¿Quién no ha oído ese calderoniano españolísimo y antierasmista “los tiene bien puestos” o el recio y cejijunto “tiene los cojones como el caballo de Espartero”? No hablamos de pitos y flautas, sino de cojones y españolía, de trapío y tronío. Ele, arsa y ojú. Arte. Y pandereta
El emérito Profesor Cojonciano, apesadumbrado por la suerte del combinado español en el Mundial de Fúmbol, me envía estas líricas líneas que pongo en conocimiento de mis miles de lectores y, acaso, alguna lectora. Dice así este benemérito:
«Doctísimo Odriozola, eminencia, ruego lea esto que sigue y va a misa, pues es sabor popular: vos, ilustrísima, no ignora que un ejemplo de la riqueza del lenguaje castellano es el número y acepciones de una palabra como pueda ser la muy conocida y asaz utilizada en referencia a los atributos masculinos como, lo adivinó, “cojones” (en andaluz, cohone). Si va acompañado de un numeral, tiene significados distintos, verbigracia, caro o costoso: “valía un cojón”; también gallardía: “tenía dos cojones”, o desprecio: “me importa tres cojones”. También dificultad en la empresa o misión y con hipérbole: “lograrlo me costó mil pares de cojones”.
Hay variantes según el verbo, véase: “ese tío tiene un par” (se sobreentiende que de cojones), o sea, es un valiente o, también, la exclamación de sorpresa: “¡tiene cojones!”. También están “me toca los cojones”, que denota indiferencia o vagancia si se exclama “se toca los cojones”. Luego está el imperativo “tócate los cojones”.
Los prefijos y sufijos modulan el significado, veamos: “acojonado” es, todo dios lo sabe, miedo y “descojonado” o bien cansancio o bien risa, léase o “estoy descojonado” o “me descojono” de risa leyendo este presunto artículo sin gracia por lo soez del mismo, y más viniendo de gente seria como Odriozola y un periódico digno como éste. También perfección: “cojonudo”. O abulia: “cojonazos”.
Las preposiciones también matizan expresión tan viril. Así, tenemos que la preposición “de” significa éxito, observen: “me salió de cojones, oye”, o sensación térmica, vean: “hacía un frío de cojones”. Incluso voluntariedad y tesón, miren: “lo haré por cojones”. Edificante, ¿no es cierto?
Hay más. Por ejemplo, el límite de aguante: “estoy hasta los cojones”. La preposición “con” indica valor: “era un hombre con cojones”. Y “sin” lo contrario, dizque cobardía: “bah, no tenía cojones como los de Poli Rincón o Manolo Lama, baluartes de «La Roja»”. ¿Importa el tamaño, la forma o la tersura gonadal, testicular, orquídea, testosterónica y cojononcial, amigo Odriozola? ¡Por supuesto! ¡Dónde va a parar! En cuanto al tamaño, ¿quién no ha oído ese calderoniano españolísimo y antierasmista “los tiene bien puestos” o el recio y cejijunto “tiene los cojones como el caballo de Espartero”? No hablamos de pitos y flautas, sino de cojones y españolía, de trapío y tronío. Ele, arsa y ojú. Arte. Y pandereta.
Hay más acepciones, carísimo Odriozola, pero lo dejo aquí por no quitarle su precioso tiempo ocupado en menesteres en pro de la nación española una, grande y, ejem, libre. ¡Viva Franco y Arriba Expaña, cagoendios y vivalavirgen! He dicho, ¡hip!».
Fuente: Gara