Resumen Latinoamericano, 26 de julio de 2020
MANIFIESTO:
Con motivo de conmemorar un nuevo aniversario del fallecimiento de la Abanderada de las y los Humildes, Eva Perón (26÷07÷1952) y del Asalto al Cuartel Moncada por parte de Fidel y un grupo de milicianos y milicianas (26÷07÷1953), desde la OLP-Resistir y Luchar recordamos ambas fechas con memoria fértil y las mostramos como símbolo indestructible de la unidad de las y los revolucionarios.
Es en ese marco que damos a conocer este manifiesto con análisis de la difícil coyuntura que pasa nuestro pueblo y lanzamos propuestas para avanzar en la construcción del poder popular.
En estos momentos tiene lugar una crisis que, a primera vista, forma parte del recurrente ciclo capitalista que periódicamente desemboca en una caída drástica en todos los órdenes de la vida económica. Pero analizada atentamente, reúne características diferentes a todas las anteriores ya que conlleva un quiebre civilizatorio de carácter integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos y alimenticios.
La noción de crisis civilizatoria es importante porque con ella se quiere destacar que estamos asistiendo al agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, el capitalismo, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural. Esta crisis señala las terribles consecuencias de la producción de mercancías, que se ha hecho universal en las últimas décadas, con el objetivo de acumular ganancias para los capitalistas de todo el mundo y que sólo es posible con el gasto exacerbado de materiales y energía. Situación que conlleva la perspectiva de un agotamiento de la capacidad de nuestro planeta.
En tal contexto, uno de los insumos que el Norte Global codicia y en el Sur abunda son los llamados recursos naturales, nuestros bienes comunes.
La emergencia alimentaria
En un país que alguna vez fuera considerado “granero del mundo”, hoy uno de cada tres argentinos es pobre, y la mitad si se toma en cuenta la franja de 0 a 14 años, los más chicos. Más de 14.3 millones de personas. Y los indigentes son más de un millón. Los conurbanos de las grandes ciudades, comenzando por la ciudad de Buenos Aires, son los sitios más golpeados. La actividad industrial cayó más del 5,6% interanual y esa cifra resulta irrisoria con la que tendremos para fines de este año.
Los datos que brindó recientemente el INDEC arrastran a Argentina a un problema estructural que se completa con otros informes (UCA, UNICEF y ONU) que alertan sobre la emergencia alimentaria. Otra vez, el hambre: menos cantidad y calidad de alimentos, más consumo de ultraprocesados, hectáreas plantadas con commodities y el Estado argentino utilizando los recursos públicos para otros objetivos, como pagar la deuda sin investigarla.
El feroz receso que producirá el mal que hoy nos aqueja agravará aún más el panorama descripto.
Mientras atravesamos los peores momentos de esta peste tenemos que preparar las condiciones para garantizar la sobrevivencia de nuestros sectores más humildes. La lucha por su Vida y Emancipación Social es una condición indispensable para avanzar en la Liberación de la Patria.
El problema es múltiple, de vieja data, sus soluciones contemplan una complejidad de variables que vienen sostenidas por años de desidias y errores que han motivado la dolorosa y peligrosa situación que estamos atravesando.
Hacia una nueva civilización: Soberanía alimentaria y control territorial
En tal contexto corresponde concentrarnos en un aspecto que, sin negar a los demás, permita avanzar en las respuestas más urgentes pero colocándolas en el camino de las soluciones necesarias en el largo plazo, atendiendo a la necesidad de poner algunos pilares de una nueva civilización.
Una política de autodeterminación nacional y emancipación social supone, en consecuencia, fomentar la Soberanía Alimentaria, o sea el derecho de los pueblos a consumir alimentos sanos y nutritivos, producidos a través de métodos sostenibles. Reconociendo que la comida y sus variados gustos forman parte de la cultura de cada pueblo, la misma que será uno de los fundamentos del poder comunal que tendremos que construir desde abajo hacia arriba.
La lucha por la soberanía alimentaria es la expresión más clara sobre nuestra relación con la naturaleza, de la cual no somos sus dueños, sino una parte de la misma. Tenemos derecho a administrar sus frutos para asegurar nuestra continuidad como especie pero haciendo que su producción contribuya al fortalecimiento y no la destrucción del planeta.
La Soberanía Alimentaria es, a su vez, una forma de lucha por el control territorial. Se trata de reapropiarnos del territorio para constituirlo en el lugar natural para el ejercicio de la vida en comunidad y la producción de alimentos, tareas que son inmediatas y urgentes.
En ese sentido constituirnos en continuadores de las históricas luchas en defensa de la tierra, desarrolladas desde siempre por los pueblos originarios e integrarlas a las luchas que han dado y dan miles de compatriotas y organizaciones populares en defensa de sus derechos.
Sobre la conquista, posesión, dominio y saqueo de la tierra – sus producidos y el de sus entrañas – se ha constituido el poder originario de nuestras clases dominantes.
Los sectores populares siempre han resistido la entrega de los bienes comunes, rechazando la privatización de las tierras hasta transformarlas en una mercancía más, sobre la cual asientan su poder los sectores dominantes.
La situación actual ha planteado los límites de esta sociedad. Los millones que tratan de sobrevivir alimentados por un Estado decadente son su prueba más rotunda.
La necesidad de cambios profundos, digamos revolucionarios, no viene marcada por una u otra tesis de “partidos revolucionarios” sino por las gigantescas necesidades de las más amplias mayorías. Son éstas las que están verificando que el actual sistema – centrado en la explotación y en ganar más, esencia del capitalismo – ya no tiene más fuerzas y energías para dar respuestas y que sobrevive mordiéndose la cola y sus dirigentes echándose las culpas unos a otros.
Es por eso que imaginar un futuro distinto es la invención más importante que merezca nuestro esfuerzo cotidiano.
Los objetivos que nos proponemos
En este marco adquiere una significación y urgencia especial avanzar en la soberanía alimentaria. A tales fines nos planteamos cinco objetivos distintos pero progresivamente complementarios.
1) Contribuir a dar alimento a más de la mitad de lxs argentinxs;
2) superar el asistencialismo encarando políticas productivas, de subsistencia, a escala local (familiar/vecinal/comunal);
3) organizar núcleos productivos de varias familias (Unidades Productivas Integrales) donde se vayan complementando la producción agraria con procesos industriales, permitiendo sentar las bases de una nueva cultura productiva, junto a una reapropiación y nueva organización territorial;
4) generar condiciones para una concatenación productiva, en escalas crecientes, que permitan integrar insumos y producción, con distribución y consumo. Una cadena que arranque con las semillas para la producción primaria, siga con su industrialización hasta llegar a modos de cercanía para distribución y el consumo;
5) pensar, proponer y organizarnos para una Reforma Agraria Integral que ponga fin al modelo agroexportador al servicio de una oligarquía criminal, construyendo el sujeto de los cambios profundos que pongan fin a este capitalismo explotador y a una Argentina inviable e incapaz de albergar dignamente a una población relativamente pequeña.
El sentido de nuestra lucha
De este modo resolveremos, de un modo real y definitivo al hambre, sentando las bases de un nuevo modelo social, de ordenamiento territorial y de modos de producción.
Por eso revertir esta situación, donde peligra la reproducción de la vida humana y la naturaleza por la voracidad del capital, implica la necesidad de ir más allá de estos “bolsones”, estas retenciones y de estas insuficientes y repetitivas respuestas coyunturales.
Es hora de empezar a discutir otras políticas capaces de responder a nuestros problemas de la comida, la tierra y la soberanía alimentaria, desde el hambre hasta una Reforma Agraria integral y popular.
Es necesaria una transformación integral que involucre la defensa del medio ambiente, el comercio justo y modelos de producción agroecológicos sin químicos criminales, ni transgénicos peligrosos. Este camino supone una democratización del acceso a la tierra construyendo un modelo alternativo al agronegocio, que sirva a la vida y no al enriquecimiento de unos pocos…
En conclusión, cada vecino, cada familia, cada barrio debe hacerse responsable del mundo en que quiere vivir. Porque:
Sólo el pueblo salvará al pueblo
Unirse desde abajo, organizarse combatiendo
