Resumen Latinoamericano, 21 julio de 2020.
El hambre mata pero tambien mata la falta de vivienda digna. Por eso es natural que apelando a la dignidad se trate de que el lugar donde se habita no sea un pozo de hacinamiento y malvivir. De allí que la gente más humilde, que tiene hambre organiza ollas populares y los que a esa situación le suman la falta de vivienda o que están habitando en donde pueden pero siempre en pésimas condiciones higiénicas, se organizan para ocupar tierras que nadie utiliza y que con el correr de los años se han convertido en terrenos baldíos.
Esta mañana desapacible de frío invierno, en medio de la pandemia, un grupo de aproximadamente 250 vecinos de Numancia, partido de Presidente Perón, en la localidad bonaerense de Guernica, han precedido a tomar pacíficamente alrededor de cuatro manzanas de tierra que ni siquiera tenían alambrados, rápidamente han montado provisorias carpas o improvisadas casuchas, como para decir «aquí estamos, no damos más de reclamar atención del Estado y nos merecemos tener un pedacito de tierra para poder vivir con nuestros hijos e hijas». Gente curtida por los dolores y falencias que fueron acumulando a lo largo de la vida, pelean por sobrevivir con la desesperación que tienen los que no cuentan en las estadísticas. Esos, como es el caso de estos vecinos, a los que les cortan la luz cada dos por tres, y para los que el agua potable es un artículo en extinción.
Desde la Intendencia, a cuyo frente está Blanca Cantero, esposa del sindicalista de la CGT, Carlos Acuña, no tardaron en fletar patrulleros policiales que, como siempre ocurre, llegaron para intentar atemorizar a los vecinos y vecinos, exigiéndoles abandonar el lugar en nombre de una «legalidad» que da vergüenza solo con nombrarla. Sobre todo, en un país donde algunos pagan millones de dólares de una deuda externa ilegítima y otros se mueren de hambre.
Mientras la policía habla de «usurpación» y «delito», no dicen nada de que una mujer de la zona estuvo en los últimos días tratando de inventarse un «loteo» de esas tierras y ofrecer una pequeña franja de las mismas a 100.000 pesos. A eso, este sistema no lo llama «delito» sino «operación inmobiliaria».
Ahí están los vecinos y vecinas de Numancia, cansados de aguantar desatenciones y esperando solidaridades para con esta lucha que han iniciado. Y también desean que los burócratas políticos no sigan queriendo resolver la ausencia del Estado, con represión y más uniformes.
Solo el pueblo salvará al pueblo.