Una huel­ga muy nece­sa­ria – Jesús Valencia

Este latro­ci­nio, al que eufe­mís­ti­ca­men­te lla­ma­mos cri­sis, tie­ne un pun­to en común con «El reta­blo de Mae­se Pedro»: dos tra­mo­yas que nos per­mi­ten cono­cer a los per­so­na­jes que por ellas desfilan.

En la actual, asom­bra por su arro­gan­cia el insa­cia­ble Pan­ta­gruel; aca­pa­ra­dor obse­si­vo de bie­nes que no pro­du­ce y de plus­va­lías inexis­ten­tes; tras haber esquil­ma­do las arcas comu­nes, inten­ta engu­llir aho­ra las vidas y hacien­das de los más frá­gi­les. Siem­pre a su lado, Ser­vi­lio: poli­ti­cas­tro de voz engo­la­da y apa­rien­cias de gober­nan­te; pone a dis­po­si­ción del pri­me­ro el poder que éste le cede y los recur­sos eco­nó­mi­cos que no le per­te­ne­cen; expo­lia­dor de un pue­blo al que dice repre­sen­tar. Engro­san el cor­te­jo los reve­ren­tes Si señor y Man­de usted, per­so­na­jes que medran con la reco­gi­da de boñi­gos que deja a su paso tan indig­na comi­ti­va; ges­tio­nan­do espa­cios pri­va­ti­za­dos, tra­mi­tan­do EREs y crean­do ETTs ganan mucho más que lo que jamás se ima­gi­na­ron. Des­fi­lan por el tabla­di­llo Cán­di­do y Lán­gui­do, sin­di­ca­lis­tas enfras­ca­dos en diá­lo- gos inter­cla­sis­tas mien­tras millo­nes de per­so­nas son ahe­rro­ja­das al paro; apa­ga­do­res de la rabia que las escan­da­lo­sas injus­ti­cias del sis­te­ma pro­vo­can. Fue­ra de la comi­ti­va ‑y mal­di­cien­do de ella- Que­jum­bro­so, el pagano de la tra­gi­co­me­dia, se pasa la vida gimo­tean­do de su mala suer­te y sin mover un dedo por reme­diar­la; cuan­do alguien le pre­gun­ta «y tú ¿que vas a hacer?», cam­bia la direc­ción de sus repro­ches, des­le­gi­ti­ma la movi­li­za­ción social y des­ca­li­fi­ca a sus inductores.

El 12 de junio estu­ve muy cer­ca de otro esce­na­rio: la tari­ma des­de la que seis sin­di­ca­tos vas­cos anun­cia­ron la con­vo­ca­to­ria de huel­ga gene­ral. Me pare­ció detec­tar, envuel­ta en la llu­via per­ti­naz que nos acom­pa­ña­ba, una estre­cha sin­to­nía entre las cen­tra­les con­vo­can­tes y la mul­ti­tud allá pre­sen­te. El lugar ele­gi­do para la pro­cla­ma esta­ba car­ga­do de con­no­ta­cio­nes pro­le­ta­rias: la ría del Ner­vión, tan degra­da­da un tiem­po por la agre­si­va e inci­pien­te indus­tria­li­za­ción deci­mo­nó­ni­ca; los seis sin­di­ca­tos asu­mían la heren­cia de otras peleas obre­ras y reac­ti­va­ban la lucha de cla­ses allá don­de se había ges­ta­do el sin­di­ca­lis­mo fabril vasco.

El anun­cio, fiel a la reali­dad actual, reco­gía la deman­da de la mayo­ría social: la que ve mer­ma­dos sus dere­chos pero man­tie­ne intac­ta su dig­ni­dad; la Eus­kal Herria com­ba­ti­va que sigue plan­tan­do cara al des­po­tis­mo capi­ta­lis­ta para fre­nar sus des­me­di­das ambi­cio­nes. Aque­lla fusión entu­sias­ta de sin­di­ca­tos y socie­dad esta­ba tam­bién car­ga­da de futu­ro. Era la apues­ta de quie­nes no creen en las bon­da­des neo­li­be­ra­les y aspi­ran a una socie­dad más jus­ta; saben que la huel­ga gene­ral no es una revo­lu­ción, pero sigue sien­do una herra­mien­ta obre­ra para modi­fi­car la corre­la­ción de fuer­zas. En el hori­zon­te vas­co se están abrien­do nue­vas posi­bi­li­da­des que la cla­se obre­ra tie­ne que lide­rar; el cam­bio polí­ti­co-social es posi­ble y la huel­ga gene­ral fun­gi­rá de comadrona.

La cla­se obre­ra vas­ca no pre­ten­de sen­tar cáte­dra ni alec­cio­nar a nadie pero, con su cla­ri­vi­den­cia y deci­sión, se ha con­ver­ti­do en refe­ren­te. «Una vez más ‑dice un com­pa­ñe­ro galle­go- Eus­kal Herria es la estre­lla polar para todo el Estado».

Fuen­te: Gara

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