el partido neonazi experimentó un descenso en picado del que nunca se recuperó.
Mencionar que manifestaciones artísticas de la época reflejaron este sentimiento, de considerar que no se podía dar por superado el fascismo y que era necesario tomar medidas más contundentes. Un ejemplo lo tenemos en la película Die Welle (La Ola), estrenada en 2008, o el libro Er ist wieder da (Ha vuelto), publicado en 2012 y con una adaptación cinematográfica en 2015. Ambas obras retratan el problema de subestimar a la ultraderecha y el creer que los horrores de la Alemania Nazi no pueden volver a suceder.
No obstante, la crisis económica global del año 2008, la oleada de refugiados a Europa por la guerra civil Siria en 2015 y la necesidad de reaccionar a los crecientes movimientos de izquierda que ocupaban la agenda social y política (entre otros factores) provocó el auge de la extrema derecha que se vive actualmente.
Con una imagen renovada y estrategias adaptadas a los tiempos modernos, en los últimos 10 años se ha visto un aumento de nuevos partidos (y no tan nuevos pero con una nueva imagen) como Reagrupación Nacional (Francia), Vox (España) o Amanecer Dorado (Grecia).
Alemania, que acogió a 890.000 personas refugiadas en 2015, no podía ser una excepción. En 2013, se fundó Alternativa para Alemania (AfD), el cual ha estado experimentado un apoyo electoral constante con un marcado discurso xenófobo y ultranacionalista. Actualmente, cuenta con 94 escaños de 709 en el Bundestag (parlamento alemán), 11 en el Parlamento Europeo y presencia en todos los landers.
Paralelamente, se ha desatado una segunda ola de violencia ultraderechista junto a la aparición de nuevos grupos neonazis. Entre 2015 y 2017 se vieron los primeros repuntes, con ataques aislados a cuchillo contra militantes y cargos políticos de todo signo político, destacando el asalto la candidata a la alcaldía de Colonia Henriette Reker en octubre de 2015, quien era favorable a acoger a personas refugiadas.
Al mismo tiempo, aumentaron los ataques de la ultraderecha contra personas refugiadas, migrantes, negras y LGTBI+. Las autoridades registraron 995 delitos en 2016 contra casas y asilos de personas refugiadas.
La mayoría de estos delitos fueron realizados por el Grupo Freital y Oldschool Society (ambos fundados en 2015), el cual planeaba poner explosivos para asesinar personas refugiadas.
En 2015 y 2016 se considera el primer pico de esta segunda escalada de la violencia neonazi, que pareció reducirse en 2017 hasta producirse nuevos repuntes en 2018, 2019 y 2020.
La Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) concluyó en 2018 que hay 24.100 militantes ultraderechistas activos en el país, sobre una población de algo más de 82 millones de personas, la mitad de ellos dispuestas a emplear la violencia.
Además, se contabilizaron 1.156 delitos violentos de “delincuencia con motivación política, de ultraderecha”, una subida del 2,3% respecto a 2017. Las víctimas ascendieron a 838 en 2018, las lesiones físicas aumentaron un 4% y los intentos de homicidio fueron 7.
En junio 2019, el político del CDU Walter Lubcke, quien se mostró a favor de la política de acogimiento de refugiados, fue asesinado de un disparo en la cabeza por una persona asociada a Combat18, Blood&Honor y el NPD. Ese mismo año, hubieron dos asesinatos en Halle tras el ataque a una sinagoga en plena celebración. Un año en el que, según los datos del gobierno de Alemania, se realizaron una media de cinco ataques cada día contra personas migrantes.
Para 2020, un informe aseguraba que los delitos antisemitas habían aumentado un 13% con respecto a 2019, con más de 2.000 registros. Ese mismo año, dos locales en Hanau fueron víctimas de un tiroteo con motivaciones políticas, dejando un saldo de 9 muertes y 5 personas heridas de gravedad.
El neonazismo moderno
Manfiestación de PEGIDA con unas 20.000 personas asistentes. Autora: Kallispera Dell, 25/01/2015. Fuente: Panoramio. (CC BY-SA 3.0.).
Paralelamente a esta violencia, las marchas neonazis han ido también en aumento. Aunque una parte de esta militancia de derecha radical se asocia al ejército, nuevas organizaciones han ido apareciendo. Destaca La Derecha (DR), registrado como partido en 2012; El Tercer Camino (DIIIW), fundado también como partido en 2013; Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA), creado en 2014; y Águilas Negras (Nordadler), grupo creado en 2017. Entre otras.
PEGIDA ha destacado por movilizar a muchas personas en manifestaciones públicas xenófobas. En 2016 consiguieron reunir a más de 20.000 personas en una marcha. El Tercer Camino también ha protagonizado varias, aunque con menor éxito.
Cada año se celebran marchas y protestas de carácter ultraderechista y xenófobo, donde destaca la actitud marcial, las manifestaciones violentas y el rechazo a cualquiera que intente oponerse, si bien suelen tener oposición en las calles.
La mayoría de estas organizaciones, aunque minoritarias, se sienten amparadas por Alternativa para Alemania, hasta el punto en el que tuvieron que anunciar la disolución de El Ala, la facción más radical del partido, en un intento de mantener limpia su imagen. No obstante, miembros de AfD han sido vistos en estas marchas.
Por otro lado, miembros de la policía y del ejército simpatizan con estos movimientos, lo que motivó entre 2015 y 2017 la investigación de unas 280 militares y que ha llevado a la disolución parcial de la sección de élite. Pese a ello, militantes de izquierdas denuncian que policías han sido vistos en actitud cordial con neonazis, por lo que entienden que existe cierta impunidad.
Palizas, persecuciones, intimidación, ensalzamiento de la figura de Hitler y otros delitos de odio, amparados por un discurso político favorable y un contexto internacional con el que identificarse, parece claro que fascismo revive en Alemania. Aunque ya no son cabezas rapadas que arman ruido en conciertos y partidos de fútbol, aunque han cambiado su imagen y se apoyan fundamentalmente en las redes sociales y portales de Internet como Iron March (cerrado en 2017 por las autoridades), siguen siendo fundamentalmente lo mismo.
¿Alemania desnazificada?
El gobierno alemán lleva décadas vendiendo la idea de que sus medidas para limpiar su país de fascismo y nazismo han sido ejemplares. Tanto es así que mucha gente afín a movimientos progresistas pone de ejemplo a Alemania en cuanto a sus políticas dedicadas a frenar el avance de la ultraderecha y su memoria histórica.
No obstante, otras personas, más criticas, coinciden en señalar que precisamente este discurso ha permitido el auge de la ultraderecha. Una ultraderecha que ha aprendido a esquivar la ley, asentarse en sectores sociales y penetrar en el sistema hasta el punto de que suponen una seria amenaza para la democracia. Es decir, que la supuesta desnazificación es más un mito que una realidad.
Mientras se asume esta retórica, por ejemplo, AfD tiene sus despachos en la antigua sede del Ministerio del Interior del Tercer Reich, donde aún se pueden ver baldosas con la esvástica nazi.
El gobierno de Ángela Merkel parece estar tomando medidas para poder atajar este problema. En esta línea, más de 20 organizaciones neonazis han sido prohibidas, tres de ellas solo en 2020 (Combat18 y Águilas Negras son dos de ellas) y la presencia policial es cada vez más habitual en las marchas de estos grupos. Entre todas estas, la disolución del ejército de élite ha sido la más sonada, acompañada de una retórica unánime del resto de fuerzas políticas acerca del rechazo al antisemitismo, el racismo, la xenofobia, la homofobia y la violencia.
Los sectores más críticos señalan que el gobierno está actuando tarde y sin la suficiente contundencia. Como ejemplo, ponen al partido neonazi NDP, cuyos intentos de ilegalización han fracaso en dos ocasiones. Incluso, a pesar de su baja popularidad, consiguieron una alcaldía en 2019 con el apoyo del resto de partidos, sin oposición.
Al tiempo que todo esto sucede, el discurso ultraderechista sigue extendiéndose en Alemania y, junto a él, el aumento de delitos políticos. Hay quien recuerda con tristeza la primera oleada de violencia de los años 90, pero las personas más mayores aluden a los años 30 y los disturbios que provocaban partidarios del movimiento nazi.
La pregunta es si esta vez llegarán a tiempo.
Fuente: www.aldescubierto.org
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